El consuelo del mundo
“Nadie debe ser inquietado por sus opiniones, incluso religiosas, en tanto que su manifestación no altere el orden público establecido por la ley”. Así quedó degradada la religión en el artículo décimo de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que aprobaron los revolucionarios franceses en el verano de 1789, durante el periodo de la Asamblea Constituyente. Para los nuevos dirigentes de Francia el reconocimiento y la adoración a Dios Creador, dejaba de ser una religión para convertirse en una opinión.
Semejante atropello tuvo tres gravísimas consecuencias para los católicos franceses. En primer lugar, la Iglesia Católica perdió su status al vaciarla de contenido, por cuanto “una Iglesia de la opinión” es una Iglesia sin religión. A continuación, el lugar dejado por la Iglesia Católica fue ocupado por la nueva Iglesia Constitucional creada por los revolucionarios, que según la Constitución Civil del Clero de 12 de julio de 1790, separaba del Papa y convertía a los sacerdotes y a los obispos en funcionarios del nuevo Estado, que era quien les nombraba, consagraba y pagaba, por cierto con mayores atenciones económicas que las que hasta entonces habían disfrutado. Y en tercer lugar, al convertirse la cismática Iglesia Constitucional en la religión oficial del nuevo Estado, a la que había obligación de prestar juramento, los católicos por el mero hecho de permanecer como tales pasaron a ser considerados elementos contrarrevolucionarios, acusación por la que muchos miles de católicos franceses pagaron con su vida y fueron ajusticiados en la guillotina, ametrallados en grupos con balas de cañón, quemados en hornos de pan y hasta ahogados en el Loira, río al que los revolucionarios denominaron “la bañera nacional” .
El genocidio de los católicos, del que tan poco o nada se habla en esos libros de historia que sostienen que la guillotina lo que separaba era las tinieblas de la luz, y las ejecuciones masivas provocaron en los franceses la náusea de la sangre, lo que impulsó a los enemigos de la Iglesia Católica a cambiar la cuchilla de la guillotina por el adoctrinamiento ideológico. Y así, aunque sin sangre, continuó la persecución religiosa tras la desaparición de Robespierre a partir del 28 de julio de 1794, en la etapa que se conoce como la Convención Termidoriana. En consecuencia, el 23 de noviembre de 1794, el representante Mallarmé se dirigía a los habitantes de Toulouse en los siguientes términos: “A la Creación de los siete días sigue la creación de la Constitución Francesa; en lugar del domingo tenemos el decadi [i]. Ya no es una Virgen pariendo sin dolor a un Hombre-Dios, sino el pueblo siempre puro e incorruptible dando a luz a la libertad. Ya no estamos obligados a adorar a la trinidad heteróclita e incomprensible de los cristianos: lo que debemos incensar es la libertad, la igualdad, la fraternidad…” No merece la pena seguir la cita, para darnos cuenta de hasta qué punto los revolucionarios habían sacralizado la política.
Y aunque parezca ocioso recordarlo, hay que volver a insistir que todos estos planteamientos ideológicos tan sectarios, camuflados entre la hojarasca de la liberté, egalité et fraternité, traspasaron las fronteras de Francia y preñaron a la ideología liberal progresista de materialismo y de odio a la religión, ideología que se convirtió en una de las raíces nutricias de Europa y del mundo occidental, desde los años de la Revolución Francesa hasta el presente. Y comprendo que, como las raíces por ser tales están enterradas, les resulte imposible detectar su existencia a quienes por falta de estudio tienen una visión histórica tan superficial, que se acaban creyendo lo de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Así las cosas, cimentadas con semejantes materiales las sociedades contemporáneas, los católicos quedan fuera del sistema, expulsados y arrojados por mantener una vida coherente a ese lugar frío, donde azotan los vientos de la marginación y de la exclusión social, encerrados en las mazmorras que ha construido la persecución de la coherencia, en las que ciertamente se vive materialmente peor que dentro del sistema, pero donde sin lugar a dudas uno es muchísimo más feliz que los que permanecen dentro de un mundo que ha dado la espalda a Dios, bien porque no creen en Él o bien porque, aunque crean, se avergüenzan de proclamarlo con sus vidas y su palabra.
Sí, no hay la menor duda, se es muchísimo más feliz permaneciendo en los espacios de la coherencia, fundamentalmente porque ahí está maternalmente Ella, la Santísima Virgen, que cuando se le apareció a Sor Patrocinio, se dio a sí misma el título de consuelo del mundo, al transmitirle las siguiente palabras: “Pues a tu solicitud y cuidado dejo el culto y veneración de esta sagrada imagen mía con el título de Olvido, Triunfo y Misericordias. Ella será la consoladora del mundo y todo afligido encontrará en mí por la mediación de esta mi imagen, el consuelo. Al alma que rendida a sus pies me pidiese alguna cosa, jamás se la negará mi amor. Será el consuelo del mundo y la alegría de la Iglesia Católica y, por su medio, mi Hijo y yo recibiremos culto”.
La vida de Sor Patrocinio y la devoción a la Virgen del Olvido cada día son más conocidas y esta difusión tiene una gran importancia. Por este motivo invito a visitar dos páginas, en las que se pueden encontrar noticias de la vida de Sor Patrocinio, circunstancias de la aparición de la Virgen en 1831 y escritos que son auténticas joyas de la literatura cristiana, como las dos novenas que Sor Patrocinio escribió a La Virgen del Olvido y al Cristo de la Palabra. Estas dos páginas son las siguientes: http://sorpatrocinio.creativemary.com/cultos/ y http://www.virgendelolvidotriunfoymisericordias.com/
Y también por todo lo dicho, porque en la Virgen, que es Madre de Dios y Madre nuestra, encontramos nuestro consuelo, somos muchos los que una vez al mes nos reunimos a celebrar los cultos a la Santísima Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias, que consisten en rezar un Rosario y asistir a la Santa Misa en la iglesia del convento de la Concepcionistas Franciscanas de la comunidad del Caballero de Gracia, en la que ingresó Sor Patrocinio en 1829 y de la que fue abadesa, comunidad que al presente reside en el madrileño convento de la calle Blasco de Garay. Igualmente y con el mismo propósito e idénticas prácticas son muchos los devotos que se reúnen también todos los días 13 de cada mes en el convento de las Concepcionistas Franciscana de Guadalajara y los segundos miércoles de cada mes en el Oratorio del Caballero de Gracia. En el siguiente enlace se pueden consultar los detalles de los cultos que tendrán lugar el próximo día 27 de febrero en el convento de Blasco de Garay: http://sorpatrocinio.creativemary.com/cultos/
Y por supuesto, que a cuantos esto leyeren y quisieran acudir a la cita el próximo sábado, pero por culpa de las circunstancias que fueren o la mucha distancia no pudieran asistir, a todos nos queda el eficacísimo recurso de la unión de oración.
Javier Paredes
[i] Los revolucionarios cambiaron el calendario tradicional por el calendario de la Revolución. Entre otros cambios introdujeron el que los meses en lugar de tener cuatro semanas pasaban a tener tres décadas. La fiesta sería el día décimo, llamado decadi. De este modo el domingo desaparecía y quedaba incluido dentro de la década como un día laborable.
5 comentarios
Hay que resucitar esta devoción.
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