(165-4) La respuesta del P. Gleize (FSSPX) a Mons. Ocáriz (Santa Sede)
Recientemente Mons. Fernando Ocáriz, miembro de la comisión de la Santa Sede para las conversaciones con representantes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (X-2009/IV-2011), publicó un importante artículo sobre La adhesión al concilio Vaticano II en «L’Osservatore Romano» (2-XII-2011), que fue reproducido en InfoCatólica.
Unas semanas después el sacerdote Jean-Michel Gleize, miembro de la FSSPX, profesor de eclesiología en el Seminario de Ecône, y también participante en las conversaciones aludidas, ha publicado una amplia respuesta al escrito de Mons. Ocáriz en «Courrier de Rome» (nº 350, décembre 2011), Una cuestione cruciale: il valore magisteriale del Concilio Vaticano II.
Tanto el texto completo en italiano, como el mismo texto muy abreviado en francés, han sido publicados en medios de comunicación de la FSSPX. Lo que hace pensar que representa una posición de la FSSPX, o al menos de una parte importante de la misma, ante el Preámbulo ofrecido a los lefebvrianos por la Santa Sede, en vistas a una vuelta de la Fraternidad a la unidad de la Iglesia.
El estudio del profesor Gleize expone con claridad y amplitud la posición de la FSSPX frente al Concilio Vaticano II.En los párrafos siguientes haré un resumen de sus tesis principales, ateniéndome al texto italiano. Será un resumen verdadero, pero necesariamente insuficiente. Por eso recomiendo leer el texto completo en la versión italiana, con sus 64 notas a pie de página.
1.–Las nociones recordadas por Mons. Ocáriz sobre los distintos grados de autoridad del Magisterio apostólico, en sus diversas manifestaciones, y de sus correspondientes grados de recepción en los fieles, son exactas, pero no son aplicables al Vaticano II. «Se quiera o no, está lejos de ser evidente que el último Concilio pueda imponerse, en todo y por todo, a la consideración de los católicos como el ejercicio de un verdadero magisterio, tal que exigiera su adhesión en los diversos grados indicados. De hecho, nosotros lo negamos».
2.–El Vaticano II ha creado un nuevo «Magisterio pastoral», que emplea los modos de pensar y hablar del mundo moderno, y que por tanto no requiere los mismos tipos de adhesión que el anterior «Magisterio apostólico». Tanto los discursos del papa Juan XXIII (11-X y 23-XII-1962), como el discurso de Benedicto XVI (22-XII-2005), muestran que el Concilio –dice Gleize– «ha querido expresar la fe de la Iglesia según modos de investigación y de formulación literaria del pensamiento moderno». Es ésta una «intención expresa de Juan XXIII».
«Como prueba complementaria podríamos tomar aquello que escribió el Card. Ratzinger en su libro Los principios de la teología católica (1982). En el epílogo, titulado La Iglesia y el mundo: a propósito de la cuestión de la recepción del Vaticano II», el entonces Prefecto de la Congregación de la Fe afirma que, concretamente la constitución Gaudium et spes «se aleja en gran medida de la línea de la historia de los concilios, y por eso mismo permite, más que todos los otros textos, captar la especial fisonomía del concilio». Es un documento que pretende la colaboración de la Iglesia y del mundo: «la Iglesia coopera con “el mundo” para construir “el mundo”»… «El texto de la Gaudium et spes viene a ser un contra-Syllabus en la medida en que representa un intento para una reconciliación oficial de la Iglesia con el mundo, así como había sucedido en 1789».
«La especificidad que hace del Vaticano II un caso absolutamente único es la de haber querido proponer la fe a la luz y según el modo de pensar moderno». No se le pueden, por tanto, aplicar los diversos grados de aceptación de los fieles a los que alude acertadamente Mons. Ocáriz, pues «el Vaticano II ha querido expresar la fe según los principios y métodos de un sistema filosófico contrario a la fe». En ese sentido, añade el profesor Gleize, conviene recordar (y lo hace en la nota 37) las palabras de Mons. Lefebvre: «Sin rechazar en bloque este Concilio, pienso que se trata del mayor desastre de este siglo, y de todos los siglos pasados, desde la fundación de la Iglesia» (Ils L’ont découronné, libro de 1986).
3.–El Concilio, en la transmisión de la fe, pasa de la «continuidad del objeto», la doctrina verdadera, a la «continuidad del sujeto» docente, la Iglesia. «La filosofía moderna ha subvertido la relación entre el sujeto y el objeto, y por eso mismo la relación entre el hombre y Dios. Asumiendo los modos de investigación de la modernidad, el pensamiento conciliar ha hecho suyo este capovolgimento… Una inversión semejante es absolutamente contraria al principio criteriológico supuesto en la revelación, en la tradición y el magisterio, esto es, el principio de la objetividad más realista. Un presupuesto subjetivista no puede servir de base a una interpretación que pretende clarificar el sentido y el valor de un magisterio cuyos presupuestos objetivos vienen a ser radicalmente invertidos».
4.–«Al menos en cuatro temas, las enseñanzas del concilio Vaticano II están en evidente contradicción lógica con los enunciados del precedente magisterio tradicional»: la doctrina sobre la libertad religiosa (Dignitatis humanæ), sobre la Iglesia (Lumen gentium), sobre el ecumenismo (Unitatis redintegratio) y sobre la colegialidad (Lumen gentium 22). Además de esto, «la reforma litúrgica de 1969 ha producido la confección de un Novus Ordo Missæ que “representa, tanto en su conjunto como en sus particulares, un impresionante alejamiento de la teología católica de la Santa Misa, tal como fue formulada en la Sesión XXII del Concilio de Trento”» (card. Ottaviani, nota 36). Si la Misa de San Pío V, dice Gleize, era la afirmación «de la fe católica negada por la herejía protestante», el Misal de Pablo VI «oculta los aspectos de la fe católica negados precisamente por las herejías protestantes».
