En el Evangelio del Domingo de Pentecostés, mientras estaban reunidos los apóstoles por temor: “en esto entró Jesús” (Jn. 20, 19) y les dió Su Paz.
“Cuando la paz está bien asentada en el corazón, no le cuesta a la mansedumbre reprimir los movimientos de cólera; el alma sigue en la misma postura, sin perder nunca su tranquilidad. Porque al tomar el Espíritu Santo posesión de todas sus facultades y residir en ellas, aleja la tristeza o no permite que le haga impresión y hasta el mismo demonio teme a esta alma.” (www.corazones.org)
¿No le gustaría saber cómo abrir su corazón para mejor recibir la Paz del Señor y dejar al Espíritu Santo entrar en su vida? Eso suena maravilloso, ¿verdad?, pero quizá se pregunta si es una propuesta demasiada idílica, sin dos pies sobre la tierra.
Los dos frutos del Espíritu Santo de la paciencia (que modera la tristeza) y la mansedumbre (que modera la cólera) tienen mucho que ver con la realidad de enfrentarse a las dificultades de la vida cotidiana, y también figuran entre los 10 puntos prácticos que el P. Jacques Philippe resume en la segunda parte de su libro: “En la escuela del Espíritu Santo”.
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