Converso vidente a los 57 años (Mc. 1, 7)
Como indica el nombre náhuatl de San Juan Diego (1474-1548), “Cuauhtlatoatzin” (“Águila que habla”), la vida humilde de este santo con un papel principal en el Acontecimiento Guadalupano (las apariciones de Ntra. Sra. de Guadalupe) tiene mucho que decirnos. Desde su bautizo con su mujer en 1524 por uno de los primeros franciscanos en México, andaba una distancia de 20km para asistir a Misa y a clases de catecismo. Cuando falleció su mujer se mudó a la casa de su tío, a 14km de la iglesia (tres horas y media a pie). Iba descalzo, como los pobres de su época. Yendo a la iglesia una mañana por la colina del Tepeyac, vió a Nuestra Señora que le habló en náhuatl y le llamó “Juanito, Juan Dieguito”, encargándole que le pidiera al obispo la construcción de un templo en ese lugar. Quizás le llamó así porque a pesar de su edad todavía tenía alma y corazón de niño.
S. Juan Diego cumplió su encargo, pero al no hacerle caso el obispo (puesto que en esa época se reportaban muchos falsos milagros), le pidió a la Virgen que enviara a alguien más importante. Pero, “Dios ha elegido a los insignificantes y despreciados del mundo; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios” (1Co 1,28.29) S. Juan Bautista dijo: “no merezco agacharme para desatarle las sandalias [al Señor]” (Mc. 1, 7) y S. Juan Diego mostró la misma humildad al decirle a la Virgen: “soy sólo un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda”. Así mereció que ella le llamara con cariño “el más pequeño de mis hijos”. Como dice S. Gregorio Magno: “[El santo] se alegra de ser considerado poco por los demás, porque ve confirmado en esa baja reputación lo que él pensaba de sí mismo” (Diatesseron, 1).
Fue fiel y obediente a la Virgen en todos su encargos, aunque un día quiso posponer su encuentro con ella porque iba con apuro a buscar un sacerdote para su tío que estaba moribundo. Su muestra de caridad (que reina sobre todas las virtudes) mereció que se le apareciera de todas formas la Virgen, consolándole y diciéndole que su tío no moriría en ese momento, lo cual creyó el santo. Cuando le preguntó la Virgen a dónde iba, se postró y le explicó con sinceridad la situación y le dijo “Te ruego me perdones, tenme todavía un poco de paciencia, porque con ello no te engaño, Hija mía la menor, Niña mía, mañana sin falta vendré a toda prisa”.
En eso hizo todo lo contrario de lo que dice S. Bernardo que hacen los hombres al caer en el pecado:
El primer escalón es el disimulo de la propia flaqueza, de la propia iniquidad y del propio fracaso, cuando, perdonándose el hombre a sí mismo, autoconsolándose, se engaña. El segundo escalón es la ignorancia de sí […]. ¿Qué más lógico que no ver sus llagas, especialmente si las ha tapado con el solo fin de no poderlas ver? De esto se sigue que, ulteriormente, aunque se las descubra otro, defienda con tozudez que no son llagas, dejando que su corazón se abandone a palabras engañosas para buscar excusas a sus pecados. (Sermón sobre el Salmo 90)
La Virgen le dió rosas en pleno invierno para el obispo. Las puso en su su ayate, un manto burdo de los pobres hecho de fibras de maguey (un cactus) en vez de algodón como las tilmas de los ricos. Al abrirlo ante el obispo mostró una imagen grabada de la Virgen. Ese manto representa bien la pobreza y penitencia de S. Juan Diego, pareciéndose éste a S. Juan Bautista que, según el Evangelio del segundo domingo de Adviento, “Iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.” (Mc. 1, 6). Según la ciencia moderna, es inexplicable que la imagen de la Virgen se vea sobre el ayate, que ha sobrevivido siglos sin tratamiento alguno. [El P. Fidel Gonzáles en La tilma de san Juan Diego o icono de la Virgen de Guadalupe interpreta el simbolismo de la imagen según la cultura náhuatl.]
Tras el milagro, S. Juan Diego dió su tilma al obispo, dejó todos sus bienes a su tío y pasó a vivir una vida de eremita en un cuarto al lado de donde estaba el ayate, dedicado por completo a la oración y a la penitencia (cuya práctica fue continua desde su bautizo). Barría la capilla y acogía a los peregrinos sin llamar atención a sí mismo sino al mensaje de la Virgen, ayudándoles en su conversión a la fe y en la conversión de sus corazones.
Ofrezcámonos a Nuestra Madre con la misma humildad que S. Juan Diego: “Iré a cumplir tu voluntad”.
Pregunta del día: ¿Hubo alguien que fue instrumental en su conversión a la fe o en su conversión espiritual (a la que estamos todos llamados)?
Mañana: Las imperfecciones de santos bíblicos, “confesaban sus pecados” (Mc. 1, 5)
11 comentarios
La información sobre la milagrosa imagen no la mencioné a propósito porque pienso dedicar un artículo a Nuestra Señora de Guadalupe (aparecida en Méjico) el día de su fiesta, el 12 de diciembre. Incluiré entonces la información sobre los ojos que aporta en su comentario (al igual que su nombre "ignacio", si no le importa).