«Sobre esos cuatro puntos indicados, lo mismo que en la reforma litúrgica que les siguió, el Concilio Vaticano II presenta a los ojos del católico unas contradicciones evidentemente inaceptables… Infectado de los principios del liberalismo y del modernismo, esta enseñanza presenta graves deficiencias. Éstas impiden ciertamente mirar al Vaticano II como un concilio más como los otros, que representa la expresión autorizada de la Tradición objetiva. Y así impide también que puede decirse que el último Concilio se inscribe en la unidad del magisterio de siempre». Añade en Nota (37):
«La crisis de la Iglesia no es principalmente y ante todo la crisis de la Misa, es la crisis del Concilio. Las dos cosas están vinculadas, pero es necesario prestar atención al orden que las vincula, entendiendo bien dónde está la fuente principal del mal. La nueva Misa (exactamente como el nuevo Código de Derecho Canónico) envenena a la gente más eficazmente que el Concilio. Se puede decir que ella es como el embudo por el cual se vierte en la botella [del pueblo católico] el veneno del Concilio. Pero eso no quita que la fuente del veneno es el Concilio mismo».
5.–La hermenéutica de «continuidad» propugnada por Benedicto XVI para la recepción del Vaticano II es imposible, porque es falsa, ya que no se refiere al objeto, al depositum fidei, sino al sujeto eclesial. «Es necesario rendirse a la evidencia y reconocer que el término “continuidad” no tiene en absoluto este significado tradicional en el discurso actual de los hombres de Iglesia. Se habla precisamente de continuidad a propósito de un sujeto que evoluciona en el curso del tiempo. No se trata de la continuidad en el objeto, la del dogma y la doctrina, que el Magisterio de la Iglesia expondría hoy, dándole el mismo sentido de siempre. Se trata de la continuidad del único sujeto, la Iglesia».
«Este nuevo discurso implica una idea nueva de la unidad del magisterio. La continuidad de la que se trata es una unidad en el tiempo, esto es, a través de los cambios que se dan en el tiempo, y es ante todo la unidad del sujeto, no la del objeto. Este sujeto esla Iglesia, único Pueblo de Dios… Este sujeto es el punto de referencia que asegura la unidad de la Tradición».
6.–La nueva idea de «continuidad» en el Magisterio de la Iglesia lleva inevitablemente al «relativismo». «En esta nueva óptica ya no se dice que la función del magisterio es conservar y transmitir en el nombre de Dios el depósito de las verdades reveladas por Cristo y los Apóstoles. Se dice que la función consiste en asegurar la cohesión de la experiencia comunitaria de los orígenes, de tal modo que la comunión de hoy continúe la comunión de ayer. El magisterio está por tanto al servicio del sujeto Iglesia y su misión consiste en explicitar en fórmulas autorizadas las intuiciones preconceptuales del sensus fidei»… «Esto implica que una proposición del magisterio sería infalible solamente en la medida en que fuera aceptada (incluso previamente) por el Pueblo, lo que contradice formalmente la definición enunciada infaliblemente por el Concilio Vaticano I».
«Por otra parte, el futuro Benedicto XVI ha justificado él mismo esta concepción relativista» (en la presentación de la instrucción Donum veritatis, en «L’Osservatore Romano» ed. francesa, 10-VII-1990). Antes aún hizo lo mismo en la obra Théologie et histoire. Notes sur le dynamisme historique de la foi (1972). Y también, siendo ya Papa, lo ha hecho: «este relativismo se encuentra en el discurso del 22 diciembre 2005».
Según Mons. Ocáriz, sigue argumentando Gleize, «la justa exégesis de los textos del Concilio presupondría el principio de no contradicción. Errónea apariencia, pues la no contradicción no tiene ya el mismo significado que antes»… «La hermenéutica de Benedicto XVI entiende este principio en un sentido no ya objetivo, sino subjetivo, no intelectual, sino voluntarista. La ausencia de contradicción es sinónimo de continuidad a nivel de sujeto, mientras la contradicción es sinónimo de ruptura en ese mismo nivel. El principio de continuidad no exige en primer lugar y ante todo la unidad de la verdad, sino la unidad del sujeto que se desarrolla y crece en el curso del tiempo».
7.–El Concilio Vaticano II es, pues, inaceptable, al menos en los cuatro temas señalados. «Nosotros objetamos que este Concilio ha querido satisfacer la necesidad de un sedicente magisterio pastoral, cuya intención nueva es claramente extraña a la finalidad del magisterio divinamente instituido, y que ha contradicho al menos sobre los cuatro puntos señalados los datos objetivos del magisterio constante, claramente definido. Se muestra, pues, con claridad que este magisterio se vio afectado de una grave deficiencia, en su propio acto. Y el Doctor angélico dice que “cuando un artista hace obras defectuosas, no son ya obras de arte, sino obras contrarias al arte”. Salvando las proporciones, cuando un Concilio produce enseñanzas defectuosas, no se trata de obras del magisterio, sino más bien (o peor) contra el magisterio, esto es, contra la Tradición».
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Hasta aquí un resumen del escrito del profesor Jean-Michel Gleize (unas 16 páginas A4 en letra chica). Son muchos los estudios católicos que desde hace decenios vienen rechazando con profusión de datos y argumentos estas conocidas tesis lefebvrianas, que aquí he reducido a siete. Yo mismo en este blog he dedicado a su impugnación varios artículos, Filo-lefebvrianos I-VII (126-132).
Los diagnósticos de Gleize, y quizá de una parte importante de la Fraternidad, sobre la Iglesia actual vienen a ser los mismos de Mons. Lefebvre hace cuarenta años, por los años setenta: son los discernimientos que «justificaron» la ordenación gravemente ilícita de cuatro Obispos. Gleize no llega a decir, como el Fundador de la FSSPX, que «Roma ha perdido la fe, Roma está en la apostasía»; «la cátedra de Pedro y los puestos de autoridad en Roma están ocupados por anticristos», etc. Pero en un lenguaje más medido viene a afirmar lo mismo. Los católicos creemos que son acusaciones gravísimamente falsas. Aquí añadiré solamente unos comentarios.
