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2.01.20

LXXIII. Las profecías

829. –¿El hombre con su razón puede conocer algunos futuros contingentes o no necesarios?

–En la Suma contra los gentiles, declara Santo Tomás que: «Algunos futuros contingentes pueden ser previstos por los hombres no ciertamente en cuanto futuros, sino en cuanto que preexisten en sus causas, conocidas las cuales en sí mismas o bien en algunos de sus efectos manifiestos, llamados signos, el hombre puede tener un conocimiento previo de algunos efectos futuros».

Es un saber, que proporcionan las ciencias de la naturaleza, por el conocimiento que pueden tener de la causas de las cosas, directamente o bien indirectamente por sus efectos o resultados primeros, puede predecir otros futuros efectos. Así, por ejemplo: «el médico prevé la muerte o la salud futuras por el estado del vigor natural, que conoce mediante el pulso, la orina y otras señales parecidas».

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16.12.19

LXXII. Los carismas

817. –¿Además de todo el germen divino, en que consiste la gracia que nos hace gratos a Dios, o gracia santificante, infundida por Dios en el fondo del alma humana y en sus potencias, o facultades, como virtudes infusas, ¿el hombre recibe otro clase de gracia?

–Al organismo sobrenatural de la gracia, constituido por las gracias entitativas y las operativas –las virtudes y los dones–, hábitos permanentes, puede añadírsele otro tipo de gracias, también recibida, que se denominan gracias gratis datae, gratis dadas. Estas gracias, denominadas «carismas», o dones, están destinadas, como afirma Santo Tomás en el capítulo, que les dedica en la Suma contra los gentiles, a «la instrucción y confirmación de la fe».

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2.12.19

LXXI. El mérito de las buenas obras

806. –Según lo explicado, la gracia que nos hace gratos a Dios, o gracia santificante, causa tres efectos principales y fundamentales: recibir la participación de la naturaleza divina y la vida sobrenatural, que implica ser hijos adoptivos de Dios y estar justificados; ser verdaderos herederos de Dios; y ser hermanos y coherederos con Cristo. La gracia causa también tres efectos operativos: la caridad –que nos hace amigos de Dios y que inhabite en el alma–; la fe; y la esperanza. ¿Produce más efectos la gracia en el alma de quien la recibe?

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18.11.19

LXX. La esperanza y la salvación

793. –¿La gracia, además de causar la caridad y la fe, causa también la virtud teologal de la esperanza?

–En el capítulo siguiente al dedicado a la fe, de la Suma contra los gentiles, afirma Santo Tomás: «Puede demostrarse también por estas mismas razones que la esperanza de la bienaventuranza futura es causada en nosotros por la gracia»[1].

En la Suma teológica, se explica que: «el objeto de la esperanza es el bien futuro, arduo y posible de poseerse». Además, que: «una cosa es posible de dos modos: por nosotros mismos o por los demás, como se ve en Aristóteles (Ética III, 3, 13). En cuanto esperamos algo posible por el auxilio divino, nuestra esperanza alcanza al mismo Dios, por apoyarse en su auxilio»[2]. Indica que, por ello: «la esperanza se dirige principalmente a la bienaventuranza eterna y secundariamente a las otras cosas que se piden a Dios en orden a ella»[3].

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4.11.19

LXIX. La fe y la humildad

780. –La gracia causa la virtud teologal de la caridad, ¿causa también la fe?

–Probada la tesis sobre el amor como efecto de la gracia, en el capítulo siguiente de la tercera parte de la Suma contra los gentiles, Santo Tomás argumenta: «como la gracia divina causa en nosotros la caridad, es necesario que cause también la fe»[1].

En la Suma teológica, define el creer, que es el acto propio de la virtud teologal de la fe, como: «un acto del entendimiento determinado al asentimiento del objeto por el imperio de la voluntad»[2]. Explica más adelante que, por una parte: «el entendimiento del creyente asiente a la cosa creída no porque la contemple en sí misma o reduciéndola a los primeros principios, en sí evidentes, sino por imperio de la voluntad»[3].

Por otra, que: «aunque: «el creer depende, ciertamente de la voluntad del hombre», y, por tanto, de su libertad, «sin embargo, es necesario que la voluntad del hombre sea preparada por Dios mediante la gracia»[4].

Además de la libertad, por tanto: «es necesario asignar otra causa interior que mueva a asentir interiormente a la verdad creída». Advierte seguidamente que: «para los pelagianos, esa causa sería solamente el libre albedrío; por eso afirmaban que el comienzo de la fe está en nosotros, puesto que de nosotros depende el estar dispuestos a asentir a las verdades reveladas; y que su consumación viene de Dios, por quien nos son propuestas las verdades que debemos creer».

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