II. La Filosofía
1. ––En la iconografía de Santo Tomás de Aquino, cuando se le presenta sosteniendo un libro abierto, en las dos páginas, que se ven, están siempre escritas las palabras latínas «Veritatem meditabitur guttur, et labia mea detestabuntur impium». ¿En qué tienen que ver con la vida y la obra del Aquinate?
––Esta frase, tomada de la Sagrada Escritura[1], que puede traducirse por: «Mi boca medita en la verdad y mis labios aborrecerán lo impío», es el lema, que encabeza la obra Suma contra los gentiles deSanto Tomás. El libro está encabezado por este versículo, que expresa muy adecuadamente lo que consideró el Aquinate como la misión de su vida. Sintió desde muy joven que debía prepararse para ejercer el «oficio de sabio», el de buscar la sabiduría y, por tanto, la verdad y el bien, que se identifican entre sí. El que se reproduzca en las imágenes del Santo revela además la importancia que siempre se ha dado a esta suma filosófica.
2. ––En la gran suma de Santo Tomás, la Suma teológica, se lee: «Dice San Isidoro, en sus Etimologías, que: «la palabra oficio se deriva del verbo ‘efficere’, y se dice ‘officium’ en vez de ‘efficium’ por eufonía» (l. 6. c. 19). Y, puesto que el obrar («efficere») se refiere a la acción los oficios se distinguen por sus actos»[2]. ¿Cuál es la actividad del oficio de sabio?
––En el mismo lugar, el Aquinate explica que: «la eficiencia, de donde (…) se deriva del nombre de «oficio», implica una acción que tiende a un término distinto del sujeto, como dice Aristóteles en la Metafísica (VIII, c. 8, n. 9). Por eso, los oficios se distinguen propiamente según los actos que se refieren a otros. En este sentido, se dice que el médico o el juez, etc., tienen un oficio. Por eso, dice San Isidoro, que oficio consiste en «hacer lo que a nadie perjudique», es decir, «no haga daño a nadie y sea útil a todos» (Etim. l. 6, c. 19)»[3].
En el primer capítulo del libro primero de la Suma contra gentiles, indica que la actividad del oficio de sabio es doble y que ello está indicado en el versículo de la Escritura citado: exponer la verdad divina, verdad por antonomasia, e impugnar el error contrario a esta verdad.
3.––Se comprende que la actividad propia del sabio esté relacionada con la verdad, porque se argumenta en otro libro de la Suma contra gentiles que: «como la vida de los hombres no sólo necesita las cosas corporales, sino principalmente las espirituales, es preciso también que algunos se dediquen a las cosas espirituales en beneficio de los demás»[4]. Sin embargo, ¿se puede precisar esta primera actividad del oficio de sabio?
––Santo Tomás concreta la primera actividad del sabio, también al comienzo de la obra. Lo hace con palabras Aristóteles, al explicar la función de la sabiduría, o mejor el amor a la sabiduría –tal como expresa el término filosofía–, y que están de acuerdo con el «uso corriente», nacido del sentido común: «es propio del sabio ordenar»[5].
4.––El término ordenar tiene tres significados distintos: poner orden en algo, dar una orden para que se actúe, y encaminarse o dirigirse hacia algo. ¿Cuál de ellos se significa en esta cualidad del sabio, que conciben Aristóteles y Santo Tomás?
––Al atribuirse a la acción del sabio, explica Santo Tomás, en este mismo lugar, que se significan los tres. En primer lugar, ordenar significa, como también dice Aristóteles, «gobernar»[6] o mandar. El filósofo o sabio es capaz de ordenar o mandar, porque puede encaminar o dirigir hacia el fin, y también poner, por ello, las cosas en orden. El segundo significado y principal de ordenar, por tanto, es encaminar hacia el fin o causa final. El tercero, como consecuencia, es el de conocer y aplicar la ordenación a la realidad. El conocer la finalidad o sentido de las cosas, permite colocarlas de acuerdo con esta regla o fin.
Con la ordenación u organización, las cosas que quedan colocadas en su lugar, determinado por el fin, que también explica todo mandato. Afirma el Aquinate que: «La norma de orden y gobierno de cuanto se ordena a un fin se debe tomar del mismo fin, porque en tanto una cosa está dispuesta en cuanto se ordena convenientemente a su propio fin, pues el fin es el bien de cada cosa»[7].
