XXI. La gracia en los escritos de Francisco P. Muñiz
Imprecisión sobre la gracia suficiente
La solución del tomista Francisco Marín-Sola al problema de la concordia entre la gracia divina y la libertad, sin dejar de mantener lo «substancial” de la interpretación de Domingo Báñez, provocó la oposición de otros tomistas, especialmente del conocido tomista francés Règinald Garrigou-Lagrange. El profesor norteamericano Michael D. Torre, uno de los mejores expertos en la vida y obra del dominico navarro, ha investigado la historia de los problemas que le ocasionó su nueva interpretación en vida[1]. Muestra el profesor Torre que tuvieron importantes consecuencias, en la actividad académica del prestigioso dominico navarro, las objeciones de Garrigou-Lagrange[2].
Marín-Sola fue respondiendo a éstas y otras objeciones[3]. Sin embargo, no se terminaron. Todavía, casi setenta años después, se presentan objeciones y modificaciones a lo que se denomina el «tercer sistema», entre el de Báñez y el de Molina[4]. Dejando aparte todas los reparos y observaciones, que se le han hecho, –y que en la actualidad se pueden responder con la obra de defensa de su doctrina, de Michael D. Torre, publicada en Friburgo, en la universidad donde enseñó nuestro autor[5]–, se podría presentar una imprecisión, que quizá no la tuvo siempre presente el mismo Marín-Sola en la exposición de su pensamiento en las aulas universitarias y en sus obras.En el último de los artículos sobre la moción divina, Marín-Sola afirma que: «la naturaleza sola sin la gracia tiene el poder de no resistir de hecho a la gracia»[6]. Sin embargo, en el estado del hombre, después del pecado original , su naturaleza caída no puede dejar de poner por ella misma impedimentos a la gracia suficiente, que le da la eficacia para los actos imperfectos. En cambio, con la misma gracia suficiente, podrá dejar de ponerle impedimento a la incoación o momento iniciativo de la gracia suficiente. El inicio de esta gracia, que está exclusivamente en Dios, regenera o perfecciona la naturaleza caída, que así podrá de dejar de ponerle impedimentos y la gracia suficiente incoada seguirá su desarrollo.
Sorprendentemente, en contra de lo que se infiere de lo explicado sobre la última de las proposiciones sobre la gracia[7], Marín-Sola parece colocar esta potestad de no poner impedimento al curso de la gracia suficiente incoada en la mera naturaleza. La acción en el inicio de la gracia parece que no sería regenerar y darle así el poder de no poner impedimentos, porque ya lo tendría. De tal manera que: «ese poder no lo destruye la gracia suficiente sino que lo perfecciona y eleva la orden sobrenatural»[8].
La resistencia a la gracia
Tal ambigüedad no se encuentra, en cambio, en un fiel seguidor del Marín Sola, el dominico Francisco Pérez Muñiz (1905-1960), profesor del «Angelicum» de Roma, y autor de un importante estudio sobre la persona[9]y otro sobre la cuarta vía de Santo Tomás para demostrar la existencia de Dios[10] , y además fue quien preparó las introducciones particulares, anotaciones y apéndices al primer volumen de la edición bilingüe de la Suma teológica, de Santo Tomás, de la Biblioteca de Autores Cristianos, que incluye todo el tratado De Dios uno. En el Apéndice II expuso detenidamente la doctrina del Aquinate de la ciencia divina (q. 14), la voluntad divina (q. 19), de la providencia (q. 22) y de la predestinación (q. 23). Exposición, que puede considerarse una síntesis muy clara y ordenada de la interpretación de Marín-Sola[11].
En el capítulo primero, dedicado a la premoción física, presenta en once proposiciones la doctrina de Santo Tomás de la promoción divina. En la número siete, se ofrece esta tesis tomista general: «Dios es causa universal y primera de todo bien, natural y sobrenatural, que hay en la criatura, y ésta es también causa del mismo, pero causa segunda y subordinada a Dios».
En la siguiente, la octava, se precisa que: «La criatura sólo obra como causa primera y no subordinada a Dios en cuanto al mal y al pecado, porque el pecado consiste precisamente en no secundar o no seguir la moción divina, que siempre inclina al bien».