–El artículo del profesor Gleize, participante de las recientes conversaciones de la FSSPX con la Santa Sede, acusa gravemente al Vaticano II y a Benedicto XVI y sus antecesores. Lo hace apoyando sus acusaciones en fundamentos débiles y engañosos. Alega ciertas frases de «discursos» pontificios en favor de sus tesis, y oculta «encíclicas» y otros importantes documentos en los que los Papas conciliares y postconciliares enseñan de modo amplio e inequívoco la doctrina católica. Aduce textos del teólogo Ratzinger como realmente expresivos del pensamiento de Benedicto XVI, y como si fueran las claves que dan el sentido indudable de los textos del Vaticano II. Ignora el Informe sobre la fe escrito por el Card. Ratzinger, siendo Prefecto de la doctrina de la fe (1984).
Gleize, por ejemplo, apoyándose en algunos textos de Ratzinger-Benedicto XVI, en los que aparecen formulaciones que, mal entendidas, pueden quedar abiertas al relativismo, llega a decir, como hemos visto, que «ha justificado él mismo esta concepción relativista» del Magisterio. Se atreve a acusar de relativismo al autor o co-autor de textos de enorme fuerza doctrinal anti-relativista, como Catecismo de la Iglesia (1992), Veritatis splendor (1993), Dominus Iesus (2000), discurso en la iniciación del Cónclave en el que sería elegido Papa (2005): «se va estableciendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja solo como medida última al propio yo y sus apetencias». Acusaciones tan falsas y mal fundadas como éstas del profesor Gleize vienen a descalificar su estudio en su conjunto.
Otro ejemplo, éste a propósito de la hermenéutica de la continuidad, tal como la propone Benedicto XVI. Dice Gleize que «no se trata de la continuidad en el objeto, la del dogma y la doctrina, que el Magisterio de la Iglesia expondría hoy, dándole el mismo sentido de siempre. Se trata de la continuidad del único sujeto, la Iglesia». Si aplicamos esa tesis a la elaboración del Catecismo de la Iglesia Católica, uno de cuyos autores principales es Ratzinger, parece la frase una broma de mal gusto.
–Por la vía del debate doctrinal parece, pues, que es muy difícil lograr la unión de la FSSPX con la Iglesia católica. No merece la pena que nos tomemos el gran trabajo de contraponer una por una a las tesis del documento del profesor Gleize otras enseñanzas netamente católicas del propio Concilio o de los Papas recientes. Ese trabajo está ya hecho durante decenios por numerosos autores católicos. Y por otro lado, si lo hiciéramos, nos responderían quizá que el pensamiento verdadero de los Papas postconciliares no es el doctrinalmente correcto que publican, como si solo lo emplearan para «cubrir el expediente», sino que es en realidad el supuestamente incompatible con la doctrina de la Iglesia.
Pretenden convencernos de que el Vaticano II, aunque discutido, elaborado, aprobado y firmado por 2.400 Obispos católicos, entre ellos Mons. Lefebvre, es un Concilio infestado de liberalismo, modernismo y relativismo: es «un veneno» que no puede ser convertido en algo inocuo. Para salvar su ortodoxia no basta, ni de lejos, el esfuerzo de una hermenéutica de continuidad falsificada, pues esa continuidad no se refiere al objeto de la verdad, sino al sujeto de la Iglesia. Para hacer aceptable el Vaticano II sería preciso contra-decir al Concilio, decir lo contrario de lo que dijo, al menos en algunos graves temas. Y nosotros, obstinados en el error, según ellos, no estamos dispuestos a dar ese paso.
Decir algo así es equivalente, de hecho, a rechazar de frente el Magisterio pontificio y el de todos los Obispos presentes en el Concilio Vaticano II. El «Magisterio pastoral», en cuanto contrapuesto al «Magisterio doctrinal», no es una idea nueva inventada por el Concilio, sino que está inventada por la FSSPX, partiendo de la predominante intención pastoral del Concilio, declarada ciertamente por los Papas. Los fieles católicos recibimos el sagrado Concilio Vaticano II, XXI ecuménico, con la misma veneración, y con los mismos grados de aceptación según los grados magisteriales de los distintos documentos, como lo hacemos con los XX Concilios anteriores.
–Lo que sí es posible y necesario es que las Autoridades apostólicas combatan hoy con una fuerza mucho mayor y más eficiente las innumerables herejías y sacrilegios que persisten impunes con demasiada frecuencia en la Iglesia. En InfoCatólica, como en otros medios católicos, y concretamente en este modesto blog mío, se han denunciado muchas veces (Índice 39-55 et passim). Pero es evidente que han sido los Papas, ya desde Pablo VI, los más lúcidos y valientes impugnadores de esos terribles errores y abusos: «Se han esparcido a manos llenas ideas contrastantes con la verdad revelada y enseñada desde siempre. Se han propalado verdaderas y propias herejías en el campo dogmático y moral» (Juan Pablo II, 6-II-1981). (Filo-lefebvrianos -IV :129)
Se han propalado y se siguen propalando. Reforma o apostasía. Mientras no se superen de modo suficiente en la Iglesia, especialmente en las Iglesias descristianizadas de Occidente, tantos errores y abusos doctrinales, morales y litúrgicos, a veces crónicos y estables, parece casi imposible la vuelta de los lefebvrianos a la unidad de la Iglesia Católica. Reforma o cisma. Pero nunca el cisma se verá justificado por las infidelidades, por grandes que sean, que puedan darse en la Iglesia, Única, Santa, Católica, Apostólica y Romana.
–Y la oración es aún más posible y necesaria: pedir a Dios que asista a la FSSPX para que, aceptando «sin reservas» la autoridad del Papa y del Concilio, vuelva a la unidad de la Iglesia. Pedir al mismo tiempo al Señor que la Iglesia quite de sí misma los obstáculos que dificultan ese regreso. La oración es la fuerza más poderosa, o mejor, la única para obtener de Dios los milagros. «No tenéis porque no pedís» (Sant 4,2).
José María Iraburu, sacerdote
Post post.-Algunos consideran ofensivo el término lefebvriano o lefebvrista, y sus filos correspondientes. En realidad el término no es abusivo. Los de Valencia son valencianos, los seguidores de Lutero, luteranos, los discípulos de San Francisco de Asís, franciscanos, los que seguimos de cerca la doctrina de Santo Tomás bien podemos ser llamados tomistas, etc. Nada hay de peyorativo en el término mismo. Quienes alejándose de la obediencia al Papa y de la obediencia a los Obispos católicos, instalan sus comunidades en las Diócesis católicas, ejercitando en ellas ilícitamente los ministerios sacerdotales, ateniéndose a los discernimientos, enseñanzas y ejemplos del Fundador de su instituto, Mons. Lefebvre, con toda razón pueden ser llamados lefebvrianos o lefebvristas.