5.––Estas tres acciones concretas las pueden realizar todos los que se les llama sabios, tal como indica el mismo Santo Tomás: «Vemos que en las artes (las actividades dirigidas a fabricar cosas útiles), una, a la que atañe el fin, es como la reina y gobernadora de las demás: la medicina, por ejemplo, impera y ordena a la farmacia, porque la salud, que es el objeto de la medicina, es el fin de todos los medicamentos confeccionados en farmacia. Y lo mismo sucede con el arte de navegar respecto de la industria naval (…) Las artes que imperan a otras se llaman «arquitectónicas o principales». Por esto sus artífices, llamados arquitectos, reclaman para sí el nombre de sabios»[8]. ¿Puede inferirse de estas palabras que hay distintas clases de sabiduría y de fines?
––Hay dos grados de sabiduría, porque según se explica seguidamente en este último pasaje citado: «Como dichos artífices se ocupan de los fines de ciertas cosas particulares y no miran al fin universal de todas las cosas, se llaman sabios en esta o en otra materia». Se dan así sabios en las distintas ciencias y saberes. «En cambio, se reserva el nombre de sabio con todo su sentido únicamente para aquellos que se ocupan del fin del universo, principio también de todos los seres».
Sabio, en el «sentido» pleno de la palabra, no lo es ni el físico, ni el matemático, ni ningún sabio en los distintos saberes, sino en el filosófico, por ocuparse del fin último de toda la realidad, que es a su vez su primer principio. La sabiduría filosófica conoce y expresa, la causa final de las cosas, o el fin del universo, principio también de todos los seres. Por ello, recuerda a continuación Santo Tomás que: «según Aristóteles es propio del sabio considerar «las causas más altas»[9].
La filosofía es, por ello, el grado sumo de sabiduría posible para el hombre con su sola razón. Es lo supremo del saber humano, o más exactamente, es, por ello, amor a la sabiduría, el buscar o querer toda la sabiduría posible con la inteligencia humana.
6.––¿Cuál es el origen de esta causa final o fin último de cada uno de los entes y en qué consiste tal fin?
––La respuesta a las dos preguntas las da Santo Tomás al añadir: «El fin último de cada uno de los seres es el intentado por su primer hacedor o motor»[10]. El origen de la causa final o fin último de cada uno de los entes es el de su primera causa eficiente o creadora, pero, por ser dadora de sentido o finalidad, puede decirse que es el entendimiento
Si «el primer hacedor o motor del universo (…) es el entendimiento», se infiere, nota el Aquinate que: «El último fin del universo es el bien del entendimiento, que es la verdad». El bien o fin dado por el entendimiento será el que es propio de todo entendimiento que es a lo que tiende, la verdad. En consecuencia, puede decirse que la verdad es el último fin del universo»[11].
7. ––¿Se sigue de esta tesis, sobre el fin último o sentido de toda la realidad, que la filosofía tiene esencialmente por objeto de estudio la verdad?
––Si la sabiduría estudia la finalidad, tendrá como deber principal el estudio de la verdad . Por ello: «Aristóteles precisa que la primera filosofía es «la ciencia de la verdad» (Met., I, c. 1), y no de cualquier verdad, sino de aquella que es origen de toda verdad, y que pertenece al primer principio del ser de todas las cosas. Por eso su verdad es principio de toda verdad, pues así es la disposición de las cosas en la verdad como en el ser»[12],
A la filosofía, por tanto, le interesa toda verdad, pero sobre todo la primera verdad, inteligencia suprema, fin o bien último, o creador, y causa de toda verdad.
8.––¿Cómo afecta la relación de la filosofía, o sabiduría humana suprema, con la verdad a la función del sabio de ordenar?
––El filósofo tomista Abelardo Lobato escribió al respecto que: «Santo Tomás de Aquino recuerda con frecuencia dos aforismos que describen al hombre sabio, al sujeto inteligente, a la persona cabal: «Es típico del sabio ordenar» y «Es propio del sabio juzgar»[13].
En la Suma teológica, asegura el Aquinate que: «al sabio pertenece juzgar»[14]. También al ocuparse de la sabiduría, se refiere a los dos afirmaciones, al explicar que: «De todas las verdades se ocupa la sabiduría que considera las causas supremas, como dice Aristóteles (Met., I, c. 1). Por eso juzga y ordena rectamente acerca de todas las verdades, porque no puede darse un juicio perfecto y universal a no ser por resolución a las primeras causas»[15].