Incluso en el pecado, o el «no secundar o no seguir la moción divina», no falta la moción divina, aunque consista en «algo puramente negativo», porque, como se indica en la proposición novena: «Este no secundar o no seguir la moción divina no niega, sino antes bien afirma y supone la previa moción de Dios, pero moción impedible puesto que inclina hacia un bien que no se logra por culpa de la criatura. Es lo que se llama (…) resistencia a la gracia divina».
Concluye que: «La resistencia a la gracia supone y afirma la premoción física; sólo niega que la moción previa de Dios sea siempre irresistiblemente eficaz. Esta resistencia a la gracia supone a un mismo tiempo moción previa de Dios, a la cual se resiste e impedibilidad de esa moción de lo contrario, nunca se la resistiría, de hecho ni sería explicable la existencia del pecado».
Admite y asume, por tanto, la tesis de Marín-Sola sobre la premoción física: «moción previa de Dios e impedibilidad e inimpedibilidad de esta moción. La moción previa de Dios puede concebirse como impedible o como inimpedible»[12].
Muñiz infiere una importante consecuencia, que presenta como la décima proposición: «Como el hombre es la causa primera del pecado, infiérese de aquí que es el hombre quien se distingue de otro hombre en la línea del mal, haciendo el mal que otro no hace o haciendo más mal que otro».
Es el mismo hombre es el que crea las diferencias con los demás en el mal, en algo que, en realidad, no causa, porque es algo negativo o defectivo. En cambio, con las mociones divinas, que nunca le mueven mal: «Dios distingue a un hombre de otro en la línea del bien». En Dios hay verdadera causación, porque: «El bien es algo positivo, que exige eficiencia y causalidad; el mal es privación, que supone defecto de eficiencia y causalidad, pues el mal no tiene causa eficiente, sino deficiente»[13].
Según este modo de explicar la premoción divina, si alguien no pone impedimento a la misma, como había escrito Marín Sola: «No hace ni más ni menos que a lo que le mueve Dios. No tiene, pues, nada que no haya recibido de Dios, puesto que no tiene nada sino aquello a que ha sido premovido por Dios».
Sin embargo, si hace el mal, este hombre, aún con la misma moción a obrar bien que antes: «puso impedimento a la moción ora desviándola u obrando mal cuando debía obrar bien, ora paralizándola o no obrando cuando debía obrar sin que para eso necesitase premoción alguna nueva, pues para el mal, para no obrar, para poner impedimento, para hacer menos de a lo que Dios mueve, la criatura es causa primera». En este caso, es el mismo hombre quien se distingue de otro en la línea del mal.
Dios es la causa de la distinción en el bien y el hombre se distingue a sí mismo en cuanto al mal, porque puede ser y es la causa primera del mal. Hace entonces menos bien que aquel que le movía Dios con las gracias suficientes.
Marín-Sola explicaba esta situación de eficiencia por parte de Dios y de deficiencia, por parte del hombre, con el siguiente ejemplo: «Entre dos objetos, igualmente blancos, se puede introducir la diferencia o el discernimiento en cuanto a la blancura, por dos vías: primera, si uno de ellos aumenta su blancura; segunda; si el otro la pierde o disminuye mientras el primero continua igual, sin tener ni más ni menos blancura que recibió del pintor. En el primer caso, el discernimiento vendría del que aumenta en blancura. Pero, en el segundo, y ese es el caso de que estamos tratando, el discernimiento ha sido introducido por el que la pierde o disminuye. Ahora bien: toda la blancura del bien y del ser viene de Dios, y jamás puede el hombre por sí solo aumentarla sin Dios, ni tener más que la que le dio Dios. Pero puede por sí solo perderla o disminuirla, o tener menos que la que le dio sin Dios, sino hasta contra la voluntad antecedente, pero la voluntad verdadera de Dios»[14].
Nota además que: «La conciencia nos dice que muchas veces fuimos infieles a la gracia de Dios, esto es, que no hicimos con ella todo lo que debíamos y podíamos de hecho hacer. Si de hecho no se pudiese hacer con la gracia ni más ni menos que lo que se hace, nunca habría infidelidad a la gracia ni remordimiento de conciencia»[15].
