“Dios, amador de los hombres, mezcla trabajos y dulzuras, estilo que El sigue con todos sus santos. Ni los peligros ni los consuelos nos los da continuos, sino que de unos y otros va El entretejiendo la vida de los justos.” (S. Juan Crisóstomo, Hom. sobre S. Mateo,8) Quizás se ve un poco de esa mezcla especialmente al final del Adviento, entre la alegría de la espera y el llamado “estrés navideño” (aunque aún no es Navidad). Se dice que a la miseria le encanta la compañía (“Misery loves company”). En ese caso, a los que están padeciendo un poco del “estrés navideño” les interesará recordar las dificultades que enfrentan los ciudadanos actuales de Belén, y la que enfrentó allí la Sagrada Familia poco antes de nacer Jesús (y cómo superaron éstos su “estrés”).
En 2002 se empezó a construir un muro alrededor de comunidades palestinas en Cisjordania como Belén para prevenir ataques de militantes palestinos. Para ir a trabajar en la construcción de asentamientos en terreno fuera de Belén que solía pertenecerles, los betlehemitas tienen que pasar el control de seguridad (lo cual puede tardar dos horas) y tener mujer y al menos un hijo en Belén para asegurar la vuelta.
El grafiti que se ha extendido por todo el muro recuerda algo al Muro de Berlín. Hace un año, durante estas fechas, se veía a la entrada [Ver foto]: “La paz esté con ustedes”, pero según el artículo de hace unos meses “Los peregrinos vuelven a Belén” por Austen Ivereigh: “El muro es gris, escalofriante. ‘Es el símbolo de todo lo que anda mal en el corazón humano’, como lo expresó el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, cuando fue a Belén en la Navidad del 2006. Envía un mensaje de miedo: que lo que hay detrás de él es peligroso e incierto. ‘No podemos garantizar vuestra seguridad más allá del muro’, oyen los peregrinos en Jerusalén.” Ellos combaten su estrés viviendo de día a día y buscando lo positivo de su ciudad para anunciar al mundo y atraer a los peregrinos.
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