9.––¿La función de juzgar para el filósofo tiene la misma importancia que la de ordenar en los tres sentidos indicados?
––El filósofo, por lo mismo que ordena, juzga sobre todas las cosas, porque, como también nota Lobato: «El juicio es el acto culminante de la inteligencia. La tarea previa al juicio es una aproximación a las cosas, la llamada simple aprehensión. El hombre tiene capacidad de ir hasta las cosas mismas, hacerse uno con ellas, de adecuarse a la realidad. Y esto lo hace sólo cuando emite un juicio. Ahí se compromete. Si lo que dice el juicio coincide con lo que es en su realidad, la mente humana tiene la verdad y la puede decir. Si no se adecua y emite un juicio tiene la falsedad»[16].
10. ––Con estas dos funciones de ordenar y juzgar, queda precisada la primera actividad del oficio de sabio. Sin embargo, la segunda acción del sabioes la de combatir el error, que es lo opuesto a la verdad. ¿Se dan también en esta segunda actividad las dos funciones, relacionadas directamente con la verdad?
––Como la segunda actividad del sabio de refutar la falsedad está relacionada con la verdad, lo contrario de lo falso, le competen también las dos funciones de ordenar y juzgar. Aunque las actividades propias de la sabiduría sean opuestas contrariamente, son compatibles en el sabio, porque de dos contrarios acepta uno y rechaza el otro. Es además necesario que lo haga, porque: «A un mismo sujeto pertenece aceptar uno de los contrarios y rechazar el otro; como sucede con la medicina, que sana y combate la enfermedad. Luego así como propio del sabio es contemplar, principalmente, la verdad del primer principio y juzgar de las otras verdades, así también le es propio impugnar la falsedad contraria»[17]. Las dos actividadesdel oficio de sabio están conexionadas y que, por ello, se dan en todos los grados de la sabiduría: expresar las verdades y rebatir los errores.
11. ––Lo que enseña Santo Tomás, en el primer capítulo de la Suma contra los gentiles, que la filosofía –con la realización de las dos funciones de ordenar y juzgar, conexionadas con la verdad– lleva a cabo la doble actividad de expresar las verdades y rebatir los errores, parece estar anunciado en el lema, que la encabeza. No obstante, ¿la segunda función de rebatir errores está indicada en el mismo, ya que sólo contrapone a la verdad lo impío?
––La segunda función de rebatir errores está también claramente indicada en el texto citado como lema de la obra, porque, en primer lugar: «Por boca del libro de la Sabiduría se señala convenientemente, en las palabras propuestas (en el lema de la obra) el doble oficio del sabio: exponer la verdad divina, verdad por antonomasia, a la que se refiere cuando dice: «Mi boca medita en la verdad».
En segundo lugar, igualmente se indica: «impugnar el error contrario a la verdad, al que se refiere cuando dice: «y mis labios aborrecerán lo impío». En estas palabras se designa la falsedad contra la verdad divina, que es también contraria a la religión, llamada «piedad», de donde su contarla asume el nombre de «impiedad»[18].
El término «piedad», por tanto, tiene el sentido de religión y su opuesto de «impiedad» el de irreligiosidad.. Santo Tomás, en la Suma teológica, nota que la palabra «religión» tiene tres posibles orígenes. Sobre el primero explica: «Conforme escribe San Isidoro: «llamamos religioso, palabra derivada, según dice Cicerón (De invent. rhetor. 12, 28) de releer, y que se aplica a quien repasa y como que relee lo referente al culto divino» (Etymol., 10). Así, pues, la palabra religión proviene, según parece, de «releer» lo concerniente al culto divino, por el hecho de que a estas materias hay que darles muchas vueltas en nuestro corazón o interior, conforme se nos manda en la Escritura: «En todos tus caminos, piensa en Él» (Pr 3, 6)».
Hay un segundo significado etimológico, porque: «También pudiéramos suponer que se llama así a la religión, como dice San Agustín, por «nuestra obligación de reelegir a Dios, a quien por negligencia hemos perdido» (De Civ. Dei, X, 3).
Un tercer significado está también indicado por San Agustín. Religión: «pudiera tener su origen en la palabra «religar» y de ahí la frase de Agustín «La religión nos religa al Dios único y omnipotente» (De vera relig., c. 55)».
