Eligiendo entre el martirio y la cadena perpetua
Oímos en el evangelio del Primer domingo de Cuaresma que: “cuando arrestaron a Juan” (Mc. 1, 14) Jesús comenzó a predicar. Después de ser arrestados Santa Perpetua (c. 181-203), la esclava Santa Felicidad (?-203) y los esclavos Santos Revocato, Saturnino y Secúndulo (todos catecúmenos), se propagó más la fe cristiana en admiración de su perseverancia en la fe hasta el martirio. Se unió a ellos el diácono S. Sáturo que les estaba preparando para el bautismo y les bautizó en la prisión.
Pero, hay una prisión peor que sufrimos todos al pecar. Veamos cómo se comparan la prisión (descrita por Sta. Perpetua) y el martirio de esos santos con la terrible esclavitud al demonio por el pecado.
“Nos echaron a la cárcel y yo quedé consternada porque nunca había estado en un sitio tan oscuro. El calor era insoportable y estábamos demasiadas personas en un subterráneo muy estrecho. Me parecía morir de calor y de asfixia y sufría por no poder tener junto a mí al niño que era tan de pocos meses y que me necesitaba mucho. Yo lo que más le pedía a Dios era que nos concediera un gran valor para ser capaces de sufrir y luchar por nuestra santa religión“.
Después de unos días unos diáconos pagaron a los carceleros para que les llevaran a otra prisión, donde Santa Perpetua fue reunida con su bebé hasta poco antes de su martirio.
Así están nuestras almas en la cárcel del pecado: “Si alguien tiene sano el olfato del alma, sentirá cómo hieden los pecados.” (S. Agustín). “Si tuviésemos fe y si viésemos un alma en estado de pecado mortal, nos moriríamos de terror.” (S. Juan Vianney) “La profundidad del pozo de la miseria humana es grande; y si alguno cayera alli, cae en un abismo. Sin embargo, si desde ese estado confiesa a Dios sus pecados, el pozo no cerrará la boca sobre él [. . . ]. Hermanos, hemos de temer esto grandemente. Desdeñada la confesión, no habrá lugar para la misericordia.” (S. Agustín)
Felicidad dió a luz a una niña en la prisión. Cuando se rieron de ella los carceleros por cómo sufría los dolores del parto y comentaron que no aguantaría los tormentos dijo: ” Ahora soy yo la que padezco lo que padezco; mas allí habrá otro en mí, que padecerá por mí, pues también yo he de padecer por Él.” En la prisión Perpetua recibió una visión de la recompensa celestial que iban a recibir de Dios. Pero, ésta es la consecuencia del pecado: “Pecó para obtener cierto placer corporal; pasó el placer, quedó el pecado. Pasó el deleite, quedó la cadena. ¡Dura esclavitud!” (S. Agustín).
Ni el amor a su padre ni a su bebé en un juicio público (en la plaza del mercado de Cartago, África) pudo detener a Sta. Perpetua de confesar su fe en Cristo. “Yo era la primera en sentir el trance de mi padre, y veía que él sería el único de toda la parentela que no se alegraría de mi martirio". Le explicó a su padre que igual que a una bandeja no se le puede llamar otra cosa, “Pues tampoco yo puedo llamarme con nombre distinto de lo que soy: cristiana.”
Se dió cuenta del gran valor de ese nombre de cristiana:
“Es, por tanto, mal pájaro aquel que hubiere perdido la facultad de volar por el vicio de la miseria del mundo, como los pájaros que se venden por un dipondio (2 ases), esto es, por el precio de los placeres temporales; porque el enemigo nos vende a bajo precio, como esclavos cautivos en guerra; mas el Señor, que nos hizo buenos servidores suyos a su imagen, estimó su obra en lo que valia y nos redimió a un precio muy elevado.” (S. Ambrosio)
Revocato y Saturnino fueron azotados y Secúndulo murió en la prisión. Sáturo predijo que un oso no le haría daño y convirtió a un carcelero cuando le mató un leopardo. A las santas les abofetearon y en la prisión, pero tras otra visión, dijo Sta. Perpetua: “Y conocí que mi lucha acabaría no con las bestias, sino contra el diablo. Pero no dudaba de la victoria”. Sabía que lucharía, pero los pecadores que no se arrepienten ni se dan cuenta de que deben luchar: “El peor mal para todo cristiano es el no ser tentado, ya que da lugar a creer que el demonio le considera ya cosa suya, y aguarda sólo la hora de la muerte para arrastrarle al infierno.” (S. Juan Vianney)
Las santas fueron puestas ante un toro, que las hirió mientras que ellas se preocuparon de que sus vestidos siguieran cubriendo sus cuerpos por modestia y arreglándose el pelo para no mostrar debilidad ante la multitud, que les aclamó y pidió que fueron llevadas por la puerta de los victoriosos antes de que fueran degolladas. El primer golpe no mató a Perpetua, y ella indicó su cuello de nuevo al verdugo. Pero, “Así como la nave (una vez roto el timón) es llevada a donde quiere la tempestad, así también el hombre, cuando pierde el auxilio de la gracia divina por su pecado, ya no hace lo que quiere, sino lo que quiere el demonio.” (S. Juan Crisóstomo).
