No negarle nada a Dios

Madre Teresa de Calcuta

 

HOMILÍA

Padre Pedro Pablo Silva, SV

No negarle nada a Dios

 

En la interesante Lectio que tuvimos tiempo atrás, apareció, emergió, la figura de la madre Teresa de Calcuta en sus diarios y cartas íntimas que se han publicado, y que han puesto de  manifiesto una faceta muy profunda de ella (cf. Madre Teresa, Ven sé mi luz, P. Brian Lolodiejchuk, M.C., Ed. Planeta Testimonio).

Entre otras cosas que Madre Teresa había hecho ella un voto de no negarle nada a Dios. Ni más ni menos. Esto ya de por sí es motivo de una profunda reflexión, frente a la cual quedamos mal parados, humillados y ofendidos…, por nuestras reiteradas resistencias al Espíritu Santo. Ese voto precioso, que, como digo, realmente vale la pena pensarlo, nos sitúa frente una problemática que atraviesa toda la modernidad y el mundo actual. Y esa problemática se puede resumir en esto: si el hombre se somete enteramente a Dios, ¿cómo es que es libre? ¿Cómo el hombre puede ser libre frente a un Dios que lo conoce todo, que lo invade todo, que lo mueve todo? Porque no hay nada que quede fuera de la soberanía de Dios, pues, en el orden natural Dios da el ser a cada cosa; todo lo que existe, todos los planetas, todo está creado por Dios y movido por Dios. Y en el orden sobrenatural, sin gracia no podemos ¡NADA!  ¿Dónde queda entonces la libertad del hombre?

Este problema se lo han planteado los filósofos de la modernidad y está muy bien descrito en el famoso relato de “El gran inquisidor” de Dostoievski. Ahí está perfectamente aclarado y delimitado. Y los mismos filósofos lo han resuelto de la siguiente manera: no puede ser que si el hombre se somete a Dios sea libre, entonces, es necesario que Dios muera para que el hombre sea libre. Es Friedrich Nietzsche el que proclama la muerte de Dios: “¡Dios ha muerto, ahora el hombre es libre!”. A eso hemos llegado en la gran apostasía que estamos viviendo. Para que el hombre sea libre hay que olvidar, hay que matar a Dios, pero de una manera muy sutil y efectiva: no negándolo (que ya implica reconocerlo), sino a partir de una actitud de desinterés total por Él.

Ahora tenemos un mundo que, bajo esta concepción errada, ha desterrado a Dios, pero ha ocupado el lugar de Dios el Estado moderno y post-moderno. Esta es la concepción socialista, fascista, comunista, de izquierda, derecha o centro (con leves diferencias entre ellos), la que proponen los candidatos hoy día: es un estado que asume el papel de Dios y, habiendo asumido el papel de Dios, quiere darle al hombre lo que necesita para que, supuestamente, sea feliz. Pero lo más trágico de todo esto es que basta mirar la cara de los hombres del mundo de hoy (cuando proliferan el número de asesinatos por el aborto, la eutanasia, lo suicidios), para darse cuenta que viven en una profunda tristeza. Pareciera que tienen lo que hace feliz, pero no tienen lo único que hace feliz y de lo cual el hombre tiene una sed insaciable, lo quiera reconocer o no: Dios.

Entonces, ¿cómo poder encontrar la fórmula de la felicidad? Porque el hombre no es libre de no querer ser feliz. Todo hombre quiere ser feliz, tampoco en eso hay supuesta libertad. Por tanto, el tema fundamental es acertar dónde está esta felicidad

Esta felicidad se encuentra, precisamente, en lo que la Virgen María, los santos y la Madre Teresa han hecho: en un sometimiento total y enteramente a Dios. Eso es lo que libera al hombre de sí mismo, de sus pasiones, de sus malas tendencias y, realmente así, comenzar a ser feliz. No hay otra felicidad para el hombre y para los ángeles fuera de Dios mismo. Eso es lo que plenifica al hombre, lo que lo hace verdaderamente libre, y no esta funesta concepción que hoy día prima en todos los políticos, y aquellos que se presentan como líderes de nuestro tiempo (suelen llamarlos con el pomposo nombre de «Estadistas»).

Virgen María: no negarle nada a DiosQuiero terminar invitando a todos vosotros, y también a la Comunidad de Schola Veritatis, a cuestionarnos si realmente no vale la pena emprender este camino, el de decirle a Dios -sea con un voto sea sin el voto, pero manteniendo perfectamente la misma postura-: «Señor, no te voy a negar nada. Porque cada vez que te niego algo estoy triste; cada vez que te niego algo voy perdiendo; y cada vez que te lo doy todo a ti soy más pleno, soy más hombre, soy más santo, soy más feliz».

Es un camino hermoso para reflexionarlo ante el Santísimo y atreverse a recorrerlo. Porque Dios nos va a dar la gracia para aquello que nos quiere dar. Si a ti quiere darte casarte, entonces te va a poner un hombre y te va a dar la gracia para casarte y ser feliz; si Él quiere darte la gracia de ligarte a Dios mediante unos votos como laica, te va a dar la gracia y te lo va a mostrar, si te quiere monje o monja o sacerdote, lo mismo. Pero todos estamos llamados a ser santos y esa santidad es un don de Dios que se da por la gracia, a la cual adherimos con gracia y que nos hace plenamente libres y felices. Amén. ¡Aleluya!

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