InfoCatólica / María Lourdes Quinn / Categoría: ........ - Tiempo ordinario

15.02.09

S. Claudio de la Colombiere: un jesuita brillante pero incomprendido

S. Claudio de la Colombiere (1641-1682) sufrió las incomprensiones de los que le rodeaban desde que comenzó su vida religiosa, a pesar de que se notaba su gran inteligencia. ¡Qué bien podía apreciar por las calumnias que sufrió en vida que el Señor mirara en el Evangelio del 6o. domingo de tiempo ordinario a un leproso: “sintiendo lástima” (Mc. 1, 41)! Marginado como el leproso, buscaba en el compasivo Sagrado Corazón de Jesús todo su consuelo, como demuestra su “Acto de confianza en Dios” (incluido al final de este artículo).

Destacó en el noviciado y por eso fue mandado como preceptor de los hijos de Colbert, el ministro de Tesoro de Luis XIV, pero encontraron un epigrama contra ese ministro entre escritos que guardaba por cualidades literarios en un cuaderno. No creyeron su falta de malicia y tuvo que volver a Lyon.

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14.02.09

Dos hermanos copatronos de Europa superan la barrera del idioma

S. Metodio (c. 815-884) y S. Cirilo (c. 827-869) oyeron claramente la llamada del Señor, que en el Evangelio del 5o. domingo de tiempo ordinario dijo a sus apóstoles: “vámonos a otra parte” (Mc. 1, 38) para predicar y extender el Reino de Dios. “Aun cuando Dios no ocupa lugar, anda, sin embargo, por lugares diversos en la persona de sus santos cuando ellos le predican en uno y otro lugar; pues Dios, que está al margen del espacio y del tiempo, con todo, se mueve en el espacio y en el tiempo cuantas veces es predicado por ellos en un lugar” (S. Isidoro de Sevilla)

S. Miguel era el mayor y S. Constantino el menor de 7 hijos de padres nobles griegos. S. Metodio fue desde jóven gobernador de la provincia de Macedonia interior (en la actual Albania), mientras que su hermano estudió en Constantinopla cuando se quedó huérfano de padre a los 14 años y el primer ministro de la emperatriz le llevó allí.

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13.02.09

La conversación íntima de dos enamorados (Dios y el alma)

Mañana muchos celebrarán el día de S. Valentín, un sacerdote mártir del que poco más se sabe con certeza. Se piensa que fue apresado por actuar como testigo de la Iglesia en muchas bodas cristianas (prohibidos en aquel tiempo) y que curó a la hija ciega de su carcelero, dejándole una nota a esa niña firmado: “Tu Valentín”, lo cual se supone dió origen a las tarjetas que se intercambian en su fiesta los que se aman. También parece ser que su fiesta se estableció en medio del mes de febrero para cristianizar fiestas paganas de amor.

En los EE.UU. es muy popular hasta con no creyentes y en las escuelas públicas casi todos se desean un feliz día de S. Valentín sin ningún problema. Claro que la comercialización tiene mucho que ver con eso. Según la compañía de tarjetas Hallmark, un 65% de las personas en los EE.UU. celebran ese día comprando tarjetas “valentines”, mientras que 38% compran dulces y 32% flores. Casi la mitad de los que compran tarjetas lo hacen los cinco días anteriores y 40% los compran padres para sus hijos. [Fuente: portal del censo en los EE.UU.]

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12.02.09

De mal humor pero aparentando alegría: ¿virtud o hipocresía?

Miguel Serrano Cabeza comentó en el artículo anterior que “la verdadera pedagogía [es] la del amor, que siempre es respetuoso, humilde, firme y veraz”, lo cual mostró la Virgen María en sus apariciones a Sta. Bernadette. Como madre, me pregunto si siempre actúo así con mis hijos, y la verdad es que no siempre muestro ese amor que describe S. Pablo:

“El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca.” (1 Cor. 13, 4-8).

Si el amor es veraz, entonces ¿por qué sería virtud mostrarse alegre cuando en el fondo uno se sienta mal? ¿No sería eso una mentira? ¿Por qué aparentar alegría a los demás aún cuando uno no se sienta bien?

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10.02.09

El dolor de la separación y la alegría del encuentro

Eluana Englaro (38 años) estuvo en coma desde un accidente de tráfico en 1992 y por eso, en 1994, pasó al cuidado de las monjas de la clínica Beato Luigi Talamoni de Lecco (Italia). La noche del 2 al 3 de febrero, 2009, esas hermanas religiosas se despidieron de ella con la esperanza de volver a tenerla bajo su cuidado. Pero, ella murió ayer, tras tres días sin alimento ni hidratación, en vísperas de la fiesta de Santa Escolástica (480-547), que experimentó a lo largo de su vida tanto el dolor de la separación como la alegría del encuentro con su hermano gemelo, S. Benito de Nursia, fundador de la Orden Benedictina.

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