Índice de Reforma o apostasía
30 comentarios
Yo he leido textos clarìsimos de Juan Pablo II y Benedicto XVI que no dicen lo que se señala acusatoriamente en este escrito.
Botones de muestra son las clarísimas palabras de SS en "informe sobre la fe". Las llamadas a volver al estudio de Sto. Tomás por parte de Juan Pablo II no pueden venir de un hombre que haya caido en el subjetivismo o el voluntarismo.
La óptica del escrito es interesante, eso debo reconocerlo, pero ocurre que no responde a lo observable en los Papas y el Magisterio reciente. Es la falaacia del hombre de paja.
Más parece que los lefes siguen obsesionados -no sin algo de razón- con el espíritu progresista en tantos ámbitos que nosotros también sufrimos. Al parecer a ellos les debe afectar tanto que prefieren bajarse de la barca de Pedro antes que combatir en la tormenta.
Una lástima que no haya desarollado el punto sobre la colegialidad. Igual nos iban a dar lecciones con su ejenplo de la autoridad y respeto debido al Sucesor de San Paedro.
Nos hemos quedado sin la lección práctica de la "Tradicional obediencia" al Papa, qué pena.
LO dicho Pater, Feliz Año! Que Dios le bendiga!
Así que, ¡cuidado con sobrevalorar un artículo de opinión en un periódico que ni siquiera es el oficial de la Santa Sede!
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JMI.-No parece que el prof. Gleize sea un francotirador. Fue elegido por la FSSPX como uno de los participantes en las conversaciones con la Santa Sede. Y su artículo de ahora ha sido publicado en medios de la FSSPX, como ya he indicado.
El control de estos medios es mucho mayor que en "L'Osservatore Romano", donde en los últimos años se han publicado, aunque pocas veces, textos francamente malos.
Resulta que ahora estos hermanos separados vienen a decirnos que al CVII no le corresponden las generales de la ley que incumben a todos los demás concilios. Lo cual es así porque a ellos se les ha ocurrido. Punto.
Bueno, ingenio y frescura no les falta. Como tampoco les falta una fría determinación de torpederar prolijamente TODOS los puentes que se les tienden. Lo cual parece ya evidentísimo.
¿Cuál es la razón última de la existencia de este grupo que pretende marcarle el paso a la Iglesia y está dispuesto a hacer el desgastante juego del gato y del ratón hasta las últimas consecuencias? Yo no lo sé. Nos enteraremos en el Juicio Final, antes lo veo muy difícil.
Lo que es seguro es que NO es como dicen ellos, ya que es absolutamente contradictorio considerarse "tradicional" y "contestatario" al mismo tiempo. Pero alguna razón ha de haber, y sus dirigentes la han de conocer perfectamente.
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JMI.-Señor Pissavini, para impugnar mis artículos tiene ya Ud. una página (al menos una) especialmente indicada para ello. Y allá puede emplear para contradecirme, como otras veces lo ha hecho, armas muy contundentes (insultos, sarcasmos, groserías, etc.), armas dialécticas mucho más potentes que el arma de la mera ironía, como la que emplea en el mensaje que ahora le elimino.
Que tenga un buen Año nuevo.
Me parece muy bien P. Iraburu que Vd. diga que recibimos el CVII con la misma veneración que los anteriores concilios ecuménicos. Pero entonces ¿cómo es que Vd. se atrevió a calificar algunos textos del CVII de desafortunados, falsedades retóricas, contradictorios, (lenguaje oscuro y débil)?. En el fondo está Vd. cayendo en el mismo error que critica. Yo he leído los documentos del CVII y no he percibido ninguna contradicción, falsedad retórica o como quiera llamarle. Si descontextualiza una frase es obvio que fácilmente pueda uno entenderla mal pero las frases forman parte de un todo y no pueden ser analizadas sin referencia a ese todo. Y no es suficiente apelar a las evidencias. Yo no las veo. Considero una temeridad y una grave imprudencia hacer juicios negativos sobre un concilio ecuménico por muy justos que le parezcan a uno (y peor si se hacen en público por el escándalo que supone).
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JMI.-En al artículo (24) de este blog pongo yo el ejemplo de un par de frases que a mi entender incurren en una "falsedad retórica" que, por supuesto, no inducen a error, pero que yo desaconsejo para el lenguaje de Iglesia, sobre todo en documentos más solemnes. No cometo temeridad, ni causo escándalo, ni incurro en contradicción conmigo mismo.
¿Me parece a mí o al artículo de Gleize le falta todo el desarrollo sistemático que el blogger se vería obligado a refutar con cuidado?
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JMI.-El bloguer ha dicho lo suficiente.
Puede complementar su respuesta con sus artículos en este mismo blog (126-132).
Me faltaba el contexto que Infocatólica no destacó: no escribía como miembro destacado del Opus Dei sino como miembro por parte de la Santa Sede del comité de diálogo con los Lefebvrianos.
Voy a leerlo de nuevo despacio pues ahora entiendo que ese escrito es un documento de trabajo importante: algo así como una versión clarita del "Credo del Pueblo de Dios"
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JMI.-1º) Porque Gherardini no incurre en las graves falsedades del escrito del P. Gleize. 2º) Porque Gleize fue uno de los representantes de la FSSPX en las conversaciones con Roma. Y 3º) porque el escrito de Gleize, en unas semanas cruciales para el porvenir de la FSSPX, ha sido publicado estos días en medios propios de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. Lo que es muy importante y significativo.
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JMI.-Las frases a las que me refiero son, como ya lo digo, retóricas. Y las contradicciones que pueden darse entre expresiones retóricas no ponen en juego la verdad cristiana. Pero sí pueden confundir a algunos, y por eso las desaconsejo.
