Comentarios patrísticos del dicho “No juzguéis y no seréis juzgados”
Muchos católicos de hoy, en su empeño por construir una Iglesia más “abierta”, “acogedora”, “inclusiva” y “misericordiosa”, insisten en que deberíamos dejar de lado las normas que “discriminan” a algunos fieles, en función de sus conductas o situaciones irregulares. Para justificar ese empeño, generalmente apelan a Mateo 7,1-2: “No queráis juzgar para que no seáis juzgados; pues con el juicio con que juzgareis, seréis juzgados: y con la medida con que midiereis se os medirá".
Para contribuir a refutar esa falsa interpretación de Mateo 7,1-2, vale la pena reproducir aquí la sección de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino que recopila diversos comentarios de los Padres de la Iglesia sobre esos dos versículos.
San Agustín, De sermone Domini, 2, 18: “Como es incierta la intención con que se procuran estos bienes temporales para el porvenir (pudiendo ser con corazón simple o doble), oportunamente añade en este lugar: “No queráis juzgar".”
Pseudo-Crisóstomo, Opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17: “Hasta aquí expuso la consecuencia perteneciente a la limosna, y ahora va a exponer la relativa a la oración. Esta doctrina es, en cierto modo, parte de la oración, y para que el orden de la narración sea tal, después de decir: “Perdónanos nuestras deudas", añade: “No queráis juzgar, para que no seáis juzgados".”
San Jerónimo: “Mas si prohíbe juzgar, ¿cómo San Pablo juzga al incestuoso de Corinto (1Cor 5), y San Pedro acusa de mentira a Ananías y Sáfira (Hch 4)?”
Pseudo-Crisóstomo, Opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17: “Algunos exponen este pasaje en el sentido de que Dios no prohíbe a los cristianos, por medio de este precepto, que corrijan a otros por benevolencia, sino que los cristianos desprecien a los cristianos por jactancia de su propia justicia, odiando y condenando a otros, muchas veces por solas sospechas, ejecutando su propio odio bajo las apariencias de piedad.”
San Juan Crisóstomo, Homiliae in Matthaeum, hom. 23, 2: “Por eso no dijo: “No dejes descansar el pecado", sino más bien: “No juzgaréis", esto es, no seas amargo juez. Corrige, sí, pero no como enemigo que busca la venganza, sino como médico que brinda la medicina.”
Pseudo-Crisóstomo, Opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17: “Para que unos cristianos no corrijan así a los otros, convienen las palabras que dicen: “No queráis juzgar". Pero si no los corrigen así, ¿acaso obtendrán el perdón de sus pecados, porque se ha dicho: “No seréis juzgados"? ¿Quién consigue la indulgencia del primer mal sólo por no añadirle otro después? Hemos dicho esto, pues, queriendo manifestar que aquí no se trata de no juzgar al prójimo que peca contra Dios, sino del que peca contra nosotros. El que no juzga al prójimo por el pecado cometido contra él, no es juzgado por Dios respecto de su pecado, sino que le perdona su deuda, como él perdonó.”
San Juan Crisóstomo, Homiliae in Matthaeum, hom. 23, 1: “O de otro modo, no manda simplemente que no se juzguen todos los pecados, sino que hizo esta prohibición a aquellos que han cometido muchas culpas, y juzgan a los demás por defectos ligeros. Así como San Pablo no prohíbe juzgar sencillamente a los que pecan, sino que reprende a los discípulos que se permiten juzgar a sus maestros, enseñándoles que no debemos juzgar a los que sean más que nosotros.”
San Hilario, Homiliae in Matthaeum, 5: “De otro modo, Dios prohíbe que se forme juicio acerca de sus disposiciones, porque así como los juicios entre los hombres se forman de cosas inciertas, así este juicio contra Dios se basa en la duda, lo cual rechaza enteramente de nosotros, para que se conserve mejor la certeza de la fe. Juzgar mal de las cosas de Dios no es un pecado como el juicio falso acerca de las demás cosas, sino que se hace principio de crimen.”
