S. Luis IX (1214-1270) es coronado Rey de Francia bajo la regencia (hasta 1234) de su madre, Doña Blanca de Castilla, que le diría con frecuencia que preferíría verle muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal. En 1235 se casó con Margarita de Provenza, con quien tendría 11 hijos. Este franciscano terciario perdonaba con generosidad a los enemigos que derrotaba.
Hizo construir la famosa Santa Capilla (Sainte-Chapelle) para la Corona de espinas del Señor. Se puede hacer una visita virtual a la capilla inferior en la que oían Misa los plebeyos y la capilla superior (con inmensas vidrieras que forman las paredes) para la familia real, donde se guardaban las reliquias de la Pasión que reunía el santo. [Esta es una “reconstrucción 3D de París en la edad media” (se ve la Santa Capilla en el primer minuto)]
Participó en dos cruzadas: en la primera fue hecho prisionero en Egipto y en la segunda murió de disentería en el Norte de África. Comienza su “Testamento espiritual a su hijo” así:
“Hijo amadísimo, lo primero que quiero enseñarte es que ames al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas; sin ello no hay salvación posible.
Hijo, debes guardarte de todo aquello que sabes que desagrada a Dios, esto es, de todo pecado mortal, de tal manera que has de estar dispuesto a sufrir toda clase de martirios antes que cometer un pecado mortal.”
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El pecado mortal se debería de evitar a toda costa y también se debería de evitar cometer pecados veniales, que como pecados siguen siendo faltas contra Dios. Pero, ¿qué diferencia hay entre los pecados veniales y las imperfecciones? Saber algo sobre la naturaleza de las faltas que podemos cometer podría ayudar a contestar esta pregunta del lector Guillermo:
“¿Puede tener alguna justificación cometer una falta si pensamos que el cometerla mitigaría llevar a cabo una falta que nos resulta de mucha mayor gravedad? ¿…dónde podría informarme de forma segura al respecto? ¿Conoce algunos ejemplos?”
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