Santa María Magdalena, mística y penitente (I)
HOMILÍA
Padre Pedro Pablo Silva, SV
Santa María Magdalena
22 de julio de 2021
Hoy celebramos la memoria de Santa María Magdalena. Hablar de Santa María Magdalena es un tema no fácil. Es una persona que tiene tantas facetas que querer aprehender lo que ella verdaderamente es y lo que significa es difícil. Entre el Vetus Ordo y el Novus Ordo se ve una cierta flexión, ya que actualmente se ha dejado de unir a estas tres mujeres: María de Betania, hermana de Lázaro, la pecadora adúltera arrepentida y la testigo de la Resurrección.
En la Liturgia Tradicional estas tres constituyen una sola santa, Santa María Magdalena, penitente. Se ve que el criterio en el Novus Ordo fue una comprensión más bien bíblica-exegética; en la Liturgia Tradicional, en cambio, prevalece el criterio de la Tradición, es decir, lo que la Iglesia recibió y transmitió a través de las generaciones en forma viva y fiel. Esta “unidad” es muy propia de la Liturgia Tradicional, también en otros ámbitos: unidad entre Misal y Leccionario, el Santísimo no está separado del altar ni en una esquina de la Iglesia sino en el centro de la misma, la Cruz lo mismo, etc. Prevalece la unidad intrínseca en todos los ámbitos y eso se nota y deja su huella.
El tema de Santa María Magdalena continúa siendo enigmático. Para apoyar lo que he dicho, me llama mucho la atención al empezar a cantar el Kyrie de la Misa de hoy. Está previsto el Kyrie IV, que está reservado a los apóstoles. Ya con el solo hecho de cantar el Kyrie IV está poniendo a Santa María Magdalena como apóstol de los apóstoles. ¡Impresionante, apóstol de los apóstoles!
Relativo a ella se me ocurre lo siguiente. Lo primero: verdad y misericordia. Cómo la figura de Santa María Magdalena encarna la misericordia de Dios en la verdad, y no contra la verdad. Se trata de una mujer pecadora, como todos nosotros, pero que había tenido siete demonios, entonces era una mujer muy cogida por el pecado, por el Demonio y la carne, y, no obstante, la gracia pudo más en ella. Lo que parece imposible (cuantas veces pensamos: “no, esta persona está perdida…”), la gracia la redimió. Y la convirtió. Y la sano intrínsecamente.
Pero hay que poner atención, porque en esta acción de la gracia de Dios lo que hay es un amor antecedente de Cristo. Cristo la va a defender: la defiende en este Evangelio que hemos leído hoy contra este fariseo, la defiende también frente a Marta, su hermana, y más tarde frente a Judas. Cristo amó mucho a Santa María Magdalena, con un amor de predilección. Y ese amor va unido a la gracia que ella recibe para su conversión. Quiere decir que el amor que Santa María Magdalena sintió de parte del Verbo de Dios hecho Hombre es algo tan grande, tan profundo, que no cabía para ella otra opción más maravillosa que rendirse a la acción sanadora de la gracia para dejarse transformar por ella. Esto es algo muy impresionante. Tenemos poca fe: “Padre, me acuso siempre de los mismos pecados, ¿cómo voy a salir adelante?”. Hay que tener fe en la gracia. La gracia hace milagros en todos nosotros y puede hacerlos cuando Dios quiera en la Iglesia y en el mundo. Para Dios, en el orden sobrenatural y en el orden del ser -no en el del mal-, nada es imposible.
Tenemos a Santa María Magdalena tocada y herida por el amor preveniente de Cristo y, de alguna manera, rendida. Se siente amada y acepta ese amor, se deja herir y esa herida de ella se vuelve dulce. Es una llaga, la llaga de su pecado transfigurada por la gracia de Dios.
Pero la historia no termina aquí y es muy hermosa. Cómo esa mujer se transforma en el apóstol de los apóstoles. Podría haber sido San Juan, que era puro, virgen; podría haber sido la Santísima Virgen María… Pero fue ella, lo que tiene un significado profundísimo para comprender el misterio de Dios y de la Iglesia.
La primera lectura de esta Misa nos sitúa a Santa María Magdalena en el plano místico: es el Cantar de los Cantares. Una mujer que fue tocada así y llevada a una unión tan profunda con el Señor, fue llamada a una vida mística altísima. Cuenta la tradición que viajaron los tres con Marta y Lázaro en una barquita, sin remos ni velas, conducidos un poco a donde el Espíritu Santo los llevara, y llegaron al sur de Francia. Ahí ella vivió en la cueva de la Sainte Baume, que está en Marsella hasta el día de hoy, consagrada a la penitencia; a una penitencia por su vida pasada. Pero una penitencia gozosa, de un amor transformante. Así la representa la variada iconografía cristiana, mirando con dolor y amor un crucifijo.
Todo eso está dicho para nosotros en este día, para que no pongamos límites en nuestra fe a lo que la acción redentora de la Pasión de Cristo, a aquello que la gracia de Dios, puede hacer en nuestras vidas, en el mundo y en la Iglesia. Santa María Magdalena, ruega por nosotros. Que así sea.
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