La descalificación del lenguaje católico tradicional
Hace años, en una conferencia en Montevideo, un sacerdote católico muy inteligente, profesor de filosofía y de teología, afirmó que a él el lenguaje cristiano tradicional “no le decía nada”. Recuerdo que me apenó mucho oír eso. Me preguntaba cómo podía ser que a un sacerdote tan culto “no le dijera nada” el lenguaje de la Biblia y la Tradición eclesial, de los Papas y los Concilios, de los Padres y los Doctores de la Iglesia, de los santos y los grandes maestros de espiritualidad… Naturalmente, la expresión “esto no me dice nada” puede tener varios sentidos diferentes. Se me ocurren dos sentidos principales: 1) no entiendo nada de esto; 2) lo entiendo pero me deja frío; no suscita en mí ninguna emoción, ningún sentimiento, ningún propósito. Aplicadas a nuestro caso, las dos alternativas son inquietantes. La primera alternativa vuelve imposible la labor del teólogo, dado que no le permite comprender (en ningún grado) lo que cree. La segunda alternativa vuelve imposible la labor del misionero, dado que excluye el necesario entusiasmo apostólico. Por supuesto, es posible que el sacerdote exagerara y que no hubiera que tomar su afirmación del todo en serio. De todos modos sus palabras serían criticables porque entrañan un serio riesgo de “escándalo”: es decir, de suscitar en otros cristianos un desapego o desafecto injustificados al venerable lenguaje tradicional que expresa los contenidos de nuestra fe.
He recordado las palabras de aquel sacerdote uruguayo al releer un libro que explica la teología de Karl Rahner: Karl-Heinz Weger, Karl Rahner: Introducción a su pensamiento teológico, Editorial Herder, Barcelona 1982. Citaré un texto que está al comienzo mismo de esa obra.
“Allá por los años cincuenta [del siglo XX], la teología católica de expresión alemana se enfrentaba con una nueva situación. (…) La teología pastoral no podía menos de acusar el creciente desinterés del ciudadano de la sociedad del bienestar en lo relativo a cuestiones religiosas. La dogmática de los manuales dejaba al cristiano tan insatisfecho como el catecismo infantil que antaño había aprendido de memoria.
(…) Los puentes tendidos entre fe y quehacer diario, entre religión y vida real, amenazaban con venirse abajo. Es precisamente lo más importante de la fe lo que resulta incomprensible y extraño para el hombre de hoy. Asistimos a lo que parece ser la oposición mutua de dos mundos distintos, separados por un abismo: el mundo de una doctrina vertida en rígidos moldes conceptuales y el de la vida concreta de todos los días. Sometida a violentas presiones exteriores, la fe cristiana se mantiene a costa de un esfuerzo cada vez más fatigoso, tal vez ya sólo soportable con el traje de los domingos. Los días de labor no cuentan: ¡qué tiene ya que ver la fe con nuestra existencia real! Conceptos como gracia y redención, encarnación divina, cielo, infierno, pecado, culpa original, Trinidad, concepción inmaculada, ¿qué pueden significar en una fábrica, ante las cadenas de montaje, o en las oficinas de funcionarios y empleados?
Así nació, en aquellos años, una auténtica ‘crisis de fe’, que todavía hoy no ha sido colmada. Pero, ¿por qué? ¿Qué tenía la ‘teología escolástica’ –llamada también de este modo por Rahner– que la hacía de repente inadecuada a los nuevos tiempos y situaciones? ¿De dónde venía la común impresión de que los manuales de dogmas y su correspondiente catecismo para ‘creyentes sencillos’ lo decían todo sin decir, a fin de cuentas, nada?” (K.-H. Weger, o. c., pp. 13-14).
¿Qué decir de estas palabras de Weger, que indudablemente expresan también la opinión de su maestro, Karl Rahner? Ante todo, opino que se trata de un mal diagnóstico. Atribuir la crisis de fe de nuestro tiempo principalmente a la teología escolástica me parece muy poco realista. Si, en el siglo XX o XXI, en Europa o América, los obreros de una fábrica o los empleados de una oficina no dan ya importancia, por ejemplo, al cielo y al infierno, no es principalmente por culpa de la teología escolástica, de la cual la gran mayoría de ellos no ha oído hablar siquiera. En cuanto a la supuesta ineficacia del catecismo, suponiendo que algunos de esos obreros o empleados lo hayan leído, tampoco cabe culpar a la teología escolástica, que no es sino uno de los factores que influyen en él. Dado que ahora no me puedo detener en ello, afirmaré simplemente que las causas principales de la actual crisis de fe son muy otras.
