Profesión de Fe en Jesucristo y Su Iglesia como único camino hacia Dios y hacia la salvación eterna
Creemos y profesamos inquebrantablemente lo que el Magisterio ordinario y universal de la Iglesia ha enseñado, de manera continua e infalible, desde los tiempos de los Apóstoles, a saber:
Que la fe en Jesucristo, Hijo encarnado de Dios y único Salvador de la humanidad, es la única religión querida por Dios.
Después de la institución de la Nueva y eterna Alianza en Jesucristo, nadie puede salvarse por la adhesión a las enseñanzas y prácticas de religiones no cristianas. Porque “la oración, que se dirige a Dios, debe estar ligada a Cristo, el Señor de todos los hombres, el único Mediador (1 Tim 2,5; Hebr 8,6; 9,15; 12,24), y sólo a través de Él tenemos acceso a Dios (Rm 5,2; Ef 2,18; 3,12)”. (Instrucción general de la Liturgia de las Horas, n. 6)
Creemos firmemente que “no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos ser salvos” (Hechos 4,12), excepto el nombre de nuestro Señor Jesucristo, el que fue crucificado, a quien Dios resucitó de entre los muertos (cf. Hechos 4,10).
Creemos que es “contrario a la fe católica considerar la Iglesia como un camino de salvación al lado de aquellos constituidos por las otras religiones, como si fueran complementarias a la Iglesia, o incluso substancialmente equivalentes a ella, incluso si se dice que estas convergen con la Iglesia hacia el reino escatológico de Dios” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus, 21).
Sostenemos además que la Revelación Divina, fielmente transmitida por el Magisterio perenne de la Iglesia, prohíbe afirmar:
Que todas las religiones son caminos hacia Dios,
Que la diversidad de las identidades religiosas es un don de Dios, y
Que la diversidad de las religiones es una expresión de la sabia voluntad de Dios Creador.
Por lo tanto, sostenemos que los cristianos no son simplemente “compañeros de viaje” junto con los seguidores de religiones falsas, las cuales Dios prohíbe.
Imploramos fervientemente la ayuda de la gracia divina para todos aquellos eclesiásticos de nuestro tiempo que, con sus palabras y hechos, contradicen la verdad divinamente revelada sobre Jesucristo y Su Iglesia como el único camino por el cual los hombres pueden alcanzar a Dios y la salvación eterna. Que con la ayuda de la gracia divina, estos clérigos puedan ofrecer una retractación pública, necesaria para el bien de su propia alma y de las almas de los demás. Porque “¡no aceptar a Cristo es el mayor peligro para el mundo!” (San Hilario de Poitiers, In Matth. 18).
Que por las oraciones, lágrimas y sacrificios de todos los verdaderos hijos e hijas de la Iglesia, y especialmente de los “pequeños”, los Pastores de la Iglesia, especialmente el Papa Francisco, reciban la gracia de seguir los pasos de los Apóstoles, innumerables mártires, numerosos santos Pontífices Romanos y de muchos santos, especialmente san Francisco de Asís, que “era un hombre católico y enteramente apostólico, que se empeñó personalmente y mandaba a sus discípulos ocuparse ante todo de la conversión de los paganos a la Fe y Ley de Cristo”. (Papa Pío XI, Encíclica Rite Expiatis, 37)
Creemos y, con la gracia de Dios, estamos dispuestos a dar nuestra vida por esta verdad divina pronunciada por Jesucristo:
“Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Nadie va al Padre sino por mí” (Juan 14,6).
+ Athanasius Schneider
Obispo auxiliar de la archidiócesis de María Santísima en Astana
con los Participantes de la Conferencia de la Identidad Católica 2024
Pittsburgh, 29 de septiembre de 2024.
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