Las santas animaban a todos: “Permaneced firmes en la fe, amaos los unos a los otros y no os escandalicéis de nuestros sufrimientos.” Todos los católicos estamos llamados a ser mártires ("testigos") de nuestra fe. ¿Qué “cadena” perpetua elegimos para nosotros: el del amor y testimonio cristiano que nos une a Dios y nos lleva al Cielo o el del pecado con el que el demonio nos lleva al infierno?
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Más información sobre los primeros mártires cristianos:
1) www.primeroscristianos.com: “Martirio de Santa Felicidad y Perpetua”, “Testimonio de los mártires: las Actas de los Mártires”
2) “Diez lecciones sobre el martirio“ por Paul Allard.
3) “El martirio de Cristo y de los cristianos” por el P. José María Iraburu
4) “Oraciones de la Iglesia en tiempos de aflicción: Capítulo 3. Tres primeros siglos: ‘Ven, Señor Jesús’” por el P. José María Iraburu
Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Tiene algún mártir favorito?
Mañana: S. Juan de Dios - “no sabía lo que decía” (Mc. 9, 6)
3 comentarios
Pues sí, S. Sebastián que lo fue dos veces, la última le causó la muerte. Sin embargo, me edifican, en gran manera, tantos cristianos, de toda época y lugar, que han muerto por el Señor,y,de los que apenas conocemos nada, ni siquiera el nombre. Merecieron "la corona del martirio y ahora están junto al Cordero".
¡Santa Cuaresma a todos!
Como madre, me conmueve mucho el ejemplo de Santas Perpetua y Felicidad, madres de bebés que prefirieron dar ejemplo de su fe a sus hijos por el martirio a quedarse con ellos en esta vida apostando de su fe. No era por falta de amor maternal hacia sus hijos, ya que ellas cuidaron con gran cariño de sus bebés cuanto tiempo pudieron. Sta. Perpetua escribió que se le hizo la prisión un pretorio (un palacio) desde que le dejaron tener con ella a su bebé.
En mis embarazos me acordaba de cómo Sta. Felidicad dió a luz en la prisión a los ocho meses en terribles condiciones y burlada por los carceleros. Estando embarazada no le hubieran condenado a muerte porque no mataban a las mujeres embarazadas y pidió a los demás mártires que rezaran por ella para que diera a luz y unirse así a ellos en el martirio.
"El que posee el amor de Cristo que cumpla sus mandamientos. ¿Quién será capaz de explicar debidamente el vínculo que establece el amor divino? ¿Quién podrá dar cuenta de la grandeza de su hermosura? El amor nos eleva hasta unas alturas inefables. El amor nos une a Dios, «el amor cubre la multitud de los pecados» (1P 4,8)... En el amor nos acogió el Señor: por su amor hacia nosotros, nuestro Señor Jesucristo, cumpliendo la voluntad del Padre, dio su sangre por nosotros, su carne por nuestra carne, su vida por nuestras vidas.
Ya veis, amados hermanos, cuán grande y admirable es el amor y cómo es inenarrable su perfección. ¿Quién es capaz de practicarlo adecuadamente si Dios no le otorga este don? Oremos, por tanto, e imploremos la misericordia divina, para que sepamos practicar sin tacha el amor, libres de toda parcialidad humana. Todas las generaciones anteriores, desde Adán hasta nuestros días, han pasado; pero los que por gracia de Dios han sido perfectos en el amor obtienen el lugar destinado a los justos y se manifestarán el día de la visita del reino de Cristo..."
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