La civilización del amor
1. La virtud moral como justo medio
Aristóteles y otros filósofos de la Antigua Grecia sostuvieron que cada virtud moral se encontraba en un justo medio, flanqueada por dos vicios contrarios: un defecto y un exceso. Por ejemplo, la virtud de la valentía (el coraje perfecto) está en el justo medio entre la cobardía (un defecto de coraje) y la temeridad (un exceso de coraje). Otro ejemplo se refiere a la alimentación: el justo medio de la templanza en la comida y la bebida está en el justo medio entre un vicio por defecto (el ayuno exagerado) y un vicio por exceso (la gula), ambos perniciosos para el ser humano. Esta antigua forma de sabiduría moral fue sintetizada por el pensador romano Séneca en un conocido aforismo: “todo con moderación”.
Los teólogos cristianos asimilaron esta idea de la filosofía griega y la integraron en el plano superior de la doctrina moral católica. Esto se puede apreciar en la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, que aplica este principio en forma sistemática. Así, por ejemplo, Santo Tomás considera que se puede faltar a la virtud de la castidad tanto por un exceso (la lujuria, afán desorbitado de placer sexual) como por un defecto (la insensibilidad, falta del sentimiento de atracción sexual).
Es preciso aclarar que esta concepción de Aristóteles y Santo Tomás de la virtud como justo medio no equivale a una “áurea mediocridad”. No se parte de los errores opuestos para promediarlos y llegar así a un punto medio, sino que, desde la altura del bien, hay dos formas distintas de caer, por exceso y por defecto. Lo originario no son los errores, sino la verdad y el bien. La verdad no es una cosa intermedia lograda a partir de los errores. Cuando Santo Tomás combate dos errores opuestos, lo hace remontándose al principio falso que ambos errores tienen en común y poniendo en su lugar al principio verdadero.
2. La virtud cristiana como paroxismo del amor
En los Evangelios se comprueba que la actitud más profunda que Jesucristo quiere suscitar en sus discípulos es la de una entrega radical, no una simple vía media o un equilibrio entre extremos opuestos (cf. Mateo 16,24-26). Y, en un pasaje famoso del Apocalipsis (3,15-16), Dios rechaza enérgicamente a los tibios, prefiriendo a aquellos que son fríos o calientes. Evidentemente el mensaje cristiano demuestra gran interés en evitar que la vida moral degenere en una “áurea mediocridad”.
De ahí que las tres virtudes teologales que caracterizan a la vida cristiana (fe, esperanza y caridad), en su última esencia, no sigan la antigua regla de la moderación. En efecto, ninguna de las tres tiene un límite superior. Siempre podemos y debemos aspirar a creer, esperar y amar más intensamente. Es cierto que, en el nivel de la aplicación práctica, la regla de la moderación es conservada. Por ejemplo, la caridad impulsa a dar limosna a los pobres; pero la determinación del monto de la limosna en cada caso concreto pone en juego, a través de la virtud de la prudencia, un cierto equilibrio entre los extremos de la mezquindad egoísta y la prodigalidad insensata.
Sin embargo, esto se da dentro de una clara jerarquía de valores. Ya San Pablo, en el Capítulo 13 de su Primera Carta a los Corintios, subrayó que sin caridad (es decir, sin amor) ninguna virtud tiene verdadero valor moral ante Dios. Por eso San Agustín escribió que las virtudes practicadas sin caridad no son más que “espléndidos vicios”; y Santo Tomás de Aquino expresó esta jerarquía de valores diciendo que la caridad es la “forma” (o sea, el núcleo esencial) de todas las virtudes.
3. El “centro” católico
Apliquemos ahora las consideraciones anteriores a la vida política. En otro lugar sostuve que los dos problemas políticos principales pueden plantearse por medio de las siguientes preguntas: ¿Cuál debe ser el rol del Estado en la vida de la sociedad? ¿Y cuál debe ser la actitud del Estado con respecto a la ley moral natural? La primera pregunta da un sentido inteligible a los conceptos corrientes de “izquierda” y “derecha”, muy utilizados todavía en política, pero cuyo significado tiende a ser cada vez más vago. Así, si representamos gráficamente sobre un eje horizontal las distintas respuestas a esa primera cuestión, tenemos que: en la extrema izquierda se ubica el socialismo colectivista, en el cual el Estado asume un rol totalitario; en la extrema derecha se ubica el liberalismo individualista, en el cual el Estado asume un rol mínimo; mientras que entre ambos extremos se ubica toda una gama de posiciones más o menos moderadas.
Esto permite comprender en qué sentido la postura política de todos los católicos debe ser de “centro”. Sólo en determinado segmento central de ese eje horizontal imaginario (o sea, en un “justo medio”) se cumplen a la vez el principio de subsidiariedad y el principio de solidaridad, dos pilares básicos de la doctrina moral social católica. Sólo allí, entonces, está la zona del pluralismo político legítimo dentro de la Iglesia Católica. Fuera de esa zona, en cambio, se ubican las posturas políticas incompatibles con la fe o la moral católicas.
4. La civilización del amor
Al igual que la noción de la virtud moral como justo medio, la concepción expuesta en el numeral anterior es correcta, pero –considerada en forma aislada– es algo insatisfactoria. Psicológicamente, es fácil asociar el “centro” político con una suerte de tibieza apocada o aburrida. Conviene pues, complementar lo dicho con otro enfoque que ponga de relieve el valor excepcional de ese “centro” y que en cierto modo reduzca a una unidad los dos errores contrarios que se le oponen.
En este punto nos resulta de ayuda inspiradora la feliz expresión del Papa Pablo VI, quien llamó “civilización del amor” al ideal cristiano de sociedad perfecta. Nótese que, según la concepción cristiana, el amor, hablando con propiedad, sólo es posible entre personas. Para el cristiano, el amor no es una mera atracción bioquímica ni un incontrolable sentimiento romántico, sino un acto espiritual: la voluntad firme y perseverante de hacer el bien a la persona amada.
He aquí que el “principio personalista” está en la base de la doctrina social de la Iglesia: “El hombre, comprendido en su realidad histórica concreta, representa el corazón y el alma de la enseñanza social católica. Toda la doctrina social se desarrolla, en efecto, a partir del principio que afirma la inviolable dignidad de la persona humana.” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 107).
Pues bien, es posible demostrar que tanto la dignidad de la persona humana como la caridad social se diluyen en ambos extremos del “espectro político”, entendido según el citado eje horizontal. En la extrema derecha predomina una antropología individualista que niega la posibilidad del amor auténtico, la búsqueda desinteresada del bien del otro. El individualista piensa que el hombre busca siempre y en todo lugar nada más que su propio interés y que, aun cuando parece actuar de un modo altruista, sigue siendo totalmente egoísta, aunque a través de vías más sutiles. En la extrema izquierda predomina una antropología colectivista que concibe al individuo como un mero nodo de relaciones sociales, sin una identidad sustancial propia e inmutable. Por eso, en definitiva, al colectivista no le importa la persona en sí misma, sino sólo su contribución al conjunto de la sociedad (o a la “revolución”).
En ninguno de ambos extremos se valora realmente a la persona ni se comprende su esencial vocación al amor espiritual. Para que haya una sociedad sana se necesita que haya al menos dos personas que se amen: pero para las ideologías mencionadas sólo existe –en última instancia– uno al que vale la pena amar: uno mismo (para el individualista) o la sociedad (para el colectivista). Ambos extremos tienden al materialismo; y, como bien dice el Concilio Vaticano II, “sin el Creador, la criatura se diluye” (constitución Gaudium et Spes, n. 36).
5. Nueve sectores
En mi artículo anterior ya citado, mostré que las distintas respuestas a la segunda cuestión política fundamental (¿Cuál debe ser la actitud del Estado con respecto a la ley moral natural?) pueden ser representadas gráficamente sobre un eje vertical:
• En la parte superior ubico la respuesta que postula una actitud positiva del Estado hacia la ley moral natural. Aquí se inscribe la doctrina católica, ya que según ésta el Estado existe para buscar el bien común y esto sólo puede lograrse respetando el orden moral establecido por Dios en la naturaleza humana (cf. Concilio Vaticano II, constitución pastoral Gaudium et Spes, n. 74).
• En la parte central ubico la respuesta del liberalismo político, que postula una actitud neutral del Estado hacia la cuestión del bien y el mal.
• En la parte inferior ubico las respuestas (frecuentes hoy en el “progresismo” radical) que postulan una actitud negativa del Estado hacia la ley moral; por ejemplo: la “dictadura del relativismo”, que hace de la negación del orden moral objetivo un postulado básico del Estado democrático.
Representando ambos ejes (horizontal y vertical) en un plano y combinando las tres respuestas básicas que hemos esbozado para cada una de las dos cuestiones planteadas, resulta que el plano queda dividido en nueve sectores. Quiero destacar que sólo tres de esos nueve sectores dan respuestas coherentes entre sí a las dos cuestiones, por lo cual los otros seis sectores son poco frecuentados en la práctica. Veámoslo.
La doctrina católica se inscribe en el sector “central superior”. Precisamente por su aprecio fundamental por la dignidad de la persona humana, imagen de Dios, la doctrina social de la Iglesia reconoce la necesidad de que el Estado valore y respalde la ley moral natural, expresión de esa dignidad. Y esa misma dignidad hace que cada persona humana sea digna de ser amada por sí misma, por lo cual se debe respetar su libertad y se debe buscar su bien. De ahí surgen, en definitiva, los principios de subsidiariedad y solidaridad.
El liberalismo clásico postula la autonomía moral absoluta de cada individuo humano. En esta perspectiva la ley moral natural se diluye, al menos en su vigencia social. Por eso el liberalismo se inscribe en el sector “derecho central”. La neutralidad moral del Estado (propia del liberalismo en el eje vertical) se traduce -en el eje horizontal- en la no injerencia del Estado en la economía, que da pie al libre juego de la neutralidad moral del mercado. Destaco aquí una incoherencia básica de los “liberales de izquierda”: ellos rechazan la neutralidad moral del mercado, a la par que aceptan y promueven la neutralidad moral del Estado.
El socialismo clásico es ateo y materialista, rechaza la ley moral natural y considera a la familia como una institución opresiva, que debe ser combatida, al igual que la Iglesia. Por eso el socialismo se inscribe en el sector “izquierdo inferior”. Su tendencia totalitaria le lleva a pretender derogar la ley moral natural y a promover actitudes abiertamente inmorales como si fueran derechos humanos. Por eso hoy hay más enemigos del derecho humano a la vida y de los derechos de la familia en las filas de la “izquierda” que en las de la “derecha”.
6. ¿El catolicismo es un conservadorismo?
En la perspectiva del eje vertical, pues, el católico ya no se ubica en un justo medio, sino en la vanguardia de la promoción y la defensa de la dignidad humana. En esa misma perspectiva también se puede apreciar que el liberalismo, pese a ser un error gravísimo, está menos alejado de la cosmovisión católica que el socialismo. De ahí que a menudo se asocie (erróneamente) a la Iglesia Católica con posiciones políticas “derechistas”.