Un ejemplo, cuando el Concilio, hablando del matrimonio, dice que los cambios sociales modernos "con muchísima frecuencia manifiestan, de varios modos, la verdadera naturaleza de tal institución" (GS 47), no puede tomarse esa afirmación en sentido literal, pues ya se comprende que la graves deformaciones del matrimonio que abundan en la sociedad moderna, y que el Concilio enumera, lamenta y describe ¡en el mismo párrafo! propiamente, exactamente, realmente no ayudan "con muchísima frecuencia (saepe saepius)" a conocer (y menos aún a realizar) la verdadera naturaleza del matrimonio. Por el contrario, colaboran al desconocimiento de su verdadera naturaleza.
Los 2.300 Padres conciliares que aprobaron la Gaudium et spes sabían distinguir perfectamente una frase retórica de una afirmación o negación absoluta. Y la inmensa mayoría de los lectores también lo entienden. ¡No incurre en error el Concilio ni en contra-dicción consigo mismo por emplear alguna vez una expresión retórica de sentido discutible e incluso rechazable o desaconsejable!
Tranquilo.
Porque no deja usted de repetir "los católicos" en oposición a los mismos.
Uhmm
Aunque como no he sido muy bueno, puede que no me lo traigan.
Le felicito por su artículo. Aunque, si me permite, se podría hacer una matización:
Me parece injusto decir que el artículo de Gleize "expone con claridad y amplitud la posición de la FSSPX frente al Concilio Vaticano II". La postura oficial de este grupo la deben dar sus autoridades, que es Fellay. Sí es correcto decir que se puede inferir la postura oficial de la FSSPX por las circunstancias (la relevancia de Gleize, el medio en que lo publica, el momento, etc). Pero no es la postura oficial.
Otro usuario dice lo mismo con el ejemplo de Mons. Ocáriz.
Me parece importante este matiz porque ambas partes han acordado llevar las negociaciones en secreto. Puede que este artículo sea parte de una estrategia. Pero sigue siendo válido que la FSSPX aún no ha manifestado públicamente una respuesta.
Mi motivo al hacer esta intervención es manifestar mi esperanza de que la postura de la FSSPX no sea la que tememos. Pienso que debemos rezar mucho por ello.
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JMI.-De acuerdo en que el escrito de Gleize no es una declaración oficial de lo que piensa-decide la FSSPX.
De acuerdo en que hemos de rezar mucho por la unión de la FSSPX con la Iglesia.
1.- Con más razón para ser publicado ¿no le parece? Si no incurre en graves falsedades en una réplica a Mons. Ocáriz, el asunto se convierte en mucho más interesante.
3.- El escrito de Gherardini también ha sido publicado en medios propios los lefebvristas.
--Cardenal Castrillon Hoyos (Carta al Obispo Lefebvriano Fellay, 2003) “La Divina Promesa ... que la silla del Apóstol Pedro por SIEMPRE permanecerá libre de error, no permite que se acuse al Pontífice actual en nombre de un Concilio previo COMO SINO HUBIESE CONTINUIDAD ENTRE CONCILIOS y como si la PROMESA de Nuestro Señor fuera INSIGNIFICANTE después del Segundo Concilio Vaticano. El Carisma Indefectible de Verdad y Fe no le ha sido concedido a en menor grado la persona de Juan Pablo II, cuya Fe ES LA FE DE LA IGLESIA DE TODOS LOS TIEMPOS.”
--Cardenal Ratzinger (Carta a Lefebvre,1983): “No puede afirmar la incompatibilidad de los textos conciliares - que son textos Magisteriales - con el Magisterio pasado y la Tradición. Le es posible decir que personalmente, no ve esta compatibilidad, y en consecuencia puede pedir a la Sede Apostólica explicaciones. Pero si afirma la imposibilidad de tales explicaciones, SE OPONE PROFUNDAMENTE A LA ESTRUCTURA FUNDAMENTAL DE LA FE CATOLICA.”
--Papa Pablo VI (11 octubre 1976 a Lefebvre): “Con la Asistencia especial del Espíritu Santo, los Papas y los Concilios Ecuménicos han actuado de esta manera común. Y es precisamente esto es lo que hizo el Segundo Concilio Vaticano. NADA que fue decretado en este Concilio, o en las reformas que Nosotros enunciamos con el fin de poner el Concilio en efecto, ES OPUESTO a lo que la Iglesia - en dos mil anos de Tradición- considera fundamental e inmutable. Nosotros somos los GARANTIZADORES de esto, no en virtud de Nuestra personal excelencia pero en virtud del cargo que el Señor Nos ha conferido como legitimo Sucesor de Pedro, y en virtud de la ESPECIAL ASITENCIA que Él Nos ha PROMETIDO lo mismo que ha Pedro: “Yo he orado por ti para que tu fe no desfallezca” (Lucas 22:32). El episcopado universal es garante de esto con Nosotros. Nuevamente, usted NO puede apelar a la distinción de lo que es dogmático y de lo que es pastoral para aceptar ciertos textos en este Concilio y rehusar otros…”
En el artículo de Gleize se manifiesta -una vez más- algo peligrosísimo, que me parece que el blogger no ha destacado.
Dice Gleize: "Il magistero è assistito da Dio NELLA MISURA IN CUI deve assicurare l’unità della Chiesa, che è l’unità della professione comune della fede" (resaltado en el original). En la expresión lefebrista clásica, el Magisterio es válido en la medida en que refleja la Tradición imperecedera de la Iglesia.
Esto es algo muy lefebrista: y en definitiva lo que hacen es poner una especie de instancia magisterial distinta a la del Papa. Porque ¿quién tiene potestad de decidir que tal intervención magisterial asegura la undad de la Iglesia (o es coherente con la Tradición)?
De hecho, rechazan los documentos del Vaticano II porque -dicen- se separan de la Tradición. Con ello niegan que el Papa (junto con el Colegio de los Obispos con las condiciones conocidas) sea intérprete auténtico del depósito de la fe. Debe haber alguien que decida si el Papa habla de acuerdo con la Tradición o no.
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JMI.-Debe haber alguien y lo hay, como Ud. mismo lo indica: el Papa y el colegio universal de los Obispos católicos.
Los Lefebvrianos tiene que entender de una vez y por todas que Cristo protege a su Iglesia TODOS los dias y que la Iglesia nunca jamas podra decretar error doctrinal o moral. Puesto que el CVII estuvo llamado por el Papa, fue presidido por el PApa y aprobado por el PApa, podemos estar seguro que alli estuvo el Espiritu Santo protegiendo sus documentos del error y la herejia!
