"Diles que les amo"
En una escuela católica donde daba catequesis me llamó la atención una pequeña placa junto a la oficina de la directora: “‘Tell them that I love them’ – Jesus” (“ ‘Diles que les amo’ – Jesús”), que no es una cita bíblica. Vi una placa con la misma inscripción en la sala de urgencia de un hospital católico. En ninguno de esos lugares me dijo nadie que Jesús me ama, pero en silencio esa frase grita grandes verdades.
Recuerda el gran Amor que Dios nos tiene, pero también lo poco que correspondemos los hombres a ese Infinito Amor porque si le amáramos de verdad, no necesitaríamos que nadie nos lo recordara y si ardiéramos de amor de Dios, ya se notaría en todo lo que hacemos.
S. Bernardo de Claraval (1090-1153) estaba tan enamorado de Dios que no sólo insistió en seguir su vocación a un monasterio a pesar de la oposición de su familia, sino que se llevó consigo a más de treinta hombres, entre ellos algunos parientes, y en su vida atrajo a cientos más a la vida cisterciense. ¿Cómo les comunicó con tanto éxito que Dios les ama?
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Quizás oyeron de este Doctor Melífluo (“boca de miel”) de la Iglesia: “Debemos amar a Dios porque Él es Dios, y la medida de nuestro amor debe ser amarlo sin medida.” Predicó sin parar por obediencia a los obispos y el Papa, que le mandaban por toda Europa. Su éxito se debía a que practicaba el consejo que dió a un monje de su monasterio cuando llegó a ser el Papa Honorio III: “Malditas serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo a la oración y a la meditación.” Fue capaz de distilar de sus largas horas de oración nocturnas palabras que encendían el fervor de los que le oían.
“El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. […] el amor es lo único con que la criatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.”(Sermón 83, 4-6)
Añade también que “el Verbo es el primero en amar al alma, y que la ama con mayor intensidad.” (Sermón 83, 4-6) Por eso quiso el Señor hacerse verdaderamente presente en la Eucaristía. En el Evangelio del XX Domingo de Tiempo Ordinario el Señor nos dice que el que come ese Pan: “habita en mí y yo en él” (Jn. 6, 56).
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En nadie encontró el Señor mejor templo en el cual habitar que en la Ssma. Virgen María, cuyo amor de Dios es insuperable en toda la Creación y de quien dice S. Bernardo al meditar la Anunciación a María:
“Fue, pues, la bienaventurada Virgen María fuerte en el propósito [de vivir sólo para Dios virginalmente], templada en el silencio, prudente en la interrogación [al ángel], justa en la confesión [de ser esclava del Señor].
“Por tanto, con estas cuatro columnas [de las virtudes cardinales] y las tres predichas de la fe [las Tres Personas de la Ssma. Trinidad] construyó en ella la Sabiduría celestial una casa para sí. La cual Sabiduría de tal modo llenó la mente, que de su Plenitud se fecundó la carne, y con ella cubrió la Virgen, mediante una gracia singular, a la misma sabiduría, que antes había concebido en la mente pura.
“También nosotros, si queremos ser hechos casa de esta sabiduría, debemos tallar en nosotros las mismas siete columnas, esto es, nos debemos preparar para ella con la fe y las costumbres.” (Fuente: www.corazones.org)
El amor no es sólo un sentimiento, sino algo que se debe demostrar por obras. Del que tenemos las preciosas palabras del Salve: “¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!” también tenemos esta bella oración para pedir la ayuda de la Ssma. Virgen María cuando nuestras obras no reflejan el amor de Dios que quisiéramos:
Memorare de S. Bernardo
“Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benígnamente. Amén.”
Si le preguntáramos a S. Bernardo: “¿Qué es lo que más nos impide dar a conocer a otros el Amor de Dios?”, quizás ésta sería su respuesta: “No eres más santo porque no eres más devoto de María.”(S. Bernardo)
Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Cuándo fue la última vez que le dijo a alguien que Dios le ama? ¿Lo hace con frecuencia? ¿Es necesario decirles a otros verbalmente que Dios les ama?
Mañana: S. Pio X – “si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn. 6, 53)
10 comentarios
Es lo que dice S Bernardo "El amor basta por sí solo",tal como nos lo dice Juan "Dios es amor",¿por qué se predica en cualquier clave (psicológica,sociológica,emocional,...) pero no en única clave que merece la pena : la clave del amor.
Lo que ejercemos aspostolado directo,¿de qué hablamos?,yo,personalmente,no pasan más de 2-3 minutos sin que salga el amor a relucir,venga o no a cuento,...que siempre,siempre viene.
Estoy de acuerdo con Ana en que haya personas como usted insistiendo en hablar sobre el amor (aunque no siempre parezca que la gente quiera oírlo). Un saludo.
Pero, los temas que se tratan deberían de estar todos centrados en el Amor de Dios, no uno de algodón dulce, sino el misterio profundo que da sentido a nuestra existencia.
En los Evangelios Jesús predicaba sobre el Reino de Dios y la necesidad de conversión. Lo hacía con Amor y por Amor, como deberíamos de hacer las cosas los que le seguimos y creemos en ese Amor. Si nos lo creyéramos de verdad, con verdadera humildad, no sería tan sorprendente oírlo de alguien, como me ha pasado a veces. Un saludo.
"¿Quién habrá entre vosotros que, teniendo cien ovejas y habiendo perdido una de ellas, no deje las noventa y nueve en el desierto y vaya en busca de la perdida hasta que la halle?" (Lc. 15, 4)
Reconozco que no soy una de los que buscan con tanta valentía a la oveja perdida imitando al Buen Pastor, pero doy gracias al Señor de que ha mandado a gente generosa en el mundo como a S. Bernardo. Gracias por la cita.
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