Como contraejemplo, podríamos citar a muchísimos santos del siglo XX cuya vida cristiana ejemplar fue alimentada precisamente por esa teología católica tradicional que, según Rahner y Weger, habría sido tan inútil en esa misma época. Baste mencionar a San Pío de Pietrelcina, San Josemaría Escrivá de Balaguer, la Beata Teresa de Calcuta y San Juan Pablo II.
Veamos otras citas de Weger, que ahora reproducen palabras del mismo Rahner: “Partiendo de esa moderna conciencia y cultura de la historia, se pronuncia Rahner contra un conocimiento meramente positivo (…) de la fe: ‘(…) Pero si al hombre actual, por culpa de la teología, le resulta ese contenido [de la revelación] inverosímil, es lógico que le asalten también serias dudas sobre la verosimilitud del hecho mismo de la revelación’ ([Karl Rahner, Escritos de Teología, Einsiedeln 1954 ss, Tomo] VIII, 59). Y algo después (…) añade: ‘Todas esas dificultades del hombre de hoy pueden reducirse a una estructura formal: las afirmaciones teológicas no están formuladas de manera que lo significado por ellas se le revele como coherente con la comprensión que nace de su propia experiencia’.” (Weger, o. c., p. 17).
“Según Rahner, la teología tiene y seguirá teniendo carácter histórico. También en esto se diferencia su teología de la tradicional. Es más, ni siquiera vacila en reivindicar para la teología católica el típico concepto bultmaniano de desmitificación (aun cuando lo emplee en sentido distinto al de Bultmann). ‘Debemos afirmar sin rodeos que las expresiones de fe tradicionales son, al menos en lo que atañe a la proclamación primera y determinante de esta fe, notablemente inapropiadas, y lo van pareciendo cada vez más’ ([K. Rahner, o. c., Tomo] X, 51). (…) La nueva coyuntura (…) exige también un nuevo lenguaje para expresarla, un lenguaje no esotérico, que no esté sólo al alcance de unos pocos iniciados.” (Weger, o. c., p. 18).
Valdría la pena analizar si la desmitologización de Rahner no es al fin y al cabo (como la de Bultmann) un efecto del racionalismo. Pero dejemos ese difícil tema de lado. Mi comentario a estas palabras consistirá en citar a otro discípulo de Karl Rahner: “¿Cómo se entiende, pues, que por un lado hubiera aquí un teólogo que intentaba transmitir a los hombres de hoy la verdad de la fe, al hacer suyas las preguntas que estos mismos hombres se plantean, solidarizándose con sus angustias y sus necesidades (…) y que, por otro lado, el lenguaje científico de este teólogo presente tales dificultades a muchas personas que se oiga decir con frecuencia que resulta imposible entender a Rahner?” (Herbert Vorgrimler, Entender a Karl Rahner. Introducción a su vida y su pensamiento, Editorial Herder, Barcelona 1988, p. 43). Por supuesto, luego Vorgrimler trata de responder a su propia pregunta. Pero lo que me interesa destacar aquí es que toda teología, no sólo la escolástica, exige un esfuerzo intelectual (mayor o menor) para ser comprendida. Permítaseme agregar una anécdota humorística: en cierta oportunidad, el teólogo Hugo Rahner se ofreció a traducir al alemán las obras de su más famoso hermano Karl. Obviamente, por lo general Karl Rahner escribía en alemán…
Por otra parte, en respuesta al testimonio subjetivo con el que comenzó este artículo, diré que a mí personalmente, sin dejar de apreciar el esfuerzo teológico de Karl Rahner, el Símbolo de los Apóstoles o el Credo de Nicea y Constantinopla “me dicen” mucho más que las tres “fórmulas breves de la fe” (teológica, antropológica y futurológica) propuestas por él mismo (cf. Karl Rahner, Curso fundamental sobre la fe. Introducción al concepto de cristianismo, Editorial Herder, Barcelona 1979, Epítome final, pp. 521-525).
Según confiesa Vorgrimler, Rahner “luchó (…) con valor y energía, contra el sistema de la neoescolástica y contra el monolitismo piano y reclamó el derecho a la existencia de una nueva teología plural (…) Este propósito lo acompañó siempre, ya desde los primeros tiempos de sus estudios” (H. Vorgrimler, o. c., pp. 87-88).
Me permito sugerir que esa actitud permanente de lucha contra la neoescolástica impulsó a Karl Rahner hacia críticas bastante injustas y exageradas.
