Dom Columba Marmion: una espiritualidad dogmática como antídoto contra el sentimentalismo modernista
El 30 de enero del presente año, se cumple el centenario del fallecimiento del gran maestro espiritual del Siglo XX, Dom Columba Marmion, el cual fue beatificado por Juan Pablo II en el año 2000.
Joseph Marmion nació en Irlanda, el 1 de abril de 1858. Ingresó en el seminario diocesano y fue ordenado sacerdote en Roma, en 1881. Siempre sobresalió como un alumno aventajado. Después de unos años de ministerio sacerdotal y de profesor en el seminario de su diócesis, ingresó en la abadía belga de Maredsous, fundada unos años antes por el monasterio de Beuron (Alemania). Al tomar el hábito benedictino recibió el nombre de Columba, en honor de San Columbano, monje irlandés y gran apóstol de Europa. Los inicios de su vida monástica no fueron sencillos: las dificultades para entenderse con su maestro de novicio fueron una de las tantas cruces que marcaron este tiempo de purificación interior. Pero su gran espíritu de obediencia, humildad y compunción le dieron la clave para ir adelante con paz, y fueron los cimientos de su futura fecundidad espiritual.
Cuando se fundó Mont César, en Lovaina, el año 1899, dom Columba fue nombrado prior claustral, maestro de estudiantes y profesor. En los tres cargos hizo una gran labor. Sus clases se distinguían por la claridad extrema y por la aplicación práctica de su intensa vida interior. Desde un comienzo, buscó que las verdades de la teología inspirasen a los estudiantes a vivir sumergidos en los misterios que estudiaban. No era raro que después de las clases, los alumnos terminaran en la Capilla… Pronto, dom Columba Marmión comenzó a ser conocido también fuera de los límites del Monasterio y muchos solicitaron su dirección espiritual, entre ellos el futuro cardenal Mercier, con quien tuvo una gran amistad hasta su muerte.
En 1909 fue elegido abad de Maredsous. Su lema abacial, tomado de la Regla de San Benito, fue: “Servir, antes que ser servido". En su tiempo, la Abadía conoció un enorme florecimiento, tanto de vocaciones (llegaron a ser más de 100 monjes), como también material (instaló luz eléctrica y calefacción en todo el monasterio, un adelanto notable para la época). Una de sus principales tareas como Abad fue la de exponer la doctrina espiritual y monástica a sus monjes. Dom Columba lo hizo maravillosamente. Un monje de Maredsous, dom Thibaut, tuvo el cuidado de recoger en notas esas conferencias, lo que permitiría más adelante la publicación de sus principales obras: Jesucristo vida del alma, Jesucristo en sus misterios, Jesucristo ideal del sacerdote, Jesucristo ideal del monje.
Dom Thibaut describía con estas palabras la síntesis de toda la obra espiritual de Dom Columba: “La obra de Dom Marmion es eminentemente una. Dicha unidad se funda en el papel central que en ella representa la persona de Cristo. Asienta la vida espiritual sobre el conjunto orgánico del dogma cristiano; exhala por doquier un perfume de oración; su trama viviente la forman los textos de la Sagrada Escritura; lleva el sello de la ciencia de la experiencia espiritual personal; al infundir, finalmente, en el alma, paz y alegría, impulsa a la acción por la plenitud de la vida interior".
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Una de las mayores enfermedades de nuestra cultura actual es el desprecio de la razón bajo la forma de un sentimentalismo omni-abarcante, cuyo correlato, en el marco de la fe católica, es el neomodernismo y el subjetivismo de corte protestante. La fe y la razón resultan asediados y minados en sus fundamentos por la idolatría de los sentimientos. Los efectos de esta realidad los podemos ver en ámbitos muy variados. Por ejemplo, la desaparición del lenguaje evangélico realista, el olvido de la filosofía del ser, de llamar a las cosas por su nombre (tan característico, querámoslo o no, del Magisterio anterior al Concilio Vaticano II). A cambio, se adopta un lenguaje dulzón e insustancial, que evita “herir los sentimientos ajenos” a cualquier precio, aun el de silenciar o renunciar por completo al testimonio de la verdad. El mismo concepto de “verdad” irrita, o en el mejor de los casos, causa un notorio nerviosismo y se la contrapone a la caridad. La doctrina cristiana termina exponiéndose de manera confusa, con la consecuencia de que el pueblo cristiano acaba careciendo de las verdades de fe y de moral más elementales.
