“En el principio era el Logos” – Prólogo
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas. Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad; y llamó Dios a la luz «día», y a la oscuridad la llamó «noche». Y atardeció y amaneció: día primero.” (Génesis 1,1-5).
“En el principio era la Palabra [el Logos] y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.” (Juan 1,1-5).
“No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario.” (Papa Benedicto XVI, Homilía de la Santa Misa con la que dio solemne inicio a su pontificado, domingo 24/04/2005).
1. En el principio era el Logos
Dos cosmovisiones principales se disputan la adhesión de las mentes y los corazones de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente en el ámbito de nuestra civilización occidental: la cosmovisión cristiana y la cosmovisión del ateísmo materialista.
Una forma sencilla de captar la diferencia esencial entre estas dos cosmovisiones es dirigir la mirada a los orígenes. Los textos bíblicos que acabo de citar nos indican claramente que, para la fe cristiana, en el principio no era el caos, ni la confusión, ni la oscuridad, ni el azar, ni la nada, ni el vacío, ni el absurdo, ni el sinsentido (como postulan las diversas variantes del materialismo), sino el Logos, la Palabra o Razón, la Palabra Razonable, que estaba en Dios y era Dios. El Dios que es Luz y Vida es también el inteligentísimo Diseñador que, en el principio, creó el cielo y la tierra, todo lo visible y lo invisible, dotando a nuestro universo material de ingeniosas y elegantes estructuras matemáticas. El Logos no es un subproducto tardío del azar y la necesidad, sino que existía en el principio, desde siempre, porque es Dios.
Nunca se insistirá lo suficiente sobre este hecho, que sitúa a la religión cristiana a una distancia abismal de cualquier forma de irracionalismo. La misma palabra griega Logos (=discurso racional, ciencia), que está en la raíz del nombre de tantas ciencias (lógica, cosmología, geología, biología, teología, etc.), designa al Hijo único de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad, Aquel que, en la plenitud de los tiempos, se anonadó a Sí mismo en el misterio de la Encarnación: “Y el Logos se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1,14).
2. La apologética
La apologética es la ciencia que trata de los fundamentos racionales de la fe cristiana y católica. La tradición católica concede gran importancia a esta disciplina científica. No obstante, en los últimos 50 años la palabra “apologética” cayó bastante en desuso en el ámbito teológico, habiendo sido sustituida sobre todo por la expresión “teología fundamental”. Aunque la vieja apologética católica incurrió a veces en tendencias racionalistas o en excesos polémicos, cumplió un rol positivo y necesario. Las obras contemporáneas de teología fundamental suelen estar más orientadas al estudio dogmático de las nociones de “revelación” y “fe” o al estudio del método de la ciencia teológica que a la demostración de la racionalidad de la fe católica.
En el descuido del enfoque propiamente apologético ha incidido la influencia de la teología protestante en la actual teología católica. En el marco de la clásica contraposición protestante entre la fe y las obras, se tiende a ver a la apologética como una “obra de la razón”. La tendencia fideísta del protestantismo conduce a despreciar el esfuerzo racional para fundamentar la credibilidad de la fe. La fe cristiana sería tanto más pura cuanto menos se apoyara en la luz de la razón y más se asemejara a un salto hecho a ciegas. Esta actitud anti-intelectual y anti-apologética se ha manifestado claramente en la Iglesia Católica en el post-concilio, con consecuencias muy negativas para el pueblo fiel. Se ha debilitado en muchos católicos el arraigo del árbol de la fe en el terreno racional de los “preámbulos de la fe” y se ha dejado a muchos fieles casi indefensos frente al ataque doctrinal de los muchos adversarios de la Iglesia, sobre todo las sectas.
Por otra parte, en los últimos años se han manifestado con fuerza en Occidente formas de ateísmo y laicismo agresivamente antirreligiosas, y especialmente anticatólicas. Sin duda los cristianos no debemos reaccionar con violencia frente a los cada vez más frecuentes ataques e irreverencias contra lo sagrado cristiano; pero tampoco cabe que nos crucemos de brazos, indiferentes.
