La conservación y el gobierno del mundo
Aportes para un Catecismo Apologético
Volumen 3 – Dios Creador
Capítulo 2 – La conservación y el gobierno del mundo
“Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?” (Mateo 6,26)
Introducción
Este capítulo está basado en: Catecismo de la Iglesia Católica – Compendio (en adelante Compendio), nn. 55-56; y Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Editorial Herder, Barcelona 1969 (en adelante Manual), pp. 151-157.
Dividiremos este tema en dos cuestiones diferentes: 1) la conservación del mundo; y 2) el gobierno del mundo.
La conservación del mundo
El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica enseña que Dios, además de haber creado el mundo, lo conserva en el ser:
“¿Cómo ha creado Dios el universo? (…) Dios conserva en el ser el mundo que ha creado y lo sostiene, dándole la capacidad de actuar y llevándolo a su realización, por medio de su Hijo y del Espíritu Santo” (Compendio 54).
El Manual de Teología Dogmática de Ott resume esta cuestión en la siguiente verdad de fe:
“Dios conserva en la existencia a todas las cosas creadas” (Manual 151).
La conservación del mundo es una continuación de la obra creadora de Dios.
Esta verdad de fe es transmitida en varios lugares de la Sagrada Escritura, por ejemplo, los siguientes:
“Y ¿cómo habría permanecido algo si [Tú, Dios] no hubieses querido? ¿Cómo se habría conservado lo que no hubieses llamado?” (Sabiduría 11,25).
“Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo [Jesús] también trabajo” (Juan 5,17).
“El cual [el Hijo de Dios], siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa…” (Hebreos 1,3).
La conservación del mundo por parte de Dios, además de ser una verdad de fe, puede ser conocida por la sola razón natural. La filosofía permite demostrar que todas las criaturas dependen de Dios en todo su ser y su devenir, y por lo tanto en todos los instantes de su existencia, no sólo el primero.
La conservación del mundo por parte de Dios es negada por el deísmo. Según éste, Dios habría creado el mundo y enseguida habría cesado totalmente de intervenir en él, dejándolo librado por completo a sí mismo. El deísmo tuvo su momento de mayor auge durante la Ilustración racionalista. Fue la filosofía de las primeras logias de la masonería inglesa del siglo XVIII. El “Gran Arquitecto Del Universo” de los masones es una divinidad de tipo deísta.
El gobierno del mundo
El Compendio del Catecismo enseña que Dios gobierna el mundo mediante su divina Providencia y que el ser humano puede colaborar libremente con la divina Providencia:
“¿En qué consiste la Providencia divina? La divina Providencia consiste en las disposiciones con las que Dios conduce a sus criaturas a la perfección última, a la que Él mismo las ha llamado. Dios es el autor soberano de su designio. Pero para realizarlo se sirve también de la cooperación de sus criaturas, otorgando al mismo tiempo a éstas la dignidad de obrar por sí mismas, de ser causa unas de otras” (Compendio 55).
“¿Cómo colabora el hombre con la Providencia divina? Dios otorga y pide al hombre, respetando su libertad, que colabore con la Providencia mediante sus acciones, sus oraciones, pero también con sus sufrimientos, suscitando en el hombre ‘el querer y el obrar según sus misericordiosos designios’ (Filipenses 2,13)” (Compendio 56).
El Manual de Teología Dogmática de Ott resume esta cuestión en la siguiente verdad de fe:
“Dios protege y gobierna con su providencia a todas las criaturas” (Manual 156).
Por lo común la noción de la providencia divina abarca dos aspectos: el plan eterno de Dios sobre el mundo y su ejecución en el tiempo.
La Sagrada Escritura da testimonio de la divina providencia en numerosos pasajes, entre los cuales cabe destacar los siguientes:
“Yahveh es mi pastor; nada me falta. Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce, y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre” (Salmos 22,1-3).
“Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?” (Mateo 6,28-30).
“Confiadle [a Dios] todas vuestras preocupaciones, pues Él cuida de vosotros” (1 Pedro 5,7).
Santo Tomás de Aquino demuestra la existencia de la providencia divina de la siguiente manera:
“Pero hay que decir que todos los seres, no sólo en general, sino individualmente, están sometidos a la providencia divina. Se demuestra así. Como todo agente obra por un fin, la ordenación de los efectos a un fin llega hasta donde llega la causalidad del primer agente. El que en las obras de algún agente suceda que algo no está ordenado al fin, se debe a que tal efecto proviene de una causa distinta, ajena a la intención del agente. La causalidad de Dios, que es el primer agente, llega a todos los seres, y no sólo a los principios de la especie, sino también de los individuos, y no sólo de los incorruptibles, sino también de los corruptibles. Por lo tanto, es necesario que todo lo que de algún modo tiene ser esté ordenado por Dios a un fin, según aquello del Apóstol en Romanos 13,1: ‘Lo que viene de Dios está ordenado’.” (Suma Teológica I,22,2).
La cooperación de la causa primera con las causas segundas recibe el nombre de “concurso divino”. Éste se debe a la total dependencia de todo ser creado, tanto en su ser como en su obrar, con respecto de Dios. Los teólogos cristianos enseñan unánimemente el concurso divino, contra el deísmo: “Dios coopera inmediatamente en todo acto de las criaturas” (Manual 153).
Daniel Iglesias Grèzes
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2 comentarios
Muchas gracias, Daniel por este generoso esfuerzo que realizas de manera constante para educarnos en la Fe.
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