En la última proposición, la undécima, advierte Muñiz, que la concepción de la premoción divina, que ha ofrecido –en la que no se deriva de su necesidad y existencia que: «esa moción previa de Dios haya de ser siempre irresistiblemente eficaz»[16]–, en su aplicación sobrenatural o en el orden de la gracia: «destruye por completo todo germen de semipelagianismo, siempre es Dios el que comienza en la línea del bien y el que lleva a cabo el bien comenzado».
El dominico asturiano caracteriza su doctrina como: «de la moción previa de Dios, impedible a veces por la criatura». No dice, como Marín-Sola, que el no poner impedimentos a la gracia suficiente, siempre eficaz, pero frustrable, pueda hacerlo la mera naturaleza sola, movida únicamente por la correspondiente moción divina de orden natural. La aceptación del curso la gracia suficiente general, cuyo comienzo empieza siempre Dios, y que es un bien sobrenatural, es fruto igualmente de esta misma gracia. Por ser eficaz, la gracia incoada perfecciona la libertad de la naturaleza humana, mermada por el pecado, y puede ya no impedir libremente y, por ello, no frustrar esta gracia.
Finalmente, indica que: «esta misma moción previa de Dios, concebida como impedible por culpa de la criatura, nos pone a salvo de todo resabio jansenista, el libre albedrío del hombre puede resistir y de hecho resiste muchas veces, a la gracia divina»[17].
La enseñanza de la Sagrada Escritura
El profesor Muñiz ofrece una original síntesis ordenada de los textos del lugar teológico de la Sagrada Escritura, que enriquecen el sistema de Marín-Sola y que lo confirman. Además, la selección corrobora que Muñiz no cayó en la imprecisión de Marín-Sola respecto al poder de la naturaleza humana de no poder impedimentos a la gracia suficiente. Se podría presentar la relación con la siguiente ordenación en ocho tesis[18]:
Primera: «Nadie puede resistir a la voluntad de Dios»[19].
- Jdt 16, 17: «Sírvanle todas tus criaturas, porque dijiste y fueron hechas, enviaste tu espíritu y fueron criadas, y no hay quien resista tu voz».
- Est 14, 9-11: «Señor, Señor, Rey omnipotente, porque en tu poder están todas las cosas y no hay quien pueda resistir a tu voluntad si has resuelto salvar a Israel. Tú hiciste el cielo y la tierra y todo cuanto se contiene en el ámbito del cielo. Tú eres el Señor de todas las cosas y no hay quien resista a tu majestad».
- Rom 9, 19: «Pero me dirás: ¿De qué pues se queja? Porque, ¿Quién resiste a su voluntad?».
Segunda: «La voluntad es movida, actuada y guiada por el Espíritu Santo»[20].
- Lc 2, 27: «Vino (Simeón) movido por el Espíritu al templo…».
- Mt 4, 1: «Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo».
- Mc 1, 12: «Luego el Espíritu le empujó al desierto».
- Lc 4, 1: «Jesús lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto».
- Rom 8, 14: «Porque todos los que son movidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios».
- Gal 5, 18: «Si son guiados por el Espíritu, no están bajo la ley».
Tercera: «Dios mueve las voluntades de los hombres y de los pueblos y se vale de ellos como de instrumentos para cumplir sus designios»[21].
- Is 10, 5-16: «¡Ay de Asur! Él es la vara y el bastón de mi furor; en su mano está mi indignación. Lo envaré contra una gente pérfida; le mandaré ir contra el pueblo de mi furor, para que lo despoje y saquee; lo ponga para ser pisado como el lodo de las plazas. Pero él no lo pensará así, y su corazón no lo imaginará así; antes su corazón mirará a quebrantar y a exterminar no pocas gentes. Porque dirá: ¿Por ventura mis príncipes no son otros tantos reyes? Por ventura no ha sido Kalnó como Karkemis, y como Apud así Jamat? ¿No ha sido Samaría como Damasco? Como ocupó mi mano los reinos de los ídolos, así también los simulacros de los de Jerusalén y de Samaria. ¿Por ventura, como hice a Samaría y a sus ídolos, no haré también con Jerusalén y sus obras simulacros? Pues bien, cuando el Señor haya cumplido todas sus obras en el monte Sión y en Jerusalén, indagará sobre el fruto del orgulloso corazón del rey de Azur y sobre la gloria de la altivez de sus ojos. Porque dijo: «Con el esfuerzo de mi mano hice esto, y con mi saber lo alcancé, quité los términos de los pueblos, despojé a sus príncipes y destroné como poderosos a los que estaban en la altura. Ocupó mi mano como un nido la fortaleza de los pueblos y como se recogen los huevos que han sido abandonados, así reuní yo bajo mi poder toda la tierra, y no hubo quien moviese el ala, ni abriese su boca, ni graznase. ¿Acaso se gloriará el hacha contra aquel que la mueve? ¿O se volverá la sierra contra aquel que la mueve? Esto es, como si se levantara la vara contra aquel que la alza, o se alzase el bastón que al cabo es un leño».