Terminaré este artículo con otra cita que a mi juicio contiene una auto-crítica que le habría venido muy bien a Karl Rahner: “En la literatura conciliar y postconciliar es innegable la existencia de una especie de burla, con la que, como alumnos ya maduros, queríamos despedirnos de anticuados libros de texto. Pero, mientras tanto, ha llegado hasta nuestros oídos y nuestros espíritus otro tipo de burla, que se ha mofado de nosotros más de cuanto habíamos imaginado y querido. Lentamente, ha desaparecido la sonrisa de nuestros labios. Lentamente hemos advertido que tras las puertas cerradas existen cosas que no deben perderse, si no queremos perder nuestras almas. Por supuesto, no podemos ni queremos retroceder al pasado. Pero debemos estar preparados para aceptar con nueva mentalidad lo que, en las vicisitudes de los tiempos, es auténtico soporte. Buscarlo con espíritu firme y sereno, atreverse a la locura de lo verdadero con alegre corazón y sin concesiones es, a mi entender, la tarea del hoy y del mañana: el verdadero núcleo del servicio al mundo de la Iglesia, su respuesta a ‘los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo’ [Concilio Vaticano II, constitución Gaudium et Spes, n. 1].” (Joseph Ratzinger, Teoría de los principios teológicos. Materiales para una teología fundamental, Herder Editorial, Barcelona 1985, p. 472).
Daniel Iglesias Grèzes
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12 comentarios
Por otra parte, aunque la respuesta de Rahner fuera equivocada, el problema que señalaba era muy real. Que se resume en esto: el divorcio entre lo que se creía y lo que se vivía, especialmente grave en el ámbito intelectual, donde se abría un abismo infranqueable entre lo que decían las ciencias profanas y lo que decía la teología, en flagrante contradicción con la visión tomista de armonía entre fe y razón (o la wojtyliana de ambas como las dos alas del espíritu humano).
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DIG: No cabe la menor duda de que los cuatro santos que mencioné se sentían totalmente a gusto con la doctrina y el lenguaje católicos tradicionales y que "vivían de ellos", por así decir. Que el Padre Pío haya sido perseguido no cambia eso para nada. Tampoco lo cambia el hecho de que Karol Wojtyla, como filósofo, haya abrazado a la vez el tomismo y la fenomenología. Ninguno de los cuatro habría dicho que el lenguaje católico tradicional no le decía nada o era muy inapropiado para los hombres de su tiempo.
Antes las Iglesias estaban llenas, y desde todo el cambio pastoral iniciado tras el CVII , la fe se ha perdido en Europa y una generación ha apostatado de la misma en un tiempo record.
Eso deja solventada la cuestión, a pesar de que algunos no quieran someter su humildad a prueba y hacer el sencillo examen de preguntarse:
"Podría ser que realmente nosotros estuviésemos equivocados?"
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DIG: Deberías superar esa alergia, que te ha impedido terminar de leer un artículo interesante...
¿Resultado?. Los mismos que predijo Charles Dikens:
"Conocida es de todos la historia de otro filósofo experimental
que sustentaba la teoría de que un caballo
podía vivir sin comer, demostrándolo tan a la perfección
que logró que el suyo se conformase con una brizna de
paja al día, y sin duda hubiese hecho de él el más fogoso
y rápido animal, sin comer nada en absoluto, si no se hubiese
muerto precisamente veinticuatro horas antes de
recibir su primera y vivificante ración de aire."
Pues eso, que así estamos.......
Ahora, a la hora de hablar de los sacramentos y sus efectos, por ejemplo, el lenguaje tradicional es millones de veces más comprensible que el de ciertas corrientes existencialistas más o menos actuales (aún cuando intenten expresar las mismas verdades de fe, lo que no siempre sucede).
Quizá un lenguaje un poco más existencialista pero todavía llano ayude a entender mejor el amor de Dios hacia los hombres, la redención, la vida de oración, etc, en un sentido más concreto o personal si se quiere.
Creo que en todo el asunto está también aquella cuestión del padre Bojorge, de la importancia que tiene lo que no se dice (en el caso de muchas corrientes contemporáneas el lenguaje hinchado es para no decir).
Coincido totalmente en que achacar el aburguesamiento espiritual de la época al lenguaje tradicional de la fe es un completo despropósito.
Si el sacerdote de la anécdota es relativamente joven, es bastante fácil que lo que esté haciendo sea repetir un cliché aprendido de otros. Ciertas ideas provienen más de la impresión recibida de las opiniones de algunos maestros que de el lenguaje sobre el que se opina.
¡Saludos!
El gran filósofo católico Cornelio Fabro desenmascaró clarísimamente a Rahner (La Svolta antropologica di Karl Rahner) y no porque acuda a filósofos más actuales (Hegel, Heidegger) se vuelve más comprensible. Tales pensadores han vivido en tiempos más cercanos a nosotros, pero no por eso han sido más claros. Al contrario, se necesita sublime paciencia, para manejarse con Hegel.
Cuando el mismo Rahner reeditó su tesis doctoral (rechazada por sus profesores de Innsbruck), donde embarraba considerablemente a Tomás de Aquino (como lo prueba fehacientemente Fabro), confiesa en su prólogo, agradecer a su alumno Metz (el reeditor), porque, poniendo subtítulos aclaró algo su enrevesado modo de explanarse.
