¿Por qué es bueno memorizar oraciones aunque no se comprendan aun del todo?
La memorización es sólo un primer paso en el entendimiento de cualquier cosa, no sólo en el ámbito espiritual y religioso. Según el “American Council on the Teaching of Foreign Languages” (ACTFL) que conduce examinaciones de proficiencia verbal en el ámbito escolar y profesional, cuando uno comienza a aprender un nuevo idioma y se expresa a nivel de “novato medio”:
“se comunica a nivel mínimo y con dificultad usando un número de palabras aisladas y frases memorizadas limitadas por el contexto particular en que se ha aprendido el idioma. Cuando responden a preguntas directas, pueden expresar sólo dos o tres palabras a la vez o una respuesta ocasional memorizada. Pausan con frecuencia mientras buscan vocabulario simple o intentan reciclar sus propias palabras y las del interlocutor. […]” (“ACTFL Proficiency Guidelines – Speaking” (1999) – traducido del .pdf en inglés)
Algo muy diferente pasa cuando uno ya alcanza el nivel superior (lo cual no se hace sin pasar antes por los niveles inferiores) y puede elaborar ideas más sofisticadas y abstractas sin problemas. Aunque podrían no estar libres de todo error en el uso del idioma, esos errores no distraen ni son obstáculos para la comunicación.
¿Y en nuestra comunicación con el Señor?
Hay programas de catequesis en los EE.UU. en las cuales, aunque haya niños de 3 y 4 años en ellos, no se enseñan las oraciones fundamentales de la fe católica (Señal de la Cruz, Padre Nuestro, Avemaría, Gloria…) hasta poco antes de la Primera Comunión (a los 7 años, más o menos). Años después, bastantes adolescentes preparándose para la Confirmación todavía no se saben esas oraciones y se tienen que esforzar para memorizarlas.
Algunos se podrían preguntar que por qué importa memorizar esas oraciones si se pueden encontrar por escrito y si tiene sentido hacer que los niños se memoricen oraciones que no comprenden del todo. Además, ¿no sabe ya perfectamente el Señor lo que le queremos decir sin necesidad de palabras?
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S. Antonio María de Claret, al escribir “De la primera educación” en el Capítulo IV de su “Autobiografía” (.pdf), explica cómo llegó a comprender la importancia de aprender de memoria cosas sobre la fe católica:
“25. […]Mi padre todos los días, después de haber comido, que comíamos a las doce y cuarto, me hacía leer en un libro espiritual, y por las noches nos quedábamos un rato de sobremesa y siempre nos contaba alguna cosa de edificación e instrucción al mismo tiempo, hasta que era la hora de ir a descansar.
“26. Todo lo que me referían y explicaban mis padres y mi maestro lo entendía perfectamente, no obstante de ser muy niño; lo que no entendía era el diálogo del Catecismo, que lo recitaba muy bien, como he dicho, pero como el papagayo. Sin embargo, conozco ahora lo bueno que es saberlo bien de memoria, pues que después con el tiempo sin saber cómo ni de qué manera, sin hablar de aquellas materias, me venía a la imaginación y caía en la cuenta de aquellas grandes verdades que yo decía y recitaba sin entenderlas, y me decía: ‘¡Hola! ¡Esto quiere decir esto y esto! Vaya qué tonto eras que no lo entendías.’ A la manera que los botones de las rosas que con el tiempo se abren, y si no hay botones, no puede haber rosas; así son las verdades de la Religión: si no hay instrucción de Catecismo, hay una ignorancia completa en materias de Religión, aun en aquellos hombres que pasan por sabios. ¡Oh, cuánto me han servido a mí la instrucción del Catecismo y los consejos y avisos de mis padres y maestros…!
“27. Cuando después me hallaba solo en la ciudad de Barcelona, como en su lugar diré, al ver y oír cosas malas, me recordaba y me decía: Eso es malo, debes huirlo; más bien debes dar crédito a Dios, a tus padres y a tu maestro, que a esos infelices que no saben lo que se hacen ni lo que dicen.
