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25.09.09

“Hay rumores de que no sé quién es no sé qué”

El título del post lo dejó el lector José Ángel Antonio comentando cómo “para algunos blogueros el blog es ocasión de murmuraciones, chismes, rumores, quejas infundadas [….]”. Algo parecido nos dice Sto. Tomás de Aquino:

En la conversación ordinaria pecan a veces contra este mandamiento [VIII] cinco clases de individuos. 1) Los detractores […] 2) Los que escuchan a los detractores con gusto […] 3) Los chismosos […] 4) Los aduladores […] 5) Los murmuradores […]” (Sobre los mandamientos,1. c. , pp. 279-280).

Jesús observa a sus apóstoles conversando y les pregunta, según el Evangelio del XXV Domingo de Tiempo Ordinario: “¿De qué discutíais por el camino?” (Mc. 9, 33). Ellos callaron porque sabían que su conversación no era una muy santa, sino que se preguntaban quién era el mayor de ellos. Lo mismo preguntó el Señor a los discípulos de camino a Emaús [uno de los dos era S. Cleofás (s.I)]:

“Ellos se detuvieron entristecidos, y tomando la palabra uno de ellos por nombre Cleofás, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no conoce los sucesos en ella ocurridos estos días? […]Y Él les dijo: ¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que vaticinaron los profetas! ¿No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrase en su gloria? Y comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a Él se refería en todas las Escrituras.” (Lc. 24, 17-18. 25-27)

La conversación de los apóstoles y la de los discípulos entre sí no era siempre muy santa, pero ¡qué diferencia entre los efectos de esas conversaciones con las del Señor!: “¿No ardían nuestros corazones dentro de nosotros mientras en el camino nos hablaba y nos declaraba las Escrituras?” (Lc. 24, 32) ¿Qué hace que una conversación sea mala, frívola, útil o santa? ¿En qué categoría(s) se encuentran sus propias conversaciones por Internet?

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24.09.09

¿Qué hacer para ser más pacientes con los hijos?

La Virgen de la Merced se apareció a S. Pedro Nolasco en 1218 pidiéndole la fundación de una Orgen religiosa (los Mercedarios) que se dedicara a rescatar a los cristianos cautivos. Esta Patrona de la República Dominicana y de Barcelona quería socorrer por esa obra de misericordia a sus hijos, que corrían el peligro de perder la fe en situaciones muy duras.

Los padres podemos honrar a esta Reina y Madre de Misericordia cumpliendo lo que nos dice Jesucristo en el Evangelio del XXV Domingo de Tiempo Ordinario: “El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí” (Mc. 9, 37). Parece muy simple acoger a un niño dulce, sonriente y amoroso, pero la realidad de un niño que también llora, grita y desobedece puede llevar a la santidad heróica a cualquier padre que acoge en todo momento a su hijo por amor de Dios.

En la práctica es cuestión de paciencia (una virtud que todavía me queda por aprender de mi esposo). S. Agustín, que tuvo un hijo antes de su bautizo, bien entendía la obra de misericordia de tolerar los defectos del prójimo y comentó que el Señor:

“No dice: Si alguno te hiere, no quieras tú herirlo. Sino esto otro: ofrécete aun al que te hiere. Es éste un acto de misericordia que comprenden particularmente aquellos que sirven a quienes se ama mucho, como son los hijos, o cualquier persona querida enferma, o los niños […]” (Sobre el Sermón de la Montaña,1).

Suena muy bien lo que dice S. Gregorio Magno: “Debemos soportar a los que corregimos y corregir a los que soportamos.” (Hom. 17 sobre los Evang.), pero ¿cómo se traduce eso a la vida cotidiana de un padre? ¿Qué hacer para ser cada día más pacientes con nuestros hijos y a la misma vez formarles debidamente?

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23.09.09

Sacerdote que se oyó condenado al infierno explica la verdadera contrición

El P. Steven Scheier sabe de primera mano lo difícil que es hacer una buena confesión. En su caso, lo que le reveló la gravedad del estado de su alma y la importancia de una verdadera contrición al confesarse fue una experiencia cercana a la muerte tras un accidente de coche en 1985, en la que sufrió una fractura del cuello y un corte cerebral.

