Jesús resucitado da el Espíritu Santo a sus discípulos

“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz con vosotros.” Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: “La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.” Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”” (Juan 20,19-23).

El relato de la primera aparición de Cristo resucitado a los discípulos en el Evangelio de Juan puede ser dividido en dos partes: una etapa de reconocimiento (vv. 19-20) y una etapa de misión (vv. 21-23). Jesús motiva el reconocimiento de los discípulos presentándose en medio de ellos y mostrando las manos y el costado. Recordemos que el Evangelio de Juan es el único que menciona la herida del costado (cf. Juan 19,34). Los discípulos pasan del encierro por miedo a los judíos a la alegría de haber visto al Señor. El centro de la etapa de reconocimiento es ocupado por el saludo de paz.

La importancia del don de la paz es realzada mediante su reiteración. El tema de la paz se amplía con el tema del envío o misión. Jesús plantea un paralelismo entre el Padre que envía al Hijo y el Hijo que envía a sus discípulos. El centro de la etapa de misión es ocupado por el don del Espíritu Santo, simbolizado por el soplo de Jesús sobre los discípulos. El significado de este gesto es explicado por las palabras de Jesús que lo siguen. Por otra parte, los dones del Espíritu Santo y del ministerio de la reconciliación se relacionan con el don de la paz y el envío misionero. Las palabras finales de Jesús contraponen el perdón y la retención de los pecados y presentan un paralelismo entre el perdón o la retención de los pecados por parte de los discípulos y el perdón o la retención de los pecados por parte de Dios.

A continuación analizaré algunos de los temas principales planteados por este texto evangélico.

El don de la paz. En Juan 20,19-29 Jesús resucitado dirige tres veces a sus discípulos el saludo de paz (vv. 19.21.26). En la cultura judía la palabra “paz” (en hebreo, shalom) significaba la integridad del cuerpo, la liberación aportada por el Mesías y la felicidad perfecta (cf. Biblia de Jerusalén, comentario de Juan 14,27). El triple saludo de paz de Jesús resucitado a los discípulos no es mera cortesía, sino un signo eficaz mediante el cual Jesús reitera el don de su paz, otorgado ya a los discípulos en la Última Cena. Jesús posee la paz y la comunica como un regalo suyo. La paz de Cristo es distinta de la que da el mundo; excluye la turbación y el miedo y va ligada a la esperanza de un encuentro definitivo con Cristo (cf. Juan 14,27-28). El encuentro con Jesús resucitado hace pasar a los discípulos del miedo a la alegría (cf. Juan 20,19-20), parte integrante de la paz de Cristo.

El don del Espíritu Santo. En los dos momentos de su glorificación (muerte y resurrección), Jesús entregó su Espíritu (cf. Juan 19,30; 20,22), cumpliendo la Promesa de la Última Cena (cf. Juan 14,16-17.26; 15,26-27; 16,7.13). El Evangelio de Juan, al unir el día de Pentecostés con el día de Pascua, subraya la relación de la misión de la Iglesia con la resurrección de Cristo. El Espíritu Santo Consolador da a los discípulos la paz, la alegría y la fuerza para realizar la misión que Jesús les encomienda. El Espíritu Santo, enviado por el Padre en nombre del Hijo, recuerda a los discípulos las palabras de Jesucristo, Palabra del Padre y luz verdadera (cf. Juan 1,1.9; 14,24-26), está siempre con ellos y mora en ellos, en unión con el Padre y el Hijo (cf. Juan 14,16-17.23).

El envío misionero. El encuentro con Jesús resucitado conlleva una misión (cf. Juan 20,17). Jesús, el enviado del Padre, envía a sus discípulos (cf. Juan 20,21) a dar testimonio de Él (cf. Juan 17,18-23; 20,31). A fin de fortalecerlos para esta misión, les comunica el Espíritu Santo (cf. Juan 20,22). El Espíritu capacita a los discípulos para hacer lo mismo que hace Jesús. Como Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (cf. Juan 1,29-34), la misión de los discípulos incluye el ministerio del perdón de los pecados (cf. Juan 20,23). La reconciliación con Dios y con los hermanos es necesaria para alcanzar la paz y la alegría que los discípulos han recibido en su encuentro con el Resucitado. La misión de los discípulos manifiesta que la resurrección de Jesús es para todos los hombres una fuente inagotable de alegría y paz. Los discípulos obedecieron inmediatamente el mandato misionero, anunciando al Apóstol Tomás la resurrección de Jesús (cf. Juan 20,24).