---Cardenal Ratzinger (carta al arzobispo Lefebvre, 28 julio 1987): “Divinamente instituida, la Iglesia tiene la promesa de asistencia de Cristo hasta el final de los tiempos. El romper su unidad con un acto de plena desobediencia de su parte causaría incalculable daño y destruiría el futuro mismo de su trabajo debido a que fuera de la unidad con Pedro no se puede tener futuro sino solo la ruina de todo lo que desea y aspira…De hecho es a Pedro quien el Señor le ha confiado el gobierno de Su Iglesia; por lo tanto es el Papa el principal artesano de su unidad. Asegurado en la promesa de Cristo, el Papa nunca será capaz de oponerse a la Santa Tradición ni al magisterio autentico.”
" Os enviaré el Espíritu Santo, que os enseñará toda verdad "(Juan 16,13 y 14,17).
Y, " Omne verum, a quocumque dicatur, a Spiritu Sancto est ". Toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo. SANTO TOMÁS DE AQUINO.
La verdad siempre está y estará junto a Pedro.
¡ Feliz año viejo y Próspero y también feliz 2012 ¡.
Y lo dice desde dentro de la Iglesia, con la libertad propia de los hijos de Dios. Lo cual demuestra que las objeciones lefebvristas no ameritan el "rancho aparte" que practica esta pintoresca organización. Se puede decir lo mismo estando en comunión plena. Y si en cambio no lo están, es porque no quieren.
Ese texto en concreto no dice que sean los cambios sociales modernos los que ayudan a conocer la verdadera naturaleza del matrimonio, sino que A PESAR de que la sociedad contemporánea ha sufrido cambios y transformaciones con muchísima frecuencia manifiestan, dan a conocer, ponen a la vista, se descubre en ella la verdadera naturaleza de tal institución. Es decir, aunque es cierto que debido a los cambios sociales han surgido problemas y dificultades que afectan de algún modo u otro a la institución familiar, esta no ha perdido la esencia de su naturaleza y por ello podemos seguir descubriendo en la sociedad muchas familias que viven de acuerdo al orden querido por Dios.
Ya ve Vd. como el texto es sumamente claro para el que lo lee rectamente.
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P. Iraburu, lo que Vd. viene a decir equivale más o menos a esto. Imagínese que alguien viene a mí pidiéndome el libro del Concilio Vaticano II y yo le previniera de esta forma: Tome, aquí tiene, pero tenga Vd. cuidado con algunas frases ya que están escritas de forma retórica y pueden confundir y ser dañinas. ¡Ándese con mucho ojo!.
Entre esto y desaconsejar el mismo Concilio no hay mucha diferencia. Resumiendo: ¡No se puede inducir a la gente a tener suspicacias respecto a los textos del CVII!
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JMI.-Si se prevé que el lector va a entenderlo todo en el buen sentido que los Padres conciliares quieren darle y le dan, no hace falta hacerle ninguna prevención. Si se puede temer del lector concreto lo contrario, convendrá decirle que en una magna obra de 700 páginas puede a veces hallar alguna frase que, si es muy estricto (=estrecho mental) en la interpretación le puede chocar. Que no se preocupe, y que sepa que el Concilio, como todos los documentos de la Iglesia, quiere ser entendido según los diversos modos expresivos que emplea y según el grado de autoridad magisterial que en los diveros textos emplea (esa graduación que expone Mons. Ocáriz y que, aunque hace bien en recordarla, es sabida desde siempre).
Estoy totalmente de acuerdo con eso. En pocas palabras y con esto termino mi intervención. En definitiva, las ambigüedades, contradicciones, falsedades no están realmente en los textos del Concilio Vaticano II sino en las mentes de aquellos que no lo leen rectamente, en su verdadero sentido, ya sea por descontextualización de las frases, prejuicios, falta de formación, lectura precipitada, etc.
Felices Pascuas
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JMI.-Y próspero Año nuevo.
--Beato Juan Pablo II (8 Abril 1988): “…las palabras con que Cristo prometió a los Apóstoles la venida del Espíritu Santo tienen para nosotros especial relevancia: "Yo rogaré al Padre y El os dará otro Paráclito para que os acompañe por siempre, y el Espíritu de verdad ... que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todo y os recordará todo lo que yo lo he dicho. "(Jn 14, 1617, 26.) En todos los tiempos y en todo momento, la Iglesia ha estado guiada por la fe en las palabras de su Maestro y Señor, en la certeza de que, con la ayuda y la asistencia del Espíritu Santo, la Iglesia siempre permanecerá en la verdad divina, manteniendo la sucesión apostólica con los Obispos en comunión con el sucesor de Pedro.
La Iglesia también ha expresado esta convicción de fe en el último Concilio que se reunió para confirmar y reforzar la enseñanza que la Iglesia heredó de la Tradición existente desde hace casi veinte siglos como una realidad viva que va avanzando en relación con problemas y necesidades de cada época, y profundiza nuestra comprensión de lo que ya esta contenido en la fe transmitida de una vez y por todas (cf.Judas 3).
Estamos profundamente convencidos de que "el Espíritu de verdad que le habla a la Iglesia" (cf. Ap 2, 7, 11, 17, et. al.) habló – de una manera particularmente solemne y autoritativa – en el Segundo Concilio Vaticano, preparando a la Iglesia para entrar en el tercer milenio después de Cristo. Ya que el trabajo del Concilio en su conjunto es una confirmación de la misma verdad, vivida por la Iglesia desde el principio, es también una "renovación" de esa misma verdad (un "aggiornamento", como dice la famosa frase del Papa Juan XXIII), para acercar a la gran familia humana en el mundo contemporáneo tanto a la manera de enseñar la fe y la moral como las actividades apostólicas y pastorales de la Iglesia.
En el período post-conciliar hemos visto un gran esfuerzo de parte de la Iglesia de asegurarse que este novum constituido por el Vaticano II correctamente penetrara la mente y la conducta de las comunidades individuales del Pueblo de Dios. Sin embargo junto a este esfuerzo, han surgido tendencias que han creado cierta dificultad en poner el Concilio en práctica.
