William R. Farmer, Bismarck y los cuatro Evangelios. 1870-1914 -II
William R. Farmer
Bismarck y los cuatro Evangelios
1870-1914
Copyright © ChurchinHistory 2004
Edición original: William R. Farmer, State Interesse and Marcan Primacy. 1870-1914 [Interés del Estado y primacía de Marcos. 1870-1914], en: Bibliotheca Ephemeridum Theologicarum Lovaniensium, The Four Gospels, Festschrift Frans Neirynck, editado por F. Van Segbroeck, C. M. Tuckett, G. Van Belle y J. Verheyden, Volumen III, Leuven University Press - Uitgeverij Peeters Leuven, 1992.
Fuente: http://www.churchinhistory.org/pages/booklets/farmer%28n%29.htm (08/10/2011).
Este artículo fue reproducido por ChurchinHistory con permiso de Leuven University Press. ChurchinHistory se esfuerza para hacer más fácilmente disponible la información acerca del involucramiento de la Iglesia en la historia.
Traducido al español y editado en 2022 por Daniel Iglesias Grèzes con autorización de Mark Alder, responsable de ChurchinHistory.
Nota del Editor: Añadí aclaraciones breves entre corchetes en algunos lugares.
[William R. Farmer (1921-2000) fue un académico estadounidense, experto en el Nuevo Testamento; metodista hasta 1990, cuando se convirtió al catolicismo. Fue editor de A New Catholic Bible Commentary (Un nuevo comentario bíblico católico). En 1992, año de publicación de este artículo, estaba vinculado a la Universidad de Dallas (Texas)].
Parte II
Debería ser evidente para cualquier estudiante de literatura que las necesidades ideológicas de la sociedad afectan inevitablemente la forma en que la literatura de esa sociedad es interpretada. Sin embargo, en el mundo establecido de los estudios bíblicos no siempre se reconoce esta influencia de las necesidades ideológicas de la sociedad sobre la interpretación literaria. Para ser bastante específico, hoy en día existe una renuencia a reconocer la forma en que las necesidades ideológicas de la sociedad alemana del siglo XIX han influido en la forma en que se interpretó y se sigue interpretando la Biblia en nuestras escuelas teológicas y nuestras universidades. Las razones de esta renuencia requieren una exploración.
Podemos comenzar preguntando: “¿Cuáles fueron algunas de las necesidades ideológicas de la sociedad alemana del siglo XIX que han afectado la interpretación literaria de la Biblia?” Existía, por ejemplo, la necesidad de estar al día en relación con la ciencia. Para que la fe bíblica fuera creíble, era necesario que ella fuera defendida sobre bases científicas. En el siglo XIX, una ciencia que proporcionó algunos modelos rectores fue la biología. Dado que la vida parecía evolucionar de formas más simples a formas cada vez más complicadas, se volvió creíble concebir las formas literarias como desarrollándose de lo simple a lo complejo. Así, para el Antiguo Testamento, relativamente pronto J y E [los documentos Yahvista y Elohísta] se unieron en varias combinaciones con los más desarrollados D y P [los documentos Deuteronomista y Sacerdotal] para formar los textos aún más complejos de los libros del Pentateuco.
Para el Nuevo Testamento, los [documentos] más simples Marcos y Q fueron combinados para formar los evangelios más desarrollados, Mateo y Lucas. Parábolas de Jesús como la de la levadura en el pan y la de la semilla de mostaza fueron citadas como evidencia de que Jesús se adelantó a su tiempo al pensar en términos científicos, es decir, en términos de crecimiento. De hecho, estas parábolas fueron conocidas como las “parábolas del crecimiento".