El día del Señor. La resurrección de Cristo ocurre en “el primer día de la semana” (Juan 20,1). Por ello “el primer día de la semana” se transformará en “el día del Señor” (cf. Apocalipsis 1,10), el domingo cristiano. En Juan 20,19-29, las dos apariciones de Jesús resucitado tienen lugar en “el día del Señor”. La primera aparición se produce “al atardecer de aquel día, el primero de la semana” (Juan 20,19), es decir el mismo día de la resurrección de Cristo. La segunda aparición se produce “ocho días después” (Juan 20,26). Según el modo hebreo de contar los días, también este acontecimiento ocurre “el primer día de la semana”, una semana después de la primera aparición. Este detalle no es una mera casualidad. El Evangelio de Juan destaca así la importancia de la celebración eucarística del domingo como lugar de encuentro de los cristianos con Jesús resucitado. Cabe recordar que los primeros cristianos celebraban la eucaristía sólo los domingos.

Jesús, modelo de sus discípulos. “Como el Padre me envió, también yo os envío” (Juan 20,21). Jesús, el enviado del Padre, es el modelo de los discípulos enviados por Jesús. El Evangelio nos invita a ser enviados de Jesucristo, testigos de su resurrección. Para ser un enviado de Jesucristo, el discípulo debe recibir el Espíritu Santo, el cual lo capacita para vivir en la paz de Cristo y para amar y perdonar como Jesús ama y perdona.

Los primeros discípulos, modelos de los creyentes futuros. Continuando la lectura del Evangelio de Juan, vemos que Jesucristo resucitado declara al Apóstol Tomás: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.” (Juan 20,29). Los primeros discípulos de Jesucristo lo han visto resucitado y han creído en Él (cf. Juan 20,20.28). Así han pasado a ser los primeros testigos de la resurrección de Cristo (cf. Juan 20,24). La citada declaración de Jesús anuncia un futuro en el cual, por medio del testimonio de estos primeros discípulos, muchas otras personas llegarán a encontrarse con Él por la fe, sin haberlo visto (cf. Juan 17,20). Por ello lo que Jesús dijo a Tomás lo dice también a cada lector del Evangelio: “No seas incrédulo sino creyente” (Juan 20,27). Juan nos hace una invitación a la fe en Jesucristo, que conduce a la felicidad perfecta de la vida eterna (cf. Juan 20,29-31). Considerando la primera conclusión del Evangelio de Juan (Juan 20,30-31), podemos afirmar que la invitación a la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios, es la intención principal de todo el Evangelio.

Conclusiones. Juan 20,19-29 nos descubre las siguientes verdades cristianas fundamentales:
• Jesús resucitado da a sus discípulos su paz y el Espíritu Santo.
• El encuentro con Jesús resucitado requiere un acto de fe en Él.
• Jesús, el Hijo enviado por el Padre, envía a sus discípulos a dar testimonio de su resurrección ante el mundo, con la fuerza del Espíritu Santo.
• Para ser un enviado de Jesucristo, el discípulo debe recibir el Espíritu Santo, el cual lo capacita para vivir en la paz de Cristo y para amar y perdonar como Jesús ama y perdona.
• La celebración eucarística dominical es una ocasión privilegiada para el encuentro con Jesús resucitado.
• El lector del Evangelio es invitado a asumir ante Jesucristo, el Hijo de Dios, una actitud creyente que lo hace bienaventurado.

Bibliografía consultada
Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1992.
José Caba, Resucitó Cristo, mi esperanza, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1986.

Daniel Iglesias Grèzes


InfoCatólica necesita vuestra ayuda.


Para suscribirse a la revista virtual gratuita de teología católica “Fe y Razón”
Por favor complete y envíe este simple formulario. Se enviará automáticamente un mensaje a su email pidiendo la confirmación de la suscripción. Luego ingrese a su email y confirme la suscripción, presionando el enlace correspondiente.

1 comentario

  
America Gonzalez Lara
quisiera saber acerca del libro 8 de Mons.Carlos Talavera Ramirez necesito estudiar su libro y no se como ,me podrian ayudar ustedes x favor.

---

DIG: Lo siento. En eso no puedo ayudarlo. Saludos.
01/04/14 9:21 AM

Los comentarios están cerrados para esta publicación.