Una de esas tendencias se caracteriza por el deseo de cambios que no siempre están en armonía con las enseñanzas y el espíritu del Vaticano II, aunque se trate de apelar al Concilio. Estos cambios invocan y expresan un progreso, por lo que se designa a esta tendencia con el nombre de "progresismo". El progreso, en este caso es una orientación hacia un futuro que rompe con el pasado, sin contar con la función de la Tradición que es fundamental para la misión de la Iglesia, para que esta pueda continuar en la verdad que le fue transmitida a ella por Cristo el Señor y por los Apóstoles, y que es diligentemente guardada por el Magisterio.
La tendencia opuesta, sin embargo, definida como conservadorismo’ o ‘integrismo’, se detiene en el pasado mismo, sin tener en cuenta la justa aspiración hacia el futuro como se manifiesta propiamente en la obra del Vaticano II… Ve lo justo solamente en aquello que es “antiguo” reteniéndolo como sinónimo de la tradición.
Sin embargo, no es lo “antiguo” en cuanto tal, ni lo “nuevo” por sí mismo que corresponden al concepto justo de la tradición en la vida de la Iglesia. Tal concepto, en efecto, significa la fiel permanencia de la Iglesia en la verdad recibida de Dios, a través de las mutables vicisitudes de la historia. La Iglesia, como aquel patrón del Evangelio, extrae con sabiduría ‘de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas’, permaneciendo absolutamente obediente al Espíritu de verdad que Cristo ha dado a la Iglesia como guía divina. Y la Iglesia cumple esta delicada obra de discernimiento a través del magisterio auténtico”
No es un secreto para nadie que lo que expone el padre Jean-Michel Gleize es la forma de pensar de la Fraternidad y es lamentable pero no hay el menor síntoma de arrepentimiento, y mucho menos la menor tendencia de abandonar el germen protestante del juicio privado aplicado a la Tradición.
La diferencia entre un protestante que dice que solo le vale el Magisterio que esté "de acuerdo" a la Biblia con el de un lefebvrista que solo le vale lo que esté "de acuerdo" a la Tradición, es que uno mucho más lejos que el otro, pero ambos usurpan el oficio que corresponde solo al Magisterio como interprete auténtico de la Revelación.
en otras oportunidades he comentado aquì mismo la dificultad --manifiesta-- en "conciliar" --valga la palabra-- determinades novedades doctrinales y de praxis del Vat. II y el postconcilio con la doctrina y praxis anterior de la Iglesia Catòlica.
Nuevamente, ud. elude dilucidar los temas complejos:ejs. libertad religiosa, ecumenismo, relación con religiones no cristianas, determinadas cuestiones de liturgia, doctrina respecto al judaísmo que no reconoce a Nuestro Señor Jesucristo, orden de los fines del matrimonio, etc., etc.
Nuevamente, ud. se limita a criticar a la FSSPX, o para el caso, a un exponente de aquella. Y eso tambièn ahora, cuando aùn existe un dialogo abierto entre la Fraternidad y Roma, con una disposiciòn que jamàs ha existido en sus impugnaciones filolebvrianas...
Y pide ud. que se combata "los innumerables herejias y sacrilegios con demasiada frecuencia impunes"...¿Alcanza ese combate a las alabanzas a M. Lutero, y visitas a su templo? ¿A las alabanzas al Islam y al Coran? ¿A las convocatorias de Asìs a religiones, anteriormente consideradas falsas? ¿A la doctrina ecumènica en boga que dice que la Iglesia catòlica està en COMUNION imperfecta con iglesias cismaticas y herèticas? etc,...y tantos dichos y actos promovidas por las mismas autoridades...invocando el Vat. II, prima facie contrarios a la doctrina y la praxis anterior...
En fin, una pena que con su piedad e inteligencia no nos aporte algo mas sustancial...
Saludos cordiales.
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JMI.-Le remito a Ud. a mis artículos (126-132) y a lo que dije con ocasión de, si no recuerdo mal, unos 600 comentarios anexos a esos artículos, en donde hablamos de todo. Yo en el artículo presente hablo de lo que hablo, y concretamente muestro en qué posición está el P. Gleize y se supone que al menos una parte importante de la FSSPX. En otros artículos hablo en forma muy crítica de Pagola, de Anthony De Mello, de Schillebeeckx, etc. y de "innumerables herejías" a las que dedico 40 o quizá 80 artículos. Tendrá que conformarse: no hay mas cera que la que arde. No soy capaz de hablar de doce temas a la vez.
Fui a hablar con ella y casualmente estaba el Párroco, y descubrí que había católicos peores que la catequista de mi hijo. La conversación con el párroco se interrumpió cuando se rio de mi porque hable del Infierno y dijo que yo era un antiguo y que ya nadie creía en el infierno. Salí corriendo no sea que fuera contagioso.
Fui a hablar con el obispo, oyó mi historia y ni siquiera hizo un comentario. No volví a saber nada del señor obispo y el sacerdote que no creía en el infierno siguió en su plaza pervirtiendo a su parroquia. Y yo para que mi se confirmara tuve que buscarme la vida en otra diócesis. (Mi correo es [email protected] y al que me lo pregunte le digo quien es el señor obispo y la parroquia de la historia).
Curiosamente ese monseñor de la historia tiene fama de conservador. Pero naturalmente esto una historia rutinaria. Pan de cada día. No es en absoluto una historia extraordinaria sino normal, porque en la Iglesia actual como todos sabemos se vive en un estado de apostasía generalizada, habitual y quizás más en la jerarquía que en los fieles de a pie.
Por eso, que con la que esta cayendo venga aquí los puritanos de turno a rasgarse las vestiduras porque la horrenda acción cismática cometida por Monseñor Lefebvre y que heredan todavía hoy sus hijos me parece de una hipocresía y de un fariseísmo simplemente espectacular.
NOTA: Antes que nadie me acuse de lefebvriano, sedevacantista, cismático o algo por el estilo decir que soy un fiel católico y desesperado que no pertenece a ninguna organización de ningún tipo, y que cuando va a misa los domingos (el único día que voy a misa) procura pensar en otra cosa mientras que el oficiante en la homilía emite una herejía cada media docena de frases.
