Una que dejó de complicarse la vida (Mc. 1, 20)
Los apóstoles S. Juan y Santiago, según el Evangelio del 3er. domingo de Tiempo Ordinario :“dejaron a su padre Zebedeo” (Mc. 1, 20) para seguir a Jesús. Santa Jacinta de Mariscotti (1585-1640) a los ojos del mundo parecía que dejaba también todo por el Señor al entrar en un convento franciscano a los 20 años, pero allí se hizo contruir una celda grande, llenándola de lujos, y se vestía de seda.
Se podría decir sobre su situación:
“El hombre busca las cosas para satisfacer una necesidad, y cuando las tiene en abundancia empieza a llenarse de soberbia por ellas; es lo mismo que si alguno, estando herido, se jacta de tener en su casa muchas medicinas, como si no fuera mejor que no necesitase de ellas, si no estuviese herido.” (S. Agustín)
Ni el buen ejemplo de una hermana mayor religiosa ni el asesinato de su padre en 1608 le podían hacer cambiar de vida porque “Los que pasan la frontera de lo necesario, a semejanza de los que se deslizan por una pendiente, al no tener nada firme en que apoyarse, con nada pueden contener el peso hacia adelante” (S. Basilio).