La perspectiva del eje vertical nos da una visión de la vida política que en cierto modo se parece a la situación del siglo XIX, cuando en general se concebía al conservadorismo (representado en muchos países principalmente por católicos), el liberalismo y el socialismo como las tres grandes fuerzas políticas y se los percibía como ordenados en el sentido expuesto: girando 90º el eje vertical en sentido horario, el catolicismo queda situado a la derecha, el liberalismo en el centro y el socialismo a la izquierda.
¿Es correcto entonces caracterizar el empeño del católico en la arena política como “conservadurismo”? Obviamente esto depende de qué se entienda por “conservador”. Si se trata de conservar el aprecio y el respeto del orden moral objetivo, el católico es necesariamente “conservador”; pero si se trata de conservar un orden social injusto, cualquiera que sea, es clarísimo que el católico no debe ser “conservador”.
En realidad, la injusticia social no es, propiamente hablando, un “orden”, sino un desorden, que el católico debe empeñarse en corregir, precisamente en virtud de su apego al orden moral. No hay entonces ninguna contradicción en la postura católica, como la que sugirieron tantos periodistas desnorteados que gustaban de caracterizar al Papa Juan Pablo II como “conservador en lo doctrinal y progresista en lo social”. La verdad libera. La verdad sobre el hombre revelada por Dios en Cristo y transmitida por la Iglesia se traduce en lo social en un empeño por la auténtica liberación integral del hombre y por la justicia social.
Además, en las cuestiones opinables entre católicos debe reinar la libertad. Así, por ejemplo, el empeño de los católicos conservadores del siglo XIX por conservar los regímenes monárquicos no surgía de la esencia del catolicismo, sino de una opción discutible y contingente. Es necesario distinguir cuidadosamente esa clase de opciones de las consecuencias políticas ineludibles del Evangelio de Cristo.
Daniel Iglesias Grèzes
46 comentarios
La esencia del orden social católico es la elevación de la sociedad al orden sobrenatural, el reconocimiento de la soberanía social de Jesucristo. Esto es lo que desde Pablo VI se busca ocultar o negar.
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DIG: Falso. La "civilización del amor" propuesta por Pablo VI es la civilización del amor cristiano (o caridad), que es una virtud sobrenatural.
¿Dices que la enseñanza social del Papa Pablo VI es sólo "pretendidamente cristiana"? Por favor responde claramente esta pregunta, a ver si terminamos de comprender a dónde apuntas.
- Lo esencial en el liberalismo clásico no es la autonomía moral absoluta, sino la libertad de coacción externa como supremo valor social. Tanto más perfecta es una sociedad cuanto más y mejor asegura el respeto de esa libertad exterior de cada de uno de los individuos que la componen. La consecuencia de la exaltación del principio de libertad de coacción es la reducción del Estado al mínimo indispensable para asegurar la igual libertad de coacción de todos.
- Otro peligro está en la noción de dignidad humana. El humanismo del bien congénito, es decir, la sobrevaloración de la dignidad ontológica es una forma de vaciar de contenidos la doctrina social católica. La principal dignidad humana es la operativa. Con la sola dignidad ontológica no somos felices, ni nos salvamos; a lo sumo tenemos potencia obediencial. Sólo mediante la actualización de la dignidad operativa podemos ser felices en esta y vida y alcanzar la eterna bienaventuranza. Y no olvidemos, además, que la dignidad sobrenatural de uno sólo, vale más que la dignidad natural de todo el mundo. Aunque el mundo le parezca absurdo vale más un alma en gracia que la vacuna contra el Sida.
Saludos.
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DIG:
Para el liberalismo, la ausencia de coacción externa es sólo un medio para lograr un fin: la libertad de elección entendida como el bien absoluto. El error fundamental del liberal consiste en absolutizar la libertad de elección, que es en realidad otro medio para otro fin: la libertad para el bien.
Peligro no equivale a error. Peligro de error hay en toda proposición, porque todo término puede ser malinterpretado.
En mi artículo me he referido tanto a la dignidad humana ontológica como a la dignidad humana moral, aunque esta última no es mencionada con esas mismas palabras, sino a través de continuas referencias a la ley moral y a las virtudes morales y teologales.
- Que la libertad de coacción externa sea un medio para la libertad moral absoluta en el liberalismo clásico no es algo que se verifique en todas las corrientes ni en los autores más representativos. Ya vendrán los católico-liberales a decirte que Tocqueville no es así, que coacción mínima no es igual a moral mínima, etc.
Por eso insisto en que la nota común a los múltiples liberalismos es la reducción del bien común a la libertad de coacción externa. ¿Cuál es la solución liberal a problemas tales como el consumo de marihuana, una manifestación contra la visita del Papa en España, etc.? Si no hay afectación de derecho ajenos -entendidos al modo liberal-, la solución no puede implicar coacción externa alguna, y sólo cabe apelar a la conciencia moral de cada individuo.
- No digo que tu artículo confunda las dignidades, tendría que releerlo detenidamente para hacer un juicio de ese tenor. Pero sí que es una confusión muy común hablar de la «dignidad humana» como palabra talismán. No hay acuerdo sobre su significado, ni sobre sus implicancias, y eso en ambientes católicos. La dignidad humana termina siendo un pretexto demo-liberal para obrar en contra del bien de la comunidad. Consecuencia del humanismo del bien congénito.
- Yo quiero pensar que la expresión «civilización del amor» se refiere al amor de caridad. Porque la primacía de la caridad es esencial a una civilización cristiana. Ahora, en una civilización cristiana, por justicia, y por caridad social, por ejemplo, se aplica la pena capital. Hoy, se apela a la «dignidad» y al «amor» para deslegitimar la pena capital, y concebir la «civilización del amor» como una sociedad naturalista y democrática.
Saludos.
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DIG:
1) Tu primer punto es un tema muy complejo, que no podemos discutir aquí detalladamente, pero yo mantengo mi opinión de que el error fundamental del liberalismo clásico (individualista) es la absolutización de la libertad de elección individual. En la Centesimus Annus, Juan Pablo II hace una afirmación similar, pero referida al liberalismo económico, que erróneamente absolutiza la libertad económica. Creo que esa crítica de Juan Pablo II puede generalizarse.
El individualista ve a los seres humanos como mónadas aisladas (no hay comunión de los santos ni pecado original); de ahí viene el refrán, tan común como falso: "mi libertad termina donde empieza la libertad del otro". Si esto es así, la aparición del otro es una muy mala noticia para mí. El otro es fundamentalmente una amenaza a mi libertad; en última instancia, es mi enemigo.
La antropología cristiana es muy distinta: yo y los demás contribuimos mutuamente a la realización de nuestras respectivas vocaciones. Existe un bien común, y no sólo bienes individuales, a menudo indiferentes o conflictivos entre sí.
2) Si no criticas mi artículo en este punto, no tengo nada que defender.
3) La "civilización del amor" de Pablo VI es evidentemente la "civilización de la caridad". No tengo tiempo de buscar citas para demostrarlo, pero cualquiera puede comprobarlo por sí mismo.
Sobre la pena de muerte se está produciendo un nuevo desarrollo doctrinal que es totalmente legítimo. Espero poder publicar aquí algún día un artículo sobre ese tema.
1)que "Humanismo Integral" contiene una doctrina pretendidamente cristiana, que intenta integrar el cristianismo con el liberalismo y el modernismo,
2) que Pablo VI proclamó públicamente a Maritain "su maestro" y tradujo el citado libro
3) que la noción de Civilización del Amor está influida por dicho autor, lo que es innegable.
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DIG:
1) No es mi intención defender ni atacar a Maritain. Sólo noto que la intención de Maritain probablemente no fue integrar al cristianismo doctrinas incompatibles con él, sino contribuir a que la doctrina cristiana asimilara algunos elementos de verdad contenidos en el liberalismo.
3) Eso muy probablemente sea cierto. Y también es cierto: a) Que la doctrina social enseñada por los últimos cuatro Papas no puede ser sustancialmente incompatible con la fe cristiana, so pena de negar prácticamente la indefectibilidad de la Iglesia. b) Que todo fiel católico debe tener esa doctrina (por ejemplo, tal como está expresada en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia) como verdadera.
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DIG: Coincido contigo sólo en parte: el antropocentrismo radical es idolátrico, pero también existe la posibilidad de un humanismo verdaderamente cristiano: un antropocentrismo relativo, unido a un teocentrismo absoluto, por así decir. Dios y el hombre no se oponen; y el hombre es imagen de Dios.
La frase que cité de la Gaudium et Spes apunta en esa dirección: "Sin el Creador, la criatura se diluye". Esta frase puede tener un significado ontológico (sin un Creador, no puede haber criaturas; sin un Ser Absoluto, no puede haber seres relativos) y un significado moral: sin la debida relación con Dios (es decir, sin la religión verdadera), la misma vocación fundamental del hombre (a la comunión con Dios) se ve gravemente amenazada. Por el contexto, opino que este significado moral es el principal en nuestro caso.
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Queda cojo. El Estado no tiene sólo un deber para con el bien natural del hombre, también hacia el sobrenatural, como toda realidad temporal.
Precisamente, una "cilización del amor", para serlo, no debería confromarse a buscar el beneficio de la persona sólo en las realidades terranas, sino propiciar y ayudar al mayor bien para el hombre que es la elevación de su existencia por la Gracia de Dios, en vistas a su salvación. No hay mayor Amor. No hay civilización del Amor sin Dios.
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DIG: El Concilio Vaticano II no ignora ni niega que el único fin último del hombre es sobrenatural. No se puede decir todas las cosas en un solo párrafo.
“El humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente en toda su terrible estatura y, en cierto sentido, ha desafiado al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho hombre, se ha encontrado con la religión -porque tal es- del hombre que se hace Dios. ¿Qué ha pasado? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. (…) Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. (…) Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferidle siquiera este mérito y reconoced nuestro nuevo humanismo: también nosotros –y más que nadie- tenemos el culto del hombre.”
“Todo esto y cuanto podríamos aún decir sobre el valor humano del Concilio, ¿ha desviado acaso la mente de la Iglesia en Concilio hacia la dirección antropocéntrica de la cultura moderna? Desviado, no; vuelto, sí. (…) nuestro humanismo se hace cristianismo, nuestro cristianismo se hace teocéntrico; tanto que podemos afirmar también: para conocer a Dios es necesario conocer al hombre.”
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DIG: Este famoso párrafo de Pablo VI puede dar lugar a confusión, pero también puede ser interpretado de acuerdo con la Tradición católica.
1) El Papa reconoce que podría haberse dado un choque y una condena del humanismo moderno, en cuanto éste idolatra al hombre y reniega de Dios.
2) Pero afirma a la vez la legitimidad de un humanismo cristiano, en último análisis teocéntrico, y de un diálogo fructuoso entre este humanismo cristiano y el humanismo moderno, en aras de rescatar y asimilar los elementos positivos de este último, que no son pocos.
Salvo diferencias de estilo y de matices y salvo expresiones ambiguas que adquieren un significado preciso a la luz del contexto, no creo que en el fondo las posturas respectivas de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI sobre la Ilustración sean esencialmente diferentes entre sí. Y esas posturas, por ejemplo la de Juan Pablo II, incluyen aspectos fuertemente críticos.
