Aportes para un Catecismo Apologético
Según la práctica tradicional de la Iglesia Católica, la catequesis presupone la fe. No se da catequesis a los no creyentes, sino a quienes ya son creyentes y se preparan para recibir el Bautismo u otro sacramento. A los no creyentes se les dirige un primer anuncio del Evangelio que incluye una invitación a la conversión y al Bautismo. Sólo si el destinatario acepta este anuncio puede convertirse en catecúmeno. La catequesis es siempre una segunda etapa del proceso evangelizador.
Por otra parte, casi todos los catecismos antiguos y modernos tienen un estilo muy enunciativo y poco argumentativo. En general dicen qué es lo que los cristianos deben creer, pero no explican de forma detallada por qué deben creerlo. Se esfuerzan mucho más en presentar las verdades de fe que en justificarlas o defenderlas.
La secularización sufrida durante los últimos siglos y agravada en las últimas décadas, sobre todo en las naciones de Occidente, ha planteado problemas muy graves a la catequesis. En la Cristiandad por lo común la fe católica se transmitía sin mayores dificultades de padres a hijos, con la ayuda del influjo de un sinnúmero de tradiciones y costumbres cristianas que impregnaban los distintos aspectos y estamentos de la sociedad. La crisis espiritual y moral causada por la secularización ha cambiado radicalmente el panorama sociocultural en los últimos 60 años. Hoy muchos de nuestros catequizandos provienen de familias más o menos alejadas de la Iglesia, con conocimientos religiosos muy pobres, una práctica sacramental escasa o nula y un estilo de vida poco cristiano. Además, la sociedad secularizada tiende a influir fuertemente en sentido contrario a la labor catequética. En resumen, muchos de nuestros catequizandos son casi paganos con algún barniz cristiano. Con frecuencia su fe cristiana es muy frágil. Esto ayuda a explicar la falta de perseverancia en la vida cristiana de muchos niños católicos después de recibir la Primera Comunión, tras varios años de catequesis.
La reflexión realizada en la Iglesia acerca de estos problemas ha generado una extendida convicción de la necesidad de una catequesis kerigmática, o sea una catequesis que incluya el kerigma o primer anuncio del Evangelio.
Parece muy claro que hoy el primer anuncio del Evangelio no debe ser simplemente igual al discurso de San Pedro en Pentecostés (cf. Hechos 2,14-41), cuyo centro fue éste: ese Jesús, a quien ustedes conocieron y vieron morir en la cruz, ha resucitado; y nosotros somos testigos de ello. Ese discurso de Pedro fue muy eficaz porque sus oyentes eran judíos religiosos, que ya creían en Dios, la creación, la caída, la Biblia hebrea (el Antiguo Testamento) y la venida de un Salvador (el Mesías que esperaban). En cambio hoy, cuando nos limitamos a anunciar la resurrección de Cristo, muchos oyentes la consideran como un simple hecho histórico del pasado, sin relación con ellos. No valoran la Redención porque no tienen un sentido del pecado. No comprenden de qué ni por qué tenemos que ser salvados.
Hoy nuestro primer anuncio del Evangelio debe partir de mucho más atrás. Debe parecerse más al discurso de San Pablo en el Areópago de Atenas (cf. Hechos 17,16-34): dirigiéndose a un grupo de paganos, Pablo, antes de hablarles de Jesús y de la resurrección, les habló de un Dios al que ellos adoraban sin conocerlo, el Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él.
Opino que hoy la Buena Noticia de Jesús comienza así: Soy amado, luego existo. Nuestra existencia no es absurda, no carece de un sentido absoluto. No somos hijos no deseados de la fría y caótica Madre Naturaleza. Dios existe y hemos sido creados por Él, que es Amor, por amor y para el amor. Dentro de este marco luminoso y feliz se puede desarrollar luego toda la historia de salvación, centrada en Cristo y en su resurrección.
Pienso que el numeral 1 del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica ofrece un ejemplo excelente de un primer anuncio del Evangelio adecuado para el hombre de hoy:
“¿Cuál es el designio de Dios para el hombre? Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en Sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerlo partícipe de su vida bienaventurada. En la plenitud de los tiempos, Dios Padre envió a su Hijo como Redentor y Salvador de los hombres caídos en el pecado, convocándolos en su Iglesia, y haciéndolos hijos suyos de adopción por obra del Espíritu Santo y herederos de su eterna bienaventuranza.”
Además, hoy no basta que la catequesis sea kerygmática; debe ser también apologética. No sólo debe transmitir los contenidos de la fe católica, sino también ayudar a fortalecer esa fe mostrando su razonabilidad y defendiéndola de las críticas que se le hacen. Así los catequizandos podrán estar mejor preparados para enfrentar las tentaciones de la increencia, las supersticiones, las sectas y las nuevas formas de religiosidad no cristiana, tentaciones que pululan en la civilización occidental postcristiana.