Creo que el descuido de la apologética es una de las causas de la actual crisis eclesial y que una apologética renovada es un componente esencial de la nueva evangelización requerida en los países de tradición cristiana. Por esto me ha parecido muy importante el siguiente pronunciamiento de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, reunida en 2007 en Aparecida (Brasil): “Hoy se hace necesario rehabilitar la auténtica apologética que hacían los Padres de la Iglesia como explicación de la fe. La apologética no tiene por qué ser negativa o meramente defensiva per se. Implica, más bien, la capacidad de decir lo que está en nuestras mentes y corazones de forma clara y convincente, como dice San Pablo “haciendo la verdad en la caridad” (Ef 4,15). Los discípulos y misioneros de Cristo de hoy necesitan, más que nunca, una apologética renovada para que todos puedan tener vida en Él.” (Documento de Aparecida, n. 229).
En paralelo con cierto descuido de la apologética católica en el ámbito académico, debido principalmente a una “apertura al mundo” bastante mal entendida en muchos sectores católicos, se constata un hecho que, aunque hoy ya es evidente, no ha sido debidamente subrayado por muchos observadores: en Internet se está produciendo una especie de renacimiento o relanzamiento de la apologética católica.
La apologética católica clásica se estructura en tres partes, que se refieren respectivamente a la fe en Dios, la fe en Jesucristo y la fe en la Iglesia Católica. Se las solía denominar así: demostración religiosa, demostración cristiana y demostración católica.
Para no crear falsas expectativas, conviene aclarar desde ya que las demostraciones apologéticas operan de un modo distinto que, por ejemplo, las demostraciones matemáticas. El conocimiento de una demostración matemática produce de por sí un conocimiento matemático, dado que éste es un producto de la “razón pura”, por así decir. En cambio, la fe –nos dice la doctrina católica– es un acto de la inteligencia imperado por la voluntad, movida por la gracia de Dios, por el cual el hombre asiente a la Divina Revelación y se adhiere a ella. Por lo tanto, es un acto que involucra a toda la persona, no sólo a su razón. Además de una dimensión intelectual, tiene una dimensión moral. Esto explica por qué tener grandes conocimientos de apologética no es condición necesaria ni condición suficiente para la fe. Por un lado, Dios puede conceder el don de la fe a personas sencillas que tienen pocos conocimientos apologéticos; y, por otro lado, puede suceder que alguien sea erudito en apologética y no tenga fe, por ejemplo por no tener una disposición moral adecuada.
¿Cuál es entonces el valor de la apologética? La fe tiene un carácter racional, por lo cual exige un conocimiento (aunque sea mínimo) de las razones que la hacen creíble. La fundamentación científica de los motivos de credibilidad ayuda a adquirir un conocimiento teológico más pleno de la fe y a convertir en certeza refleja la certeza vulgar que muchos cristianos tienen sobre el hecho de la Revelación y sobre la obligación moral de creer en ella. Además, la apologética satisface el interés de los numerosos cristianos que no se conforman con tener dicha certeza vulgar y desean saber con precisión las razones por las que se conoce que Dios nos ha hablado, el modo como lo ha hecho y el valor de la fe. Por esto la apologética sirve también para estimar la fe y desearla.
3. Acerca de este libro
Este libro es la primera parte de una trilogía apologética que, si Dios quiere, completaré algún día. Su tema es la “demostración religiosa”, el primero de los tres pasos del proceso apologético que tiende hacia la fe católica. Por consiguiente, se trata de una propuesta y una defensa racionales del monoteísmo cristiano.
La presente obra ha nacido esencialmente en el ámbito de la “red de redes”, sobre todo en Fe y Razón, en InfoCatólica y en dos foros de religión. Buena parte de este libro es el producto de un diálogo real (a menudo áspero, pese a mis buenas intenciones) con muchos no creyentes. Aprendiendo de los aciertos y errores del pasado, quiero contribuir, en la medida de mis modestas posibilidades, al afianzamiento de una apologética católica renovada, mediante una obra de divulgación de nivel medio, sin pretensiones académicas, pero con solidez teórica. No busco la originalidad, sino la verdad.
Esta obra no es un tratado sistemático, sino un intento de presentar un conjunto de reflexiones a la vez relevantes y accesibles para un lector de mediana cultura. Los capítulos aquí reunidos han tenido diversos orígenes, lo cual explica que presenten algunas repeticiones y que les falte desarrollar temas importantes. Espero que los lectores de este libro se sientan impulsados a leer más sobre esta materia, para profundizar su conocimiento sobre algunos temas que aquí son presentados muy someramente (como, por ejemplo, los atributos de Dios).
En este libro he reutilizado, en versiones corregidas y completadas, los cinco capítulos de la Parte 1 (“Creo en Dios”) de mi primer libro (“Razones para nuestra esperanza”) y los capítulos 2 y 7 de mi tercer libro (“Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio”). Los demás materiales de este libro son inéditos, en lo que a libros se refiere.