Para empezar, un vistazo rápido a lo dicho por el Magisterio anterior
Proposiciones condenadas en el Syllabus:
XV Todo hombre es libre en abrazar y profesar la religión que, guiado por la luz de la razón, tuviere por verdadera.
LXXVII. En esta nuestra edad no conviene ya que la Religión católica sea tenida como la única religión del Estado, con exclusión de otros cualesquiera cultos.
LXXVIII. De aquí que laudablemente se ha establecido por la ley en algunos países católicos, que a los extranjeros que vayan allí, les sea lícito tener público ejercicio del culto propio de cada uno.
LXXIX. Es sin duda falso que la libertad civil de cualquiera culto, y lo mismo la amplia facultad concedida a todos de manifestar abiertamente y en público cualesquiera opiniones y pensamientos, conduzca a corromper más fácilmente las costumbres y los ánimos, y a propagar la peste del indiferentismo.
De la Pascendi (S. Pío X):
En efecto, admitido que en las cosas temporales sólo el Estado puede poner mano, si acaece que algún creyente, no contento con los actos interiores de religión, ejecuta otros exteriores, como la administración y recepción de sacramentos, éstos caerán necesariamente bajo el dominio del Estado. Entonces, ¿que será de la autoridad eclesiástica? Como ésta no se ejercita sino por actos externos, quedará plenamente sujeta al Estado. Muchos protestantes liberales, por la evidencia de esta conclusión, suprimen todo culto externo sagrado, y aun también toda sociedad externa religiosa, y tratan de introducir la religión que llaman individual.
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Y ahora, veamos el origen de donde nace la nueva doctrina católica respecto a la libertad religiosa:
Declaración Universal de los Derechos Humanos, 1948:
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.
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Comparese con lo dicho por el Concilio, que ufano recogió en la Dignitatis Humanae la declaración de los Derechos Humanos casi textualmente:
2. Este Concilio Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites debidos. Declara, además, que el derecho a la libertad religiosa está realmente fundado en la dignidad misma de la persona humana, tal como se la conoce por la palabra revelada de Dios y por la misma razón natural . Este derecho de la persona humana a la libertad religiosa ha de ser reconocido en el ordenamiento jurídico de la sociedad, de tal manera que llegue a convertirse en un derecho civil.
(...) Se hace, pues, injuria a la persona humana y al orden que Dios ha establecido para los hombres, si, quedando a salvo el justo orden público, se niega al hombre el libre ejercicio de la religión en la sociedad. (DH, 3)
(...) A estas comunidades [comunidades religiosas cualquiera, no sólo la Iglesia], con tal que no se violen las justas exigencias del orden público, se les debe por derecho la inmunidad para regirse por sus propias normas, para honrar a la Divinidad con culto público, para ayudar a sus miembros en el ejercicio de la vida religiosa y sustentarlos con la doctrina, y para promover instituciones en las que colaboren los miembros con el fin de ordenar la propia vida según sus principios religiosos. (...)Las comunidades religiosas tienen también el derecho de que no se les impida la enseñanza y la profesión pública, de palabra y por escrito, de su fe. Pero en la divulgación de la fe religiosa y en la introducción de costumbres hay que abstenerse siempre de cualquier clase de actos que puedan tener sabor a coacción o a persuasión inhonesta o menos recta, sobre todo cuando se trata de personas rudas o necesitada (4)
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DIG: Estimado Nonplacet: Ante todo te recuerdo dos reglas sobre los comentarios en este blog: a) Los comentarios deben referirse al tema del post en cuestión (criterio que no se cumple en tus tres comentarios). b) Cada comentarista puede publicar hasta dos comentarios por día en el mismo post.
Con respecto a las citas del Syllabus, ante todo cabe aclarar que no se trata de dogmas de fe, sino de doctrinas reformables y que de hecho han sido reformadas (no anuladas).
La proposición 15 puede interpretarse de un modo compatible con la DH, si se refiere a una libertad moral. En efecto, la DH enseña que toda persona tiene el deber moral de buscar la verdad religiosa (que de hecho subsiste íntegra sólo en la religión católica) y de adherirse a ella cuando la ha encontrado. Por lo tanto, según la DH, no existe una autonomía moral absoluta en materia religiosa.
La proposición 77 tampoco es incompatible con la DH, en la medida en que ésta no trata el tema de los Estados confesionales católicos. Antes bien, DH 1 enseña que existe un deber moral de las sociedades para con la verdadera religión y la única Iglesia de Cristo.
Por otra parte, es evidente que las circunstancias del Syllabus y las del Vaticano II fueron muy diferentes, lo cual justifica distintas actitudes en asuntos prudenciales.
En cuanto a las proposiciones 78 y 79, opino que son sustancialmente verdaderas, y que, manteniendo la preocupación por la difusión de los errores religiosos, el Magisterio actual hace bien en no apoyarse en medidas coactivas del Estado para defender la fe de los católicos, a semejanza de los padres sobreprotectores, que tanto mal hacen a sus hijos. La mejor defensa de la fe católica consiste en fortalecer la fe en el alma de cada creyente, para que él mismo, sin coacciones, rechace en conciencia los errores.
La cita de la Pascendi (como la DH) rechaza la indebida intrusión del Estado en los actos religiosos externos.
Por último, la raíz más profunda de la doctrina de la DH no está en la Declaración de Derechos Humanos de la ONU (que en líneas generales refleja una concepción iusnaturalista, compatible con la fe católica), sino en el Evangelio de Cristo, que exige la libertad del acto de fe religiosa.
Creo que estas aclaraciones bastan, por lo que de ahora en más los comentarios deberán ceñirse al tema de mi artículo.
Demagógicamente, se presenta esta "libertad" como una defensa del fuero interno del individuo, pero el argumento es falaz porque lo que hace la Dignitatis Humanae es aceptar plenamente la doctrina liberal de que las falsas religiones tienen derechos públicos y han de ser defendidas y protegidas por el Estado. La Verdad, es decir, la Revelación del Dios Encarnado, queda equiparada a las religiones falsas que deben ser promovidas públicamente por el poder temporal.
No se trata, por tanto, de la clásica tolerancia al error en vistas a no crear más problemas sociales, ni del respeto al fuero interno de la persona, a la que, lógicamente, no se le puede imponer la Fe, sino de considerar que el error que contradice a Dios tiene derecho y el poder debe garantizar su promoción.
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DIG: Tergiversas la doctrina del Vaticano II sobre la libertad religiosa. Cito DH 1:
"1. Los hombres de nuestro tiempo se hacen cada vez más conscientes de la dignidad de la persona humana, y aumenta el número de aquellos que exigen que los hombres en su actuación gocen y usen del propio criterio y libertad responsables, guiados por la conciencia del deber y no movidos por la coacción. Piden igualmente la delimitación jurídica del poder público, para que la amplitud de la justa libertad tanto de la persona como de las asociaciones no se restrinja demasiado. Esta exigencia de libertad en la sociedad humana se refiere sobre todo a los bienes del espíritu humano, principalmente a aquellos que pertenecen al libre ejercicio de la religión en la sociedad. Secundando con diligencia estos anhelos de los espíritus y proponiéndose declarar cuán conformes son con la verdad y con la justicia, este Concilio Vaticano estudia la sagrada tradición y la doctrina de la Iglesia, de las cuales saca a la luz cosas nuevas, de acuerdo siempre con las antiguas.
En primer lugar, profesa el sagrado Concilio que Dios manifestó al género humano el camino por el que, sirviéndole, pueden los hombres salvarse y ser felices en Cristo. Creemos que esta única y verdadera religión subsiste en la Iglesia Católica y Apostólica, a la cual el Señor Jesús confió la misión de difundirla a todos los hombres, diciendo a los Apóstoles: "Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado" (Mt., 28, 19-20). Por su parte, todos los hombres están obligados a buscar la verdad, sobre todo en lo que se refiere a Dios y a su Iglesia, y, una vez conocida, a abrazarla y practicarla.
Confiesa asimismo el santo Concilio que estos deberes afectan y ligan la conciencia de los hombres, y que la verdad no se impone de otra manera, sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas. Ahora bien, puesto que la libertad religiosa que exigen los hombres para el cumplimiento de su obligación de rendir culto a Dios, se refiere a la inmunidad de coacción en la sociedad civil, deja íntegra la doctrina tradicional católica acerca del deber moral de los hombres y de las sociedades para con la verdadera religión y la única Iglesia de Cristo. Se propone, además, el sagrado Concilio, al tratar de esta verdad religiosa, desarrollar la doctrina de los últimos Pontífices sobre los derechos inviolables de la persona humana y sobre el ordenamiento jurídico de la sociedad."
El Concilio Vaticano II no descarta (ni menos aún repudia) la doctrina tradicional de la Iglesia sino que la desarrolla y profundiza, contando para ello con la autoridad de Cristo y la asistencia del Espíritu Santo.
La doctrina de la DH (que es doctrina católica y, como tal, debe ser aceptada con espíritu religioso por todo fiel católico) no habla de supuestos "derechos de las falsas religiones" ni menos aún aboga porque el Estado las promueva. No has comprendido esta doctrina católica. Te recomiendo una relectura humilde, para dejarte enseñar por el Magisterio vivo de la Iglesia.
A parte de las catastróficas consecuencias sociales, esto supone poco menos que reconocer como derecho el suicidio espiritual de la sociedad y de la persona. Mientras que la Iglesia hoy destaca en el mundo por su defensa de la vida, se da la paradoja de que ha relegado su tradicional defensa de la Vida eterna: el Estado debe proteger al no nacido, pero ya no las almas de sus habitantes que pueden ser arrancadas por falsas religiones... promovidas por el propio Estado.
Lo dicho, roza el reconocimiento del derecho al suicidio espiritual.
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DIG: Tu comentario no guarda relación con el contenido de mi artículo.
No obstante, no quiero dejar pasar la oportunidad de señalar diversos errores en tu argumentación:
1) Dices que la declaración Dignitatis Humanae (DH) reconoce el derecho al culto de falsos dioses y que eso contradice la actitud de los primeros mártires cristianos, quienes murieron por negarse a adorar al César. Esto es falso. Te recomiendo releer la DH entera; pero cito aquí un numeral clave:
"2. Este Concilio Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites debidos. Declara, además, que el derecho a la libertad religiosa está realmente fundado en la dignidad misma de la persona humana, tal como se la conoce por la palabra revelada de Dios y por la misma razón natural . Este derecho de la persona humana a la libertad religiosa ha de ser reconocido en el ordenamiento jurídico de la sociedad, de tal manera que llegue a convertirse en un derecho civil.
Todos los hombres, conforme a su dignidad, por ser personas, es decir, dotados de razón y de voluntad libre, y enriquecidos por tanto con una responsabilidad personal, están impulsados por su misma naturaleza y están obligados además moralmente a buscar la verdad, sobre todo la que se refiere a la religión. Están obligados, asimismo, a aceptar la verdad conocida y a disponer toda su vida según sus exigencias. Pero los hombres no pueden satisfacer esta obligación de forma adecuada a su propia naturaleza, si no gozan de libertad psicológica al mismo tiempo que de inmunidad de coacción externa. Por consiguiente, el derecho a la libertad religiosa no se funda en la disposición subjetiva de la persona, sino en su misma naturaleza. Por lo cual, el derecho a esta inmunidad permanece también en aquellos que no cumplen la obligación de buscar la verdad y de adherirse a ella, y su ejercicio, con tal de que se guarde el justo orden público, no puede ser impedido."