La catequesis actual debería prestar especial atención a los preámbulos de la fe, las verdades de fe accesibles a la sola razón natural: la existencia, unidad y unicidad de Dios, la espiritualidad e inmortalidad del alma humana, etc. También debería exponer con algún detenimiento las razones por las que creemos en Jesucristo y en la Iglesia Católica y la refutación de los principales argumentos anticristianos y anticatólicos. Por último, debería insistir en la estructura esencial de la fe católica: creemos en todo lo que la Iglesia Católica propone a sus fieles para ser creído porque (con buenas razones) creemos que esta Iglesia ha sido fundada por Cristo y que, gracias a la asistencia del Espíritu Santo, ella es indefectible en la fe y transmite sin error la verdad revelada por Dios en Cristo para nuestra salvación.
Concluyo que sería muy provechoso elaborar un Catecismo Apologético, que complemente los excelentes catecismos actuales, de estilo enunciativo, con una exposición mucho más argumentativa.
Naturalmente, la elaboración de un Catecismo Apologético no es una tarea privada de un fiel individual. Empero éste puede aportar sus reflexiones al respecto, que luego podrían ser evaluadas y eventualmente reutilizadas por la Iglesia. Con ese espíritu, me propongo emprender durante los próximos años, con la ayuda de Dios, la tarea de escribir una serie de nueve volúmenes titulada Aportes para un Catecismo Apologético. Preveo que el esquema general de la serie será el siguiente, basado en el numeral citado del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica:
- Dios es infinitamente perfecto y bienaventurado en Sí mismo (Teología Fundamental; Dios uno y trino).
- Dios creó libremente al hombre en un designio de pura bondad (Creación).
- Dios creó al hombre para hacerlo partícipe de su vida bienaventurada (Gracia y Virtudes).
- Los hombres cayeron en el pecado (Pecado Original).
- En la plenitud de los tiempos Dios Padre envió a su Hijo (Historia de Salvación).
- El Hijo de Dios fue enviado como Redentor y Salvador (Cristología y Soteriología).
- Dios nos convoca en su Iglesia (Eclesiología).
- Dios nos hace hijos suyos de adopción por obra del Espíritu Santo (Moral, Liturgia y Oración).
- Dios nos hace herederos de su eterna bienaventuranza (Escatología).
Cada volumen tendría diez capítulos de entre cuatro y ocho páginas. Mi idea es publicar cada capítulo y cada volumen a medida que estén completados y tener en cuenta los comentarios de los lectores para mejorar la obra en las ediciones sucesivas. Los destinatarios que tengo en mente son los católicos jóvenes o adultos de cultura media.
Que el Señor me dé luces y fuerzas suficientes para llevar adelante esta tarea de un modo digno y útil; y que impulse también a muchos otros, mejor preparados que yo, a realizar tareas semejantes, a fin de lograr una reevangelización más eficaz de nuestros pueblos descristianizados.
Daniel Iglesias Grèzes
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11 comentarios
Estamos a la espera. Y orando por el buen resultado.
Me parece muy creativo y genial de su parte, e incluso yo lo voy a tener en cuenta cuando pretenda evangelizar a alguien, empezar con esa brillante expresión: "SOY AMADO, LUEGO EXISTO". Esa pequeña frase de cuatro palabras, está cargada de suficiente potencial como para capturar el interés de los oyentes, desde el primer momento, ya que nos dirige hacia Dios, a partir del hecho mismo de que existimos. Sería un "anuncio" que incluye al destinatario y, por lo mismo, no le sonaría ni ajeno ni abstracto.
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Falso. Eso en el Catecismo Mayor no ocurre.
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DIG: Su objeción falla en dos niveles distintos.
1) En el nivel lógico, porque yo dije "casi todos los catecismos...". Luego, una excepción no desmentiría mi afirmación.
2) En el nivel fáctico, porque también el Catecismo Mayor de San Pío X es muy enunciativo y poco argumentativo.
Lo pruebo con dos citas:
a) "23.- ¿Cómo sabemos que hay Dios? - Sabemos que hay Dios porque la razón lo demuestra y la fe lo confirma."
b) "53.- ¿Muere con el cuerpo el alma humana? - El alma humana no muere jamás; la fe y la misma razón prueban que es inmortal."
O sea que este Catecismo no presenta ningún argumento a favor de la existencia de Dios ni de la inmortalidad del alma humana. Sólo afirma que esos argumentos existen.
Es cierto que unas cuantas preguntas de este Catecismo comienzan con un "¿Por qué?" o "¿Cómo?". Pero las respuestas que da a esas preguntas suelen ser muy breves. Por ejemplo:
"82.- ¿Cómo sabemos que Jesucristo es verdadero Dios? - Sabemos que Jesucristo es verdadero Dios: 1º., por el testimonio del Padre cuando dijo: Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo todas mis complacencias, oídle. 2º., por la atestación del mismo Jesucristo, confirmada con los milagros más estupendos. 3º., por la doctrina de los Apóstoles. 4º., por la tradición constante de la Iglesia Católica."
