–«En esto está la vida eterna:
–…en que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo» (Jn 17,3)
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Gracia suprema, conocer a Jesucristo: conocer–dar-a-conocer, por obra del Espíritu Santo, «el misterio escondido desde los siglos en Dios, y ahora manifestado a sus santos» (Col 1,26; +Ef 3,9). Decimos como aquellos griegos a Felipe: «Queremos ver a Jesús» (Jn 12,21). Querían conocerlo.
Cristo mismo es el Evangelio. Propiamente, el Evangelio –«os anuncio una Buena Noticia»– es Jesús mismo, su nacimiento en Belén (Lc 2,10-11). San Juan apóstol declara que para revelar a Jesucristo han sido escritos los Evangelios: «Éstas señales fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo en él tengáis vida en su nombre» (Jn 20,30-31). Asi lo entiende también San Pablo, para quien evangelizar es «anunciar el misterio de Cristo» (Col 4,3).
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