¿Podemos saber si estamos en gracia con Dios?
S. Juan Bautista, en el Evangelio del III domingo de Adviento, predica que el Señor: “tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga” (Lc. 3, 17). El mismo Señor resaltaría esa verdad de la existencia del Cielo y del infierno en su parábola de la cizaña: ‘Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero.’ (Mt. 13, 30)
El adviento es un tiempo de preparación y de conversión para la venida del Señor no sólo en la Navidad, sino especialmente nuestro encuentro con Él en el momento de nuestra muerte. ¿Hay alguna forma de saber si estamos en pecado mortal o no antes de ese juicio personal?
El lector Raúl comentó hace poco:
“Recuerdo que una vez, leyendo la lista de dogmas católicos, a través de un enlace que encontré precisamente en este blog [en este post], uno de los que más me sorprendió es uno que decía algo así como que ‘salvo una especial revelación divina nadie puede saber con certeza si se encuentra en estado de gracia con Dios’
Digo que me sorprendió porque no sé si el dogma se refiere solamente a gente que no se confiesa o no se ha confesado en mucho tiempo, o si incluye también a aquellos que se confiesan habitualmente.” .
El Dogma que leyó Raúl en ese enlace dice:
“23. Sin especial revelación divina, nadie puede saber con certeza de fe si se encuentra en estado de gracia. [1]
“[1] Contra los reformadores, que se proclamaban “salvos” con seguridad, el Concilio de Trento definió: “Si alguien considera su propia debilidad y su deficiente disposición, puede abrigar temor y recelo respecto de su estado de gracia, puesto que nadie es capaz de saber con certeza de fe no sujeta a error si ha alcanzado la gracia de Dios”, Dz. 802.
1Corintios 4:4, Filipenses 2:12, 1Corintios 9:27.”
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Ésta es la respuesta que ofrece Sto. Tomás de Aquino
(en Suma teológica - Parte I-IIae - Cuestión 112, Artículo 5)
¿Puede el hombre saber que se encuentra en gracia?
Objeciones por las que parece que el hombre puede saber que se encuentra en gracia.
1. La gracia está en el alma por su propia esencia. Ahora bien, según expone San Agustín en XII ‘Super Gen. ad litt’., todo aquello que se encuentra en el alma por su propia esencia lo conocemos con certeza absoluta. Luego el que posee la gracia lo puede saber con toda certeza.
2. La gracia es un don de Dios al igual que la ciencia. Pero aquel a quien Dios concede la ciencia sabe que la tiene, según aquello de Sab 7,17: ‘El Señor me dio la ciencia verdadera de las cosas que existen’. Luego, por la misma razón, quien recibe de Dios la gracia sabe que la tiene.
3. La luz es más fácil de conocer que las tinieblas, ya que, según dice el Apóstol en Ef 5,13, ‘todo lo que se manifiesta es luz’. Pero el pecado, que es una tiniebla espiritual, es conocido con certeza por el que lo comete. Luego con mucha más razón se conoce la gracia, que es una luz espiritual.
4. ‘Hemos recibido’, dice el Apóstol en 1 Cor 2,12, ‘no el espíritu de este mundo, sino el espíritu de Dios, para que conozcamos los dones que Dios nos ha concedido’. Pero la gracia es el principal de estos dones de Dios. Luego el hombre que recibe la gracia por obra del Espíritu Santo sabe por el mismo Espíritu que le ha sido dada.
5. Según Gén 22,12 se le dice a Abraham en nombre del Señor: ’Ahora conocí que temes al Señor’, es decir: ‘Te lo hice conocer.’ Mas aquí se trata de un temor santo, que no se da sin la gracia. Luego el hombre puede conocer que está en gracia.
Contra esto: está lo que se dice en Eclo 9,1: ‘Nadie sabe si es digno de odio o de amor.’ Pero la gracia santificante hace al hombre digno del amor divino. Luego nadie puede saber si posee la gracia santificante.
Respondo: De tres maneras podemos conocer una cosa.