En este contexto, los escritos de Dom Columba Marmion resplandecen por su solidez y maravillosa luminosidad, constituyendo en estos tiempos un camino seguro y firme de vida interior. La mejor manera de describir su obra y herencia es la de una “espiritualidad dogmática contemplativa", en el sentido que expresó, también en su tiempo, el gran Garrigou Lagrange en su libro: “El dogma, camino de contemplación".
Su doctrina está enraizada en la Sagrada Escritura (especialmente las epístolas paulinas y en San Juan), la Liturgia, los doctores de la Iglesia, sobre todo en Santo Tomás de Aquino; la Regla de San Benito y los grandes autores espirituales. Dom Marmion está convencido de que la santidad en el hombre no es posible sino en conformidad con el plan divino: conocerlo perfectamente y asumirlo en nuestra vida es el fin de la vida cristiana.
De hecho, la fe, que es el principio de nuestra vida sobrenatural, consiste en: “una participación del conocimiento que Dios tiene de Sí mismo y de todas las cosas en Sí mismo. Por el ejercicio de esta virtud nuestra alma ve con los ojos de Dios, haciendo nuestro el pensamiento mismo de Dios” (Cf, Jesucristo ideal del sacerdote, Cap. IV). ¡Que descanso para el cristiano actual, sacudido por las olas turbulentas de una confusión continua, reencontrarse con la firmeza de un fundamento inamovible! “Descendió la lluvia, vinieron los ríos, soplaron los vientos y combatieron aquella casa; y no cayó, porque estaba fundad sobre roca” (Mt 7,25).
En este punto, entroncamos con un segundo beneficio espiritual que trae el sumergirse en la obra de este gran Abad: el redescubrimiento de la primacía de lo sobrenatural, frente a la tentación del naturalismo en todas sus formas y del excesivo (y, a veces, desordenado) apego a lo contingente. Alguna vez hemos notado este fenómeno muy sintomático, también en los buenos portales católicos: un artículo dedicado a la inhabitación trinitaria tendrá, generalmente, menos entradas que otro abocado a alguna desgraciada contingencia eclesial. ¿Dónde tenemos puesta la mirada del alma? ¿Qué es lo primero en nuestra vida? Dom Columba Marmion nos recoloca en el centro de las cosas, dándonos con su doctrina aquella paz que es la “tranquilidad en el orden” según la sublime definición de San Agustín. Es el gozo de vivir en la verdad, de aceptar los designios divinos tal como Él nos lo ha revelado en Jesucristo, y de conformar nuestras propias ideas, variantes e inestables, a su eterno pensamiento. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt 24,35).
El primer capítulo de “Jesucristo, vida del alma” titulado “El plan divino de nuestra predestinación adoptiva en Jesucristo”, comenta el cántico de la Epístola a los Efesios y expone de manera sintética lo esencial de su pensamiento. En la intención de la Santísima Trinidad, el Verbo hecho carne se encuentra en el centro del plan divino y de toda la creación. En Él reside la plenitud de la vida divina y Él viene para comunicarla a los hombres. Por Jesucristo, Dios nos adopta como sus hijos dándonos una misteriosa pero real participación en su naturaleza: “la gracia”. Jesucristo es el hijo de Dios por naturaleza; nosotros lo somos por la gracia de adopción; esta gracia nos es comunicada por el bautismo. Dom Marmion lo dice en Jesucristo, vida del alma:
“Toda la santidad consistirá por lo tanto en recibir, de Cristo y por Jesucristo −quien posee la plenitud y quien está establecido como el único mediador−, la vida divina, en conservarla, en aumentarla sin cesar, por una adhesión siempre más perfecta, por una unión siempre más estrecha a Aquél quien es la fuente".
“Toda la vida cristiana, como toda la santidad, se resume en esto: ser por la gracia lo que Jesús es por naturaleza: el Hijo de Dios. Es ello lo que hace la sublimidad de nuestra religión. La fuente de todas las grandezas de Jesús, del valor de todos sus estados, de la fecundidad de todos sus misterios, es su generación divina y su condición de Hijo de Dios. Al mismo tiempo, el santo más elevado en el cielo es aquel quien aquí abajo ha sido el más perfectamente hijo de Dios, quien ha hecho fructificar más intensamente en él la gracia de su adopción sobrenatural en Jesucristo". (Cf. Marmion, Jesucristo en sus misterios).