De estas tres posibles etimologías, infiere el Aquinate: «Ahora bien: sea que la religión se llame así por la repetida lectura, por reelección de lo que por negligencia hemos perdido, o por la religación, lo cierto es que propiamente importa orden a Dios».
En cualquier sentido de «religión» –el de «relegere» releer y repasar las ceremonias del culto divino para hacerlas bien; de «reeligere», releegir o volver a Dios postergado por el pecado; y el de «religare» relacionarse con el pensamiento y con el amor con Dios, que se expresa en el culto–, indica la vinculación a Dios como fin último o bien supremo.
La religión, en definitiva nos encamina a Dios: «pues a Él es a quien principalmente debemos ligarnos como a principio indefectible, a Él debe tender sin cesar nuestra elección como a fin último, perdido por negligencia al pecar, y Él también a quien nosotros debemos recuperar creyendo y atestiguando nuestra fe»[19].
En la irreligiosidad o impiedad está implicada la falsedad. La falsedad no sólo se opone a verdad, sino también a la religiosidad, ya que ésta supone la verdad.
12. ––A la religióncon el significado de piedad o de entrega a Dios, especialmente en su culto, se opone la impiedad. ¿En qué sentido, no obstante, se opone la impiedad a la verdad? o ¿cómo implica la falsedad?
––La irreligiosidad o impiedad no sólo atenta a la verdad de Dios, sino también niega la verdad del hombre. Escribe Santo Tomás en una obra catequética: «En esta vida nadie puede ver colmados sus deseos, ni existe cosa creada capaz de dar satisfacción completa a los deseos del hombre, pues sólo Dios los sacia (Deus enim solus satiat), y aun los excede infinitamente; por eso el hombre no descansa sino en Dios: «Nos has hecho, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (San Agustín, Conf. I, 1, 1)»[20].
En el nuevo Catecismo, se explica que: «El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar»[21].
Lo mismo se argumenta en el siguiente pasaje del Concilio Vaticano II, citado seguidamente: «La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador»[22].
13.––¿Puede inferirse de todo ello que este deseo de Dios es natural en el ser humano y, por tanto, universal?
––El deseo de Dios pertenece a la naturaleza humana, no es algo adquirido o cultural. Sin embargo, la manera de manifestarse depende de las distintas maneras de ser y de las diferentes culturas. Afirma el Catecismo: «De múltiples maneras, en su historia, y hasta el día de hoy, los hombres han expresado su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se puede llamar al hombre un ser religioso»[23].
14. ––Si el ser del hombre es religioso y puede decirse incluso que el hombre es un animal religioso ¿como se explica el ateísmo y el indiferentismo contemporáneos?
––El hombre siempre ha sido religioso. Hasta el paganismo antiguo era profundamente religioso o piadoso, contra lo que a veces se cree. El paganismo actual no es idéntico al del mundo antiguo, porque, como nota también el Concilio, hay, en nuestros días, hombres que: «al parecer no sienten inquietud religiosa alguna y no perciben el motivo de preocuparse por el hecho religioso»[24].
Aunque el hombre éste llamado a ser religioso o a unirse con Dios y es el motivo más importante de la dignidad humana: «muchos son, sin embargo, los que hoy día se desentienden del todo de esta unión íntima y vital con Dios o la niegan en forma explícita»[25].
En el Catecismo, se constata esta característica del paganismo contemporáneo y además se indican sus causas. Después de señalar que « esta «unión íntima y vital con Dios» (Gaudium et Spes 19,1) puede ser olvidada, desconocida e incluso rechazada explícitamente por el hombre», se explica que: «Tales actitudes pueden tener orígenes muy diversos (cf. Gaudium et Spes 19-21): la rebelión contra el mal en el mundo, la ignorancia o la indiferencia religiosas, los afanes del mundo y de las riquezas (cf. Mt 13,22), el mal ejemplo de los creyentes, las corrientes del pensamiento hostiles a la religión, y finalmente esa actitud del hombre pecador que, por miedo, se oculta de Dios (cf. Gn 3,8-10) y huye ante su llamada (cf. Jon 1,3)»[26].
15. ––No parece fácil la primera actividad del oficio de sabio de impugnarlos errores contrario a la verdad, que sostienen los no cristianos ¿Cómo se puede realizar?
