VIII. El modo de la concepción de Cristo
La encarnación del Verbo en una mujer[1]
Al tratar «la concepción del Salvador en sí misma»[2], además de estudiar la genealogía de Jesús, Santo Tomás lo hace también sobre el papel que tuvo la Santísima Virgen en la concepción de Cristo por obra del Espíritu Santo. En primer lugar, establece que, aunque la concepción de Cristo fuera sobrenatural, el Hijo de Dios se encarnó en una mujer. Así se afirma en la Escritura, pues: «está lo que San Pablo dice: «Dios envió a su Hijo, nacido de mujer» (Gal 4, 4)»[3].
Asimismo da tres razones sobre la idoneidad del modo como lo hizo Dios, porque: «aunque el Hijo de Dios hubiera podido tomar carne humana de cualquier materia que hubiese querido, fue sin embargo convenientísimo que la tomase de una mujer».
La primera, porque: «de este modo fue ennoblecida toda la naturaleza humana» tanto en el sexo masculino como el femenino, Cristo tomó la naturaleza humana en el primero, y, como dice San Agustín, puesto que: «la liberación del hombre debió manifestarse en los dos sexos (…) era también conveniente que se hiciese patente la liberación del sexo femenino, naciendo tal varón de una mujer» (Ochent. y tres cuest., c. 11)» .