San Agustín, De sermone Domini, 2, 18: “Creo que en este lugar no se manda otra cosa, a mi juicio, sino que tomemos en el mejor sentido aquellos hechos que no sabemos con qué intención se han cometido. Dios nos permite juzgar aquellas cosas que no pueden hacerse con buena intención, como las blasfemias, los estupros y otras cosas parecidas. Mas de los hechos medios, que pueden hacerse con buen o mal fin, temerario es el juicio, sobre todo para condenarlos. Dos cosas hay en las que debemos evitar el juicio temerario: cuando no tenemos seguridad del fin que se propuso el que hizo la cosa, o cuando no se sabe lo que será aquel que ahora aparece bueno o malo. No reprendamos aquellas cosas que no sepamos con qué fin han sido hechas, ni reprendamos de tal modo al que hace públicamente las cosas malas que desesperemos de su enmienda. Puede movernos a ello lo que dice el Señor: “Pues con el juicio con que juzgareis seréis juzgados". Si nosotros juzgamos con juicio temerario, ¿habremos de ser juzgados por Dios del mismo modo? O si midiésemos con una medida mala, ¿Dios nos habrá de juzgar con otra de la misma clase? Yo creo que con el nombre de medida se significa el mismo juicio. Pero esto se ha dicho porque es necesario que la temeridad con que castigas a otro, a su vez te castigue, pues la iniquidad muchas veces no daña a aquel que sufre la injuria, mas es preciso que perjudique al que la hace.”
San Agustín, De civitate Dei, 21, 11: “Dicen algunos: “¿Cómo puede ser verdad lo que dice Jesucristo, que con la medida con que midamos seremos medidos, cuando Él castiga un pecado temporal con el suplicio de un fuego eterno?” No consideran que se dice “la misma medida” no por la vicisitud del mal (esto es, que el que hizo lo malo sufra lo malo), aunque aquí pueda entenderse más propiamente de lo que el Señor hablaba en aquel momento, esto es, de los juicios y de las condenaciones. Por lo tanto, el que juzga y condena injustamente, si es juzgado y condenado justamente, es medido con la misma medida, aunque esto no sea lo que dio, pues hizo en juicio lo que es inicuo y sufre en juicio lo que es justo.”
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13 comentarios
Muy oportuno. Muchas gracias.
La mala comprensión de este mandato de Cristo da lugar a innumerables errores.
Y que no se interprete de forma literalista (hay tantos otros que no se deberían interpretar así...)
Lo que no puede ser es que algunos lo tengan por no puesto, y actúen día tras día como si Cristo no lo hubiera pronunciado.
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DIG: Debemos comprender y poner en práctica toda la Sagrada Escritura y debemos interpretarla (toda ella) según las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia.
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DIG: Es verdad que no debemos usurpar el rol divino de Juez en el Juicio Final; pero el sentido de este dicho de Jesús es algo más amplio. No debemos juzgar mal, con mala intención; ni hacer juicios temerarios, ni erróneos (juzgar bueno lo malo o malo lo bueno), etc.
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DIG: Sí, el juicio último sobre si alguien es pecador (o sea, una persona en estado de pecado mortal) o no corresponde a Dios. Pero es lícito hacer juicios relativos o provisorios sobre las personas. Por ejemplo, si busco un socio para un negocio, es justo y necesario que juzgue si un candidato determinado es honesto o deshonesto.
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DIG: En lo que respecta al precepto de no juzgar las intenciones de los demás, se refiere a un juicio absoluto o último, no a cualquier juicio. Si veo venir a alguien enojado hacia mí, es lícito que yo juzgue si tiene o no intención de golpearme. Lo que no puedo hacer es juzgar que, si tiene intención de golpearme, lo hace porque es un réprobo, alguien absolutamente condenable, etc.
Así que advierte respecto a los falsos mesías, a los falsos pastores, a el lobo en piel de oveja... Si no pudiéramos juzgar, para nada servirían esas advertencias.
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