Por lo tanto, por la dignidad de la naturaleza humana, que exige la libertad religiosa, y por la esencia misma del acto de fe, que es necesariamente libre, y no por un supuesto derecho a adorar falsos dioses, la persona tiene derecho, dentro de ciertos límites (que se establecen en DH 7), a la ausencia de impedimientos estatales a sus manifestaciones religiosas.
Por otra parte, la DH sostiene que el catolicismo es la única religión verdadera, y que la persona tiene el deber de buscar la verdad religiosa y de adherirse a ella (actuando en consecuencia) cuando la ha encontrado. Es el caso de los mártires cristianos, quienes actúan en forma coherente y fiel a su conciencia, objetivamente verdadera y subjetivamente recta.
2) Dices que la DH admite que el Estado promueva falsas religiones, pero eso también es completamente falso. ¿En qué texto de la DH te basas para hacer tamaña acusación?
"Ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público... Este derecho ha de ser reconocido en el ordenamiento jurídico de la sociedad"
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DIG: El Concilio no enseña que las religiones falsas tengan derechos, sino que las personas tienen derechos, que no derivan de sus aciertos o errores religiosos.
¿Qué significa que a la persona no puede impedírsele que actúe conforme a su conciencia personal en privado y en público, y que esto constituye un derecho que debe ser reconocido en el ordenamiento?
Pues obvio, que a los Adoradores de Shiva o al Islam debe reconocérseles su "derecho" a dar culto en público.
La deducción de Nonplacet, por tanto, es totalmente correcta. No hace falta, además, hacer un ejercicio de de deducción muy complejo para verlo.
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DIG: Lo diré una vez más. Los creyentes no cristianos tienen derecho a la libertad religiosa, pero esa libertad no surge de un supuesto derecho del error religioso en sí mismo, sino de su misma dignidad de persona (libre) y de la estructura misma del acto de fe, que es esencialmente libre.
Desde el punto de vista moral, un creyente no cristiano debe buscar la verdad religiosa y adherirse a ella cuando la haya encontrado, pero entretanto debe obedecer la voz de su conciencia, que a él le manda celebrar su culto no cristiano en privado y en público.
Desde el punto de vista jurídico, el Estado (católico o no) debe respetar la libertad religiosa, que supone inmunidad de coacción en materia religiosa, con las salvedades expuestas en DH n. 7.
"A estas comunidades [comunidades religiosas cualquiera, no sólo la Iglesia], con tal que no se violen las justas exigencias del orden público, se les debe por derecho la inmunidad para regirse por sus propias normas, para honrar a la Divinidad con culto público, para ayudar a sus miembros en el ejercicio de la vida religiosa y sustentarlos con la doctrina, y para promover instituciones en las que colaboren los miembros con el fin de ordenar la propia vida según sus principios religiosos".
Se declara, pues, la libertad de culto -algo ajeno a la tradición y magisterio católicos- y el derecho al proselitismo de todas las religiones (no sólo la Verdadera).
En este párrafo habla claramente de comunidades e instituciones, no sólo de individuos. No sé cómo se puede negar la evidencia.
POr cierto, la dignidad del hombre viene de ser creado a imagen y semejanza de Dios, no por tener "libertad religiosa", la cual no puede ser nunca un derecho. El hombre tiene el don de la libertad, pero para elegir el Bien. A lo que tiene derecho -y deber- no es a elegir cualquier religión, sino la Verdadera. Esto lo recuerda el CVII a la vez que dice que la libertad religiosa es parte de la dignidad humana. Suena a simple apaño de perspectivas diferentes que no casan entre sí. El Evangelio no exige, como dice usted, la libertad religiosa. Lo que exige Dios es la acpetación de Cristo, no el mero hecho de elegir, que por sí mismo no comsuma la libertad.
Por cierto, mis posts sí que guardan relación con el tema del hilo. ¿O es que la civilización del amor flota en el aire y no tiene que ver con la relación entre Fe y Estado?
Me recomienda una lectura humilde del Magisterio: pues lo mismo le recomiendo a usted. No desprecie el Magisterio tradicional y no desprecie la inteligencia de sus lectores a la hora de argumentar, porque negar la evidencia es cosa de voluntaristas, pero no de católicos. Le recuerdo, además, que la Dignitatis Humanae tiene sólo rango de declaración, no de constitución dogmática. El Syllabus(el cual algunos dicen que sí reune las condiciones de infalibilidad), así como la Vehementer Nos, la Pascendi, la Quas Primas... son ateriores y cuentan con más peso doctrinal.
Saludos
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DIG: Estimado Nonplacet:
En un comentario anterior, sostuviste que la Dignitatis Humanae (DH) enseña que el Estado debe promover las religiones no cristianas, lo cual es palmariamente falso.
Ahora te limitas a probar que la DH enseña que el Estado debe reconocer a las comunidades religiosas no cristianas el derecho de promoverse a sí mismas, lo cual es cierto y es obvio.
El Magisterio de la Iglesia Católica, con el peso de su autoridad, enseña que sí existe la libertad religiosa. Evidentemente esa libertad es esencial para garantizar la pureza del acto de fe. Por supuesto, la libertad de elección es sólo un medio, pero un medio de gran importancia.
El Syllabus no es dogma de fe y un Concilio Ecuménico aprobado por el Papa tiene un poco más de autoridad que tú en la Iglesia para valorarlo e interpretarlo en nuestro contexto actual.
Mi artículo no trata sobre el problema del Estado confesional. Se puede escribir con sentido sobre la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) sin mencionar ese tema. Los tradicionalistas parecen obsesionados por ese aspecto particular de la DSI.
Nunca puede ser "derecho" un error. Si yo creo que una droga es una medicina y no un veneno, no por eso tengo "derecho" a dárselo a nadie, por más buena fe que tenga, porque el derecho es una valencia objetiva.
Y esto no es teología, es filosofía y sentido común, recogido en el Magisterio secular de la Iglesia, imposible de desmentir.
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DIG: El error no tiene derechos, pero la persona errada sí.
Mi vecino tiene derecho a comer papas fritas esta noche, si así lo quiere, aunque quizás esa comida no sea la más adecuada para él. Y ni el Estado ni yo tenemos derecho a impedírselo por la fuerza. La perspectiva contraria, que desprecia las libertades individuales en aras de la verdad, conduce fácilmente al totalitarismo.
No es función del Estado determinar cuál es la dieta más adecuada para cada uno, ni tampoco determinar cuál de las religiones es la verdadera y prohibir las restantes (como prohíbe la venta de medicamentos adulterados). Y eso es lo que está recogido en el actual Magisterio de la Iglesia, imposible de desmentir para un católico.
Y creo que esto es suficiente respuesta sobre una serie de comentarios que caen fuera del tema de mi artículo y que incluyen un insulto a mi persona (que he borrado).
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DIG: Sí, pero hay muchas formas posibles en que una civilización puede reconocer a Dios y entre nuestra situación actual y la situación ideal hay una distancia muy grande. En este sentido, nuestra tarea histórica es mantener y difundir la fe persona a persona, incrementar la presencia católica en el espacio público y defender el orden moral objetivo.
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La doctrina tradicional que mencionas dice que el culto de credos falsos ha de ser prohibido o al menos no tener derecho a celebrarse, pudiéndo permitirse excepcionalmente por la estabilidad social. La Dignitatis Humanae no dice eso, sino que defiende la libertad de cultos como derecho. Pero si el único culto que se ofrece al Dios-Amor es el de Cristo, ¿cómo puede construirse una civilización del Amor permitiendo adorar a la mentira? Digo yo, vamos.
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DIG: La cita que reproduces no es mía, como dices, sino de la Dignitatis Humanae. Allí mismo se dice que la libertad religiosa implica la "inmunidad de coacción en la sociedad civil". Esto implica la imposibilidad de que el Estado prohíba los cultos no cristianos, ya sea privados o públicos. La religión tiene una dimensión pública esencial; por eso, cuando un Estado persigue la eliminación de la influencia de la Iglesia Católica en el espacio público, protestamos con toda razón. Pues bien, tampoco a los creyentes no cristianos les vale una libertad religiosa mutilada, reducida sólo al ámbito privado.
Por otra parte, el cristianismo se expandió durante siglos en un ámbito pagano, porque los cristianos estaban muy convencidos de la verdad de su fe y daban un testimonio creíble de ella. Quizás la actual crisis eclesial se deba en buena parte a que los cristianos de hoy (en promedio) tenemos menos fe y a que durante siglos confiamos más en la protección que el Estado católico nos daba contra las demás confesiones religiosas y las filosofías irreligiosas que en una apropiada educación y maduración en la fe del pueblo católico. El miedo es mal consejero.
No es correcto identificar pura y simplemente las religiones no católicas con la mentira. Los cristianos no católicos pertenecen realmente a la única Iglesia de Cristo, aunque de modo imperfecto. Las religiones no cristianas, junto a algunos errores y males, contienen elementos de verdad y de bien. Algo análogo puede decirse de las filosofías. No olvides la parábola del trigo y la cizaña. No es fácil para nadie (y mucho menos para el Estado moderno) cortar la cizaña sin cortar también el trigo.
- Sobre las expresiones «derechos de la verdad» y «el error no tiene derechos» de poco sirve decir que el único sujeto de derechos es la persona, porque se trata de expresiones metonímicas, usadas por el magisterio de la Iglesia siempre en un mismo sentido. Y metonimia no es sofisma.
- La expresión «el error no tiene derechos» tiene un sentido propio claro para el magisterio reiterado de la Iglesia: la persona no tiene derecho a buscar el error, a adherirse a él, a profesarlo públicamente, a propagarlo. ¿Qué se entiende por «derecho» en esta expresión? Facultad moral de obrar, derivada de la naturaleza humana. Y no es posible que el ser humano tenga en su naturaleza –constitutivamente ordenada la verdad- inclinaciones naturales que fundamenten derechos al error.
- ¿Qué noción de «derecho» usa la Dignitatis humanae? No la anterior, porque no es facultad moral de obrar conforme a alguna inclinación natural. Es la facultad de exigir a los demás (personas, grupos sociales y Estado) la no coacción social y jurídica si la propia conducta del sujeto titular no lesiona el bien común. Vista la experiencia de los regímenes totalitarios del siglo XX, no parece irrazonable urgir que a los poderes coercitivos del Estado sean limitados: sólo puede intervenir coactivamente si el bien común lo exige.
- Pero con los derechos de inmunidad de coacción hay varios problemas:
1) Hubiera sido deseable usar otra expresión, ya que se altera el clásico orden de los tres analogados del término «derecho».
2) El liberalismo y el personalismo de Maritain mutilan la noción de bien común. Luego, como no es suficiente el límite, se hipertrofia la libertad de coacción, y se pretende deslegitimar actuaciones gubernamentales intrínsecamente justas.