Cuarta: «Dios tiene tal poder e influjo sobre la voluntad humana, que puede cambiar y mudar los afectos y sentimientos de ella, como bien le plazca»[22].
- Ez 11, 19-20: «Les daré un mismo corazón, pondré un espíritu nuevo en sus entrañas, quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré una corazón de carne, para que caminen según mis mandamientos, guarden mis juicios y los cumplan; para que sean mi pueblo y yo sea su Dios».
- Ez 36, 24-28: «Yo os sacaré, pues de entre las naciones, os recogeré de todas las tierras y os conduciré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros agua pura y se purificarán de todas vuestras inmundicias; os limpiaré de todos vuestros ídolos. Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo en medio de vosotros, os quitaré el corazón de piedra de vuestra carne y os daré un corazón de carne. Pondré mi espíritu en vosotros y haré que andéis según mis preceptos y que guardéis y cumpláis mis juicios. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres: seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios».
- Prov. 16, 9: «El corazón del hombre ordena su camino; pero del Señor es enderezar sus pasos».
- Prov 21, 1: «Como los canales de las aguas, así el corazón del rey en mano del Señor, a cualquier parte que quiera lo inclinará».
Quinta: «Dios causa en la voluntad humana todas las buenas disposiciones, todos los buenos afectos y sentimientos y todas las buenas acciones»[23].
- Is 26, 12: «Señor, nos darás la paz, porque todas nuestras obras las has obrado en nosotros».
- Sal 51, 3-4: «Ten piedad e mí, oh Dios, según tu gran misericordia; según las muchas muestras de tu clemencia borra mi maldad. Lávame más y más de mi iniquidad y límpiame de mi pecado».
- Sal 51, 9-10: «Me rociarás con el hisopo y quedaré limpio, me lavarás y quedaré más blanco que la nieve. A mi oído darás gozo y alegría; se regocijarán mis huesos quebrantados».
- Sal 51, 12-14: «Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mis entrañas un espíritu recto. No me deseches de tu presencia, no quites de mí tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, confórtame con un espíritu generoso».
- Sal 51, 17: «Señor, abrirás mis labios y mi boca publicará tu alabanza».
- Rom 8, 28-30: «Sabemos también que a quienes aman a Dios todas las cosas les sirven para bien; a aquellos que según su decreto son llamados santos. Porque a los que conoció de antemano, también los predestinó para ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos; a los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó, a los que justificó, también los glorificó».
- 1 Cor 12, 6: «Hay diversidad de operaciones, pero uno mismo es el Dios, que obra todo en todos».
- Phil 2,13: «Porque Dios es el que obra en vosotros tanto el querer como el obrar según su buena voluntad».
- Heb 13, 20-21: «El Dios de la paz, que por la sangre del Testamento eterno resucitó de los muertos al gran Pastor de las ovejas, nuestro Señor Jesucristo, les haga idóneos en todo bien, para que hagan su voluntad, haciendo él en vosotros lo que sea agradable a sus ojos por Jesucristo: al cual, la gloria por siglos de siglos».
Sexta: «Dios nos previene con su auxilio y hace que nos volvamos a Él»[24].
- Jer 17, 14: «Sáname, Señor, y quedaré sano; sálvame y seré salvo, porque tu eres mi gloria».
- Jer 30, 21: «De ellos surgirá su caudillo: su príncipe saldrá de en medio de ellos. Lo acercaré y estará junto a mí».
- Jer 31, 18: «He oído atentamente a Efraím cuando estaba en cautiverio: “Me castigaste y he sido amaestrado como novillo no domado; conviérteme y me convertiré, porque tú eres el Señor, mi Dios».
- Lam 5, 21: «Conviértenos, Señor, a ti y nos convertiremos».