––En el capítulo siguiente de la Suma contra los gentiles, Santo Tomás reconoce que: «Es difícil proceder en particular contra cada uno de los errores, por dos razones». La primera es porque las doctrinas contrarias a la verdad, que proceden de los gentiles, o no cristianos, como eran los paganos de la antigüedad, no se pueden refutar examinado particularmente sus argumentos, porque se desconocen la mayor parte de ellos.
El segundo motivo de la dificultad lo es respecto a los gentiles actuales, como los mahometanos y paganos. A los primeros, no se les puede convencer desde la Sagrada Escritura, porque no la admiten. Tampoco con los judíos. Aunque, con ellos, se puede disputar desde el Viejo Testamento, pero no con el Nuevo, que no admiten; y menos aún con los herejes, que no admiten ninguno de los dos Testamentos.
Ante estos obstáculos, Santo Tomás, afirma: «Por lo tanto, hemos de recurrir a la razón natural, que todos se ven obligados a aceptar, aun cuando en las cosas divinas pueda fallar o sea falible»[27]. La razón de esto último, no es porque no sean racionales, sino porque trascienden a la razón humana.
El método para disputar, tanto con los que no se encuentran puntos comunes o sólo parcialmente, tiene que ser exclusivamente racional. La razón es el común denominador de todos, porque debe acatarse universalmente, para poder argumentar y comunicarse. Sin ella, sólo cabe el silencio y la inactividad. La razón, por tanto, será de dónde se sacaran los principios y el árbitro de todas las refutaciones. El método igualmente será aplicable al paganismo actual.
16. ––La filosofía o la sabiduría racional humana es importante como instrumento para manifestar la verdad que profesa la fe católica y eliminar los errores contra ella. ¿La filosofía sólo tiene este valor? ¿Es también importante el estudio de la sabiduría en sí misma, en el grado humano o filosofía?
––La respuesta a esta cuestión la da Santo Tomás al iniciar el capítulo segundo de la obra. Comienza con la afirmación: «El estudio de la sabiduría es el más perfecto, sublime, provechoso y alegre de todos los estudios humanos»[28].
El estudio de la sabiduría, en su grado humano o filosofía, es el más perfecto, porque el hombre en la medida en que se dedica a la búsqueda de la sabiduría, posee ya de alguna forma la verdadera bienaventuranza o felicidad. El Aquinate lo confirma con estas palabras de la misma Escritura: «Dichoso el hombre que reside en la sabiduría»[29].
También el estudio de la sabiduría es el más sublime, porque con ella el hombre se asemeja principalmente a Dios, que «todo lo hizo sabiamente»[30], y como la semejanza es causa del amor, el estudio de la sabiduría une especialmente a Dios por amistad. Lo revalida la Escritura al decirse sobre la sabiduría: «Para los hombres tesoro inagotable, y los que de él se aprovechan se hacen partícipes de la amistad divina»[31]. El tomista Jaime Bofill, afirmaba que por ser «capaz de Dios» se puede definir la inteligencia humana: «como una facultad ordenada al conocimiento de Dios, y en esto consiste su dimensión metafísica»[32].
Asimismo estudio de la sabiduríaes el más útil, porque la sabiduría es «camino para llegar al reino de la inmortalidad»[33]. Bofill, por ello, definía la metafísica, la parte nuclear de la filosofía, del siguiente modo: «por metafísica entendemos (…) una ciencia ordenada a alcanzar una realidad espiritual, metasensible, y a orientarnos en los problemas fundamentales de la existencia: Dios, y nuestro propio destino»[34].
Por último, puede decirse que el estudio de la sabiduría es el más agradable, porque «no es amarga su conversación ni dolorosa su convivencia, sino alegría y gozo» (Sab 8, 16). Clive Staples Lewis, al contar la historia de su conversión del ateísmo a la religión cristiana confesaba que descubrió que: «el cristianismo era muy sensato»[35], y que experimentó: «lo que yo llamo «alegría»[36]. En otra de sus obras precisaba que: «el principal objetivo del hombre es «glorificar a Dios y disfrutar de Él por siempre». Pero hemos de saber que ambas cosas son lo mismo. Disfrutar plenamente de Él es glorificarle»[37].
17. ––De acuerdo con la doble actividad del sabio, en la Suma contra los gentiles, no sólo se exponen distintas tesis, sino que también, con el apoyo igualmente en la razón, se muestra la falsedad de las contrarias, pero ¿por qué en esta obra filosófica se incluyen unos capítulos finales teológicos?