Este enfoque de la Biblia dio lugar al intento de distinguir los niveles anteriores de la tradición de los posteriores. Esto hizo posibles las reordenaciones cronológicas de las partes fragmentadas de la Biblia, que luego podían ser reelaboradas en historias “científicas” de Israel, por un lado, e historias “científicas” de la Iglesia primitiva, por otro. De esta manera la gran historia de la Biblia, ricamente diversa pero unificada, desde la creación en el libro de Génesis hasta la venida eminente de un cielo nuevo y una tierra nueva en el libro del Apocalipsis, fue fragmentada. Esto no sólo es verdad para la Biblia como un todo, sino también para los libros individuales. Podemos comprobar cómo esto ha afectado la interpretación de un libro en particular considerando el evangelio de Mateo. Encontramos en este evangelio una historia que, siguiendo el modelo canónico del Siervo de Isaías 53, comienza con el nacimiento de Jesús en Belén de Judea y transcurre de modo continuo hasta su muerte en Jerusalén y sus apariciones en Judea y Galilea tras la resurrección. Todo está conectado narrativamente en la forma de una historia bien desarrollada.
Pero hacia fines del siglo XIX este evangelio había sido irremediablemente partido y diseccionado [convirtiéndolo] en un conjunto incomprensible de fuentes separadas. Algunas partes provenían de una fuente llamada Q; otras partes provenían de Marcos o de una fuente superpuesta con Q llamada “UrMarkus"; e incluso otras partes procedían de otras fuentes putativas. En consecuencia, el carácter canónico de este libro es destruido.
Todo comentario o libro sobre Mateo escrito a partir de un compromiso con este modelo decimonónico (que a estas alturas ha asumido una función anticanónica) raya en lo ininteligible. Por mucho que lo intenten, los académicos no pueden descubrir ningún propósito autoral convincente a partir de un estudio de estas partes separadas, cuando se ordenan según lo que en este modelo se cree que es anterior y lo que se cree que es posterior. Esto no es menos cierto para los críticos de la redacción que lo que lo fue para los anteriores críticos de las formas y de las fuentes. El evangelio que sigue siendo fundacional para la Iglesia cristiana se ha vuelto, en manos de todos los que confían en esta tradición crítica alemana, en gran parte incomprensible. Como consecuencia, Mateo, para muchos cristianos y para la mayoría de los teólogos eurocéntricos, ha perdido gran parte de su autoridad y mucho de su valor literario.
Para nuestros propósitos, sin embargo, es el lado político de la cuestión ideológica el que tiene una importancia primordial. Por ejemplo, Bismarck logró excluir a la Austria católica romana del Estado prusiano en constante expansión. Esto significa que el Segundo Reich en realidad se convirtió en un imperio dominado por los protestantes y dirigido por un Káiser protestante. Sin embargo, aunque la Alemania del siglo XIX era predominantemente protestante, nunca debemos olvidar que contenía una minoría católica muy importante. Al mismo tiempo, aunque también era predominantemente cristiana, contenía una minoría judía relativamente pequeña pero muy influyente. Entre las necesidades ideológicas importantes de la Alemania del siglo XIX se encontraba no sólo un modus vivendi entre una mayoría protestante y una minoría católica, sino también entre una mayoría cristiana y una minoría judía. Los protestantes, católicos y judíos, después de la Ilustración, fueron, hacia 1870, todos reconocidos como ciudadanos del Segundo Reich. Estos ciudadanos alemanes culturalmente diversos tenían que adaptar sus diferencias heredadas y trabajar juntos si el Imperio alemán había de cumplir su rol ascendente en la política mundial. La crítica bíblica del siglo XIX sirvió bien a la sociedad alemana al permitirle satisfacer estas necesidades ideológicas apremiantes. Las universidades apoyadas por el Estado facilitaron el inevitable proceso de acomodación y/o asimilación intelectual. Desde un punto de vista posterior al Holocausto, es impactante ver cuán lejos estaban dispuestos a llegar los judíos para facilitar las posibilidades de que un judío alemán se convirtiera en un “mejor” alemán. No sólo se abandonaron las leyes dietéticas, sino que algunas sinagogas estaban dispuestas a trasladar sus principales servicios de culto al domingo. La crítica bíblica ilustrada, que se convirtió en estudios bíblicos apoyados por el Estado, allanó el camino para esta acomodación.