No sabía que se llamó la Conquistadora en Lepanto, pero sospecho que habrá sido una imagen de la Virgen de Guadalupe de Extremadura, muy venerada por Cristóbal Colón y Hernán Cortés, por ejemplo, que data del siglo XIV.
Aquí hay un artículo del Centro de Estudios Hispanoamericanos que habla sobre la Virgen de Guadalupe de Extremadura e incluye una ilustración de la Virgen, que difiere visualmente de la Virgen de Guadalupe como se apareció en Méjico a S. Juan Diego:
http://www.santafe-conicet.gov.ar/cehsf/america_15/13-bolcatto_guadalupe.html
No soy una experta en historia, o sea que siempre agradezco aclaraciones de alguien con mayor conocimiento del tema.
Saludos desde los EE.UU.,
María Lourdes
Ojalá un día nos pueda llamar también así a nosotros la Virgen, porque para entrar en el cielo la puerta es pequeña y los grandes y soberbios se quedan fuera.
«Ella le dijo: Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas? El respondió: Señora y Niña mía, tengo que llegar a tu casa de México Tlatilolco, a seguir las cosas divinas, que nos dan y enseñan nuestros sacerdotes, delegados de Nuestro Señor. Ella luego le habló y le descubrió su santa voluntad; le dijo: Sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos, que yo soy la Siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive...
«Al punto se inclinó delante de ella y le dijo: Señora mía, ya voy a cumplir tu mandato; por ahora me despido de ti, yo tu humilde siervo.
«En el mismo día se volvió; se vino derecho a la cumbre del cerrillo, y acertó con la Señora del cielo, que le estaba aguardando, allí mismo donde la vio la vez primera. Al verla, se postró delante de ella y le dijo: Señora, la más pequeña de mis hijas, Niña mía, fui adonde me enviaste a cumplir tu mandato: aunque con dificultad entré adonde es el asiento del prelado, le vi y expuse tu mensaje, así como me advertiste; me recibió benignamente y me oyó con atención; pero en cuanto me respondió, pareció que no lo tuvo por cierto; me dijo: Otra vez vendrás; te oiré más despacio; veré muy desde el principio el deseo y voluntad con que has venido.
«Comprendí perfectamente en la manera como me respondió, que piensa que es quizás invención mía que tú quieres que aquí te hagan un templo y que acaso no es de orden tuya; por lo cual te ruego encarecidamente, Señora y Niña mía, que a alguno de los principales, conocido, respetado y estimado, le encargues que lleve tu mensaje, para que le crean; porque yo soy un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda, y tú, Niña mía, la más pequeña de mis hijas, Señora, me envías a un lugar por donde no ando y donde no paro. Perdóname que te cause gran pesadumbre y caiga en tu enojo, Señora y Dueña mío.
«Le respondió la Santísima Virgen: Oye, hijo mío el más pequeño, ten entendido que son muchos mis servidores y mensajeros, a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad; pero es de todo punto preciso que tú mismo solicites y ayudes y que con tu mediación se cumpla mi voluntad. Mucho te ruego, hijo mío el más pequeño, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana a ver al obispo. Dale parte en mi nombre y hazle saber por entero mi voluntad: que tiene que poner por obra el templo que le pido. Y otra vez dile que yo en persona, la Siempre Virgen Santa María, Madre de Dios, te envía"
En P.José Mª Iraburu, Hechos de los Apóstoles de América puede leerse entero el diálogo 2.5.htm
Yo lo pedí hace unos días y estoy deseando que llegue.
Espero que siga contribuyendo a este blog porque citas como la que dejó en su comentario enriquecen a todos los que pasan por aquí. Muchas gracias de nuevo.
Allí se encuentra el libro del P. Iraburu, además de muchísimos otros textos muy buenos (como menciona un artículo de tu blog). El libro que menciona Blanca se puede leer en línea aquí: http://www.gratisdate.org/nuevas/hechos/default.htm
Suelo tener dificultad entrando en el sitio por la página principal: www.gratisdate.org (funciona mejor en Internet Explorer), pero aquí está el enlace directo para llegar a los textos que ofrecen para leer en línea o descargar: http://www.gratisdate.org/fr-textos.htm
Lecturas espirituales de la Iglesia (Liturgia de las Horas): http://www.gratisdate.org/fr-lecturas.htm
Documentos de Magisterio Apostólico: http://www.gratisdate.org/fr-magisterio.htm
Además, aquí se pueden encontrar conferencias (una hora de duración) sobre espiritualidad y liturgia del P. Iraburu: ftp://ftp.gratisdate.net/../
Espero que esos enlaces directos faciliten a algunos lectores los maravillosos recursos que se encuentran en ese portal.
Muchas gracias por llamarlo a mi atención. Espero que siga contribuyendo al blog.
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