En primer lugar, por revelación. Y de este modo se puede saber que se tiene la gracia. Porque Dios se lo revela a veces a algunos por un especial privilegio, para que ya en esta vida empiecen a disfrutar del gozo de la seguridad, para que emprendan grandes obras con más confianza y energía y para que soporten con más valor los males de la vida presente, de acuerdo con aquello que se le dijo a San Pablo según 2 Cor 12,9: ‘Te basta mi gracia.’
En segundo lugar, puede conocerse una cosa por sí misma y con certeza. Y de este modo nadie puede saber que tiene la gracia. Porque para conocer algo con certeza hay que estar en condiciones de verificarlo a la luz de su principio propio. Pues es así como se obtiene un conocimiento cierto de las conclusiones demostrables partiendo de principios indemostrables, y nadie puede saber que posee la ciencia de una conclusión si ignora los principios de la misma. Ahora bien, el principio de la gracia, como también su objeto, es Dios mismo, que por su propia excelencia nos es desconocido, según aquello de Job 36,26: ‘Dios es tan grande que rebasa nuestra ciencia.’ Y así, su presencia en nosotros, lo mismo que su ausencia, no puede ser conocida con certeza, como lo señala también Job 9,11: ‘Si viene a mí no le veo; si se aleja de mí no lo advierto.’ De aquí que.el hombre no puede juzgar con certeza si posee la gracia, de acuerdo con aquello de 1 Cor 4,3: ‘Ni aun a mí mismo me juzgo; quien me juzga es el Señor.’
En tercer lugar, una cosa puede ser conocida de manera conjetural por medio de indicios. Y de esta suerte sí puede el hombre conocer que posee la gracia, porque advierte que su gozo se encuentra en Dios y menosprecia los placeres del mundo, y porque no tiene conciencia de haber cometido pecado mortal. Y en este sentido se puede interpretar aquello de Apoc 2,17: ‘Al que venciere le daré del maná escondido que nadie conoce sino el que lo recibe.’ Quien lo recibe, en efecto, lo reconoce, porque experimenta una dulcedumbre de la que nada sabe quien no lo recibe. Sin embargo, este conocimiento es imperfecto. Por eso dice el Apóstol en 1 Cor 4,4: ‘De nada me arguye la conciencia, mas no por esto me creo justificado.’ Porque, según se dice en Sal 18,13: ‘¿Quién conoce sus faltas? Limpiame, Señor, de las que se me ocultan.’
1. Lo que está por su propia esencia en el alma es objeto de conocimiento experimental; pero sólo en la medida en que a través de los actos se experimentan los principios intrínsecos de los mismos, como percibimos la voluntad en el acto de querer y la vida en las operaciones vitales.
2. El tener certeza de nuestros conocimientos científicos pertenece a la naturaleza misma de la ciencia; e igualmente, el tener certeza de las verdades que conocemos por fe pertenece a la esencia misma de la fe. Y esto es así porque la certeza pertenece a la perfección del entendimiento, en el que estos dones se encuentran. Por eso el que posee la ciencia o la fe tiene la seguridad de poseerlas. Pero no sucede lo mismo con la gracia y la caridad y otros dones semejantes, que pertenecen a la perfección de las facultades apetitivas.
3. El pecado tiene por objeto el bien transitorio, que nos es conocido. Pero el objeto o fin de la gracia nos es desconocido a causa de la inmensidad de su luz, según aquello de I Tim 6,16: ‘Habita una luz inaccesible.’
4. El Apóstol habla en el texto aducido de los dones de la gloria, que se nos dan en esperanza, y que conocemos con toda certeza por la fe, aunque no sepamos con certeza si poseemos la gracia que nos permite merecerlos. O bien se refiere al conocimiento privilegiado que se tiene por una revelación, y por eso añade (v.10): ‘Dios nos lo reveló por el Espíritu Santo.’
5. Esas palabras dirigidas a Abraham pueden referirse a un conocimiento experimental consiguiente a la obra que acababa de realizar, puesto que en ella pudo experimentar que tenía temor de Dios. O bien pueden atribuirse a una revelación.