Por el lado de la mayoría, los sacrificios hechos por los cristianos fueron menos radicales. Sin embargo, todos los pasajes de la Escritura que habían alimentado el antisemitismo cristiano a lo largo de la Edad Media debían ser ignorados. Esto significaba, no sólo que las terribles palabras de Mateo [27,25] “que su sangre caiga sobre nuestras cabezas” debían ser relativizadas; también debían serlo las punzantes condenas de los fariseos en Mateo 23. Esto se logró efectivamente al negar el rol fundacional de Mateo en la constitución de la Iglesia, y al entregar este rol fundacional a fuentes hipotéticas anteriores que fueron desinfectadas tanto como fue posible de polémica anti-judía. Los dos resultados principales de este proceso deconstructivo del siglo XIX fueron el Proto-Marcos y la fuente de logia [dichos] más tarde llamada Q. La división del texto de Mateo en muchas partes, con las primeras y más confiables provenientes de Marcos y Q, y las posteriores y menos seguras (que tendían a incluir material que era problemático) provenientes de la Iglesia o de la mano del Evangelista, hizo posible que los teólogos liberales eligieran cuidadosamente lo que tenía más sentido para ellos mientras componían “reconstrucciones históricas” de Jesús útiles para la época. Idealmente, Jesús era un rabino judío de la escuela liberal de Hillel. Pero también podía ser un profeta judío. Tanto los judíos liberales como los cristianos liberales podían experimentar alivio y gozo por este logro social y nacionalmente unificador hecho posible por la Wissenschaft [ciencia] alemana.
Sin embargo, fue precisamente este maestro judío amable y liberal o profeta escatológico el que se demostró inadecuado como base para la teología para los cristianos liberales desilusionados de la Alemania posterior a la Primera Guerra Mundial, cuando en última instancia se esperaba de ellos que encontraran sentido a la derrota devastadora de sus ejércitos imperiales. El pueblo alemán derrotado necesitaba una teología con una doctrina redentora del pecado. En Alemania, esto condujo a un rechazo del Jesús “histórico” y a un giro hacia una teología dialéctica dominada por [San] Pablo y, en los Estados Unidos, finalmente hacia una neo-ortodoxia predominantemente paulina. Sin embargo, un rol canónico apropiado para los evangelios aún elude a los liberales, algunos de los cuales juegan hoy con la idea de canonizar a Q y el evangelio de Tomás.
La presión iniciada por el Estado sobre los católicos alemanes para acomodarse y/o asimilarse a la mayoría protestante fue al principio resistida con éxito por el Vaticano. Pero finalmente, a través de las universidades de Alemania apoyadas por el Estado, ayudadas por universidades británicas y estadounidenses que siguieron el ejemplo de la erudición alemana, la Wissenschaft alemana triunfó sobre la tradición de la Iglesia, sobre la “revelación", sobre el “oráculo". Hablando sociológicamente, dentro de Alemania, la tradición crítica que se desarrolló y fue fomentada por estas universidades estatales fue muy útil al servicio de la necesidad ideológica de católicos, protestantes y judíos de acomodar sus diferencias, en aras de una Alemania unificada y decidida.
Las sociedades de todos los países que enfrentaban esencialmente estas mismas necesidades ideológicas se adhirieron prontamente a esta crítica alemana protestante liberal. Estos [países] incluían Inglaterra, Escocia, Holanda, Escandinavia, los Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda. Los jóvenes estudiosos bíblicos más talentosos y ambiciosos de estos países acudieron en masa a las universidades alemanas.
Pero las sociedades en las que estas necesidades ideológicas particulares no existían hicieron oídos sordos a esta tradición crítica. Éstas incluyeron las de Irlanda, Austria, Hungría, Grecia, Francia, Italia, Etiopía, España, Portugal y todos los países latinoamericanos. La presencia de estudiantes de estas sociedades en las aulas de las facultades de teología de las universidades de Berlín, Göttingen, Marburgo, Tubinga y Estrasburgo fue insignificante. [Continuará].
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