Quiero manifestar brevemente cuáles son las intenciones fundamentales que guían esta obra. Ante todo pretendo conjugar de forma correcta y armónica las dos grandes vías de acceso al conocimiento: la razón natural y la fe sobrenatural. En nuestros tiempos, la síntesis católica de fe y razón se ve gravemente amenazada, no sólo desde el principio luterano de la “sola fe”, sino también (y sobre todo) desde el principio racionalista y secularista de la “sola razón”.
En segundo lugar, subrayo que éste es un libro de apologética católica. Pretendo hacer apologética y teología católicas, en fidelidad al Magisterio de la Iglesia Católica. Quiero dirigirme a todos, no sólo a los católicos, pero desde una identidad católica firme y respetuosa, sin complejos de ningún tipo. Después del Concilio Vaticano II (pero no a causa de ese Concilio Ecuménico, al que como católico me adhiero sin reservas) se produjo una grave crisis eclesial que en muchas personas y ambientes debilitó la fe y la identidad católicas. Gracias a Dios, durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI se ha avanzado hacia la superación de esa crisis, pero aún queda mucho por hacer, en particular en mi patria, Uruguay.
En tercer lugar, destaco que, en lo sustancial, pretendo seguir aquí las huellas de Santo Tomás de Aquino, insigne teólogo católico, y proponerlo una vez más como modelo ejemplar en la búsqueda de una nueva síntesis de fe y razón que sea fiel al depósito de la fe y a los principios perennes de la filosofía cristiana.
En cuarto lugar, subrayo que esta obra pretende estar al servicio de la evangelización de la cultura. El Papa Pablo VI, en su primera encíclica (Ecclesiam Suam) escribió: “La Iglesia se hace coloquio [diálogo]”. En este sentido veo, entre otras, esta dificultad: los católicos practicamos hoy un diálogo abundante y multiforme hacia afuera de la Iglesia, pero con frecuencia a ese diálogo le falta una nota esencial: la evangelización. Para el católico, el diálogo no puede no ser evangelizador. El objetivo principal del diálogo con los no católicos debe ser el anuncio del Evangelio, la presentación y la propuesta integrales de la fe católica. Tras la necesaria preparación, no debemos tener miedo de enfrascarnos en un diálogo abierto y constructivo con personas de diferentes creencias. Debemos estar atentos para detectar en cualquier discurso los fragmentos de verdad que pueda contener y para integrarlos dentro del marco más amplio de la verdad de la fe católica.
En la trilogía que aquí comienza me dirijo a todas las personas que desean conocer más sobre las razones que fundamentan la esperanza cristiana, con el deseo de serles de alguna ayuda en esa búsqueda. Este primer libro está destinado particularmente a los no creyentes.
El conocimiento de la doctrina católica suele darse por supuesto en Occidente. Sin embargo, ese conocimiento es bastante menos frecuente y bastante menor de lo que podría parecer. En parte por esto, hoy en día, desgraciadamente, muchas personas que andan en busca de sabiduría descartan el catolicismo sin conocerlo de verdad. Pienso que, si llegaran a conocer la auténtica religión católica, la mayoría de ellas se sentirían gratamente sorprendidas. Invito a mis lectores no creyentes a buscar la auténtica Sabiduría en la Tradición católica, que en cierto modo es también suya, puesto que es la raíz de gran parte de nuestra cultura occidental. Y a los bautizados les aconsejo: ¡Conoce primero tu religión cristiana! Que el Señor conceda a los lectores no católicos encontrar la verdad revelada por Cristo y transmitida por la Iglesia, y a los lectores católicos redescubrir los fundamentos racionales de nuestra fe.
4. Agradecimientos
En primer lugar, doy gracias a mi esposa y a mis hijos por su comprensión y apoyo con respecto al trabajo que me insumió la preparación de este libro.
Expreso mi gratitud a mis compañeros y amigos del Centro Cultural Católico “Fe y Razón” de Montevideo, fundado en marzo de 2010 para institucionalizar “Fe y Razón”, que desde 1999 había sido un grupo no formal. En particular agradezco a Jorge Novoa, a Rafael Menéndez y muy especialmente a Néstor Martínez, mi ex-Profesor de Filosofía y mi colega en tantos emprendimientos apostólicos, de quien tanto he aprendido, incluso sobre los temas tratados en este libro.
