¿Cuánto pesaba la Cruz de Jesús?
Dice el Antiguo Testamento sobre Dios: “Tú todo lo dispusiste con medida, número y peso” (Sb 11,20). No sorprende, entonces, que el Señor dijera con tal precisión en el Evangelio del XXIV Domingo de Tiempo Ordinario [11.09.2011] que el siervo: “le debía diez mil talentos” (Mt. 18, 24) a su rey. Recordemos que en esos tiempos esa cantidad representaba el salario de 150 mil años. Cuando Roma le exigió a Cartago esa cantidad al final de la II Guerra Púnica (201 a.C.), 10.000 talentos eran unas 270 toneladas de plata.
Tan imposible era que alguien pagara esa suma por su cuenta, como que un ser humano corriente pudiera reparar a Dios la ofensa cometida por un solo pecado. Sin embargo, Dios se hizo hombre en la persona de Jesucristo para que el Señor “pagara” nuestra deuda con su propia sangre sobre la cruz que llevó Él mismo al Calvario. ¿Cuánto pesaba la Cruz de Jesús?
Según especialistas, las cruces utilizadas por los romanos en las crucifixiones solían pesar más de 300 libras (136 kilos), o sea que se piensa que los condenados llevaban el travesaño o patíbulum (entre 75 y 125 libras / 34 a 57 kilos). Pero, el peso físico de la cruz (aumentada por la debilidad del Señor tras tanta pérdida de sangre en Su Pasión) no era lo único que cargaba sobre sus hombros. Si un talento era equivalente al peso del agua que se necesitaría para llenar un ánfora (aprox. 1 pie cúbico), el Señor midió los diez mil talentos que debíamos cada uno con Su Amor a Dios Padre y Su Propia Sangre lo necesario para llenar el vacío de desobediencia que nuestros pecados crearon.
Cada uno de nosotros debe cargar con su cruz también para seguir los pasos del Señor. Pero, según S. Luis María de Montfort en “Amigos de la Cruz”, podemos elegir nuestra cruz:
‘Escógete una cruz de las tres del Calvario; escoge sabiamente, puesto que es necesario padecer como santo o como penitente, o como sufre un réprobo que pena eternamente.’ “Lo que significa que, si no queréis sufrir con alegría, como Jesucristo; o con paciencia, como el buen ladrón, tendréis que sufrir, mal que os pese, como el mal ladrón; […] tendréis que llevar todo el peso de vuestra cruz sin la ayuda poderosa de Jesucristo. Además, tendréis que llevar el peso inevitable que el demonio añadirá a vuestra cruz por la impaciencia a la que os arrastrará.”
Tenemos que discernir como Sta. Elena cuál es la verdadera Cruz del Señor en nuestras vidas. El demonio quiere añadir peso a nuestra cruz por medio de nuestros pecados poquito a poco, de tal forma que no nos demos cuenta de la carga que nos vamos poniendo. S. Agustín nos urge a reflexionar sobre esto antes de que sea demasiado tarde:
“Porque si llevasen sobre sus espaldas alguna carga pesada, como de piedras, de madera o de alguna ganancia (v. gr. : trigo, vino o también dinero), se darían prisa para líberarse de su carga. Llevan el peso de sus pecados, y no quieren acelerar su paso. Hay que darse prisa para líbrarse de esa carga, porque aplasta y hunde.” (“Trat. Evang. S. Juan”, 1).
Más aún, nos advierte S. Juan Crisóstomo: “[El demonio…] insinua en nuestros corazones sentimientos de desaliento más pesados que el plomo. Si les damos acogida, ese mismo peso nos arrastra, nos soltamos de la cadena [de esperanza] que nos sujetaba y rodamos hasta el fondo del abismo.” (“Exhortación a Teodoro”, 1).
El Señor llevó una pesada carga por nosotros para ayudarnos por el camino si elegimos Su Cruz. Físicamente las tres cruces sobre el Calvario (la del Señor y las de los dos ladrones) podrían ser muy semejantes en peso, pero S. Agustín nos revela que no es así para nuestras almas:
“Cualquier otra carga te oprime y abruma, mas la carga de Cristo te alivia el peso. Cualquier otra carga tiene peso, pero la de Cristo tiene alas. Si a un pájaro le quitas las alas parece que le alivias del peso, pero cuanto más le quites este peso, tanto más le atas a la tierra. Ves en el suelo al que quisiste aliviar de un peso; restitúyele el peso de sus alas y verás cómo vuela.” (“Sermón 126”)
Este Doctor de la Iglesia descubrió el secreto de cómo se aligera la Cruz que nos pide llevar el Señor:”Cada uno es movido por su peso y tiende a su lugar. […] Mi peso es mi amor; él me lleva doquiera soy llevado.” (“Confesiones” 13, 10) Que el Amor de Dios nos ayude a elegir en todo momento la Cruz de Cristo, por amor de Ntro. Ssmo. Redentor.
[Foto de pájaro en vuelo de Wikimedia Commons: Berkeley T. Compton]
Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Qué considera una de sus mayores cargas en estos momentos? ¿A qué medida compararía el Amor de Dios?
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14 comentarios
14.09.11
(153) La Cruz gloriosa –XVII. La devoción a la Cruz.
Si alguno quiere ser mi discipulo,tome cada día su cruz y sígame.
Hoy la doctrina de la cruz no está en alza,porque no se entiende aquello de abrazar la cruz.
