Fe y Razón N° 105 -con nuestro saludo navideño
Fe y Razón
Revista virtual gratuita de teología
Publicación del Centro Cultural Católico “Fe y Razón”
Desde Montevideo (Uruguay), al servicio de la evangelización de la cultura
Nº 105 –8 de diciembre de 2014
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5 comentarios
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DIG: Muchas gracias, Miguel. ¡Feliz Domingo!
La verdad es que la moda de lo políticamente correcto nos conduce una y otra vez a la reducción de un tablero de juego previamente establecido, y falaz por lo demás. Efectivamente, la discriminación justa no puede ser nunca injusta, como es obvio ¿por qué el miedo a las palabras?
¿Cómo se puede decir que los homosexuales tienen derecho a casarse cuando el derecho precisamente quien se lo da es una ley. Una cosa es que se diga “oiga, me quiero casar” y otra que exista ese derecho.
Y conste que hoy en día podemos utilizar el caso de los homosexuales porque es el que está de actualidad pero podríamos usar, y en el futuro seguramente lo veamos, otros diferentes. Una vez abierto el melón de lo que es un matrimonio, un matrimonio puede ser cualquier cosa, hay infinidad de modelos que se pueden proponer.
Se usa mucho el tema de la iglesia, algunos creen que así se desprestigia la postura de los que defendemos el matrimonio con implicaciones tipo “ese es un tipo de matrimonio que está inspirado en dogmas, sin base argumental”, pero la realidad es que la enseñanza de la iglesia, ajustada a la ley natural, no puede estar fundamentada sino en criterios racionales, y de hecho resulta que, a la postre, el argumento no hace sino reconducir adecuadamente el asunto.
Para la iglesia el matrimonio queda especificado en su importancia a través de su consideración de sacramento, esto le confiere su verdadera dimensión. Es una dimensión que supera el ámbito privado de la estricta consideración de los cónyuges.
¿Qué pasa hoy en día? Que el matrimonio ha dejado de ser algo específico, cualquiera que tenga un modelo alternativo que proponer y este sea rechazado puede aducir ser víctima de una discriminación. Este es el primer daño de base que se le infringe. El matrimonio ya no es algo claramente definido. Si no es algo claramente definido su importancia se relativiza: relativismo.
De hecho, y siguiendo este ejemplo de la consideración de sacramento por parte de la iglesia, hoy en día, en cierto sentido, triunfa socialmente la apreciación del matrimonio como un mero acuerdo contractual entre partes. Es decir, el matrimonio definido a través de la redacción temporal de las leyes, no la ley como expresión regulativa en el ámbito de lo administrativo de un fenómeno previo y con sentido propio. Podría decir alguno desde el ámbito puramente mundano “¡va! son exageraciones”. No tenemos más que contemplar la consideración que existe socialmente asumida del divorcio ¿Alguien escucha cuando se produce un divorcio a la gente hablar comúnmente de él en términos de drama, teniendo en cuenta además el sufrimiento muchas veces de los hijos? No, el divorcio ya ha pasado a contemplarse como una cosa normal. Ni siquiera es la excepción. El matrimonio ha dejado de tener la consideración que su verdadera importancia le merece. El relativismo lo ha ido socavando.
Por lo demás, la familia como núcleo de convivencia define un tipo de sociedad. La familia es un núcleo específico a salvo –hasta donde se pueda, claro- de los intereses particulares de terceros, centro adecuado para la educación y para el desarrollo de los afectos, y articulación de la comunidad que favorece la pluralidad de ésta y sirve como plataforma de arraigo a los individuos, tanto horizontalmente como verticalmente, históricamente, a través de las relaciones intergeneracionales –padres, abuelos, bisabuelos, nietos, historias familiares, herencias . . .-
Resumiendo, se puede querer que el matrimonio sea, siguiendo el pensamiento relativista, lo que se quiera que sea en cada momento, o que sea algo específico que a través de sus características particulares se define su importancia preponderante.
Se suele decir “es que que se casen los homosexuales no influye para nada en los matrimonios –matrimonios tradicionales se les suele llamar-“. No es cierto. Si se da la misma consideración a otras formas de unión que no son el matrimonio se devalúa la importancia de este. Si se quiere dar a entender que no se devalúa específicamente a la hora de cuestiones prácticas yo preguntaría a quién me plantea la cuestión que qué se entiende por tal cosa. La realidad es que siendo la ley expresión del magma necesario del que nace el sentir popular, o por lo menos debiendo serlo, al relativizar el sentido del matrimonio la valoración sobre la consideración de éste queda al arbitrio individual de las parejas, se le instrumentaliza. No es que específicamente atente contra nadie, como no atenta contra nadie que se haga una pintada impropia en algún lugar público por ejemplo, es que el matrimonio pierde su consideración y con esto su reconocimiento específico en la sociedad. Y esto, no somos tontos, tiene sus consecuencias.
DIG: Gracias, pero se debe respetar la regla que permite un máximo de dos comentarios por lector, por post y por día. Si un post recibe comentarios por cinco días (por ejemplo), un mismo lector puede enviar hasta diez comentarios de ese post en total, pero sin superar los dos por día.
Otro número estupendo de la revista.
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DIG: Muchas gracias. ¡Feliz Navidad y feliz Año Nuevo!
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