No digo nada de esto como crítica a este Catecismo, sino en honor a la verdad.
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El Carisma Pleno de la Verdad lo tienen los Obispos[1]. Corre usted el riesgo de deformar algún punto de la Fe Católica, como ya han hecho algunos bloggers en cuanto a lo que se considera Tradicion y tradiciones, en cuanto a la libertad religiosa etc
[1] Catecismo numeral 94 ( «Cuando las proclaman los obispos, que con la sucesión apostólica reciben un carisma de la verdad» (DV 8))
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DIG: Con ese criterio, ningún católico que no fuera Obispo escribiría nada sobre religión o teología, por temor a equivocarse, porque todos los fieles, incluso los mejores teólogos, pueden equivocarse y de hecho algunas veces se equivocan. ¿Para qué, entonces, una Universidad eclesiástica me habría dado un título de Magíster en Ciencias Religiosas y otro de Bachiller en Teología? ¿Para que me contentara leyendo lo que otros han escrito, incluso en la actual situación de grave crisis de fe en mi país y en el mundo?
No se preocupe tanto por mí. También yo tengo un Obispo que podría corregirme si me equivoco o cuando me equivoco, si el error es serio. Y, más cerca de mí, hay una excelente Dirección en InfoCatólica que me habría amonestado si yo estuviera haciendo más mal que bien con mis escritos.
Este catecismo no tiene necesariamente problemas, tan solo que no es muy extenso, y no todas las respuestas están argumentadas. Además de eso, la apologética se enfoca mas que nada contra los protestantes, pero no contra el resto de enemigos de Cristo.
Mi humilde sugerencia es que se mantengan las respuestas breves, claras y concisas, y luego se extienda la argumentación. Porque las personas de hoy en día no están puestas a leer mucho, sino que estamos acostumbrados a invertir poco tiempo en todo, a recibirlo todo al instante, a leer poco, y prestar poca atención.
Otra cosa que yo sugeriría, es que las respuestas se puedan respaldar con los documentos del Magisterio, la Biblia, y escritos de los Santos Padres o de algunos Doctores de la iglesia. Y si se ha de hablar de temas históricos, que también, se mencionen las fuentes de libros auténticos en donde se pueda confirmar lo que se afirma.
Yo tenía planeado hacer algo así para uso personal, y a modo de referencia. Pero también conozco la responsabilidad de publicar un proyecto de tal magnitud, dice la escritura: "No os constituyáis muchos en maestros, hermanos míos, pues sabemos que nosotros recibiremos una sentencia más severa, porque todos faltamos a menudo." (Santiago 3,1-2)
Estas son mis sugerencias, no son exigencias, tan solo son preferencias. Yo apoyo esta iniciativa, y es algo que obviamente me gustaría tener, especialmente si toca los temas delicados actuales para que sean aclarados satisfactoriamente.
Me preguntaba si ha publicado usted alguna vez algún artículo sobre lo que el Magisterio nos dice respecto al tema del libre albedrío y la gracia.
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DIG: Creo que no.
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Me parece esencial saber lo que los fieles tenemos que creer y lo que no tenemos por qué creer, pero no encuentro ningún resumen en ninguna parte.
Me refiero a todas las declaraciones magisteriales sobre el tema, como por ejemplo:
Trento:
1567 Dz 827 Can. 17. Si alguno dijere que la gracia de la justificación no se da sino en los predestinados a la vida, y todos los demás que son llamados, son ciertamente llamados, pero no reciben la gracia, como predestinados que están al mal por el poder divino, sea anatema [cf. 800].
O esto:
(Trento, l.c., can. IV: "Si alguno dijese que el libre albedrío, movido y puesto en acción por Dios, no puede cooperar por asentimiento a la llamada de Dios, ni disentir si así lo desea… sea anatema "). Con este decreto el Concilio no sólo condenó la opinión protestante de que en la recepción de la gracia la voluntad permanece meramente pasiva, sino que también se anticipó a la herejía jansenista respecto a la imposibilidad de resistir la gracia actual. A partir del siguiente breve extracto puede verse con qué poco derecho los herejes apelaban a los escritos de San Agustín en defensa de su doctrina: "El que te hizo sin tu acción no te justifica sin tu acción. Te hizo sin tú saberlo, te justifica con tu voluntad, pero es Él quien justifica, para que la justicia no sea tuya." (Serm. CLXIX, C. XI, n. 13).
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DIG: Sí, es un tema muy importante. También es difícil, porque hace referencia a un misterio muy profundo: ¿Cómo se compaginan la libertad infinita de Dios y la libertad finita del hombre? Probablemente los distintos "sistemas" ideados por los teólogos para resolver ese problema hayan tratado de ir más allá de lo que nos es dado saber sobre ese misterio en esta vida y por eso ninguno de esos "sistemas" sea del todo convincente. Quizás en este caso tenemos que conformarnos con sostener firmemente los dos extremos de la cadena (los dogmas de la gracia y la libertad) aunque no veamos cómo se conectan entre sí.
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