¿Preguntamos cosas al Señor más como los fariseos o como los apóstoles?
En el Evangelio del XXII Domingo de Tiempo Ordinario: “Los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: ‘¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?’” (Mc. 7, 5) Ellos se acercaban al Señor para hacerle preguntas, lo cual también hacían los apóstoles y otros en el mismo Evangelio. Examinando algunas características de las preguntas que le hicieron al Señor podremos discernir mejor si nos acercamos al Señor más como los fariseos o como los apóstoles.
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1) ¿Cuándo nos acercamos a Él con nuestras dudas?
Los fariseos se acercaban al Señor en público ante muchedumbres y en el templo, por ejemplo, mientras que los apóstoles solían esperar a que estuvieran a solas con Él [Ver (Mc. 4, 10), (Mc. 9, 28), (Mc. 13, 3)]. Tras responder Jesús a los fariseos sobre las manos impuras, los apóstoles todavía no le comprendían. “Cuando se hubo retirado de la muchedumbre entrado en casa, le preguntaron los discípulos por la parábola” (Mc. 7, 17).
2) ¿Quién es el Señor para nosotros?
Los fariseos en sus corazones se decían sobre el Señor, por ejemplo: “Blasfema.” (Mc. 2, 7), pero ante otros le adulaban para intentar ganar su confianza y hacerle responder a preguntas, poniéndole en aprietos: “ ‘Maestro, sabemos que eres sincero, que no te da cuidado de nadie, pues no tienes respetos humanos, sino que enseñas según verdad el camino de Dios: ¿Es lícito pagar el tributo al César o no? ¿Debemos pagar o no debemos pagar? (Mc. 12, 13-14).
Mientras, los apóstoles no gastaban palabras adulándole sino que sinceramente le consideraban su “Maestro”, el Mesías esperado, sin necesidad de preguntarle si lo era (aunque no comprendían bien la misión del Mesías). Se asombraban del poder del Señor, pero no pensaban que venía de los demonios como creían los fariseos. Éstos criticaban las acciones del Señor, como cuando le preguntaron tras echar a los mercaderes del templo: “¿Cón qué poder haces estas cosas o quién te ha dado poder para hacerlas?” (Mc. 11, 28).
3) ¿Cómo nos vemos ante el Señor?,
Los fariseos se consideraban superiores al Señor preguntándole sobre lo que veían como prácticas contrarias a la ley de Moisés sobre el ayuno (Mc. 2, 18) y el sábado (Mc. 2, 24), por ejemplo. Pero, los apóstoles se reconocían ignorantes, hasta más que los escribas. A pesar de haber presenciado la Transfiguración, no se enorgullecían, sino que preguntaban: “¿Cómo dicen los escribas que primero ha de venir Elías?” Mc. 9, 11).
4) ¿Qué nos motiva?
S. Marcos muestra que cuando le preguntaban algo, los fariseos lo hacían “tentándole” (Mc. 10, 2), “para sorprenderle en alguna declaración” (Mc. 12, 13). Le hacían preguntas cuyas respuestas creían ellos ya saber. Enviaban los que pensaban ser más sabios “los príncipes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos”(Mc. 11, 27) sobre lo que ya creían que sabían mucho. Los saduceos no creían en la resurrección y le preguntaban sobre una situación muy improbable de la resurrección de una mujer con siete esposos (Mc. 12, 23).
El pontífice judío le preguntó a Jesús: “¿No respondes nada? ¿Qué es esto que testifican contra ti?” (Mc. 14, 60) y “¿Eres tú el Mesías, el hijo del Bendito?” (Mc. 14, 61) para poder condenarle.
Sin embargo, los apóstoles preguntaban sobre cosas que no entendían por su propia cuenta y para intentar servir mejor al Señor, como cuando le preguntaban con gran confianza cómo poder dar de comer a la gente en el desierto [Ver (Mc. 5, 37) y (Mc. 8, 4)] o “¿Dónde quieres que vayamos para que preparemos la Pascua y la comas?” (Mc. 14, 12). También mostraban su preocupación de lo que pensara el Señor de ellos o buscando su ayuda: “Maestro, ¿no te da cuidado de que perezcamos?” (Mc. 4, 39) o “¿Soy yo?” (Mc. 14, 19) cuando se enteraron de que uno de ellos entregaría al Señor.