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De “Vida sobrenatural” en “Hablemos de la Fe”, Capítulo 5 (Ed. Rialp. Madrid, 1992), por Jesús Martínez García
“Puede servirnos de comparación una bombilla que se encuentra en un lugar oscuro y está apagada. Si la conectamos a un generador de electricidad por medio de un cable, la bombilla se encenderá. La electricidad que pasa por el cable no se ve, y por eso es peligroso tocar un cable suelto, porque no sabemos si estará conectado a la tensión eléctrica. La electricidad no se ve, pero sí sus efectos: puede dar luz, calor y mover grandes máquinas. Pues algo parecido sucede al alma en gracia. El pecado original desconectó sobrenaturalmente a los hombres de Dios (aparte de que dejó herida a la naturaleza del hombre). La Redención fue como el cable que Dios nos echó para restablecer esa ruptura y poder tener vida espiritual. Sin embargo, cada uno ha de conectarse con Dios y recibir la gracia, esa realidad sobrenatural que Dios crea e infunde en el alma del justo. Dios es el Justo, el Santo, la Bondad, y ha querido que podamos ser santos, buenos y justos cada uno si poseemos ese don sobrenatural. La gracia es una realidad que no se ve, tampoco se ve la electricidad, y no por eso no existe; no se ve porque es de orden sobrenatural, pero se nota por sus efectos.
Siguiendo con el símil de la electricidad, la gracia causa en el alma dos efectos principales: ahuyenta la oscuridad del pecado y transforma el alma, como la electricidad pone al rojo el filamento de la bombilla.”
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Con toda razón, al ser interrogada Sta. Juana de Arco sobre el estado de su alma, respondió la santa joven que si no estaba en gracia con Dios, pedía al Señor que le pusiera en gracia y si lo estaba, que conservara su alma en ella. Pidámosle al Señor lo mismo.
Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Qué indicios cree que da el pecado mortal en la vida del hombre? ¿Por qué cree que Dios dispuso que supiéramos con certeza (excepto por revelación divina) si estamos en gracia con Dios o no?
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18 comentarios
La vida de gracia no es algo misterioso, oculto o fuera del común entendimiento de las cosas; el efecto santificante de la misma aviva el entendimiento, despierta el sano conocimiento de las cosas de Dios y lleva a saber, sin duda, si se está o no en gracia de Dios.
El apetito de Dios de Ch. de Foucauld era insaciable, su deseo de corresponder al perdón y la misericordia le llevó a configurar su vida con Jesús abajándose más y más.Multiplicaba en sí mismo y en los demás las gracias recibidas, todo le parecía poco para corresponder al Señor.
Creo haber expuesto los "síntomas" reconocibles, para cualquiera, de estar en gracia, no obstante la consulta a un buen director de conciencia, en caso de duda no sobra; la conciencia, rectamente formada, como espacio íntimo entre Dios y yo, es el recurso del creyente para dilucidar estas cosas.
De todas formas mi padre espiritual (qepd), me aconsejaba que cuando hiciera una confesión general incluyera los pecados ocultos, esos que están camuflados y pueden estropear, no deshacer, la vida espiritual, en general, para una persona normal, de condición normal basta la gracia.
Esa fué la respuesta del Señor a S.Pablo cuando, dolido por cierto pecado que no lograba quitar del todo, estaba preocupado con la limpieza de su alma:
Te basta mi gracia IICor 12 8-10
TODO ES GRACIA, ¡no nos compliquemos la vida queriendo buscar tres pies al gato!.
Perdón si me alargué más de la cuenta.¡Santo Adviento!
Multiplicar la gracia es algo que hace el Señor, pero nosotros podemos multiplicar las acciones por las cuales nos hacemos mejores dispuestos para recibir esa gracia, ese don que el Señor no tiene que darnos pero lo hace por Su Bondad. Muchas gracias por su comentario y no se preocupe por alargarse ya que suelo ser yo la que lo hace. :) Un saludo.
Recuerdo cómo Sta. Faustina Kowalska y otros santos recomendaban confiarse a la Misericordia de Dios - eso sí, sin descuidar los Sacramentos de la Iglesia. Ella se confesaba regularmente y obedecía a su confesor a pesar de gozar de visiones del Señor. El mismo Señor bendecía la obediencia que mostraba esta santa a su confesor. Vivir confiando en la salvación que nos obtuvo el Señor significa vivir obedeciendo los mandatos del Redentor.