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JMI.-Si es ud. lector habitual de InfoCatólica verá que una parte importante de nuestro empeño (no es, por supuesto, nuestra dedicacion completa) lo ponemos en denunciar errores y horrores como el que ud. describe. Yo mismo los he descrito en numerosas ocasiones. Sobre la negación del infierno y de una posible condenación, puede ud. ver, p.ej., en este mismo blog mis artículos (0-9).
Pero si también denunciamos a quienes se mantienen durante decenios independientes totalmente de los mandatos del Papa (p.ej., en la cuestión de las sagradas ordenaciones, cuestión gravísima), y siguen ejercitando al margen por completo del Papa y de los Obispos locales, válida pero ilícitamente, los ministerios sagrados, y prosiguen (como el prof. Gleize) en su empeño de decir que el Concilio Vaticano II es veneno, veneno que se vierte en el pueblo cristiano muy especialmente a través de la Liturgia renovada, etc. etc. etc. no tiene ud. por qué calificarnos de puritanos hipócritas y fariseos. No hacemos sino cumplir con nuestro deber. Un respeto.
En nuestro "buen combate por la fe", eso sí, no llegamos a decir que la Iglesia actual vive, sobre todo en su jerarquía, un estado de apostasía generalizada. No llegamos a decir tan gravísimas falsedades.
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JMI.-El Concilio Vaticano II no produce doctrinas que provocan un cisma. Eso lo dice ud., pero ud. mismo, honradamente, se confiesa ignorante de los textos del Concilio. También se manifiesta ignorante de la historia de la Iglesia: cuántos Concilios, como el grandioso ecuménico de Nicea, "ocasionaron", no produjeron, discusiones posteriores y divisiones, que algunas cristalizaron en comunidades cristianas separadas hasta hoy de Roma. Y sin embargo la unidad de la Iglesia católica se fundamenta en Cristo y en los XXI Concilios ecuménicos, como el de Nicea, reunidos por los sucesores de sus Apóstoles.
A lo que el hombre no puede renunciar es a la razón. Y la razón nos dice que tras el vaticano II se produce la actual apostasía generalizada entre fieles y jerarquía. ¿No hay relación entre las dos cosas? Que sea normal que te digan que todas las religiones tienen los mismos derechos o que todas las religiones sirven para salvarse, ¿no tiene su raíz en los muy ambiguos textos del Vaticano II? Francamente me resulta difícil negarlo sin tener que renunciar a la razón.
Ahora bien, eso que digo arriba es discutible, lo reconozco. Lo que no es discutible es que los mismos que ponen el grito en el cielo por el supuesto cisma de la FSSPX son los mismos que hacen la vista gorda con toda clase de desobediencias y sacrilegios. Sacrilegios gravísimos como el de la parroquia “raja”, a la que finalmente el ordinario de Madrid ha permitido que sigan ejerciendo su nefando oficio y sus cotidianos sacrilegios, después de colocarse en actitud de rebelión contra su obispo. Ni nadie ha llamado cismático al ordinario de Madrid por permitirlo. Ni nadie ha condenado a los curas rojo (título del que se enorgullecen los interesados) de San Carlo Borroneo por herejes y sacrílegos. Ahí siguen sin que nadie se escandalice, siendo así que tan responsables son los ejecutores como sus superiores. Y como San Carlo Borromeo hay docenas de parroquias en Madrid. Bueno, en Madrid y en los demás sitios.
Y le pongo solo otro ejemplo: todavía no he visto a nadie que en una celebración de la Santa Misa diga “Por muchos” en vez de “por todos” como se dice actualmente de forma generalizada y en desobediencia a Roma. ¿Dígame, por desobedientes los que dicen “por todos” son o no cismáticos?
Y así me podría eternizar. Usted habla mal de la FSSPX pero se ha quedado tan tranquilo con la historieta que le he contado con un sacerdote que enseña que el Infierno no exista (y usted mejor que yo sabe cuentos sacerdotes lo enseñan)... Pero, claro el discutible cisma de la FSSPX es mucho más grave que todas las herejías que todos (y digo todos) somos testigos cada día. Pero, ¿eso en castellano no se llama hipocresía?
Repito, hay un estado de apostasía generalizado. Esa apostasía es heredera legítima o ilegitima del Vaticano II, y todo el mundo hace la vista gorda para ignorarlo. Por tanto, el argumento de Monseñor Lefebvre de un estado de necesidad tanto para la ordenación ilegitima, como el cuestionamiento del Vaticano II me parecen un planteamiento esencialmente valido.
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JMI.-Señores lectores, ya ven Uds. cómo piensan y disciernen algunos, asumiendo tesis de la FSSPX o, simplemente, coincidiendo con ella en sus posiciones. Es de mucha pena.
Ya vale. No puedo seguir ocupado atendiendo la Sala de Comentarios y voy a cerrarla. Antes, doy las gracias a los 29 visitantes que desde ayer por la tarde han entrado en ella. Y termino transcribiéndoles un precioso texto del Obispo mártir Santo Tomás Becket (1118-1170), cuya memoria hoy puede celebrarse. Fue asesinado por orden del rey Enrique II. Extracto yo de una carta suya que viene hoy en su Oficio de lectura. Esta mañana, tempranito, en la capilla, en la presencia eucarística de nuestro Señor Jesucristo, meditaba yo sus preciosas palabras:
"¿Quién se atreve a dudar de que la Iglesia de Roma es la cabeza de todas las Iglesias y la fuente de la doctrina católica? ¿Quién ignora que las llaves del reino de los cielos fueron entregadas a Pedro? ¿Acaso no se edifica toda la Iglesia sobre la fe y la doctrina de Pedro?...
"Sea quien fuere el que planta y el que riega, Dios no da crecimiento sino a aquel que planta y riega sobre la fe de Pedro y su doctrina.
"Pedro es quien ha de pronunciarse sobre las causas más graves, que deben ser examinadas por el Pontífice romano y por los magistrados de la santa madre Iglesia que él designa, ya que, en cuanto participan de su solicitud, ejercen la potestad que se les confía".
El Sucesor de Pedro, el que hoy cumple la misión de Pedro, es en la Iglesia, como ya sabrán Uds., Su Santidad el Papa Benedicto XVI, Obispo de Roma.
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