3) Se olvida que la libertad de coacción es un derecho sometido a condición: las exigencias del bien común. Si la conducta de una persona o grupo lesiona el bien común, no hay derecho de exigir inmunidad de coacción, aunque sí cabe una posible tolerancia. Pero hablar de tolerancia resulta ofensivo para la ideología liberal o personalista.
4) La moral pública es parte del bien común. Y no se limita al pudor público. Como bien jurídico es susceptible de protección, tanto si la conducta es dañosa (delitos o contravenciones de daño) como si la conducta es peligrosa (delitos o contravenciones de peligro). Pero el liberalismo y el personalismo no tienen una noción completa de moral pública, por lo que el límite a la libertad es deficiente, y no suelen aceptar la legitimidad de la existencia de delitos o contravenciones de peligro.
Saludos.
Error. El núcleo de la DSI es la Soberanía Social de Cristo, la diferencia específica con cualquier otra doctrina. Comunidad que no reconoce a Cristo edifica sobre arena. Si apareciera un hombre que cumpliera a la perfección el orden natural y propusiera cumplirlo a la comunidad, con una sola condición, excluir a Cristo del orden político, ese hombre sería el Anticristo.
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DIG: Aquí cometes el grave error de confundir el no mencionar un tema con el rechazarlo.
No se puede tirar a la basura dos mil años de doctrina y praxis católica. Según usted, la Iglesia estuvo veinte siglos errada al recoradar que sólo Cristo tiene derechos, tanto en el orden espiritual como en el temporal.
Debe ser el virus protestante, que definitivamente ha contagiado a los católicos.
I. No me parece legítimo el argumento que extiende indebidamente la infalibilidad mediante el recurso indirecto a la indefectibilidad. Por una parte se rechaza lógicamente la infalibilización de las novedades magisteriales del Vaticano II. Pero por otra, se sigue la vía de la hipertrofia de la nota de indefectibilidad de la Iglesia, para llegar, de hecho, al mismo resultado de infalibilización.
Infalibilidad e indefectibilidad son notas distintas. Y no parece legítimo usar de la segunda para extender la primera más allá de sus estrictos límites. Porque, al final, se llega a una paradoja: mientras la Iglesia enseña y urge (CIC de 1983) a no presumir la infalibilidad magisterial, se suprime de facto esa presunción de no infalibilidad, mediante la ampliación de la indefectibilidad.
Considero, por tanto, que no es legítimo el argumento que amplía los confines de la infalibilidad magisterial mediante el recurso de la indefectibilidad. Es hacer entrar por la ventana lo que no puede ingresar por la puerta.
II. Otra cosa que a veces se hace –no digo que sea el caso de Daniel, no me consta- es aplicar a la historia de la Iglesia una noción de progreso propia de la Ilustración: el progreso es lineal, necesario, constante o creciente. Por el contrario, la historia de la Iglesia muestra que progreso y regresión, variables, a lo largo de los siglos. Gráficamente:
http://s2.subirimagenes.com/otros/previo/thump_5478002historia.jpg
La posesión de la verdad en la Iglesia es susceptible de sufrir altibajos. No se verifica en los hechos el progreso lineal. La suposición de que los católicos del siglo XXI conocemos mejor la verdad que las generaciones precedentes, es gratuita, y no puede explicar, sólo por poner un ejemplo luminoso, la crisis arriana, con toda su larga duración, extensión cuantitativa y seriedad doctrinal (tal como la relató Newman).
III. Por último, respecto del magisterio no infalible, hay que afirmar que por definición puede contener errores. Y si bien un teólogo respetado como José Antonio Sayés sostiene que en el magisterio no infalible no podría haber herejía propiamente dicha, por razón de la indefectibilidad, se cuida de aclarar que esa es su opinión, pero que hay otras opiniones divergentes de teólogos muy serios, ya que el punto concreto no está definido. Y aunque la opinión de Sayés fuera magisterial –que no lo es, insisto- por debajo de la herejía propiamente dicha, hay otras formas menos graves de error, o de inadecuación de una proposición a la verdad revelada.
Saludos.
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DIG: Comencemos por el punto III. ¿Cuáles son los teólogos católicos "muy serios" que sostienen que el Magisterio oficial de la Iglesia puede contener herejías? Que yo sepa, esa opinión es contraria a toda la Tradición de la Iglesia.
Por otra parte, tu planteo es excesivamente abstracto. En el caso de la crítica tradicionalista a la Iglesia Católica del post-concilio, no se trata de afirmar que el Magisterio se equivoca en tal o cual punto particular de doctrina, sino de una recusación global. Pese a las muchas variantes y matices que contiene en sí el movimiento tradicionalista, podríamos decir, simplificando sin caricaturizar ni tergiversar, que la corriente principal del mismo tiende a calificar al Concilio Vaticano II como modernista, a los cuatro o cinco últimos Papas como modernistas, al 99,9% de los 4.000 Obispos católicos como modernistas, a la Misa del actual uso ordinario del rito romano como herética y tal vez inválida, etc. En su visión, toda la ingente masa de documentos pontificios, episcopales, sinodales etc. del post-concilio está gravemente infectada por toda clase de herejías; la actual Doctrina Social de la Iglesia no es católica, sino liberal; la declaración Dominus Iesus es relativista, etc. etc. Ahora bien, sostener que todo ese tremendo conjunto de amargas acusaciones es compatible con la indefectibilidad de la Iglesia es una afrenta a la fe y a la razón a la vez.
Los tradicionalistas parecen no darse cuenta de que su argumentación es reversible: porque si, por ejemplo, la declaración Dignitatis Humanae puede ser sustancialmente errónea, entonces no se ve por qué no podría serlo también cualquier encíclica de Pío IX o León XIII (o también, dicho sea de paso, la encíclica Humanae Vitae).
En definitiva, el tradicionalismo es un racionalismo inconsciente. En vez de someter dócilmente su teología a la corrección del Magisterio vivo de la Iglesia, el único autorizado para interpretar con la autoridad de Cristo la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición (incluyendo el Magisterio pasado), el tradicionalista erige a su teología particular (o sea, a su interpretación personal del Magisterio pasado) en juez de toda manifestación del Magisterio actual. Esa actitud fundamental no es católica.
Ahora te limitas a probar que la DH enseña que el Estado debe reconocer a las comunidades religiosas no cristianas el derecho de promoverse a sí mismas, lo cual es cierto y es obvio (D. Iglesias)
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No sólo reconocer. La DH dice EXPLÍCIAMENTE que el Estado debe garantizar la promoción de religiones falsas (por favor, no me repita que hay que tener cuidado con llamar 'falsas' a las religiones que no son la verdadera):
"Forma también parte de la libertad religiosa el que no se prohiba a las comunidades religiosas manifestar libremente el valor peculiar de su doctrina para la ordenación de la sociedad y para la vitalización de toda actividad humana" (DH 4).
"(...) Debe, pues, la potestad civil tomar eficazmente a su cargo la tutela de la libertad religiosa de todos los ciudadanos con leyes justas y otros medios aptos, y facilitar las condiciones propicias que favorezcan la vida religiosa, para que los ciudadanos puedan ejercer efectivamente los derechos de la religión y cumplir sus deberes (...) (6)
¿Defiende o no la DH que el Estado garantice el proselitismo de todas las religiones? Y sólo una es la verdadera, ¿no, Daniel?
Si el Estado debe garantizar la prmoción de las religiones faslas, que dañan el alma, ¿por qué no prmocionar también el alcoholismo, o los infartos o cualquier mal físico?
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DIG:
1) Una cosa es que el Estado garantice y facilite el libre ejercicio público de los diversos cultos y otra cosa muy distinta es que utilice el poder del Estado para "promoverlos" (éste fue el verbo, erróneo, que utilizaste antes), a todos o algunos de ellos. Dentro de la primera categoría, por ejemplo, entraría el feriado dominical, para facilitar la vida religiosa de los cristianos; dentro de la segunda, la financiación estatal de la construcción de iglesias o del mantenimiento del culto o del clero.
2) La respuesta a tu última pregunta es simple: el Estado puede y debe combatir el alcoholismo porque la sola razón natural permite concluir que el alcoholismo es un mal social. En cambio, para reconocer que sólo la religión católica es verdadera se requiere la fe, que es un don sobrenatural. Y el Estado no es una sociedad sobrenatural, aunque el bien común, que es su objeto propio, no pueda concebirse correctamente desde una perspectiva cerrada a la trascendencia.
Esto no sólo es liberalismo sino relativismo. Poner en pie de igualdad los derechos de la única religión verdadera con las falsas. Es increìble cómo la aceptación de la libertad religiosa conduce a errores más y más gruesos. No por nada Pío IX la llamó "libertad de perdición".
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DIG: Rechazar la imposición de la religión verdadera por la fuerza no es liberalismo ni relativismo, sino auténtico catolicismo. Mucho más católico que, por ejemplo, las condenas a muerte de herejes por parte de la Inquisición, las que, aunque fueron cuantitativamente mucho menores que lo que dicen casi todos los anticatólicos, no por ello dejaron de ser (objetivamente) graves pecados contra la caridad. No entro en el tema de la culpabilidad subjetiva, probablemente inexistente en muchos casos.
Debemos aprender de los errores del pasado, para no volver a repetirlos. Entre otras muchas cosas, esto buscó Juan Pablo II en la preparación del Gran Jubileo del año 2000 (la "purificación de la memoria"). Los católicos de hoy estamos expiando con creces los pecados contra la libertad religiosa de los católicos de ayer.
" Las religiones no cristianas, junto a algunos errores y males, contienen elementos de verdad y de bien. Algo análogo puede decirse de las filosofías" (...)
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El problema es que no todas las religiones son igual de buenas... O mejor dicho, sólo una es realmente buena. El relativismo que subyace al primer párrafo equipara a todas las rteligiones, así como el papel que pueden jugar en la sociedad. En primer lugar, la religión no es un conjunto de ideas, sino la creencia en una divinidad concreta. Y sólo una religión anuncia al verdadero Dios Encarnado, por lo que para el bien espiritual y moral de las personas y el bien común, sólo una puede ser reconocida con derecho propio. Pero parece que el único bien que importa aquí es el material y el "filosófico". La Buena Nueva atañe primordialmente a la dimensión espiritual de la persona y nos dice que hemos de subordinar todo a los bienes sobrenaturales. A parte, claro, ese bien espiritual también acaba influyendo en las realidades temporales.
- Sí, claro que las religiones falsas y otras "filosofías" (sic) contienen elementos de verdad. Sin ir más lejos, el comunismo contiene una crítica acertada a la sociedad de la revolución industrial. ¿Es por ello un bien el comunismo y vale la pena protegerlo y promoverlo? ¿Y el fascismo, que a la vez es una respuesta contundente a los desmanes del comunismo, también lo protegemos? ¿Y la masonería, con su afán de progreso, también le parece a usted que es digna de ser no ya promocionada, sino respetada?
Sin duda, el Islam contiene elementos positivos porque el mal absoluto no existe en este mundo, pero me niego a aceptar que se proteja y promueva el islam en mi país. Es una ofensa a Dios y daña a muchas personas, entre otras, a hermanos nuestros masacrados. Si alguien quiere vivir según la sharia, que se vaya a Irán.