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Odet, muchas gracias por recomendar el post del P. Iraburu. Me encantan sus escritos, que se pueden leer también en gratisdate.org: http://www.gratisdate.org/fr-textos.htm, un sitio excelente y muy recomendable.
Creo que se suele entender la necesidad de aceptar las cruces de la vida, que en la vida no nos faltan contrariedades, pero otra cosa es abrazarlas por amor a Dios, para seguir los pasos del Señor. Ésta es la forma cristiana de sufrir, que tiene mérito si uno está en gracia con Dios. Un saludo.
Es muy bueno meditar la Pasión de Jesús para vivir como verdaderos cristianos y amar su cruz.
Hace poco descubrí este escrito, sobre el deber de estado y cómo encontrar ahí la santidad y la cruz
http://fiat.materunitatis.org/mil-y-un-pasos-en-camino-de-la-esperanza/2-el-deber-de-estado
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Susi, ¡muchas gracias por ese enlace! Lo que se lee allí me recuerda cómo S. Francisco de Sales en "La introducción a la vida devota" explica que debemos ser prudentes e incluir prácticas de devoción según nuestro estado de vida para no descuidar nuestros deberes, que la verdadera devoción no quita sino añade a nuestro estado de vida.
Reconozco que a mí no se me da muy bien el ser ama de casa, pero eso es lo que el Señor me pide por mi vocación y debería de confiar más en que no me pediría hacer algo que no pudiera llegar a hacer con Su gracia. Un saludo.
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Luis López, ¡qué bueno meditar eso, acompañando a Ntra. Sra. de los Dolores (cuya fiesta es hoy)! Ella, que siempre estuvo tan unida a Dios, comprendió mejor que nadie lo que cargó su Hijo. Un saludo.
Hasta es motivo de algún congreso como este que se reseña aquí:
http://www.fluvium.org/textos/cultura/cul468.htm
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Susi, ¡muchísimas gracias! :)
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Siempre me ha conmovido esa frase de San Agustín por la inmensa verdad que contiene. Añado: tal vez el Señor espere que nosotros formemos parte de las alas que ayuden a otros, por ejemplo a los enfermos. La enfermedad es una pesadísima cruz si no ayudamos de verdad al enfermo.
Mi carga en este momento... me parece que es vivir en unos tiempos que, desde luego, no había imaginado en absoluto. Pienso, no obstante, que son los que Dios ha elegido y dispuesto para mí: estos tiempos y no otros.
Conmigo está el Amor inmenso de mi Señor Jesucristo, por encima de toda medida. Él me consuela, me calma, me colma. Y ese sentirse absolutamente amada, conocida, aceptada siempre-siempre-siempre es para mí algo tan grande que me gustaría hacérselo entender a los demás para que también ellos abriesen la puerta a ese Amor.
Es el único Amor saciante: no hay otro como él.
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Flavia, cuando pienso en "cargas", pienso en cosas que me cuestan... y luego me doy cuenta de que a cada paso el Señor me ha dado los medios para enfrentar toda situación que me podría haber parecido abrumante. A veces lo ha hecho por medio de comentarios en el blog (por ejemplo, el enlace que dejó Susi hoy a "La excelencia en el hogar", me ha venido muy bien).
Hace unos años rogaba al Señor que me ayudara a formar a mis hijos en la fe cuando apenas conocía padres católicos practicantes y ahora me he beneficiado de las oraciones y consejos de comentaristas y también de la Confraternidad de Madres Cristianas que menciono en el siguiente post.
¡¿Cómo poder expresar mi gratitud a Dios y a Su Ssma. Madre?! No tengo palabras para hacerlo. Creo que lo hace muy bien al final de su comentario.
Pero, a tenor de su comentario sobre la enfermedad, le enlazo algo que leí hace poco en el Diario de Santa Faustina, sobre cómo a veces dejamos de lado a los enfermos y llegan a sufrir un verdadero martirio.
http://www.santafaustina.org/diario/eucaristia/jesus_sacramentado.htm
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Susi, ¡la verdad es que es un sol en este blog!
Saludos
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María, muchas gracias por haber dejado esa reflexión. ¡Qué palanca más maravillosa nos ha puesto el Señor en el corazón! Sólo tenemos que aprender a usarla. Un saludo.
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Flavia, estupenda porque el Señor lo considera una obra de misericordia hecha por Su persona. :)
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Mauricio, me alegro que crea. Siento la tardanza en publicar su comentario.
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Carmen, me ha conmovido leer su testimonio de cómo supera sus sufrimientos con la ayuda de Dios. Espero que su comentario (que siento mucho haber tardado tanto en publicar) anime a otros en su peregrinaje por esta vida y que se hayan solucionado las dificultades que enfrentaba. Le tendré presente en mis oraciones y le agradezco su apoyo del blog. Un saludo.
Comprender estas hermosa reflecciones, me hacen ver, con mayor claridad, que servir a otro hermano (quien sea), no es una carga es un privilegio.
Porque nunca, jamas, pagaría a Mi Señor...Lo que El pago
por mi rescate...eternamente TE alabare...solo te pido y te pediré perdón, por hacer Tu preciosa Cruz, con mis deudas, mas pesada... Te amo...
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Tadeo Gutiérrez, gracias por haber compartido su hermosa oración al Señor (que siento mucho no haber publicado antes). ¡Alabado sea el Señor por siempre!
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