Homilía de nuestro amigo, el Padre Sergio Ortega, en la Vigilia Pascual de este año 2020.
Queridos hermanos,
Celebramos la gran noche de la Resurrección. La noche que se convierte en día, el día de la gran luz, porque Cristo, el Cordero inocente, inmolado por nosotros, atravesando la horrenda y dolorosa noche del pecado y de la muerte, resucita glorioso, destruyendo esas tinieblas del mal que oscurecían toda la vida humana y del mundo, y proyectando así la luz de su gloria sobre la historia y sobre el universo entero e introduciendo a toda la creación en esa luz victoriosa. San Pablo nos dice al respecto: “Pues el mismo Dios que dijo: - De las tinieblas brille la luz,- ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo”
Esta noche convertida en día, se ha convertido así, de modo definitivo y único, en fuente y origen de la renovación del mundo, con ella la vieja creación, corrompida y caduca a causa del pecado, ha pasado, y ahora comienza una nueva creación en Cristo. Lo había anunciado Isaias cerca de unos ocho siglos atrás: “Lo de antes ya ha llegado, y anuncio cosas nuevas; antes que se produzcan os las hago saber". (Is. 42,9). Es lo que San Pablo a la vez declara cumplido, diciendo:“Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo.Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo”. (2Cor.5,17-18). Y es la misma realidad que expresa San Juan en el Apocalipsis cuando señala, refiriéndose a Cristo:“He aquí que hago nuevas todas las cosas". (Ap. 21,5).
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