Darwin a juicio (1)
Comentario de: Phillip E. Johnson, Darwin on Trial, InterVarsity Press, Downers Grove – Illinois, 2010, 3rd edition; foreword by Michael Behe.
Este libro, cuya primera edición fue publicada en 1991, hizo historia. Aunque se limita a criticar el valor científico de la teoría darwinista de la evolución, podría decirse que fue el punto de partida del movimiento ID (Intelligent Design = Diseño Inteligente). Desde entonces este movimiento se ha desarrollado mucho en los Estados Unidos de América, poniendo en jaque la cosmovisión atea que prevalece en el ámbito científico. El bioquímico Michael Denton, quien en 1986, siendo aún un darwinista ateo, publicó el libro “Evolución: una teoría en crisis”, ha dicho que este libro de Johnson es la mejor crítica del darwinismo que conoce. Precisamente la lectura de ese famoso libro de Denton, y la de “El relojero ciego” de Richard Dawkins, el más célebre propagandista actual del ateísmo, impulsó a Johnson a estudiar a fondo el tema del darwinismo.
Phillip E. Johnson es un abogado graduado en las Universidades de Harvard y de Chicago. Fue Profesor de Derecho durante más de treinta años en la Universidad de California en Berkeley. Gracias a sus numerosos libros y artículos sobre la evolución y la creación, se ha ubicado al frente del debate público acerca de esta cuestión. Por su capacidad y su formación, Johnson está muy bien dotado para evaluar el peso de las evidencias aportadas y la corrección de los argumentos esgrimidos por las partes en un juicio. En Darwin on Trial aplica con brillantez ese talento suyo.
En el prólogo a la tercera edición del libro, llamada “edición del 20º aniversario”, el bioquímico Michael J. Behe (otro de los principales exponentes del movimiento ID) afirma lo siguiente:
“Veinte años pueden ser una virtual eternidad en ciencia moderna –pero en lógica, no tanto. Los argumentos que descansan sobre premisas defectuosas y razonamiento forzado no son ayudados en absoluto por el paso del tiempo. Es el esplendor de Phillip Johnson, Profesor Jefferson E. Peyser de Derecho, Emérito en la Universidad de California, Berkeley, y experto en la forma en que los argumentos son estructurados y en las premisas implícitas sobre las que se apoyan, haber escrito un libro, Darwin on Trial, que, a pesar de los años interpuestos y del progreso de la ciencia, es tan fresco y relevante hoy como cuando fue impreso por primera vez…” (p. 10).
El libro en cuestión tiene doce capítulos y un epílogo. El Capítulo 2 (titulado “Selección Natural”) tiene una importancia capital. Al comienzo de ese capítulo, el autor dice que su tema no es la historia sino la lógica de la actual controversia, por lo que su interés está centrado en el darwinismo, no en Darwin. De ahí que a él no le interesen mayormente las diferencias entre el darwinismo original (el del propio Darwin) y el neo-darwinismo actual. “Mi propósito –afirma Johnson– es explicar qué conceptos emplea la teoría contemporánea, qué proposiciones significativas hace acerca del mundo natural y qué puntos de legítima controversia puede haber.” (p. 34).
A continuación el autor describe los tres principios básicos de la teoría propuesta por Charles Darwin en “El origen de las especies” (cf. pp. 34-35):
• Las especies no son inmutables, sino que surgen las unas de las otras a través de un proceso natural de “descendencia con modificación”.
• Este proceso evolutivo da cuenta de toda o casi toda la diversidad de la vida, porque todos los seres vivos descienden así de un pequeño número de ancestros comunes, quizás de un único ancestro microscópico.
• Este vasto proceso es guiado por una fuerza llamada “selección natural” o “supervivencia del más apto”. Al cabo de un larguísimo proceso, la acumulación de pequeñas modificaciones graduales, combinada con la supervivencia de los seres vivos mejor adaptados a su ambiente, daría lugar a una nueva especie.
El neodarwinismo (la versión actual del darwinismo) es la doctrina que sostiene que el rol creativo o positivo del proceso evolutivo es desempeñado principal o exclusivamente por mutaciones genéticas aleatorias, que producen las pequeñas modificaciones graduales postuladas por Darwin. El rol destructivo o negativo de ese proceso sigue estando a cargo de la selección natural, igual que en el primer darwinismo.
Selección natural y selección artificial
Cuando Darwin escribió “El origen de las especies” no se conocía ningún buen ejemplo de selección natural, por lo que él no pudo señalar evidencias empíricas en apoyo de su teoría. En cambio se apoyó mucho en un argumento basado en la analogía entre la selección natural y la selección artificial. Esta última, utilizada por los criadores de animales o plantas, es muy exitosa para producir variaciones mejoradas dentro de la misma especie, alterando muchas de sus características.
Johnson comenta que “la analogía con la selección artificial es engañosa. Los criadores de plantas y animales emplean inteligencia y conocimiento especializado… El objetivo de la teoría de Darwin, sin embargo, era establecer que procesos naturales sin un propósito pueden reemplazar al diseño inteligente. Que él lograra su objetivo citando los logros de diseñadores inteligentes prueba sólo que la audiencia receptiva de su teoría era altamente acrítica.” (p. 37).
El eminente zoólogo Pierre Grassé concluyó que los resultados de la selección artificial proveen un poderoso testimonio contra la teoría de Darwin:
“A pesar de la intensa presión generada por la selección artificial (eliminando a cualquier progenitor que no cumple el criterio de elección) durante milenios enteros, ninguna especie nueva ha nacido. Un estudio comparativo… prueba que las cepas permanecen dentro de la misma definición específica. Esto no es un asunto de opinión o de clasificación subjetiva, sino una realidad medible. El hecho es que la selección da forma tangible y reúne a todas las variedades que un genoma es capaz de producir, pero no constituye un proceso evolutivo innovador.” (pp. 37-38).
La selección artificial mediante experimentos de laboratorio con moscas de la fruta sí ha logrado producir nuevas especies, pero éstas siguen siendo moscas de la fruta, con cambios en ciertas características. Grassé destacó que “la mosca de la fruta, el insecto favorito de los geneticistas,… parece no haber cambiado desde los tiempos más remotos.” (pp. 38-39). Johnson agrega: “La naturaleza ha tenido mucho tiempo, pero simplemente no ha estado haciendo lo mismo que han estado haciendo los experimentadores.” (p. 39).
En el próximo post veremos el análisis que el autor hace de las cuatro formas diferentes en que los darwinistas consideran la selección natural: como una tautología, como un argumento deductivo, como una hipótesis científica y como una necesidad filosófica. (Continuará).
Daniel Iglesias Grèzes
Nota: Los textos citados han sido traducidos por mí.
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