El conocimiento de Dios
“La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerlo a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo.” (Juan Pablo II, carta encíclica Fides et ratio, proemio).
En lo referente al conocimiento de Dios, la doctrina católica se mantiene alejada de dos errores contrapuestos, el racionalismo y el fideísmo. La Iglesia Católica ha rechazado siempre tanto el racionalismo, que sobrevalora a la razón y desprecia a la fe, como el fideísmo, que aprecia a la fe pero subvalorando a la razón.
El racionalista piensa que el hombre conoce, tanto a Dios como a los demás seres, sólo por medio de la razón. Por consiguiente, rechaza la divina revelación, la fe, los misterios revelados (la Trinidad, la Encarnación, la Redención, la Gracia, etc.), los milagros y todo el orden sobrenatural. Absolutiza la razón humana de tal manera que ella pasa a ocupar el lugar que le corresponde a Dios. La Iglesia siempre se ha opuesto con firmeza a esta manera de pensar, que disuelve todo lo esencial del cristianismo.
El racionalismo representó una gran amenaza para la fe cristiana en el siglo XIX, cuando muchos pensaban que la ciencia llegaría a resolver todos los problemas y a conocer todas las cosas. En la actualidad, aunque el racionalismo ejerce todavía una gran influencia, ya no suele revestir la forma arrogante del pasado, pues son demasiado claros los males que ha causado en nuestra civilización. Además, los descubrimientos de la física moderna, en las primeras décadas del siglo XX, cuestionaron la cosmovisión racionalista, al poner de relieve los límites del conocimiento científico. Cuanto más aprende la ciencia, tanto más humilde debe volverse.
Lamentablemente, en vez de regresar a una concepción correcta sobre las fuerzas de la razón, muchos han caído en un error opuesto. Hoy en día predomina en nuestra cultura el pensamiento relativista, que en el fondo es una forma de escepticismo. Según esta corriente de pensamiento, la verdad es siempre relativa; la verdad absoluta (o sea, independiente del sujeto cognoscente) no existe o, si existe, la razón humana no puede conocerla con certeza. Simultáneamente se está produciendo en la actualidad un auge del irracionalismo, que se manifiesta de muchas maneras: supersticiones de todo tipo, voluntarismo, sentimentalismo, etc.
Entre los no creyentes figuran los agnósticos, quienes afirman que el ser humano no es capaz de saber si Dios existe o no. Algunos creyentes no cristianos se aproximan hoy al agnosticismo. Según los expertos, el budismo originario no habría sido una religión, sino más bien una filosofía agnóstica. La corriente religiosa llamada “Nueva Era” (New Age), que ha tomado fuerte impulso en Occidente, está impregnada de la tendencia agnóstica del budismo.
Hoy en día, entre los cristianos, muchos de nuestros hermanos protestantes y también unos cuantos católicos piensan que la fe es una opción personal que no guarda ninguna relación con la razón o no tiene ninguna justificación racional. Según muchas de estas personas, la fe sería un mero sentimiento, algo puramente privado e incomunicable.
Hoy se vive una situación notable: la Iglesia Católica, falsamente acusada por los racionalistas de ser una institución oscurantista, defiende casi en solitario los derechos de la razón. Contra la corriente, la Iglesia sigue afirmando que la razón humana es capaz de conocer la verdad de lo real y que, a través del conocimiento del universo material y de la persona humana, tiene acceso al conocimiento del Creador.
El Catecismo de la Iglesia Católica, fiel a la doctrina de los Concilios Vaticano I y Vaticano II, nos recuerda que “la Iglesia enseña que el Dios único y verdadero, nuestro Creador y Señor, puede ser conocido con certeza por sus obras, gracias a la luz natural de la razón humana” (n. 47).
A la pregunta de si la razón humana puede conocer a Dios, la doctrina católica da una respuesta decidida: sí, el ser humano, con la sola luz natural de la razón, es capaz de conocer la existencia de Dios y algunos de sus atributos. Es capaz de probar la existencia de Dios con argumentos racionales.