Sí, también pienso que uno puede tomarse el pulso, en cierto sentido, de su vida espiritual examinando los Sacramentos y la oración en su vida. Un saludo, y es un placer leerle.
Saberse en Gracia es creerse en Gracia y por ello presunción. ¡Cuidado!
Pero sí es verdad que casi todos los santos creían que eran [basura], porque cuanta más luz más se daban cuenta de las manchas del pecado.
Yo creo que nadie puede saber realmente con certeza si se encuentra en estado de gracia con Dios, ni siquiera después de confesarse. No sé, pueden ser muchas cosas, confesiones mal hechas, de cualquier forma, o sin verdadero arrepentimiento, de forma rutinaria, casi como obligación. También existen muchos pecados de los que estoy seguro que mucha gente ni se confiesa. Es más, ni siquiera los considera pecado. Todos podemos confesar determinado tipo de pecados a los que damos más importancia, pero quizá existen muchos otros en los que caemos constantemente, y no nos damos cuenta de ello. Y a lo mejor son los que realmente nos están arruinando.
Y luego, por supuesto, está el tema de nuestra irremediable recaída en el pecado, a veces constantemente en los mismos que una vez tras otra confesamos ante el cura, que casi ya se tiene que aburrir de escucharnos decir siempre lo mismo... La pregunta es inevitable: ¿existe un verdadero y sincero arrepentimiento, que sea agradable a los ojos de Dios, cuando nos confesamos?
Creo que la virtud más importante a ojos de Dios es la humildad. La soberbia es algo terrible, la raíz de todos los demás pecados. Y es ella precisamente la que nos puede engañar haciéndonos creer que somos dignos a los ojos de Dios.
Almudena, realmente puedes estar totalmente segura de que si murieses ahora, Dios no podría reprocharte nada? y cuando digo nada, me refiero a algo que pudiera hacerte indigna de Él...? No sé si existe alguien que pueda estar tan seguro de algo así.
No está nunca de más recordar las palabras de la Misa, tomadas del Evangelio: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa...".
Siempre me acuerdo de las palabras de la Virgen a Santa Faustina Kowaltska: "Quiero que practiques las tres virtudes que son las más grandes y amadas por el Señor: La primera es humildad, humildad y otra vez humildad (...)".
María Lourdes, le agradezco la molestia que se ha tomado en el tema y el excelente trabajo realizado. No es nada sencillo de comprender todo lo expuesto en su post. Por eso lo reeleré detenidamente unas cuantes veces, porque es muy importante.
Muchas gracias y un cordial saludo.
Con la conciencia que tenemos basta por nuestro bien, para que no nos hagamos orgullosos pero que tengamos conciencia de si hemos cometido algún pecado mortal o no (para lo cual necesitamos consentir). Si no fuera así, el Señor nos hubiera concedido saber más. Me recuerda al árbol de la ciencia del bien y del mal en el Paraíso, que Adán y Eva no necesitaban pero que deseaban. Lo único que necesitamos desear es a Dios mismo.
Es muy prudente esta cita de S. Pablo: "De nada me arguye la conciencia, mas no por esto me creo justificado." (1 Cor. 4, 4). Estoy de acuerdo con lo que dice sobre cómo se ven las manchas más cuanto uno se acerca más a Dios. Las almas en el Purgatorio las ven mucho mejor que cuando estaban en la tierra. Un saludo.
La verdadera conversión es la que nos da la pauta de un antes y un después, cambiar de vida como dice el Evangelio.
Ahora con el nuevo arrepentimiento , la conversión, no termina de una el apetito del pecado.Es una lucha sin cuartel , constante, parece en desventaja. Las tentaciones se multiplican , aparentemente se ha perdido la paz interior, sólo queda la confianza en la misericordia de Dios y de la Virgen María que como Madre no dejará precipitarme al abismo. En conclusión no tengo la certeza de tener la gracia de Dios , pero sigo confiando.
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