15.11.14

La tenebrosa luz de la contemplación infusa: carta del Padre Pío a un alma atribulada

Hija querida del Padre celestial:

Su corazón es siempre el templo del Espíritu Santo. Que Jesús visite su espíritu y la consuele y la sostenga y saque del estado de desolación extrema en que la bondad de su Padre ha querido colocarla. Así sea. Perdone mi atrevimiento al permitirme dirigirle esta pobre carta mía sin haberle conocido nunca personalmente, porque debe saber que hace muchos años ruego al Divino Maestro darme a conocer ante El su alma y sus designios divinos sobre Ud. También ha sido beneplácito suyo manifestarme el estado actual en que Ud. se encuentra y El mismo me manda escribirle esta carta para que con ella reciba consuelo.

Que sea siempre bendito El también en esto. Hago votos ardientísimos al Señor para que la presente le sirva de mucho alivio y de total seguridad. Ahora Jesús me hace saber que no tema el amplio estado espiritual por la crisis actual que atraviesa, ya que todo resultará a gloria suya y al perfeccionamiento de Ud. El quiere que deje y abandone todos esos temores que tiene acerca de la salvación eterna, que no aumente esas sombras que el demonio va haciendo cada vez más densas para atormentarla y separarla de Dios si eso le fuera posible. Su desolación actual no es que Dios la abandone, ya que su divina misericordia la va haciendo cada vez más acepta: El permite todo esto para asemejarla a su Hijo divino en las angustias del desierto, del huerto y de la cruz. Lo mejor que puede hacer es aceptar con alegría y serenidad la prueba presente sin desear verse liberada. Humíllese bajo la poderosa y paternal mano de Dios, aceptando con sumisión y paciencia las tribulaciones que le envía para que pueda exaltarla dándole su gracia cuando El la visite.

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9.11.14

Permanezco pasmada de la grandeza de las ceremonias de la Iglesia (Sta. Teresa)

“Tres milagros florecen sin cesar en el jardín de la Esposa de Cristo: la sabiduría de los doctores, el heroísmo de sus santos y de sus mártires, el esplendor de su Liturgia. Et hi tres unum sunt!  (Y estos tres son uno).

Estas tres cosas hacen solo una, puesto que la Liturgia es ella misma un canto de sabiduría y de amor: resume los dos órdenes de la inteligencia y de la caridad y los hace subir en oración.

Por eso no es sorprendente que cuando la acción litúrgica golpea nuestros ojos y nuestros oídos, percibamos allí el secreto de nuestro destino y que un estremecimiento sagrado se apodere de todo nuestro ser como ocurrió con Juan Bautista a la voz de María.

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4.11.14

José Rivera, Pasión por la santidad

De la lectura del libro Pasión por la santidad, de José Manuel Alonso Ampuero, (Fundación Gratis Date 2014), querría brevemente señalar algunos puntos  y comentar solamente uno, el primero. Invito a los lectores a detenerse en una meditación sobre cada uno de los puntos.

Destaco lo siguiente, sin pretender abarcarlo todo ni mucho menos.

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24.10.14

¿Porqué hay tan pocos místicos?

  «Si son tan pocos los que alcanzan la inapreciable gracia de la contemplación y de la vida mística, es porque los más no quieren resolverse a entrar por la angosta puerta de la abnegación cristiana ni abrazar con amor cada cual su propia cruz para poder seguir a Cristo por su estrecho camino. Y nosotros podríamos muy bien ser del número de esos pocos haciendo lo que ellos hacen, que es perseverar en negarse a sí mismos, llevar su cruz de cada día y seguir con ella al Salvador. Pues cuantos le siguen, no andan en tinieblas sino que tienen luz de vida (Jn 8,12). Acercándose a Él son iluminados y no quedan confundidos (Sal 33,6); antes acaban por hacerse una misma cosa con Él, hasta ser consumados en uno y llegar a ver su divina claridad, según nos está prometido (Jn 14,21), pues las palabras del Señor no pueden fallar.

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16.10.14

El Corazón de Jesús y la indisolubilidad del matrimonio

«Es de todos conocido el infernal encarnizamiento con que escritores y enemigos de Dios y de la sociedad trabajan por socavar el edificio social, destruyendo la indisolubilidad del Matrimonio.

 Con una fuerza de lógica que nos parece irresistible, se apoyan en la imposibilidad del hombre, dejado a sí mismo, de cumplir las obligaciones de un estado que pide una constancia de voluntad y un imperio sobre las pasiones superior a las fuerzas ordinarias de la naturaleza. Imposible refutar con éxito tal argumento, si se rechazan las enseñanzas de Jesucristo y se sustrae el Matrimonio al influjo sobrenatural de la gracia. Demostrar que la indisolubilidad del Matrimonio es una institución necesaria para la conservación de la familia y el verdadero progreso de la sociedad, es fácil; pero esto no prueba que esté, en manos del hombre dejado a sí mismo, hacerlo. ¡Cuántas cosas necesarias no puede el hombre conseguir y conservar con sus propias fuerzas!

 Estamos, pues, en presencia de uno de esos enigmas sociales cuya única solución está en el Corazón de Jesús; solución sublime y consoladora en teoría y realizable en la práctica, como la constante experiencia de diecinueve siglos lo ha ido demostrando. Lo que el corazón humano no puede encontrar en sí, la entrega perfecta a otro, la abnegación, la fidelidad inviolable, la inalterable ternura, concédelo la caridad de Corazón de Jesús a los que se unen a Él. ¡Gran Dios! ¿Es posible que la sociedad titubee todavía, después de tan largas experiencias, y en presencia de peligros que, si profana el Matrimonio, le amenazan? ¿Es posible que, cuando el Vicario de Jesucristo le recuerda, como en la célebre Encíclica de 8 de diciembre de 1864, las condiciones vitales del Matrimonio cristiano, rechace sus saludables enseñanzas como un atentado contra el moderno progreso, en vez de recibirlas con agradecimiento?

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