El cristianismo no es fideísta. La fe cristiana no puede existir al margen de la razón, ni mucho menos en contra de ella. Supone la recta razón, aunque la supera y perfecciona. La fe debe apoyarse en motivos racionales de credibilidad para ser digna del hombre, ser racional. No podemos confiar en Dios, en su Palabra y en su Amor, si no sabemos que Él existe (aunque sea mediante un conocimiento ordinario, no desarrollado filosóficamente). Dios nos ha dado el gran don de la razón, que nos asemeja a Él, para que podamos comenzar a conocerlo y así seamos capaces de escuchar su invitación a vivir en comunión de amor con Él y de abrir nuestros corazones al influjo de su gracia salvadora.
Daniel Iglesias Grèzes
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4 comentarios
Puesto que Dios está presente en todas las cosas, también lo está en las mismas imágenes sesibles a partir de las cuales conoce nuestro entendimiento.
Y esa presencia de Dios en las imágenes sensibles pienso que no pasa desapercibida para nuestro entendimiento, sino que es lo primero que nuestro entendimiento capta inmediatamente por ser dicha presencia divina más inteligible que lo representado en las imágenes acerca de lo material y corpóreo.
Es decir, además del conocimiento sobre Dios obtenido por discurso a partir de las creaturas representadas en las imágenes, tenemos también un conocimiento de Dios obtenido por intuición o inmediata percepción de la presencia de Dios en dichas imágenes sensibles.
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DIG: Me parece muy problemático decir que el ser humano tiene una "experiencia inmediata" de Dios en esta vida.
Cierto que no es fácil demostrar con el debido rigor científico, filosófico y teológico, que en esta vida tenemos una experiencia inmediata de Dios.
De todas formas estarás de acuerdo en que Dios está presente en nuestras imágenes sensibles, a partir de las cuales obtiene nuestro entendimiento toda su información, ya que "nada hay en el entendimiento que primero no haya estado en los sentidos o imágenes sensibles."
Nuestro entendimiento viene a este mundo como una tabla rasa sobre la cual nada hay escrito, dixit Aristóteles y Santo Tomás, y su información depende en último término de las imágenes sensibles.
Por tanto si Dios está presente en las imágenes sensibles y nuestro entendimiento actúa a partir de ellas, cabe al menos plantearse la posibilidad de que nuestro entendimiento perciba o capte inmediatamente tal presencia divina.
Por supuesto que ello se puede y debe debatir y dar argumenos en pro y en contra al modo escolástico y tomista tradicional. Pero en todo caso es una posibilidad, la de que percibamos a Dios presente en la imagen sensible, que no puede descartarse por completo sin un atento y escolástico examen.
Desde mi punto de vista, sí que tenemos tal percepción o experiencia inmediata de Dios en la imagen sensible, pues de lo contrario no podría explicarse cómo tenemos la experiencia o percepción de la existencia, la cual percepción es fundamental para toda nuestra actividad intelectual.
La percepción o experiencia de la existencia no puede explicarse, a mi juicio, a partir de la mera abstracción sobre las imágenes sensibles en lo que éstas nos representan de los seres materiales y corpóreos, ya que en base a tales representaciones no podríamos nunca alcanzar una idea tan absolutamente universal como lo es la de la existencia, sino ideas de universalidad menor y relativa.
Considero que la experiencia o percepción de la existencia, fundamental para toda nuestra actividad intelectual, sólo se puede explicar suficientemente si tenemos una experiencia o percepción inmediata de la presencia de Dios en las imágenes sensibles.
No quiero decir con ello que experimentemos o percibamos a Dios inmediatamente en su misma esencia, pues ello sería la visión beatífica, pero si que tenemos una cierta percepción o experiencia inmediata de la presencia divina en las imágenes, que no llega a ser esencial pero sí del modo de estar Dios en ellas, pues indudablemente Dios está presente en ellas al igual que en todas los demás seres creados.
Pero bueno, no es mas que una opinión, sujeta a todo tipo de debate y, por supuesto, sujeta a lo que diga o dictamine el Magisterio de la Iglesia al cual someto en último término todas mis opiniones.
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DIG: Dios es un puro espíritu. Por lo tanto no veo cómo se lo podría percibir inmediatamente en las imágenes sensibles.
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