(227) Los sacramentales –y 7. Los exorcismos .y 3 –El P. Amorth
–Y dale con el demonio…
–Que deje Satanás de atacar a la humanidad, procurando su perdición temporal y eterna, y dejaremos de hablar contra él.
El combate del cristiano por el Reino –«venga a nosotros tu Reino», a mí, a todo el mundo–, como ya vimos en los dos artículos anteriores, no es tanto contra el mundo y la carne, sino contra los espíritus del mal, contra los demonios (Ef 2,1-7; 6,10-12). Se inicia ya en el bautismo, que incluye exorcismos, y se prolonga en toda la vida cristiana por la oración –en el mismo Padrenuestro, «líbranos del Maligno»–, los sacramentos, el ejercicio de las virtudes, la evitación del pecado, de la cautividad del mundo –pensamientos y costumbres–, las bendiciones, como el agua bendita, etc. Pero en casos extremos, cuando hay signos suficientes de que el demonio ha logrado un dominio especial sobre un hombre, la Iglesia, fiel al mandato de Cristo, practica los exorcismos. Por medio de ellos el hombre atormentado por el demonio se refugia en Jesús, el Salvador, y en él encuentra una acogida llena de misericordia y de paz.
Los exorcismos son, según enseña el Catecismo, con las bendiciones y consagraciones (1671-1672), los más importantes sacramentales de la Iglesia.