Además, manifiesto mi agradecimiento a mis compañeros y amigos de InfoCatólica, el prestigioso portal católico español con el que colaboro desde mayo de 2010. En particular agradezco a Juanjo Romero, a Luis Fernando Pérez Bustamante, al Padre José María Iraburu y especialmente a Bruno Moreno Ramos, por haberme abierto las puertas de la Editorial Vita Brevis y su Colección InfoCatólica.
También manifiesto mi gratitud al Padre Antonio Bonzani, Rector de la Facultad de Teología del Uruguay, por haber tenido la amabilidad de escribir la presentación de este libro.
Por último, agradezco a todas las personas (creyentes y no creyentes) con las que he discutido en Internet acerca de los temas tratados en esta obra. Esos intercambios de ideas me han estimulado a estudiar más y a poner por escrito, de un modo más ordenado, mis hallazgos.
Que el Señor bendiga a todos ellos.
Montevideo, Semana Santa de 2011.
(Daniel Iglesias Grèzes, En el principio era el Logos. Apologética católica en diálogo con los no creyentes, Centro Cultural Católico “Fe y Razón”, Montevideo 2011, 1ª edición, Colección “Fe y Razón” Nº 7, Prólogo, pp. 9-16).
Este libro se puede adquirir en:
http://www.lulu.com/product/paperback/en-el-principio-era-el-logos/16297278
9 comentarios
En una palabra, magnífico.
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DIG: Muchas gracias, Andrés.
JUAN 1:1. TEXTO EN COPTO SAHÍDICO(versión escrita en una lengua que se hablaba en los primeros siglos de nuestra era.)
; PAPIRO CHESTER BEATTY-813; TRADUCCIÓN INTERLINEAL
En el principio existía la Palabra
y la Palabra existía con
el Dios y un dios era
la Palabra
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DIG: Ya te respondí hace un año que los Papiros Chester Beatty están escritos en griego, no en copto. ¡Haz el favor de mostrarnos una foto del papiro Chester Beatty en copto!
Con respecto a Juan 1,1 no hay ningún problema de crítica textual. Todos los manuscritos griegos antiguos coinciden: "En arjé en ho Logos..." = "En el principio era (existía) la Palabra...".
Con respecto a la traducción de la parte final del versículo, no vale la pena reeditar la discusión sostenida en 2010. Los argumentos a favor de la traducción usual son abrumadores.
“Justino [Mártir] enseñó que antes de la creación del mundo Dios estaba solo y que no había ningún Hijo. [...] Cuando Dios quiso crear el mundo, [...] engendró a otro ser divino para crear el mundo por él. A este ser divino se le llamó [...] Hijo porque nació; se le llamó Logos porque se le tomó de la Razón o Mente de Dios. [...]
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DIG: Esta discusión está totalmente fuera del tema de este post. No obstante, respondo.
San Justino, como todos los Padres de la Iglesia, profesó la fe en la Santísima Trinidad. Véase por ejemplo este artículo de autor protestante sobre la fe trinitaria de los Padres antenicenos:
http://www.recursosevangelicos.com/showthread.php?threadid=10556
http://infocatolica.com/blog/razones.php/1005161252-preguntas-y-respuestas-sobre#more7970
tenga a bien releer lo que se le respondió.
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DIG: Gracias, Klubber. Buen aporte.
Solo he expuesto un argumento de traduccion.Si el argumento es falso rebatalo.Como no lo hace entiendo que a usted el unico argumento que le queda es el de la descalificacion.
Le recuerdo que el cristianismoo en sus origenes era considerado una secta,aunque hoy en dia sigue siendolo igualmente para muchos.
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DIG: Estimado Ezequiel: Este post es el prólogo de un libro cuyo tema es el de los fundamentos racionales de la fe en el único Dios. O sea, por qué creer en Dios. El tema de la Trinidad, que usted quiere introducir aquí, será tratado, Dios mediante, en un libro futuro. Por lo tanto esta discusión está fuera de tema en este lugar.
Por lo demás, ya antes, en este mismo blog, discutimos suficientemente el asunto de la traducción de Juan 1,1 e indiqué unas cuantas razones que vuelven indefendible la traducción de los Testigos de Jehová, rechazada por el 99,9% de los lingüistas (es decir, todos menos los de tendencia anti-trinitaria).
Me sorprendió un poco que en los agradecimientos no se haya incluido a Dios, al Espíritu Santo, que muy seguramente lo iluminó y guío en su libro.
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