Esta síntesis doctrinal es a la vez simple y grandiosa, capaz de ensanchar los horizontes de nuestra mirada interior hacia la extensión de un mar inmenso, que nos invita a sumergirnos en él. Toda su doctrina está resumida en la idea central de nuestra adopción divina en Jesucristo, la cual aporta a nuestra vida interior una gran simplificación y solidez. El mismo Dom Marmion señala esta manera de resumir todo en Jesucristo que nos conduce al Padre:
Esta adopción “hace la vida del alma potente, porque ella la concentra en la unidad: en la vida espiritual, como en otras partes, la esterilidad es hija de la dispersión. Ella lo hace atractivo, ya que nadie puede deleitar más el espíritu y obtener más fácilmente de corazón los esfuerzos necesarios, que la vista de la persona adorable de Cristo Jesús". (Marmion, Jesucristo, ideal del monje, Cap. XVIII).
Esta doctrina, antes de pasar a ser el tema principal de su enseñanza, fue ante todo el fondo mismo de su propia vida interior. Allí reside el secreto de su amor apasionado por Jesucristo, Hijo de Dios. Todos los actos de culto en Dom Columba brotan y tienden a volver más consciente su filiación divina adoptiva. En este sentido, Dom Thibaut afirma:
“Su predicación, su vida, desbordaban en este sentimiento, al punto que lo hemos podido llamar, con razón, el Doctor de la adopción divina” (Thibaut, La idea maestra).
Como monje benedictino, Dom Columba pasaba una buena parte de su tiempo en el Coro, cantando el Oficio divino. Es seguro que su propia vida espiritual y su enseñanza estaban impregnadas de esta vida litúrgica. Él decía al respecto: “cuando nosotros nos aplicamos a recitar fielmente el Oficio Divino, el Espíritu Santo nos dona gradualmente un conocimiento profundo de la perfección de Dios y de los misterios de Cristo". Como fruto de este pensamiento, dará un ciclo de conferencias en comentario a todos los tiempos del Año Litúrgico, que más tarde serán publicados con el título: “Jesucristo en sus misterios“.
Su vida fue contemporánea a la renovación de los estudios litúrgicos en Francia por Dom Guéranger, Abad de Solesmes, el cual dio a luz una obra enorme y de gran influencia, el “Año Litúrgico". Dom Marmion encuentra en esta obra una de sus fuentes de inspiración. Una lectura atenta de los escritos del beato nos abre a nuevos horizontes litúrgicos. Cristo mismo es para él el corazón de la Liturgia, y la Misa el centro mismo de todo el culto de la Iglesia. Al mismo tiempo, él nos previene contra el peligro de la “exteriorización de nuestra piedad": todo verdadero culto es interior. La perfección de las ceremonias, la belleza de la música sagrada y de los ornamentos, la armonía del Ritual (hablamos de la Misa tradicional), no son sino los peldaños de una escala por donde el alma es conducida desde el mundo visible hacia la contemplación de lo invisible, las realidades sobrenaturales.
Por todo lo anterior, recomendamos vivamente, a modo de “medicina contra los males de nuestro tiempo", la lectura atenta y meditada de la obra del beato Columba Marmion.
En estos tiempos en que vivimos en medio de tantos peligros, de parte del mundo y de nuestra misma Iglesia, nos encomendamos a la intercesión de este gran hombre de Dios. Que podamos seguir sus huellas y vivir despiertos a las realidades de nuestro fin sobrenatural, con aquella fe grandiosa que, en palabras de San Juan, es nuestra victoria sobre el mundo.
PS: También se pueden leer los siguientes posts sobre Dom Columba Marmión:
- Las mejores disposiciones para vivir el tiempo de Adviento según Columba Marmion
- Dios será tu poderoso auxilio, San Pío X al beato Columba Marmion
- La falsa tranquilidad del rechazo a la cruz o la verdadera paz en la voluntad de Dios
- Las tres estaciones de la humildad
- La virtud cuaresmal por excelencia
- La solidez de una vida espiritual fundada sobre el dogma
- ¿Quién comprende el misterio que encierra una comunión sacramental?
Nota. Hoy pueden adquirirse en español sus obras fundamentales, o bien pidiéndolas por email a la Fundación GRATIS DATE ([email protected]), o bien por carta a la misma F.GD (Apartado 2154, Pamplona 31610, Navarra). Su precio es reducido, o las envían gratuitamente. También es posible acceder a esas obras en su texto íntegro leyéndolas o descargándolas gratis de www.gratisdate.org Las obras editadas son: Jesucristo, vida del alma, 327 pgs.; Jesucristo, ideal del monje, 305; Jesucristo, ideal del sacerdote, 252; Sponsa Verbi, 88.
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