- Sal 80, 4: «Oh Dios, conviértenos, muéstranos tu rostro y seremos salvos».
- Sal 80, 8: «Dios de los ejércitos, conviértenos, muéstranos tu rostro y seremos salvos».
- Sal 80, 20: «Señor, Dios de los ejércitos, conviértenos, muéstranos tu rostro y seremos salvos».
- Jn 6, 44: «Nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no lo trae…».
- Jn 15, 16: «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros; y os destinado para vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca».
Séptima: «Nadie puede distinguirse de otro en el bien por sí mismo; es la gracia de Dios la que hace a uno preferible a otro»[25].
- 1 Co 4, 6-7: «… nadie, a causa de otro, debe engreírse contra el otro, fuera de lo que está escrito. Porque, ¿quién te distingue? ¿Qué tiene tú que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorias como si no lo hubieras recibido?»
Octava: «Sin la gracia de Dios nadie puede hacer ningún bien, ni siquiera tener un buen pensamiento; todo lo bueno que hacemos es por la gracia de Dios»[26]. Proposición conclusiva que no permite inferir el bien de no impedir o frustrar la gracia suficiente no sea efecto de esta misma gracia, en su función regeneradora de la voluntad humana libre pero afectada en su libertad por el pecado original y los propios.
- Jn 15, 5: «… sin mí, no podéis hacer nada».
- 2 Cor 3, 5: «No que por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos algo como propio, sino que nuestra capacidad viene de Dios».
- 1 Cor 15, 10: «Pero, por la gracia de Dios soy lo que soy; su gracia no ha sido vana en mí. Antes bien he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo».
La gracia en la espiritualidad cristiana
El profesor Muñiz también confirma su interpretación de la doctrina de la premoción física de Santo Tomás con muchos textos del magisterio solemne de la Iglesia, expresado en los concilios, del magisterio ordinario, incluida la liturgia universal de la Iglesia, y con numerosos pasajes de las obras de San Agustín y San Bernardo[27]. Muchos de ellos ya han sido expuestos en Sapientia Christiana, pero quizá podrían aportarse también textos de la espiritualidad cristiana, que ha manifestado la misma doctrina, vivida por los fieles cristianos.
En la obra considerada como la más conocida de la espiritualidad cristiana, Imitación de Cristo, atribuida a Tomás de Kempis (1379-1471), se lee: «Piensa en tus pecados con gran descontento y tristeza, y nunca te juzgues ser algo por tus buenas obras. En verdad eres pecador, sujeto y enredado en muchas pasiones».
A estas palabras del Maestro interior, que invitan al reconocimiento del carácter pecador de cada ser humano, se añade las siguientes, que lo hacen a la virtud de la humildad: «Por ti siempre vas a la nada; pronto caes, pronto eres vencido, presto te turbas, y presto desfalleces. Nada tienes de que puedas alabarte; pero mucho de que humillarte; porque eres más flaco de lo que puedes pensar»[28].
. Como consecuencia, se dice sobre las buenas obras, que hace el hombre pecador: «Por eso, no te parezca gran cosa, alguna de cuantas haces. Nada tengas por grande, nada por precioso y admirable; nada estimes por digno de reputación, nada»[29].
, Por su naturaleza, que además está herida por el pecado, el alma responde más adelante: « ¿Hablaré a mi Señor, siendo yo polvo y ceniza? Si por más me reputare, Tú estás contra mí, y mis maldades dan verdadero testimonio que no puedo contradecir. Mas si me humillare y anonadare, y dejare toda propia estimación, y me volviere polvo como lo soy, será favorable para mí tu gracia».
La única solución está en la gracia de Dios. Con la humildad, del reconocimiento de la verdadera actuación humana, confiesa el alma: «Allí me haces conocer a mí mismo lo que soy, lo que fui y en lo que he parado; porque soy nada y no lo conocí. Abandonado a mis fuerzas, soy nada y todo flaqueza; pero al punto que Tú me miras, luego me hago fuerte, y me lleno de gozo nuevo»[30].
La gracia es imprescindible en todos los momentos de una obra buena, agradable a Dios, desde el inicio hasta el final. « ¡Oh, cuán necesaria me es, Señor, tu gracia, para comenzar el bien, continuarlo y perfeccionarlo! Porque sin ella ninguna cosa puedo hacer; pero en Ti todo lo puedo, confortado con la gracia».
