Una oración de Santo Tomás de Aquino para terminar el año
Al terminar este año, nada más oportuno que volver a Dios nuestra alma contrita por el dolor de nuestras faltas, de nuestra poca docilidad y de la dureza de nuestro corazón. Según una hermosa tradición monástica, es la compunción la que abre el torrente de las gracias que necesitamos para convertirnos, para sanarnos y para volvernos enteramente hacia la fuente de nuestra vida y santidad. Con este fin, hemos traducido para la oración personal de nuestros lectores una oración compuesta por Santo Tomás de Aquino para pedir la gracia del perdón de nuestros pecados (tomada del libro “Saint Thomas d’Aquin, prières” de la Editorial francesa PSR).
Oración para la remisión de los pecados
Hacia vos fuente de misericordia, oh Dios, acudo, yo, pecador. Dígnate lavarme, pues estoy mancillado. Oh, sol de justicia, ilumina a un ciego. Oh médico eterno, sana a este herido. Oh Rey de reyes, vestid a un desnudo. Oh mediador entre Dios y los hombres, reconcilia a un culpable. Oh buen pastor, reconduce al errante.
Concede, oh Dios, la misericordia a un miserable, el perdón a un criminal, la vida a un muerto, la justificación a un impío, la unción de la gracia a un endurecido. Oh Clementísimo, llámame cuando yo huya, tráeme cuando me resista, levántame cuando caiga, mantenme en pie, condúceme cuando marche. No olvides al que te olvida, no abandones al que te deja, no me rechaces cuando peque. Porque, pecando, te he ofendido, a Vos, mi Dios, he herido a mi prójimo y me he dañado a mí mismo.
He pecado, Dios mío, por fragilidad contra vos, Padre Todopoderoso; por ignorancia contra vos, Hijo Sapientísimo; por malicia contra vos, Clemente Espíritu Santo, con todo esto te he ofendido, Adorable Trinidad.
¡Ah! ¡Qué miserable soy! ¡Cuán numerosas y grandes, cuán diversas han sido mis faltas! A Vos os he abandonado, Señor, y a la vista de vuestra bondad lo lamento vivamente. Os he abandonado por un amor malvado, por un temor culpable, y he preferido perderte antes que dejar lo que amo o afrontar lo que temo. Oh, Dios mío, he actuado mal de palabra y de obra, pecando en secreto, abiertamente y con obstinación.
Es por eso que os suplico; mira mi fragilidad, no mi iniquidad, con vuestra inmensa bondad; y repara con clemencia lo que he hecho, concediéndome dolor por mis faltas pasadas y una eficaz vigilancia en lo venidero. Amén.
Santo Tomás de Aquino
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