El P. Guy Selvester explica en “Aspects of Church Heraldry” que no hay una ente regulatoria de la heráldica eclesiástica debido a que el Arzobispo Heim (considerado el mayor experto en el campo en tiempos modernos) persuadió al Papa Juan XXIII que no estableciera una oficina heráldica porque es “imposible legislar el buen gusto”.
Pero, no todo se debería de limitar al gusto. El autor de “Heráldica eclesiástica” critica el resultado de no haber hoy en día reglas oficiales de heráldica eclesiástica: “Difícilmente las armas eclesiásticas corresponden a las leyes del blasón, la mayoría de ellas corresponden a un puro capricho del interesado, y la mayor parte de las gentilicias introducidas en sus escudos, por pura y simple coincidencia de apellidos.”
¿Cómo deberían de ser las armas eclesiásticas?
“Los escudos eclesiásticos se aconsejan partidos o cuartelados en la forma señalada de ser partidos y, de ser cuartelados, dedicando el primero y el cuarto a las de la silla, el segundo a las propias y el tercero reservado a las del ideal, pero todos estos buenos deseos de organizar la Heráldica eclesiástica fallan ante los propios del prelado por la diversidad de motivos que pretende introducir que abarcan, desde los símbolos o imágenes de su devoción, a los de las iglesias por donde ha ido sirviendo como párroco o a otras caprichosas y totalmente impropias de su cometido, constituyendo los escudos episcopales, principalmente los españoles, hasta hace muy pocos años, un verdadero muestrario de elementos notables.”(“Heráldica eclesiástica”)
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El escudo del Papa Benedicto XVI (derivado de su escudo de cardenal) también ha causado controversia entre los heraldos eclesiásticos por los cambios introducidos, cambios explicados por el autor del escudo, Mons. Andrea Cordero Lanza di Montezemolo, en “El escudo del Papa Benedicto XVI” (de donde son el resto de las citas sobre el escudo del Papa).
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