El bien, limitado e imperfecto, que puede hacer el hombre pecador, porque el pecado no le ha corrompido totalmente, delante de Dios es nada. «Oh gracia verdaderamente celestial, sin la cual nada son los merecimientos propios, ni se han de estimar en algo los dones naturales! Ni las artes, ni las riquezas, ni la hermosura, ni el ingenio o la elocuencia valen delante de Ti, Señor, sin tu gracia. Porque los dones naturales son comunes a buenos, y a malos; más la gracia y la caridad es don propio de los escogidos, y con ella se hacen dignos de la vida eterna»[31].
Ante la nulidad de todo lo demás, el alma debe pedir la gracia divina. «Suplícote, Señor, que halle gracia en tus ojos, pues me basta, aunque me falte todo lo que la naturaleza desea. Si fuere tentado y atormentado de muchas tribulaciones, no temeré los males, estando tu gracia conmigo. Ella es fortaleza, ella me da consejo y favor. Mucha más poderosa es que todos los enemigos, y mucho más sabia que todos los sabios»[32].
También la nada e incapacidad propia lleva a la petición de la gracia. « ¿Qué soy yo sin la gracia, sino un madero seco, y un tronco inútil y desechado? Asísteme, pues, Señor, tu gracia para estar siempre atento a emprender, continuar y perfeccionar buenas obras, por tu Hijo Jesucristo. Amén»[33].
Como consecuencia, hay que seguir la siguiente máxima: «no te apropies a ti alguna cosa buena, ni atribuyas a algún hombre la virtud, sino refiérelo todo a Dios, sin el cual nada tiene el hombre»[34].
Se vence así la vanidad, el orgullo y la soberbia. También: «Si la gracia celestial y la caridad verdadera entraren en el alma, no habrá envidia alguna ni quebranto de corazón, ni te ocupará el amor propio. La caridad divina lo vence todo, y dilata todas las fuerzas del alma. Si bien lo entiendes, en Mí solo te has de alegrar, y en Mí solo has de esperar; porque ninguno es bueno sino sólo Dios, el cual es de alabar sobre todas las cosas, y debe ser bendito en todas ellas».
La misma doctrina sobre la gracia de encuentra en otra obra completamente distinta, Tratado del amor a Dios, de San Francisco de Sales (1567-1622). Escribe, en este libro tan conocido: «La gracia es tan amable y se apodera tan graciosamente de nuestros corazones, para atraerlos que, en nada, daña la libertad de nuestra voluntad; toca tan eficazmente, y, al mismo tiempo, tan delicadamente, los resortes de nuestro espíritu, que nuestro libre albedrío no siente ninguna violencia».
Podría decirse que la gracia actúa «suaviter» y «fortiter». No es percibida directamente pero es eficiente. «La gracia tiene fuerzas, más no para violentar, sino para atraer nuestro corazón; posee una santa violencia, más no para violentar nuestra libertad sino para hacerla suavemente amorosa; la gracia obra enérgicamente, pero con tanta dulzura, que nuestra voluntad no se siente oprimida, bajo su poderosa acción; nos impulsa, pero no cohíbe nuestra soltura, de suerte que, en medio de su fuerte acción, podemos consentir o resistir a sus movimientos o resistir a sus movimientos, según nos plazca».
Bajo la acción de la gracia siempre se mantiene la libertad. Añade seguidamente , por ello, el santo obispo de Ginebra, que: “Es tan admirable, como verdadero que, cuando nuestra voluntad sigue el atractivo de la gracia y consiente en la noción divina, la sigue tan libremente, como libremente la resiste, cuando resiste; a pesar de que el consentir a la gracia depende mucho más de la gracia que de la voluntad y la resistencia depende sólo de esta. Tan amable es la mano de Dios en el manejo de nuestro corazón y tanta es su destreza en comunicarnos su fuerza, sin privarnos de la libertad, y en darnos su poderoso impulso, sin impedir el de nuestro querer, que, en lo que atañe al bien, así como su potencia nos da suavemente el poder, de la misma manera su suavidad nos conserva poderosamente la libertad del querer»[35].