Además: el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán, dijo alguno mucho más anterior que Tomás de Aquino.
Por otra parte, se ve continuamente florecer el pensamiento del Aquinate, en revistas, tesis doctorales, congresos sobre sus obras.
Rahner nos dice que el Mundo se aleja de Dios, y esto es un dato real.
Ahora bien: que en un Mundo dominado por el Liberalismo Masónico las masas alejadas del Evangelio pierdan la Fe, es de cajón.
Y que por lo tanto tengan por incomprensible el lenguaje de la Iglesia, no hace sino confirmar el Principio de Causalidad.
Hasta ahí todos de acuerdo.
Pero viene Rahner y se descuelga conque "hay que cambiar el lenguaje de la Iglesia".
Con lo cual no pasa nada: locos, despistados y disparatados los ha habido en la Iglesia desde el principio.
El problema vino después: en vez de ser corregido como correspondía y puesto en el lugar que se merecía, Rahner en cambio hizo escuela: llegó a profesor en la Gregoriana y fue tratado como un "gran teólogo". Y quienes se atrevieron a denunciarlo y a advertir los errores que sostenía, fueron perseguidos.
O sea que el problema no fue en realidad Rahner, sino quienes le fabricaron un "prestigio teológico" sobradamente inmerecido y altamente disolvente, acallando al mismo tiempo a quienes lo ponían en evidencia. Entre los cuales había verdaderas eminencias de fe probadamente robusta como el P. Meinvielle en Argentina, o el P. Cornelio Fabro en Italia.
Queda pues cada vez más en evidencia que existen entre las instancias de gobierno de la Iglesia -que son variadas- grupos que promocionan a consagrados indignos y combaten a los más fieles, exitosos y observantes: a aquéllos les allanan las carreras y a éstos se las destruyen. Huelga mencionar casos concretos. Sólo baste recordar que en el reciente "Sínodo de (¿o contra?) la Familia", una buena cantidad de prelados absolutamente indignos se pusieron en evidencia defendiendo posturas claramente anticatólicas, sin que ello les hiciera merecedores de la más mínima sanción.
O sea que el problema sigue.
Corregido y aumentado.
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DIG: Karl Rahner enseñó teología y/o filosofía de la religión en Innsbruck, Viena, Pullach, Munich y Münster. Su obra teológica es muy grande y compleja, difícil de juzgar globalmente; pero creo que en algún momento el Magisterio de la Iglesia habrá de hacerlo oficialmente, porque esa obra tiene aspectos muy peligrosos o erróneos, y ha tenido una influencia enorme, muchas veces negativa en sus consecuencias.
Por otra parte, me mantengo en mi tesis de que aunque la respuesta que diera fue equivocada (básicamente, lo que hizo fue reemplazar el tomismo por el gnosticismo historicista de Hegel), el problema que planteaba Rahner era muy real.
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DIG: El problema de cómo hablar del cristianismo a los hombres de hoy es legítimo. Y es verdad que Tradición no equivale a inmovilismo, sino a fidelidad dinámica. Pero cuando el problema legítimo del que hablamos se aborda a partir de una denigración del lenguaje, la doctrina o la teología católica tradicional, empezamos muy mal. ¿De verdad el semi-mítico "hombre de hoy" es incapaz de entender conceptos como cielo, infierno, pecado, etc.? ¿No somos nosotros "hombres de hoy" y los entendemos bastante bien? Por lo demás, los misterios (Trinidad, Encarnación, etc.) seguirán siendo misterios, por más que los expliquemos bien.
Si no me equivoco, Bultmann dijo que en la época de las radios a transistores, el hombre ya no podía creer en milagros. ¿No comparte en el fondo Rahner ese racionalismo? Bultmann se equivocó, porque aquí estamos, en plena era cibernética, y aún creyendo en milagros...
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DIG: Je, je. Eso es bastante probable...
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DIG: El Concilio Vaticano II no representa una corrupción de la doctrina cristiana, sino un desarrollo legítimo de la misma. Un Concilio Ecuménico aprobado por el Papa no puede incurrir en modernismo ni en ninguna herejía. De hecho el Vaticano II no ha incurrido en herejía alguna, ni ha descalificado el lenguaje católico tradicional (al contrario, ha hecho de él un uso muy amplio), ni mucho menos ha sostenido "la incomunicabilidad del Evangelio" en nuestros días. Simplemente, ha tratado de volver a anunciar el Evangelio a los hombres de nuestro tiempo, haciendo como el escriba del Reino de los Cielos, que de su cofre saca cosas antiguas y cosas nuevas.
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