Le daban una probabilidad de recuperación de 15% pero se recuperó por completo. Meses después, leyó la parábola del árbol que no daba fruto e iba a ser cortado pero por las súplicas de un hortelano se le concedió otra oportunidad. Recordó entonces una conversación que le había cambiado la vida en la que creyó oír la voz del Señor Jesucristo y a Su Santísima Madre.

Al ser juzgado y oír sus pecados no confesados, sólo pudo asentir a cada uno sin encontrar ninguna excusa porque estaba ante la Verdad. Al oír la sentencia de infierno, pensó que sí, que sabía que se lo merecía, que era la única conclusión lógica. En ese momento oyó una voz femenina que pedía a Su Hijo por su vida y su alma. El Señor respondió que había sido un sacerdote por sí mismo en vez de para Él. Ella insistió, diciendo que si le daban gracia y ayuda especiales quizás mejoraría y si no, que se hiciera Su Voluntad. El Señor dijo: “Madre, es tuyo”.

En esta parte de una entrevista con él del 15 de abril, 1997 (doblada al español), habla con la Madre Angélica sobre la importancia de tener un verdadero arrepentimiento de los pecados al confesarse:

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22.09.09

Grandes cambios en una parroquia gracias a encuestas que responden unos pocos

El Evangelio del XXV Domingo de Tiempo Ordinario nos muestran cómo los apóstoles, al oír del Señor sobre Su Pasión, Muerte y Resurrección: “no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle” (Mc. 9, 32). ¡Qué contraste con la valentía con la cual darían su vida esos apóstoles tras Pentecostés!

Ese cambio lo anunció el Señor al despedirse de ellos en la Última Cena, tras prometerles el Espíritu Santo para guiarles: “Vosotros, pues, ahora tenéis tristeza; pero de nuevo os veré, y se alegrará vuestro corazón, y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría. En aquel día no me preguntaréis nada…” (Jn. 16, 22-23) Sobre la fe cristiana ya no tendrían dudas, pero sobre ciertas prácticas sí se reunirían para decidir cuestiones por el bien de la Iglesia.

S. Maurico y sus compañeros mártires (s.III) son conocidos por ser de una legión romana de Tebea de la cual no hay muchos datos históricos, pero a la cual se han referido santos por preferir la muerte antes de renunciar su fe cristiana, aún tras ser diezmados (1 de cada diez había sido ejecutado). Todos, al final, dieron su vida por Cristo, pero cada cual tuvo que tomar su propia decisión, aunque algo habrá influído el liderazgo de S. Mauricio.

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Los dogmas de fe, declarados infalibles, no son debatibles, pero hay cosas que sí varían de parroquia a parroquia. Y si uno piensa que unos pocos no pueden hacer una gran diferencia para muchos, quizás cambie de opinión al ver los resultados de unas encuestas hechas en una parroquia de más o menos 2.000 familias, con apenas 100 personas respondiendo a la mayoría, pero con sus opiniones publicadas en los boletines y por Internet (enlaces de la encuesta en inglés).

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21.09.09

El misterio de la vocación sacerdotal: resultados de encuestas 2009 en VocacionMatch.com


Según el Evangelio del XXV Domingo de Tiempo Ordinario Jesús: “llamó a los Doce” (Mc. 9, 35) para preguntarles lo que habían estado discutiendo por el camino para instruír a los que iban a tener la misión de anunciarle por todo el mundo. Cada uno de esos doce apóstoles fue llamado por el Señor según donde se encontraba: con sus redes, bajo la sombra de una higuera, cobrando impuestos… cada uno metido en sus propios afanes y pensamientos.

S. Mateo (s. I) era considerado un pecador públicoociedad por ser cobrador de impuestos, por tocar el dinero de los romanos. ¿Qué anhelos habrá despertado el Señor al pasar ante su puesto, fijando sus ojos en él y llamándole para seguirle? En el Plan de Dios, llegaría a ser apóstol, presbítero, evangelista y mártir. ¡Qué misterio más profundo es cada vocación, cada llamada a la santidad tras los pasos del Señor!

Así recuerdan algunos cardenales su propia vocación, sin poder explicar del todo la gracia de su encuentro con Dios que les llamó para sí:

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