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DIG:
1) Concuerdo en que hay sólo una religión verdadera. El problema se plantea cuando la sociedad (a diferencia de lo que ocurría antaño) se vuelve masivamente pluralista. No hay derecho a imponer una religión por la fuerza, aunque sea verdadera. E impedir el ejercicio público de las demás religiones es parte de esa imposición indebida. La verdad de la religión cristiana se impone por su fuerza intrínseca. Ahora bien, tampoco es trivial encontrar un orden social y constitucional que respete el pluralismo religioso sin caer en la imposición de un humanismo secular cerrado a la trascendencia; pero creo que debe de ser posible.
2) No escribí "otras filosofías" (como si las religiones fueran sólo filosofías), sino "las filosofías". Como tú, considero que el comunismo es una ideología totalitaria. Sin embargo, no me siento inclinado a proponer la prohibición de los partidos comunistas; pienso que eso causaría más mal que bien. Algo similar digo de los partidos ultraderechistas. Mientras no violen la ley y el orden público, no parece razonable prohibirlos. Hay una analogía entre esta libertad política y la libertad religiosa. El caso de la masonería es más espinoso, por su carácter secreto. Se podría argumentar que en una democracia por lo menos tendríamos derecho a saber si las autoridades civiles, militares, judiciales, etc. pertenecen a organizaciones que pretenden incidir en la sociedad mediante una discreta y activa promoción de sus ideales entre las altas esferas. O sea, que como mínimo, un juez (por ejemplo) debería hacer pública su pertenencia a esa sociedad secreta/discreta. En cuanto al Islam, ya he dicho que según el Vaticano II, no se trata de que el Estado deba promoverlo, sino permitirlo mientras no atente contra la ley y el orden. En este sentido, los grupos islámicos extremistas plantean un serio dilema.
El problmea no es reconocer que cosas buenas las puede haber en grandes errores, que es obvio, sino que por esas partes buenas accidentales se acepta el todo y se termina por equiparar las religiones falsas con la única que es Verdad y Buena en esencia.
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DIG:
1) La libertad religiosa, tal como la entiende la actual doctrina católica, no implica en absoluto el relativismo ni el indiferentismo.
2) Por supuesto, la aceptación de los derechos humanos no equivale a sustituir la religión por el humanismo. La religión cristiana incluye en sí un cierto humanismo, que a su vez implica el respeto de los derechos humanos, entre los cuales el derecho a la libertad religiosa es central.
3) Por supuesto, los padres cristianos deben educar a sus hijos en la fe. Pero tu ejemplo muestra indirectamente tu error. No es correcto que el Estado trate a todos los ciudadanos como un padre trata a sus hijos menores de edad. El Estado no puede impedir que un ciudadano adulto vaya a una mezquita, como un padre puede impedir que su hijo menor vaya al cine a ver una película inapropiada. Por otra parte, consideremos una familia católica en la que un hijo de 24 años, que vive aún con sus padres, ha dejado de ir a Misa los domingos. ¿Es relativista el padre que, aunque preocupado por la situación, renuncia a todo método de presión o coacción y apuesta todo al diálogo, la persuasión y el ejemplo?
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DIG: No se trata de meras "declaraciones coyunturales", sino de la expresión actual del Magisterio de la Iglesia. ¿Aceptas tú ese Magisterio, tal como está expuesto claramente en el "Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia"?
En segundo lugar, la Iglesia siempre fue clara: el error no tiene derechos y, por tanto, no tiene derecho al proselitismo para propagarse. El CVII, en un texto concreto, se salta eso a la torera a la vez que afirma dejar intacta la doctrina tradicional. Pues bien, ante la duda se debería aplicar lo que el Papa ha llamado hermenéutica de la continuidad; es decir, leer el Concilio de forma coherente con la Tradición, lo que nos llevaría a interpretar la Dignitatis Humanae a la luz del Reinado Social de Cristo. Sin embargo, Daniel Iglesias pasa por encima de la tradición de la Iglesia y la recomendación de Benedicto XVI e interpreta creativamente el texto conciliar para concluir que existe el derecho a la libertad religiosa, lo que sería lo mismo que decir que existe el derecho al suicidio, como ha dicho antes otro participante.
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DIG: Estimado Pax:
1) ¿Dónde escribí yo que hay que amar y respetar todas las creencias y religiones? He dicho muchas veces y de muchas maneras que en las religiones no cristianas hay cosas buenas y cosas malas y que, con cuidadoso discernimiento, debemos distinguir entre ambas, aceptar las buenas y rechazar las malas.
2) Yo no interpreto creativamente los textos del Concilio Vaticano II. Me atengo a lo que dicen con absoluta evidencia. La Dignitatis Humanae dice que existe el derecho humano a la libertad religiosa y que ese derecho incluye la ausencia de coacción de parte del Estado. Eso no implica necesariamente la imposibilidad de un Estado confesional. A mi modo de ver, un Estado confesional puede ser compatible con la libertad religiosa, precisamente si no persigue u hostiga a las demás religiones. Pero ya dije muchas veces que el problema del Estado católico tiene muy poca relevancia en la situación presente.
3) Benedicto XVI ha explicado detalladamente cómo es posible entender la doctrina del Vaticano II sobre la libertad religiosa en continuidad esencial con la Tradición, que no nace en la Edad Media sino en Jesucristo. Y lo hizo justificando esa doctrina, igual que yo trato de hacer aquí. Si dudan de esto, relean el gran discurso de Benedicto XVI a la Curia Romana, donde por primera vez en su pontificado usa la expresión "hermenéutica de la continuidad".
El Estado es un ente accidental conformado por entes sustanciales. Como toda realidad, tiene la obligación de reconocer a la verdadera religion. Esto es un liso y llano error, que contradice el magisterio de León XIII, Pío XI y Pío XII. Lo lamento Daniel, pero ni siquiera el Vaticano II llegó a decir las barbaridades liberales que dices.
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DIG: No saques conclusiones apresuradas. No quiero decir que no pueda darse un Estado confesional, ni que no sea deseable, sino que también puede no darse, y que eso es lo normal en nuestra situación de pluralismo religioso. Ya hemos discutido lo suficiente como para que no te sea lícito aferrarte a una expresión telegráfica para desacreditar todo mi pensamiento.
El Estado no puede reconocer la religión verdadera si no la reconocen los ciudadanos: todos o prácticamente todos ellos, como ocurría hace siglos. Es bastante probable que esa situación no vuelva a ocurrir en este mundo. No podemos pretender evangelizar a los no cristianos impidiéndoles por la fuerza practicar su religión en público. Supongo que ustedes (mis críticos tradicionalistas) ni siquiera podrían ponerse de acuerdo en qué significaría exactamente esa prohibición estatal en la práctica: ¿Se prohibirían los templos no católicos? ¿Se mandaría presos a los no católicos que realizaran proselitismo de su religión? ¿Se llegaría al extremo de aplicarles la pena de muerte? Sospecho que muy pronto ustedes se dividirían a su vez en "halcones" y "palomas", por así decir.
Y en esto demuestras no tener ni la más mínima idea de lo que era la Inquisición, que jamás "impuso la religion verdadera por la fuerza".
Constato, Daniel, que te has tragado la Leyenda Negra de la Ilustración, enterita. ¿Para cuándo el genocidio de los indios y la imposición de la religión a los pobres aztecas?
Qué triste la apología del catolicismo liberal desde este lugar.
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DIG:
1) Prohibir por la fuerza las manifestaciones públicas de las religiones no católicas no es simplemente idéntico a imponer la verdadera religión por la fuerza, pero es una parte importante de esa imposición, que además por sí misma impulsa hacia la parte restante: por ejemplo, en la medida en que muchos no católicos fingirían convertirse al catolicismo para evitar medidas adversas o para obtener privilegios en la sociedad.
2) No me he tragado ninguna leyenda negra, pero creo que estuvo mal quemar a Giordano Bruno, por ejemplo. ¿Tú crees que estuvo bien y que habría que volver a hacer cosas semejantes?
3) A esta altura (con todo lo que has leído de mis escritos) deberías saber o suponer que no defiendo tesis como que la gran disminución de la población indígena de América se debió esencialmente a un genocidio (una falsedad) o que los españoles impusieron por la fuerza su religión a los aztecas (otra falsedad). Parece que juzgaras a los demás con base en clichés.
XIII, y la Quas Primas de Pío IX. A ver si profundizas la hermenéutica de la continuidad, porque el liberalismo me temo que te ha hecho entrar en una ruptura muy fuerte. Una cosa es matizar las circunstancias prudenciales, y otra negar la obligación de una persona jurídica como el Estado, desde el punto de vista cristiano, de reconocer la verdadera religión.
No se vive en vano en un país estructurado hace un siglo por la Masonería. Batle y Ordóñez ha hecho una obra perdurable, basta ver a los católicos que quedan en Uruguay.
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DIG: No niego que, en una situación ideal, que dudo si volverá a darse en la historia, el Estado debería asumir la religión católica; sí niego que hoy (en la sociedad pluralista) haya que proponer (como propuesta política práctica y concreta) la confesionalidad del Estado o haya que aferrarse casi desesperadamente a ella en los países donde aún subsiste. Lo siento de veras, pero salvo el caso de la Ciudad del Vaticano, la confesionalidad de los Estados católicos actuales me parece más una ficción jurídica que una realidad viviente. No debemos poner nuestra esperanza, sustantivamente, en instrumentos mayormente caducos.
Serìa interesante debatir estos puntos. Pero no se logra hacerlo. Lástima.
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DIG: Gracias, Luis.
La verdad no cambia, pero la doctrina cristiana se desarrolla, tendiendo hacia la verdad completa, con la ayuda del Espíritu Santo.
No se trata de que el Magisterio posterior valga más que el anterior, sino de que el Magisterio de la Iglesia es el Magisterio actual, vivo. El Magisterio pasado es parte de la Tradición eclesial que el único Magisterio (el actual) interpreta con la autoridad de Cristo.
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DIG:
1) No dije que el Estado no debe tratar a los ciudadanos como un padre a sus hijos, sino como un padre a sus hijos menores de edad.
2) Ya respondí antes por qué el Estado moderno puede lícitamente prohibir las drogas y no las religiones no cristianas (dentro de ciertos límites). Se puede probar por la sola razón que las drogas son un grave mal social, mientras que el Estado moderno no tiene forma de discernir cuál es la religión verdadera, lo que requeriría una fe sobrenatural común de los ciudadanos, que hoy no existe y probablemente no va a volver a existir nunca.
3) No soy partidario de la legalización de las drogas.
4) Los males espirituales son más graves que los materiales; pero, en general, se deben combatir con armas espirituales, no materiales. La espada puede cortar una cabeza, pero no puede penetrar en un alma.
- Por supuesto, la aceptación de los derechos humanos no equivale a sustituir la religión por el humanismo. La religión cristiana incluye en sí un cierto humanismo, que a su vez implica el respeto de los derechos humanos, entre los cuales el derecho a la libertad religiosa es central.