“28. Mis padres y maestro no sólo me instruyeron en las verdades que había de creer, sino también en las virtudes que había de practicar. […]”
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Cuando Poncio Pilato interró al Señor en el Evangelio de la Solemnidad de Cristo Rey, el Señor le preguntó: “‘¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?’” (Jn. 18, 34) Nos pregunta lo mismo, forzándonos a usar nuestras mentes y todo nuestro ser para establecer una relación personal con Dios. La Caridad, el Amor de Dios está sobre todo, pero hace falta conocerle antes de poder llegar a amarle. Además, como resalta S. Antonio María Claret, no es cuestión sólo de memorizar, sino también de llevar a la práctica lo memorizado.
El conocimiento es la semilla que tiene que brotar en el Amor, como nos muestra la vida de Sta. Catalina de Alejandría (s. IV?), la Patrona de los filósofos. Llegó a convertirse por sus estudios y pudo debatir temas de la fe con grandes sabios de su tiempo por haber antes aprendido mucho “de corazón”.
Se dice que consiguió tan buenos resultados ayudándoles a convertirse, que en esos tiempos de persecución no sorprendió que acabó martirizada por su fe. Hoy en día sus restos se encuentran en el Monte Sinaí. Que Sta. Catalina de Alejandría nos ayude a usar mejor nuestra memoria para alabanza y gloria de Dios.
“¡Oh, quién mediera que todas las almas conocieran cuán bueno es Dios, cuán amable y cuán amante! ¡Oh, Dios mío!, haced que todas las criaturas os conozcan os amen y os sirvan con toda fidelidad y fervor. ¡Oh, criaturas todas! Amad a Dios, porque es bueno, porque es infinita su misericordia.” (S. Antonio María de Claret, “Autobiografía”, 42)
Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Qué ventajas tiene el memorizar oraciones? ¿Tiene alguna anécdota que ilustra la importancia de tener las oraciones memorizadas?
Mañana – S. Leonardo de Porto Mauricio – “‘Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?’” (Jn. 18, 34)
13 comentarios
El anciano le respondió: tu has visto a ciertos encantadores de serpientes, tocan una música que hace que las serpientes "bailen". Las serpientes no entienden esa música, pero la obedecen. Así actúan las oraciones con nuestras pasiones, con nuestros errores, con el mal que nos acecha. Nosotros no entendemos esas oraciones pero nos ayudan a dominar nuestras pasiones y a vivir más cerca de Dios.
Mucha gente actualmente, parece despreciar la oración verbal, la oración tradicional, parece que la única forma de rezar es "hablar con Dios". En mi opinión el que desprecia la oración tradicional desprecial la oración.
No creo que nadie que de verdad rece, rechace rezar con oraciones tradicionales, creo que una oración (padrenuestro, avemaría, etc...) sentida es un buén punto de partida para la reflexión y la interiorización. En mi caso, por lo menos, es así.
La mayoría de los que lo rezamos probablemente lo aprendimos de pequeños, pero a pesar de eso siempre puede parecer nuevo dependiendo de las circunstancias en que lo rezamos. Lo más importante es la intención con que rezamos, dándonos cuenta de que nunca vamos a poder comprender perfectamente en este mundo las riquezas que contiene.
Por eso me parece que se puede ir enseñando a los niños a rezar desde muy temprana edad, que no hace falta esperar hasta que tengan 6, 7 años. Si les enseñamos tantas otras cosas antes de esa edad, ¿cómo no enseñarles a rezar? Si a los bebés se les canta el abecedario y se les repiten los números para que vayan aprendiendo las letras y los números, ¿por qué no rezar una y otra vez verbalmente con ellos? Un saludo.
