28.04.20

La oración contemplativa, alma del camino de santidad

Kyrie Iesu, eleison me!

Señor Jesús, ten piedad de mi

La oración es para el hombre el más grande de los bienes, decía Dom Prospero Gueranger, fundador y Abad de Solesmes. Todos aquellos que buscamos la unión con Dios como fin único de nuestra vida, estamos implicados en este camino grandioso y por momentos, terrible. En cierto sentido, la oración es el alma de nuestra vida, de nuestra existencia. Si el Vat. II en SC define la Sagrada Liturgia como la cima y la fuente de toda la vida de la Iglesia…, la Santa Misa, la renovación incruenta del único Sacrificio de Cristo en el Calvario, el memorial de su Pasión, muerte y resurrección, debe ser vivido en un clima de oración contemplativa que nace y conduce a la unión con Dios.

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14.04.20

Nada detiene el avance de la Luz de Cristo victoriosa

Icono de la Resurrección de Cristo, detalle

Homilía de nuestro amigo, el Padre Sergio Ortega, en la Vigilia Pascual de este año 2020.


Queridos hermanos, 

Celebramos la gran noche de la Resurrección. La noche que se convierte en día, el día de la gran luz, porque Cristo, el Cordero inocente, inmolado por nosotros, atravesando la horrenda y dolorosa noche del pecado y de la muerte, resucita glorioso, destruyendo esas tinieblas del mal que oscurecían toda la vida humana y del mundo, y proyectando así la luz de su gloria sobre la historia y sobre el universo entero e introduciendo a toda la creación en esa luz victoriosa. San Pablo nos dice al respecto: “Pues el mismo Dios que dijo: - De las tinieblas brille la luz,- ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo”

Esta noche convertida en día, se ha convertido así, de modo definitivo y único, en fuente y origen de la renovación del mundo, con ella la vieja creación, corrompida y caduca a causa del pecado, ha pasado, y ahora comienza una nueva creación en Cristo. Lo había anunciado Isaias cerca de unos ocho siglos atrás: “Lo de antes ya ha llegado, y anuncio cosas nuevas; antes que se produzcan os las hago saber". (Is. 42,9). Es lo que San Pablo a la vez declara cumplido, diciendo:“Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo.Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo”. (2Cor.5,17-18). Y es la misma realidad que expresa San Juan en el Apocalipsis cuando señala, refiriéndose a Cristo:“He aquí que hago nuevas todas las cosas". (Ap. 21,5).

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28.03.20

Súplica a la Estrella del cielo contra la peste: un antiguo canto gregoriano

Los versos de esta hermosa oración del Siglo XIV para tiempos de epidemia están tomados de una homilía de la Natividad, de san Pedro Damasceno, obispo de Damasco en el siglo VIII. Según la tradición, este texto fue entregado por san Bartolomé, que se apareció a las Clarisas de Coimbra, Portugal, cuando la ciudad era arrasada por la peste en 1317, para que fuera recitado por ellas. Así, el convento fue salvado. Este monasterio había sido refundado en 1314 por la reina Isabel de Aragón (1217-1336), esposa de Dionisio Iº, rey de Portugal. Allí, ella recibió el hábito y murió, siendo más conocida por su nombre de religión, Isabel de Portugal. En este lugar es venerada desde su canonización en 1625, por el Papa Urbano VIII.

Desde Coimbra, la prosa se expandió ampliamente por todo el Occidente (por ejemplo, los Canónigos de la Colegiata Santa Cruz de Poligny deciden en 1575 cantar esta oración a perpetuidad todos los días antes de la Misa, las Ursulinas de Nîmes la cantan todos los días después de la Misa, con ocasión de la peste de 1640).

Normalmente era cantada con su versículo y su oración, seguida de antífonas, versos y oraciones a san Roque y san Sebastián, los dos principales santos intercesores en tiempos de contagio.

En el Monasterio Nuestra Señora de Aysén, desde el confín austral de la tierra, estamos cantando esta oración cada día al terminar la Santa Misa, pidiendo especialmente la misericordia de Dios y el consuelo del Corazón de María para todos los que sufren.

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11.03.20

Ha bastado un microbio para "desestabilizar" el planeta

San Miguel Arcángel, de autor desconocidoEn el contexto de la crisis vivida a causa de la extensión del coronavirus, una religiosa de clausura nos ha hecho llegar un comentario que merece la pena. Compartimos este pensamiento de fe, sin citar a la persona ni sus palabras exactas, pues no viene al caso.

Es evidente que nada escapa a los designios de la Providencia divina, y que dichos designios buscan siempre nuestra conversión. “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tm 2,4). San Agustín afirma que fuera de Cristo, “camino universal de salvación, que nunca ha faltado al género humano, nadie ha sido liberado, nadie es liberado, nadie será liberado” (De civitate Dei 10,32,2). En la vida de cualquier ser humano, de una familia, de una nación o un continente, una crisis como esta, essiempre una intervención amorosa de Dios, para que volvamos nuestra mirada hacia El. Es un llamado de Dios, un grito del cielo. En este caso, un grito al mundo entero. Hemos llegado a unos niveles de orgullo y soberbia demasiado altos; hemos pensando, no como personas aisladas sino a nivel cultural, que somos dueños de la vida y de la muerte, alcanzando la plenitud del desarrollo de la tentación inicial deser “como dioses”. En palabras de San Juan Pablo II, es el desarrollo de la anti-palabra en la historia, que ha cristalizado en una cultura destructora del orden natural en todos los ámbitos posible. Necesitamosla humillación del flagelo de la enfermedad para que reconozcamos nuestra dependencia total del Creador, único dueño y señor de la vida y de la muerte. Ha bastado un microbio para desestabilizar el planeta.

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28.02.20

Reflexiones en torno a una nueva Constitución en Chile

Por Monseñor Francisco Javier Stegmeier, obispo de Villarrica

Mural de la batalla de Maipú-Pedro Subercaseaux (+1953)

Autonomía legítima de lo temporal o democracia totalitaria

En el debate acerca de una posible nueva Constitución, es necesario tener en cuenta, por una parte, la legítima autonomía de las realidades terrenasen cuanto que las cosas creadas y las sociedades gozan de leyes y valores propios que el hombre ha de descubrir, aplicar y ordenar paulatinamente. En efecto,“la investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios”.

Por otra parte, hay que tener también en cuenta que, “si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras” (Gaudium et spes 36).

Todo instrumento jurídico, más aún una Constitución que está destinada a regir todos los ámbitos de una Nación, para que sea conforme con la dignidad de la persona, a la que debe servir, debe reconocer, expresar, promover y defender la verdad moral objetiva, fundada en último término en Dios Creador de todo. Antes y por sobre el Estado está primero Dios y luego la persona. Una sana Constitución debe partir de esta premisa.

En caso contrario, estaremos ante una Constitución estatista que pone a la persona al servicio del Estado. El Estado se atribuye ser la fuente originaria de todos los derechos y deberes, los que puede conceder o eliminar según su arbitrio. Un antecedente es la legalización del aborto. El Estado, a través de sus órganos ejecutivo y legislativo, se arroga el poder de conceder el derecho a vivir a algunas personas y se lo quita a otras. Según esto, el derecho a la vida no es inherente a la persona humana, anterior y superior al Estado.

Una Constitución estatista es germen de una democracia totalitaria. Al respecto decía San Juan Pablo II: “La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la Nación o el Estado”. Una Constitución basada en estos presupuestos es inadmisible.

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