- el Magisterio de la Iglesia es el Magisterio actual, vivo
- El Estado no puede impedir que un ciudadano adulto vaya a una mezquita, como un padre puede impedir que su hijo menor vaya al cine a ver una película inapropiada
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- No sé porqué dice Vd. que jamás volverá a existir la fe común entre los ciudadanos. ¿Ha tenido una revelación privada que le ha informado así?
No me convence que tenga que creer todo el pueblo para que el Estado reconozca la Verdad. De hecho, cuando el Imperio romano se convirtió, la fe se había extendido en las ciduades, pero no en el amplio agro. Los cristianos de entonces no dudaron en aplaudir que el poder temporal primero tolerara y luego reconociera como oficial la religión cristiana, con todos los beneficios que eso implica tanto para la sociedad como para los individuos.
- El problema de los derechos humanos es que estos se han aceptado en la perpectiva inmanentista que la modernidad ha impuesto al mundo actual. Existen los derechos humanos -por así llamarlos- porque el hombre es creado por Dios, no porque se deriven del propio hombre, que es como hoy se entienden. Lo que ha ocurrido en el último siglo y medio es que se ha sustituido el culto a Dios por el culto al hombre, lo que es una aberración. Eso sí, todo edulcorado bajo el lazo de los derechos humanos, pero que en realidad suponen una emancipación de la humanidad y la persona respecto al Creador y Redentor.
- El magisterio de la Iglesia se fundamenta en la Revelación y los Padres de la Iglesia, es decir, en el legado recibido generación tras generación: del pasado al futuro. Usted invierte, no ya el concepeto de tradición de la Iglesia, sino el propio concpeto de tradición. No hay costumbres ni tradiciones que se basen en que lo último es lo tradicional y lo pasado no. Lo que usted hace es negar el propio significado de una palabra. No es un atentado con tra la Iglesia, es que lo es contra el mismo lenguaje.
- El Estado puede impedir incluso la construcción de una mezquita, igual que a mi me impide conducir sin cinturón de seguridad o dejar de pagar impuestos. Parece que usted ve más peligrosa la conducción sin normas de tráfico que una mezquita. Vamos, que le resbala aquello de no temer a quien nos mate el cuerpo y sí a quien nos pueda robar el alma. Sinceramente, me parecen más coherentes los liberales puros y duros que están por no prohibir ningún mal, que los liberales católicos que quieren prohibir todo mal físico, pero no los espirituales.
Como ya se ha dicho, lo que esta visión liberal trasmite es una inversión del Evangelio: los males materiales son tan importantes como para que el Estado legisle sobre ellos, pero los espirituales, no. Eso por no hablar de las consecuencias morales que implica que el Estado asuma el relativismo religioso.
En definitiva, aquí se defiende una doctrina contraria a la tradición bimilenaria de la Iglesia. Claro que si Tradición es lo último, supongo que habrá que decir que en realidad todo el pasado de veinte siglos de la Iglesia contradice la Tradición de... los últimos cuarenta años. Como decir que el árbol nace de las ramas y no de las raíces, vamos.
1) Daniel ha flexibilizado su posición, admitiendo una "tesis" (lo deseable) y una "hipótesis" prudencial (lo factible). Pues bien, es lo que sostenemos quienes no renunciamos al magisterio tradicional. No se trata de debatir si es conveniente o no restaurar en las actuales condiciones el Estado confesional, se trata de presentarlo como un principio. Esto es muy distinto a sostener el derecho a la libertad religiosa en el campo de los principios.
Creo que la diferencia es clara.
2) La noción de "magisterio actual, vivo", opuesta a magisterio pasado de Daniel. No me convence de ningún modo. Si actual se identifica con contemporáneo, pues el Vaticano II ocurrió hace más de sesenta años, en circunstancias muy distintas a las modernas. Y Nicea es más actual, en ese sentido, porque las circunstancias de la crisis arriana son más similares a la crisis moderna sobre la no divinidad de Jesús.
Si "actual" se toma en oposición a "potencial" o "imperfecto", pues estamos en problema, porque estaríamos adhiriendo a la tesis de evolución del dogma o la doctrina. Cabría preguntarse si Nicea es magisterio pasado, cuál sería el magisterio actual a contraponer.
Creo que con estos puntos se puede avanzar, distinguiendo "evolución" de desarrollo de la doctrina, en la línea de Newman. Pero desarrollo nunca puede ser apartarse en forma contradictoria de las tesis que el magisterio defendió en el pasado. Aquí flaquea Daniel, y como lo sabe, recurre a la hipótesis prudencial, a las circunstancias, saliendo dle marco doctrinario. Que es lo que sostenemos nosotros. Bien
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DIG:
1) Como he dicho antes, Estado confesional católico y libertad religiosa no se oponen necesariamente, no son contradictorios. Ésta es la tesis del Vaticano II (y la mía): la DH enseña la libertad religiosa, a la par que niega apartarse con ello de la sustancia de la doctrina tradicional.
2) Obviamente, también el Concilio Vaticano II es ya magisterio pasado, aunque reciente. Pero el Papa reinante y los Obispos en comunión con él siguen defendiendo la validez de la doctrina del Vaticano II. Por eso podemos decir que la doctrina conciliar es asumida por el Magisterio actual, vivo. Naturalmente, algo análogo ocurre con Nicea, perteneciente a un pasado más remoto.
3) Precisamente la teoría (ampliamente aceptada) de Newman sobre el desarrollo de la doctrina cristiana permite entender cómo el Syllabus, las encíclicas de Pío IX y León XIII etc, pueden ser conservadas en sustancia por el Vaticano II, a la vez que se superan sus aspectos caducos, o menos perfectos o completos. Lo que no puede ocurrir, según Newman, es una corrupción o degradación de la doctrina católica oficial, exactamente lo que ustedes suponen que ocurrió en el post-concilio.
En esta última concepciòn, que nutrió a Pablo VI, se debe extinguir el Estado confesional (por eso la presiòn a los Estados catòlicos para rever los concordatos) y cambiar la doctrina sobre el mismo, de acuerdo con la evoluciòn liberal del pensamiento y la deriva del mundo moderno, en una Nueva Cristiandad que no será confesional, sino cristiana inmanente en torno a los derechos humanos. Esto es, cronificar la doctrina católica. Algo así expone Daniel en este artículo.
Está muy bien explicado en el libro de Leopoldo Eulogio Palacios, "El Mito de la Nueva Cristiandad".
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DIG: La esperanza cristiana es esperanza de la Segunda Venida de Cristo y de la vida eterna, no esperanza del advenimiento del Estado católico.
Además, "Estado confesional" no equivale a "Estado confesional medieval o teocrático". Un Estado confesional -al menos en teoría- puede reconocer la legítima autonomía de la sociedad civil con respecto a la Iglesia, cosa que no siempre se logró adecuadamente en la Edad Media.
La asimilación de algunos elementos del pensamiento liberal (como la libertad religiosa) por parte de la doctrina católica oficial no implica una corrupción (metafísicamente imposible) de ésta, sino un auténtico desarrollo de gérmenes contenidos en el mismo Evangelio. Aunque el liberalismo, considerado como sistema, sea falso, no por ello carece de todo elemento de verdad y de bien.
Pero ojo, porque si los principios se modifican conforme la inviabilidad práctica de los mismos, empecemos a cambiar la doctrina sobre castidad, cumplimiento de los preceptos de la Iglesia, etcetera, que cada vez más son cumplidos por menos gente. Caramba, es lo que hacen los progres...
Para reflexionar.
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DIG: No sé si describes correctamente la doctrina de Maritain, a quien Juan Pablo II, en la Fides et Ratio, propuso como un modelo ejemplar (entre otros) de filósofo cristiano.
En cuanto a mí, no creo que el Estado cristiano sea malo en principio, pero sí que no se adapta bien a una situación de pluralismo religioso como la de nuestra época y la de cualquier futuro razonablemente previsible. Desde Uruguay, la discusión sobre el Estado confesional parece no sólo irrelevante, sino hasta irreal. Comprendo que este asunto se vea de un modo diferente desde la Argentina.
Por otra parte, el sexto mandamiento forma parte de la Ley de Dios y es inmutable. Pero ningún mandamiento divino manda formar un Estado cristiano, ni mucho menos prohibir la libertad religiosa.
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Es cierto. El escepticismo que hay entre los católicos respecto a que la sociedad pueda volver a ordenarse a Dios, es cuando menos extraño. Ese tipo de desencanto es lo que nutre las sectas evangélicas y el propio indiferentismo.
Dios puede hacer que mañana mismo Europa entera vuelva a reconocer públicamente Su Soberanía. El problema es que el virus democratista está inyectado entre los católicos y hemos asumido que una sociedad es cristiana cuando se decide en referendum, como entrar en la OTAN o independizarse de una nación. El único referndum que conoce la Iglesia es la sangre de los mártires.
Por otra parte, creo que se cae en cierto angelismo cuando se argumenta que la libertad religiosa ha de ser un derecho para que el que crea lo haga de la manera más pura posible. Lo dicho, no somos ángeles. Si en la parabola del hijo pródigo a Dios le vale el arrepentimietno del hijo díscolo porque se ha cansado de comer lo mismo que los cerdos, no sé porqué nos exigimos (o exigimos a los demás) creer sin influencias terrenales, o meramente humanas.
En el fondo hay una concepción del hombre casi pelagiana en esa idea de pensar que se cree de manera pura y desgajada de realidades temporales, como la política o lo que sea. Menos mal que Dios no es tan exigente, porque estaríamos todos condenados.
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DIG: Los cristianos creemos en Dios, en Cristo y en la Iglesia. No ponemos nuestra esperanza (sustancialmente hablando) en un hipotético Estado confesional. Por eso mismo, el mayor o menor optimismo con respecto a que esa hipótesis pueda volver a realizarse algún día no puede caracterizarse como un "desencanto" con respecto a la verdad o la fuerza de la fe cristiana. Nuestra fe es independiente de esa clase de pronósticos histórico-políticos.
"La sangre de los mártires es semilla de cristianos", pero imponer por la fuerza, como pareces sugerir (al aludir a vías no democráticas), un Estado confesional católico, que además (según otros comentarios vuestros) perseguiría a los no católicos que hicieran proselitismo religioso, terminaría a la corta o a la larga derramando sangre, no sólo de cristianos católicos, sino también de cristianos no católicos y de no cristianos. Y esta última efusión de sangre, pese a ser muchísimo menos abundante de lo que pretenden las leyendas negras anticatólicas, ha contribuido enormemente al alejamiento de grandes masas del catolicismo. De modo que, aún considerando la cuestión desde un punto de vista meramente humano, la vuestra parece ser una pésima estrategia evangelizadora, una que no ha aprendido nada de los errores del pasado.
Y que los católicos liberales salieran a invocar la libertad religiosa de musulmanes, budistas y ateos en la Santa Rusia.
Esto muestra que ha habido una mutación doctrinaria. No tenemos la misma doctrina que Isabel la Catòlica, San Luis de Francia, San Pío V Papa o San Eduardo Confesor.
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DIG: La doctrina católica es sustancialmente la misma, ayer, hoy y siempre. Se desarrolla sin corromperse. Nuestra situación no es la misma que la de Isabel la Católica, etc., ni tampoco lo es nuestro grado de desarrollo doctrinal.
