InfoCatólica / Reforma o apostasía / Categoría: Pudor

8.07.09

(12) El pudor –y III

–¿Qué, terminamos ya con el tema?
–Solo por un poquito. Salió muy largo este post, y estuve a punto de hacer dos, un III y un IV.
–Bendigamos al Señor.

El silencio actual en la predicación del pudor rompe una tradición continua, como vimos, desde el Nuevo Testamento. Y este silenciamiento del Evangelio del pudor se hace tanto más incomprensible cuanto más hundido en la lujuria está el mundo moderno. ¿Cómo es posible que estando hoy gran parte del pueblo cristiano tan gravemente enfermo de lujuria casi nunca se le prediquen la castidad y el pudor?… La pregunta, en cierto modo, está mal planteada. Porque es al revés. La falta de predicación del Evangelio del pudor y de la castidad es la causa principal de la abundancia de la lujuria y del impudor en el pueblo cristiano y en el mundo pagano. Cuando un lugar se queda a oscuras, atribuimos esa oscuridad parcial o total a que a luz se ha debilitado o apagado. ¿No es ésa precisamente la causa principal de la oscuridad?

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5.07.09

(11) El pudor –II

–Yo esperaba que ya hubiera terminado usted de hablar del pudor.
–Vana esperanza, craso error. Póngase cómodo y siga leyendo.

En Israel inicia Dios, como ya vimos, la revelación del pudor y de la castidad. Inocencia - desnudez - pecado - concupiscencia - vergüenza - vestidos, «Dios los vistió» (Gén 3).

Juan Pablo II, en su serie de 129 catequesis sobre el amor humano en el plan divino, dedica al pudor un buen número de ellas, y hace en una esta observación de gran agudeza: «el nacimiento del pudor en el corazón humano va junto con el comienzo de la concupiscencia –la triple concupiscencia, según la teología de Juan (cf. 1Jn 2,16)–, y en particular de la concupiscencia del cuerpo. El hombre tiene pudor del cuerpo a causa de la concupiscencia. Más aún, tiene pudor no tanto del cuerpo, cuanto precisamente de la concupiscencia» (cateq. 28-V-1980, 5; +4-VI-1980).

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2.07.09

(10) El pudor –I

–¿Y cómo se le ocurre a usted ahora hablarnos del pudor?
–Tengo para ello varias razones, y todas válidas. En realidad, al mismo tiempo, haré el elogio del pudor, trataré del impudor generalizado hoy en el pueblo cristiano como un signo más de apostasía, que pide conversión y reforma; y señalaré el actual silenciamiento lamentable del Evangelio del pudor, silenciamiento que exige también reforma. ¿Vale?

La castidad es una virtud que, bajo la moción de la caridad, orienta y modera santamente el impulso genésico humano, tanto en sus aspectos físicos como afectivos. Implica, pues, en la persona libertad, dominio y respeto de sí misma, así como caridad y respeto hacia los otros, que no son vistos como objetos, sino como personas. Es la castidad una gran virtud, incluida en la templanza, y es por tanto en la persona una fuerza espiritual (virtus), una inclinación buena, una facilidad para el bien propio de su honestidad, y consiguientemente una repugnancia hacia el impudor y la lujuria que le son contrarios.

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