Hace algún tiempo, la lectora Camino Iriarte recomendó un escrito poco conocido de Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), “La vida oculta y la Epifanía”, que es muy apropiado para acompañar la meditación del Evangelio del domingo de Epifanía. Fue escrito en 1940, poco después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, después de que las carmelitas le trasladaron de su convento en Alemania a uno en Holanda para intentar salvarle la vida y dos años antes de su muerte en Auschwitz. La primera parte nos ayuda a meditar: “hemos visto salir su estrella” (Mt. 2, 2). A continuación tienen la traducción de una versión en inglés que se puede encontrar aquí.
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Cuando la suave luz de las velas de adviento comienzan a hacer brillar en los oscuros días de diciembre una misteriosa luz en una oscuridad misteriosa, despierta en nosotros el pensamiento consolador de que la luz divina, el Espíritu Santo, nunca ha cesado de iluminar la oscuridad del mundo caído. Ha permanecido fiel a su creación, a pesar de toda la infidelidad de las criaturas. Y si la oscuridad no se permitía ser penetrada por la luz celestial, hubo de todas formas algunos lugares siempre predispuestas para que ardiera.
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