Santa Juana de Arco (1412-1431), cuarta de cinco hijos, no era alta ni guapa, pero tampoco fea. Era morena, de tez oscura, y tenía una marca roja en su oreja izquierda. Destacaba sobre todo su expresión alegre y ayunaba desde niña compadecida del sufrimiento de la gente, comiendo una vez al día un poco de pan mojado en agua y vino.
Luchó en la Guerra de 100 Años como jefe militar tras oír Voces del Arcángel S. Miguel, Sta. Catalina y Sta. Margarita. En 1429. a los 17 años, tomó Orléans y asistió a la coronación del rey Carlos VII en Reims, Francia. Era muy fuerte, pudiendo permanecer completamente armada seis días y noches.
Un mes después de cumplir 19 años, tras ser capturada por franceses y vendida a ingleses, apareció ante sus jueces en la primera de seis interrogaciones públicas (el resto serían privadas). Pidió ser juzgada ante el Papa, pero no se lo permitieron. De los más de 600 testigos en una corte que no le era favorable, nadie dijo ninguna palabra contra ella.
Por las detalladas anotaciones, se sabe más de ella históricamente que de ningún otro contemporáneo suyo. A lo largo del juicio insistió en atenerse a respuestas que tuvieran que ver con el Caso y no quiso jurar que iba a decir “toda” la verdad: “No sé qué me desean preguntar; quizás me preguntaría sobre cosas que no debería decirle”. No hablaba mucho y lo hacía con prudencia, como se puede ver en estas citas (traducidas del inglés de la copia completa del proceso):
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