Eudaldo Forment
Notas
[1] Michael D. Torre, God’s Permission of Sin: Negative or Conditioned Decrre?. A Defense of the Doctrine of Francisco Marín-Sola, O.P., based on the Principles of Thomas Aqinas, Studia Friburgensia, nº 107, Fribourg, Academic Press Fribour, Editions Saint-Paul Fribourge Suisse, 2009, pp.196 y ss.
[2] Véase: R. GARRIGOU-LAGRANGE, Principia thomismi cum novissimo congruismo comparata seu thomismi renovatio an eversio?, Grottaferrata Scuola tipp. Italo-Orientale S. Nilo, 1926), 59 pp. Ø De methodo Sancti Thomae, Schola Typographica «Pio X» (Romae 1928).
[3] FRANCISCO MARÍN-SOLA, «Respuesta a algunas objeciones acerca del sistema tomista sobre la moción divina», en La Ciencia Tomista (Salamanca), 97 (1926), pp. 5-74; e IDEM, «Nuevas observaciones acerca del sistema tomista sobre la moción divina», en La Ciencia Tomista (Salamanca), 99 (1926), pp. 321-397.
[4] MATEO FEBRER, Libertad humana y previsión divina, Barcelona, Instituto de Teología y humanismo, 1992.
[5] MICHAEL D. TORRE, Do not resist the spirit’s call. Francisco Marín-Sola on Sufficient Grace, Washington, DC, The Catholic University of America Press, 2013.
[6] Francisco Marín-Sola, «Nuevas observaciones acerca del sistema tomista sobre la moción divina», op. cit., p. 366.
[7] IDEM, «El sistema tomista sobre la moción divina», en «La Ciencia Tomista» (Salamanca), 94 (1925), pp. 5-54, pp. 20-21.
[8] IDEM,«Nuevas observaciones acerca del sistema tomista sobre la moción divina», op. cit., p. 366.
[9] Francisco P. Muñiz, El constitutivo formal de la persona creada en la tradición tomista, Salamanca, San Esteban, 1945.
[10] IDEM, «La “quarta via” de Santo Tomás para demostrar la existencia de Dios», en «La Ciencia Tomista» (salamanca). 69 (1945), pp. 5-89; y 70 (1946) pp. 201-293.
[11] IDEM, Apéndice II, en SANTO TOMÁS, Suma Teológica, edición bilingüe, Madrid, BAC, 1947. pp. 869-929.
[12] Ibíd., p. 889.
[13] Ibíd., p. 890.
[14] FRANCISCO MARÍN-SOLA, «Respuesta a algunas objeciones acerca del sistema tomista sobre la moción divina», op. cit., p. 61.
[15] Ibíd., 61, nota.
[16] FRANCISCO P. MUÑIZ, Apendice II, op.cit., p. 889.
[17] Ibíd., p. 890.
[18] Las traducciones de los textos bíblicos no son las que presenta Francisco P. Muñiz, sino las de la Vulgata, texto bíblico oficial de la Iglesia, según la primera traducción española, publicada en Valencia en 1790-1793 y según los cambios de la denominada Neo Vulgata, aprobada por Juan Pablo II, y que cambia sólo los nombres de algunos libros y la posición de algunos versículos (Valencia, Edicep, 1994).
[19] Ibíd., p. 881.
[20] Ibíd., p. 880.
[21] Ibíd., p. 879.
[22] Ibíd., p. 878.
[23] Ibíd., p. 880.
[24] Ibíd., p. 879
[25] Ibíd., p. 881.
[26] Ibíd., p. 880.
[27] Ibíd., pp. 881-890.
[28] Tomás de Kempis, Imitación de Cristo, III, 3.
[29] Ibíd., III, 4.
[30] Ibíd., III, 8, 1.
[31] Ibíd., III, 55, 4
[32] Ibíd., III, 55, 5.
[33] Ibíd., III, 55, 6.
[34] Ibíd., III, 9, 2.
[35] SAN FRANCISCO DE SALES, Tratado del amor a Dios, III, 12.
4 comentarios
Qué legado está dejando!
Felicidades.
La manera sutilísima en que la eficacia del auxilio divina sana y habilita la libertad humana, de forma que la voluntad de Dios quede establecida libremente por el hombre, es sin duda el misterio de los misterios.
Saludos en Cristo con su Madre de Gracia.
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