5) ¿Cuál es nuestra reacción ante la respuesta del Señor?
Las respuestas del Señor solían sorprender a los que le preguntaban algo. Los fariseos no lograban atraparle mientras enseñaba y los apóstoles oyeron del Señor reproches sobre su falta de fe y entendimiento. Pero, mientras los fariseos planearían la muerte del Señor, los apóstoles dejaron todo para seguirle y estaban dispuestos a morir por Él.
A todos, hasta a los fariseos, indica el Señor una respuesta a la pregunta que hizo el joven rico: “ ‘Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?’” (Mc. 10, 17), pero no todos estarían dispuestos a dejar todo por Él. A todos pregunta también de diferentes formas: “¿Por qué pensáis así en vuestros corazones?” (Mc. 2, 8), buscando la pureza de intención. “Pureza de intención. -La tendrás siempre, si, siempre y en todo, sólo buscas agradar a Dios.” (S. Josemaría Escrivá, Camino, n. 287).
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¿Qué clase de preguntas le hacemos al Señor en nuestras vidas? ¿Son siempre puras nuestras intenciones? Hasta los apóstoles hacían preguntas con cierto interés propio en cuenta, pero escuchando atentamente las respuestas del Señor y poniendo en práctica lo que oían, llegaron a ser santos. Que así sea también en nuestras vidas, por la gracia de Dios.
“El que no procura ser visto por los hombres, aun cuando haga algo en presencia de los hombres, no puede decirse que actúa en presencia de ellos: el que hace algo por Dios, no ve más que a Dios en su corazón, por quien hace aquello, como el artista tiene siempre presente a aquella persona que le encargó la obra en que se ocupa.” (S. Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. 1P 337)
[Post relacionado: “¿Somos hipócritas? Una escala para medir la rectitud de intención”]
Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Qué clase de preguntas suele hacer al Señor en su vida? ¿Qué cree que se puede aprender de las preguntas de los fariseos y de los apóstoles?
Mañana: S. Ramón Nonato - “lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre” (Mc. 7, 20)
6 comentarios
El otro lado de la pregunta es la respuesta, que en el caso del Señor debe ser también acogida con humildad y proposito de comprensión.
Ojala nos hiciéramos como niños cuando nos acercamos a preguntar al Señor, pues la pregunta sería más sincera y la aceptación de la respuesta más humilde.
+ Bendiciones.
De las preguntas de los fariseos, aprendemos la lección de descubrirnos vergonzantemente muchas veces en ellas.
A mí me encantan las preguntas que hacen los niños sobre nuestra fe, porque dando clases de catequesis y como madre he acabado profundizando un poco más en mi conocimiento de la fe por lo que aprendo de ellos. Es maravilloso ver cómo se cumple que el Señor enseña a los pequeños lo que oculta de los sabios. Un saludo, y le deseo un buen viaje a Chicago este mes.
Pero, también menciona el evangelio de S. Marcos el fariseo que le preguntó al Señor sobre el primer mandamiento al ver que otros le hacían preguntas difíciles al Señor. Recibida la respuesta, reconoció que el Señor decía la verdad, mereciéndose oír del Señor que no estaba lejos del Reino de los Cielos.
Además, Nicodemo también hizo preguntas al Señor, pero le buscó por la noche y le habló a solas. Eso me recuerda la importancia de buscar respuestas del Señor en la intimidad de la oración, en el silencio, cuando mejor le podemos oír.
Le agradezco sus aportaciones al blog y también el enlace que dejó al foro "Católicos por el mundo". Un saludo.
¿Será que los que le preguntaban al Señor cosas sinceramente como los apóstoles buscaban profundizar su relación con Él? ¿Será que el Señor espera que le hagamos preguntas para ayudarnos personalmente a crecer en la fe? Quizás serán esas preguntas "a nuestra altura" (como comenta) las que nos acerquen más a la Altura del Señor para los fines que Él disponga. Muchas gracias por compartir su reflexión.
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