Santa Gertrudis, la confianza y el insomnio
Preparando la celebración del día de Santa Gertrudis (16 de noviembre), hemos copiado para nuestros lectores dos textos de la principal obra de esta gran mística medieval, el “Heraldo del amor divino”.
Para quienes no la conozcan bien, Santa Gertrudis de Helfta, también conocida como Gertrudis la Grande, (+ Helfta, 1302), fue una monja benedictina o cisterciense (no hay consenso en este punto) y escritora mística. Entró al Monasterio a los 5 años de edad, y hasta los 26 años vivió una vida tibia. El 27 de enero de 1281 tuvo su primera experiencia mística, que supondría un profundo cambio en su vida. Se trató de una visión de Cristo adolescente, que le decía: “No temas, te salvaré, te libraré… Vuélvete a mí y yo te embriagaré con el torrente de mi divino regalo”. A partir de este momento dejó los estudios profanos por los estudios teológicos y espirituales. Entre sus obras destacan el “Heraldo del amor divino” y los “Ejercicios espirituales”. Toda su espiritualidad está centrada en la Liturgia, la devoción al Corazón de Cristo y la confianza en su misericordia.
Los textos que a continuación copiamos destacan el tema de la confianza, verdadero núcleo del camino espiritual de Santa Gertrudis, terminando por una bella oración que le fue revelada por el Señor para quien padece de insomnio.
Del Heraldo del Amor Divino, Libro III, Cap. VII:
Como deseara la santa prepararse para la comunión y se viera molestada por muchas distracciones, imploró la ayuda divina y recibió del Señor esta respuesta: “Si un alma, molestada por la tentación, se refugiare en Mí, podré muy bien decir de ella: Una est columba mea, tamquam electa ex millibus, qui in uno oculorum suorum transvulnerat cor meum divinum: “Mi paloma es única, escogida entre mil; con una sola de sus miradas ha traspasado mi Divino Corazón”. Si creyera no poder socorrerla en dicho peligro, sentiría mi alma un dolor tan profundo por ello, que todas las alegrías del cielo no bastarían para endulzar mi pena. Mis amados encuentran siempre en mi humanidad, unida a mi divinidad, un poderoso abogado, que me obliga a tener piedad de sus miserias”.