8.06.09

(01) Las reformas de la Iglesia

La Iglesia es santa: «una, santa, católica y apostólica». Es ésta una verdad primera de nuestra fe. La Iglesia es santa porque «Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla, purificándola con el baño del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo resplandeciente, sin mancha ni arruga ni cosa parecida, santa e inmaculada» (Ef 5,25-27).

De la santa Iglesia de Dios hablan ya, desde el principio, Ignacio de Antioquía, el Martirio de Policarpo, el Pastor de Hermas, la Carta de los Apóstoles (160-170, Denzinger-Hünermann=DS 1), los Símbolos bautismales de Roma (DS 10), de Jerusalén (DS 41), el Credo de Nicea, completado en Constantinopla (381: DS 150). La Iglesia ciertamente es santa y santificante, porque es el Cuerpo mismo de Cristo, su Esposa virginal, la Madre de todos los vivientes, o como dice el Vaticano II, el «sacramento universal de salvación» (LG 48b; AG 1).

La Iglesia es santa porque el Espíritu Santo es su alma, es santa por la eucaristía y los sacramentos, por la sucesión apostólica de los Obispos, por su fuerza espiritual para santificar laicos y sacerdotes, célibes y vírgenes, sobradamente demostrada en la historia y en el presente.

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5.06.09

Empezamos bien...

Por don de Dios. Quienes tienen la manía de no perderse ninguno de los artículos que de vez en cuando publico en InfoCatólica, y antes en Religión en libertad, es probable que leyeran el titulado Reformadores, moderados y deformadores (10-4-2009), e incluso es posible que recuerden la frase con la que terminaba yo el texto: «Si Dios me lo concede, un mes de éstos inicio una serie de artículos que llevaría como título “La reforma en tiempos de apostasía”. Pero solo si Dios me lo concede. Pido oraciones».

Bueno, pues resulta que, por lo visto, hubo gente que pidió al Señor esa gracia, resulta que Él me la ha concedido, y resulta que aquí estoy, comenzando este nuevo blog “Reforma y apostasía”. Y ahora a ver cómo me las arreglo yo para sacar adelante un tema tan grave y urgente, pero tan vidrioso y difícil. Inicio, pues, este blog «en debilidad, temor y mucho temblor» (1Cor 2,3), pero confiando en que realmente es la gracia de Dios la que me ha movido a esta empresa y la que me asistirá a realizarla dignamente. «Todo lo puedo en Aquel que me conforta» (Flp 4,13).

Incipit. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo comienzo este blog, para la gloria de Dios y la santificación de mis hermanos. Me pongo bajo el amparo de la santa Madre de Dios, Virgen gloriosa y bendita, y de todos los ángeles y santos del cielo. Y pido las oraciones de mis futuros lectores… por la cuenta que les trae. Hace mes y medio las pedí, y ya han visto ustedes los resultados: infalibles. Así que, empezamos bien…

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