La huella de San Buenaventura en la ciudad moderna de Montreal, Canadá
San Buenaventura (1217-1274) fue un general de la Orden Franciscana por 17 años y Cardenal (obligado por obediencia), que meditaba con frecuencia sobre el Cielo:
“Dios, todos los espíritus gloriosos y toda la familia del Rey Celestial nos esperan y desean que vayamos a reunirnos con ellos. ¡Es imposible que no se anhele ser admitido en tan dulce compañía! Pero quien en este valle de lágrimas no haya tratado de vivir con el deseo del cielo, elevándose constantemente sobre las cosas visibles, tendrá vergüenza al comparecer a la presencia de la corte celestial.”
Para ayudar a los fieles a llegar a esa “corte celestial”, decía: “La perfección del cristiano consiste en hacer perfectamente las cosas ordinarias. La fidelidad en las cosas pequeñas es una virtud heroica". Igual que Jesús, en el Evangelio del XV Domingo de Tiempo Ordinario dió consejos a sus discípulos: “para el camino” (Mc. 6, 8), S. Buenaventura escribió para sus seguidores “Itinerario de la mente a Dios” [de donde son las citas del santo en este artículo] siglos antes de la “pequeña vía” de Sta. Teresa de Lisieux y “Camino” del santo de lo ordinario, S. Josemaría Escrivá.
Por eso tiene mucho sentido que antiguamente se le dedicara una calle céntrica en Montreal, Canadá, que desde entonces ha pasado el nombre del santo a otros lugares urbanos que reflejan un alejamiento gradual en la sociedad de los altos ideales del Doctor “Seráfico”.