––La obra puede considerarse filosófica al igual que otras de Santo Tomás como sus comentarios a obras de filósofos, como Aristóteles, Boecio, o a los numerosos opúsculos filosóficos. El mismo, al final del capítulo segundo de la obra, para explicar la metodología que empleará, escribe: «En consecuencia, investigando una determinada verdad, mostraremos, a la vez, qué errores excluye esta verdad y como concuerda con la fe cristiana la verdad establecida por demostración»[38]. El estudio filosófico conduce a la comprobación de su concordancia con la sabiduría cristiana.
18.––¿Santo Tomás consideraba que su labor o profesión era la de filósofo o la de teólogo?
––Congruentemente con su vocación dominicana –la divisa de su orden religiosa es «Contemplata aliis tradere», dar lo contemplado, en la oración y el estudio, a los demás–, creía que debía seguir el «oficio de sabio». Escribe, en este mismo capítulo: «Tomando, pues, confianza de la piedad divina para proseguir el oficio de sabio, aunque exceda a las propias fuerzas, nos proponemos manifestar, en cuanto nos sea posible, la verdad que profesa la fe católica, eliminado los errores contrarios». Y ello, tanto para la verdad filosófica como para la verdad teológica, porque, añade: «sirviéndome de las palabras de San Hilario de Poitiers –el Padre de la Iglesia del siglo IV–: «Soy consciente de que el principal deber de mi vida para con Dios es esforzarme para que mi lengua y todos mis sentidos hablen de Él» (De Trinit., 1, 37)»[39].
Eudaldo Forment
[1] Pr 8, 7.
[2] SANTO TOMÁS, Suma teológica, II-II, q. 183, a 3, sed c.
[3] Ibíd., II-II, q. 183, a. 3, ad 2.
[4] IDEM, Suma contra los gentiles, III, c. 134.
[5] ARISTÓTELES, Metafísica., I, 2, 3.
[6] IDEM, Tópicos. II, 1, 5.
[7] SANTO TOMÁS, Suma contra los gentiles, I c. 1.
[8] Ibíd., I, c. 1.
[9] ARISTÓTELES, Metafísica., I, c. 2.
[10] SANTO TOMÁS, Suma contra los gentiles, I, c. 1.
[11] Ibíd., I, c. 1.
[12] Ibíd., I, c. 1.
[13] Abelardo Lobato, Abelardo, haz memoria. Las obras y los días, Valencia, Edicep, 2011, p. 231.
[14] SANTO TOMÁS, Suma teológica, I, q. 1, a. 6, ad 3.
[15] Ibíd., I-II, q. 57, a. 2, in c.
[16]Abelardo Lobato, Abelardo, haz memoria. Las obras y los días, op. cit., p. 232
[17] SANTO TOMÁS, Suma contra los gentiles, I, c. 1.
[18] Ibíd., I, c. 1.
[19] IDEM, Suma teológica, II-II, q. 81, a. 1, in c.
[20] IDEM, Exposición del Símbolo de los Apóstoles, 12.
[21]Catecismo de la Iglesia Católica, 27.
[22]Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 19, 1.
[23]Catecismo de la Iglesia Católica, 28
[24]Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 19, 2.
[25] Ibíd., Gaudium et spes, 19, 1.
[26]Catecismo de la Iglesia Católica, 29.
[27] SANTO TOMÁS, Suma contra los gentiles, I, c. 2.
[28] Ibíd., I, c. 2.
[29] Ecclo 14, 22.
[30] Sal 103,24.
[31] Sap 7, 14.
[32] JAIME BOFILL, Obra filosófica, Barcelona, Ariel, 1967, p. 49.
[33] SANTO TOMÁS, Suma contra los gentiles, I, c. 2.
[34] JAIME BOFILL, Obra filosófica, op. cit.,, p. 33.
[35] C.S. LEWIS, Cautivado por la alegría, Madrid, Ediciones Encuentro, 1989, p. 228.
[36] Ibíd., p. 9.
[37] IDEM, Reflexiones sobre los Salmos, Barcelona, Planeta, 2010, p. 131.
[38] SANTO TOMÁS, Suma contra los gentiles, I, c. 2.
[39] Ibíd. I, c. 2. Este pasaje es uno de los pocos en que Santo Tomás habla de sí mismo.
1 comentario
Son claros, de una documentación intachable y recoge la sabiduría filosófica de estos geniales y santos doctores de la iglesia católica.
Reciba mi felicitación y mi agradecimiento.
Jao
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