InfoCatólica / María Lourdes Quinn / Categoría: ........ - Mártires

22.11.09

¿Por qué es Sta. Cecilia Patrona de la música y de los músicos?

Hay quienes cuestionan el hallazgo a finales del s. XVI del cuerpo incorrupto de la mártir romana Sta. Cecilia (s. III?), que Stefano Maderno dice en una inscripción haber visto tal como la esculpió, indicando con sus dedos “1” y “3”, la creencia católica en la Santísima Trinidad, tres personas en un solo Dios.

También está envuelto en misterio la asociación de esta mártir romana en particular con la música, que tan popular fue que el Papa Gregorio XIII le declaró Patrona de la música y de los músicos en 1584. Algunos piensan que se relaciona a Sta. Cecilia con la música porque se dice que cuando se casó por deseo de su padre (a pesar de haber decidido ofrecerse al Señor), mientras los músicos tocaban, la santa cantaba a Dios en su corazón.

La santa le reveló a su esposo pagano Valeriano que ella podía ver a su ángel custodio, quien se ofendería si él no respetara su virginidad y a quien vería si creía en el verdadero Dios y se bautizaba, lo cual hizo. Tanto Valeriano como su hermano fueron martirizados tras convertirse a la fe cristiana. Sta. Cecilia ayudó a muchas otras personas a convertirse también, y por eso le condenaron a morir sofocada en su casa por los gases de un horno. Terminaron su martirio decapitándole.

El profesor de historia de música Jesús Ignacio Pérez Perazzo explica en “Santa Cecilia: ¿Patrona de la Música y de los Músicos?” dos razones más probables del famoso patronazgo de la santa:

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29.10.09

Supersticiones relacionadas al Patrono de casos difíciles y desesperados

San Simón y San Judas

Un lector de Paraguay pidió oraciones hace poco “a fin que pueda continuar… a fin que pueda aceptar finalmente lo que ya pasó y no volverá a mi vida”. Así describe una situación que es bastante común pero que produce gran dolor:

“Hace aproximádamente 1 año y unos meses se había roto una relación en mi vida. No había durado mucho por lo que pensé sería sólo cuestión de poco tiempo para poder reiniciar el camino, sacudirme del polvo y volver a empezar. Pero no ocurrió así. Es como una espina en mi costado que no me la puedo sacar. Ella fue quien puso fin a la relación y, lo confieso, me había dolido bastante. Quiero olvidar, necesito olvidar o al menos terminar esto que vive en mí y no me lo puedo sacar de mí.”

Espero que él y otros en situaciones parecidas se beneficien muy pronto de las oraciones de los que pasan por aquí. Lamentablemente, hay quienes se aprovechan de situaciones parecidas, convirtiendo hasta en superstición practicas piadosas relacionadas al santo patrón de casos difíciles y desesperados.

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26.10.09

El origen de algunas tradiciones de bodas

¿Sabe qué Papa mandó que la celebración del Sacramento del Matrimonio fuera público?

La respuesta es S. Evaristo (60-117), que como converso griego del judaísmo tuvo un encuentro con Cristo que le cambió la vida. Como el ciego Bartimeo, que tras ser curado por Cristo: “lo seguía por el camino” (Mc. 10, 52), según el Evangelio del XXX Domingo de Tiempo Ordinario). No se sabe cuánto tiempo le siguió Bartimeo al Señor, pero S. Evaristo también decidió seguir a Cristo y lo hizo hasta su martirio.

Por el Sacramento del Matrimonio, los cónyuges se comprometen también a seguir al Señor y al iniciarse peublicamente este camino, se ve que la Presencia de Cristo en este Sacramento afecta no sólo a los que reciben este Sacramento por la Iglesia, sino también a los que les conocen y son testigos de su vida matrimonial.

Igual que el seguimiento de Cristo por Bartimeo no habría dejado indiferente a nadie en la multitud que presenció el hecho, el testimonio de fe en Cristo de los que reciben el Sacramento del Matrimonio por la Iglesia debería de ser patente a los que les conocen.

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No son tan obvias las respuestas a estas otras 5 preguntas sobre el origen de algunas tradiciones de las bodas [Las respuestas, excepto #4, son de “Tradiciones y curiosidades en torno a las bodas”]:

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20.10.09

La tentación de obedecer a medias

Según el Evangelio del XXIX Domingo de Tiempo Ordinario, cuando el Señor preguntó a los apóstoles Juan y Santiago si podían beber Su Cáliz, respondieron: “’Sí podemos’” (Mc. 10, 39). Los dos hermanos seguían a Jesucristo, pero el Señor quiso perfeccionar esa obediencia para que no fuera una a medias y se asemejara más a la que mostraría Él mismo a Dios Padre al beber el Cáliz de Su Pasión.

Jesucristo es el ejemplo de la obediencia perfecta, pero el monje Remigio y Britaldo, que según la tradición tramaron la muerte de Sta. Irene de Tomar (o Sta. Iria de Azóia, Portugal) (?- 653), son ejemplos de cómo uno puede aparentar obediencia a la voluntad de Dios sin aceptarla.

Britaldo le veía a la santa ir a Misa (la única razón por la cual salía Sta. Irene de casa), y le propuso el matrimonio, pero ella le rechazó. Él se alejó de ella, pero se enfermó por tristeza y la santa le visitó con unas compañeras para hacerle ver que le rechazaba no por hombres sino por Dios. Britaldo parecía aceptarlo. El monje Remigio también deseó a la santa, por lo cual fue despedido como tutor de la santa, lo cual pareció entender.

Allí se hubiera terminado el asunto si esos dos hombres hubieran aceptado por completo la voluntad de Dios.

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19.10.09

Esperaban el martirio, pero no estas otras pruebas

Llenos de confianza, S. Juan y Santiago pidieron al Señor puestos de honor en Su Reino, y en respuesta, según el Evangelio del XXVIII Domingo de Tiempo Ordinario, Jesús les pregunta:“¿Sois capaces de beber el cáliz que voy a beber…? (Mc. 10, 38) Para agradar al Señor, eso precisamente le pidieron los 6 sacerdotes jesuitas y 2 laicos asociados a ellos que fueron martirizados en Norteameríca de 1642 a 1659. Escribe el P. Juan de Brebeuf:

“Dios mío y salvador mío, ¿qué podré ofrecerte a cambio de todo lo que Tú has sufrido por mí? Quisiera alejar de Ti el cáliz e invocar tu nombre… Mi Señor Jesús, yo hago voto solemne de no rechazar de mi parte la gracia del martirio si, en tu bondad infinita, un día cualquiera me la llegaras a conceder a mí, tu indigno servidor… Y en consecuencia, Jesús mío, yo te ofrezco alegremente desde hoy mi sangre, mi cuerpo y mi alma, de suerte que yo pueda morir sólo por Ti, si Tú me concedes esta gracia, Tú que te has dignado morir por mí. Hazme capaz de vivir de tal manera que Tú puedas finalmente otorgarme esta muerte“.

El Señor les preparó a esos 8 mártires para que fueran capaces de beber Su Cáliz, llevándoles por caminos que no se esperaban.

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