Otras maravillosas costumbres son bendecir la mesa y rezar el Rosario en familia. Todos dicen las mismas palabras, pero muchísimas cosas puede decir cada uno al Señor por ellas. No olvidemos lo más importante... asistir juntos a la Santa Misa, donde las oraciones también se pueden ir aprendiendo desde niños para que vayan madurando a lo largo de la vida. Espero que mis hijos no pierdan nunca la costumbre de rezar todos los días.
En vez de leer cuentos al acostarse, se puede leer también vidas de santos para niños de vez en cuando o historias del Evangelio. Siempre resalto la diferencia diciendo "Colorín, colorado, este cuento se ha acabado" para los cuentos, pero diciéndoles que las vidas de los santos y lo que les cuento de la vida del Señor no son cuentos. Por cierto, me encanta el nombre de su hija, que también es el de mi madre. Saludos.
Mi madre nos cuenta que incluso siendo bebés, nos cogía la manita y nos hacía la señal de la cruz. Desde muy pequeños,nos enseñó a rezar bastantes cosas- igual que nos contó muchos cuentos por las noches...- y eso nos ayudó a todos los hermanos a ir aprendiendo a hablar con Dios. Además, hay que tener en cuenta que Dios ama especialmente la oración de las almas puras, como las de los niños.
COn el paso del tiempo, esas oraciones se mantienen, o se rezan otras más de adultos, o más personales, o incluso se mantienen como muestra de infancia espiritual.
Es bueno saber oraciones de memoria,lo mismo que , como dice ML, saber historias de santos. EN mi casa siempre hubo libros de sus vidas, adaptados a los niños, y nos fuimos habituando a saber que había niños como nosotros que dieron su vida por Jesús, que lo siguieron como religiosos, que cumplieron por encima de todo Su voluntad... Es muy aleccionador y anima a ser santos.
También hago la señal de la cruz por mis hijos desde que son pequeños en la Misa, antes de rezar, al tomar agua bendita... ya mi hijo lo hace por su cuenta y mi hija lo intenta hacer sola. Saben ahora que el "Hijo" es Jesús y se dan cuenta de que la forma es la misma que la del crucifijo.
Cada oración es toda una catequesis con la cual van creciendo. Muchas gracias por compartir sus recuerdos de cómo transmitía la fe católica su madre por la oración y las vidas de santos. Un saludo.
O ser conscientes que rezar no es sólo pensar o decir algo, también es muchas otras cosas: entrar a una iglesia solitaria y quedarse allí callado.
Yo lo hago muchas veces y le digo: "total, para decirte tonterías, pues cierro la boca y punto".
Me conmueve el detalle que tuvo el Señor recordándole el "Ánima Christi" en el momento más oportuno. Aquí puede oír esa oración cantada por la Hermana Glenda durante una Adoración Eucarística: http://www.youtube.com/watch?v=fqr-B1D47_A
Que la Ssma. Virgen María nos enseñe a todos a rezar mejor cada día.
No hacen falta las palabras para hablar con Dios y le podemos encontrar en el silencio, pero me parece que sí nos hacen falta para enseñarles a nuestros hijos a establecer una mejor relación con Dios, a conocerle y a amarle para querer hablar con Él, a buscarle en ese silencio. La primera palabra del Padre Nuestro ya da mucho para meditar...
Pero también hay quienes por el silencio y la oración personal descuidan asistir a la Santa Misa, la mejor oración de la Iglesia por estar Cristo mismo presente, rezando por nosotros. Un saludo.
zmárnan lkón wlaraqqedtún: a vosótros cantámos y-no-bailásteis
alénan wlaarqedtún: plañímos y-no-danzásteis.
El Señor también nos ayuda a recordar sus enseñanzas con parábolas, con metáforas que sus oyentes comprenderían, pero también a base de repeticiones de frases (las bienaventuranzas) y usando frases de estructuras paralelas que contrastan como en la parábola del rey que juzga (Mt. 25, 31-46): "Tuve hambre y me disteis de comer. Tuve sed y me disteis de beber. [...] Tuve hambre y no me disteis de comer. Tuve sed y no me disteis de beber." Un saludo.
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