InfoCatólica / María Lourdes Quinn / Categoría: ........ - Laicos

23.12.08

¿Cómo se preparó S. José para la Navidad? (Lc. 1, 27)

El Papa Benedicto XVI nos invitó durante el rezo del Ángelus de este pasado domingo a “aprender de [María y José] el secreto del recogimiento para gustar la alegría de la Navidad” (Ángelus, 21.12.08). Fijémonos en “un hombre llamado José, de la estirpe de David” (Lc 1, 27), como le describe el Evangelio del 4o. domingo de Adviento. Él, según S. Bernardino de Siena, “Fue elegido por el Padre Eterno como fiel cuidador y guardián de sus más preciados tesoros, a saber, de su Hijo y de su esposa; cargo que él cumplió con absoluta fidelidad.” (Sermón 7). No se conserva ninguna palabra suya, pero él demuestra con sus obras y su silencio interior que “Si alguien no falta con palabras es un hombre perfecto, porque es capaz de dominar toda su persona.” (Santiago 3, 2)

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9.12.08

Converso vidente a los 57 años (Mc. 1, 7)

Como indica el nombre náhuatl de San Juan Diego (1474-1548), “Cuauhtlatoatzin” (“Águila que habla”), la vida humilde de este santo con un papel principal en el Acontecimiento Guadalupano (las apariciones de Ntra. Sra. de Guadalupe) tiene mucho que decirnos. Desde su bautizo con su mujer en 1524 por uno de los primeros franciscanos en México, andaba una distancia de 20km para asistir a Misa y a clases de catecismo. Cuando falleció su mujer se mudó a la casa de su tío, a 14km de la iglesia (tres horas y media a pie). Iba descalzo, como los pobres de su época. Yendo a la iglesia una mañana por la colina del Tepeyac, vió a Nuestra Señora que le habló en náhuatl y le llamó “Juanito, Juan Dieguito”, encargándole que le pidiera al obispo la construcción de un templo en ese lugar. Quizás le llamó así porque a pesar de su edad todavía tenía alma y corazón de niño.

S. Juan Diego cumplió su encargo, pero al no hacerle caso el obispo (puesto que en esa época se reportaban muchos falsos milagros), le pidió a la Virgen que enviara a alguien más importante. Pero, “Dios ha elegido a los insignificantes y despreciados del mundo; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios” (1Co 1,28.29) S. Juan Bautista dijo: “no merezco agacharme para desatarle las sandalias [al Señor]” (Mc. 1, 7) y S. Juan Diego mostró la misma humildad al decirle a la Virgen: “soy sólo un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda”. Así mereció que ella le llamara con cariño “el más pequeño de mis hijos”. Como dice S. Gregorio Magno: “[El santo] se alegra de ser considerado poco por los demás, porque ve confirmado en esa baja reputación lo que él pensaba de sí mismo” (Diatesseron, 1).

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