En Europa Occidental puede pasar algo parecido cuando el Islam nos ponga definitivamente contra las cuerdas. En España hace unos meses hubo un conflicto porque una niña muslmana, de un día para otro, decidió llevar velo al colegio (luego se supo que un imán se lo había indicado al padre). La mayoría de la gente se opuso, empezando por el propio colegio. Muchos se escudaban en razones "cívicas", otros, los menos, pero los más sinceros, en que la religión propia de España es la cristiana (este último argumento cada vez se oye más en ciertos ámbitos europeos). Los Obispos en cambio defendieron que la niña llevara velo al colegio en virtud de la libertad religiosa... A parte de los propios muslmanes, no hay mejordes denfesores de las mezquitas en Europa que los Obispos católicos.
En realidad, se toma por norma suprema el Estado, que es el que queda por encima de todas las religiones. Igual que el César permitía todo culto mientras se le adorara a él por encima de todas las religiones y divinidades.
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DIG: Creo que no se han tomado en cuenta mis argumentos.
De todos modos, ¿qué crees que ocurriría a los cristianos del Medio Oriente si, por el absurdo, al Papa y a los Obispos católicos se les ocurriera comenzar a exigir a los Estados de Occidente que persiguieran u hostigaran al culto musulmán?
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En este párrafo hay no pocos mitos modernistas y protestantes sobre el catolicismo y la otrora Cristiandad.
1. ¿Qué es imponer a la fuerza un Estado confesional? ¿Cayeron los primeros cristianos en ese error? ¿No tenían ni idea, después de tres siglos de martirio, quienes contruyeron la sociedad cristiana? ¿Acaso no ha sido impuesto a la fuerza el laicismo en todo el mundo?
2. Perseguir a los que hacen proselitismo de falsas religiones es moralmente tan legítimo como perseguir al que hace proselitismo del terrorismo o del nazismo. El Estado está precisamente para prohibir lo que daña el bien común, no para dar derechos sin deberes. Parece que usted plantea un estado basado en el "prohibido prohibir".
3. Para derramamientos de sangre, los que se producen ahora con cincuenta millones de abortos anuales. En esta época de democracia laica, de Estados alejados de Dios, se está produciendo la mayor matanza que jamás haya conocido la humanidad, y las víctimas son los más débiles e inocentes.
4. Para efusiones de sangre, las producidas también en el Occidente del finales del XVIII, s. XIX y XX (empezando por la Revolución francesa) donde se erigieron estados que daban la espalda a Dios y provocaron los primeros genocidios masivos y dos guerras mundiales. Los nacionalismos decimonónicos y los totalitarismos dieron lugar a "efusiones de sangre" tan masivas y salvajes como jamás conoció la Cristiandad, ni la misma humanidad.
5. Otro mito: la gente no se ha alejado de la Iglesia por la leyenda negra, inventada por los protestantes y de la que Vd. se hace eco. Si así fuera, si el Estado católico fuera culpable de la falta de fe, la Iglesia se habría vaciado ya en la Edad Media o en el siglo XVI. Pero se vació en plena era del materialismo y el desprecio a Dios, así como en la era en la que la Iglesia sufrió -sufre- la mayor crisis interna de toda su vida.
6. Me parece que usted cae en el error protestante de escindir la vida pública de la privada, pretendiendo relegar la fe al ámbito privado. Pero el hombre es un animal político (Aristóteles dixit) y no puede desgarrar su naturaleza para ser de una manera en la intimidad y de otra en la sociedad. No es coherente que haya unas leyes para el ámbito privado y otras para el público. Así pasa que cuando se legaliza el aborto o el divorcio en uan sociedad que está en contra, dos generaciones después, estos males se aceptan socialmente. Lógicamente, la dimensión pedagógica de la ley provoca que la persona, ante la esquizofrenia que supone creer en una moral en privado cuando hay otra en lo público, acabe por sucumbir a la imposición de leyes inicuas. No hay modo más eficaz de pervertir las conciecnias que crear leyes inmorales. Bien lo saben los laicistas.
Por eso, además de porque toda realidad humana tras la encarnación de Dios queda elevada por la Gracia y sometida a Su Voluntad, el Estado debe reconocer la Ley de Dios para que sus leyes sean justas y no aberrantes, como las que padecemos con el maravilloso estado laico.
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DIG: Respondo punto por punto:
1) Hablando en general, la Iglesia siempre propuso la fe católica, sin pretender imponerla por la fuerza, lo cual es imposible e inmoral. No obstante, es preciso reconocer que no siempre los católicos hemos respetado el derecho humano a la libertad religiosa. Baste pensar en los abusos de la Inquisición. No por rechazar las enormes exageraciones de la leyenda negra debemos caer en la ingenuidad de la leyenda rosa. En otro orden, los abusos de los laicistas no justifican abusos paralelos de los cristianos.
2) Caricaturizas mi tesis (la del Vaticano II), que no tiene nada de anarquista. El número 7 de la Dignitatis Humanae plantea los límites de la libertad religiosa. No es lógico prohibir la libertad ambulatoria para que la gente no vaya a lugares inconvenientes; tampoco es lógico prohibir la libertad religiosa para evitar errores religiosos.
3) Estamos de acuerdo en condenar el gran genocidio del aborto y sus raíces ideológicas.
4) Estamos de acuerdo en la condena a los grandes crímenes de la modernidad.
5) No soy tan simplista. La (mucha) gente que se ha alejado de la Iglesia Católica no se ha alejado por una sola razón. Pero evidentemente la (bastante exitosa) propaganda anticatólica de protestantes, liberales, etc. ha sido una de las causas principales de ese fenómeno de alejamiento. Y aunque esa crítica anticatólica contiene muchas falsedades y grandes exageraciones, no carece de toda base real. Los errores y abusos reales de los católicos han dado pie a esa masiva propaganda y le han dado un barniz de credibilidad.
6) No caigo en el error que gratuitamente me atribuyes. Mi artículo, que algunos de los comentaristas parecen no haber leído con mucha atención, dice claramente que la doctrina católica exige que el Estado defienda y promueva la ley moral natural. Pero un Estado "moral" (por así decir) no equivale necesariamente a un Estado confesional. La ley moral natural puede ser conocida por la sola razón natural, sin el auxilio de la fe sobrenatural.
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Esta pregunta es coger el rábano por las hojas. porque yo podría preguntar: ¿qué pasaría si el Papa y los Obipos exigieran a España, Portugal y Francia que prohibieran el culto islámico? Evidentemente, hay medidas prudenciales, pero a) el principio siempre es el mismo, que todo Estado debe reconcoer a Cristo como Señor, a parte de que circunstancias propias no hagan propicia tal exigencia inmediatamente. b)Se ha exigido imponer constitucionales a-cristians y libertad de cultos a naciones que eran histórica y masivamente católicas, como la propia España.
Aprovecho para pedir disculpas por el tono demasiado áspero mi anterior post.
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DIG: El reconocimiento de la libertad religiosa no implica la ahesión a un laicismo antirreligioso. Benedicto XVI ha subrayado con insistencia que es posible practicar una "laicidad positiva", abierta a la trascendencia. Un Estado con esa actitud colaborará positivamente con la Iglesia, aunque no sea un Estado confesional.
Pero volviendo al sentido real de su pregunta, yo le pregunto a Vd, ¿qué pasa hoy con los cristianos de Oriente cuando nadie exige Estados católicos ni prohibir el culto islámico en Europa? Que son masacrados. El error ante el Islam es considerar que ellos responden a las buenas intenciones. Eso es una proyección de nuestra cultura sobre la suya. El musulmán responde biena la autoridad y no a un repseto de igual a igual. En España bien lo sabemos porque llevamos siglos en contacto. Cada vez que Occidente muestra debilidad, los musulamnes más radicales se crecen y vuelven a amenazar.
En todo caso, mientras se extienda el culto islámico en Occidente, su pregunta tiene una respuesta clara: a los cristianos de Oriente Medio les pasará lo mismo que nos pasará a los occidentales, que nos masacrarán a todos. Obvio.
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DIG: El valor de tu profecía es bastante opinable. De parte musulmana, no es seguro que -a largo plazo- el Islam se mantenga monolítico ni que prevalezcan las corrientes más fanáticas. De parte cristiana, no es cierto que la adhesión al principio de la libertad religiosa y al diálogo impliquen de por sí debilidad ni falta de celo misionero.
Si los cristianos estuvieran en contra de la libertad religiosa de los musulmanes en Occidente, no tendrían (como de verdad tienen) autoridad moral para exigir a los musulmanes libertad religiosa para los cristianos en los países islámicos.
Pues Daniel, lee lo que dice Newman en "Sobre la consulta a los laicos en materia de fe" y después me dices. Te lo cito textualmente:
"On the one hand, then, I say, that there was a temporary suspense of the functions of the "Ecclesia docens." The body of Bishops failed in the confession of the faith. They spoke variously, one against another; there was nothing, after Nicæa, of firm, unvarying, consistent testimony, for nearly sixty years. There were untrustworthy Councils, unfaithful Bishops; there was weakness, fear of consequences, misguidance, delusion, hallucination, endless, hopeless, extending itself into nearly every corner of the Catholic Church. The comparatively few who remained faithfu1 were discredited and driven into exile; the rest were either deceivers or were deceived"
Y sobre la conducta del Papa Liberio:
"Liberius. A.D. 357. "The tragedy was not ended in the lapse of Hosius, but in the evil which befell Liberius, the Roman Pontiff, it became far more dreadful and mournful, considering that he was Bishop of so great a city, and of the whole Catholic Church, and that he had so bravely resisted Constantine two years previously. There is nothing, whether in the historians and holy fathers, or in his own letters, to prevent our coming to the conclusion, that Liberius communicated with the Arians, and confirmed the sentence passed against Athanasius; but he is not at all on that account to be called a heretic." Baron. Ann. 357, 40-45. Athanasius says: "Liberius, after he had been in banishment two years, gave way, and from fear of threatened death was induced to subscribe." Arian. Hist. § 41. St. Jerome says: "Liberius, tædio victus exilii, in hæreticam pravitatem subscribens, Romam quasi victor intravit." Chron."
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DIG: A través de la gran crisis del arrianismo, la Iglesia Católica conservó su fe intacta. No desapareció la fe ortodoxa, ni desapareció el magisterio auténtico de la Iglesia, como el primer texto parece sugerir, en lo que es sin duda una exageración retórica.
El segundo texto alude a uno de los raros casos en que el Obispo de Roma pareció flaquear en su firme y constante testimonio de la fe católica. Esos pocos casos son desde siempre los "caballitos de batalla" de todos los que sufren el "complejo antirromano", al que últimamente se han unido (paradójicamente) los "tradicionalistas". Pero ninguno de esos casos puede hacer mella en la confianza del católico en la indefectibilidad del Magisterio eclesial. Se puede dar respuestas convincentes a todas las objeciones basadas en esos casos-límite.
Creo que, salvo imprecisiones o ambigüedades en ciertos detalles (productos sobre todo del carácter breve y rápido de mis respuestas) he presentado aquí una doctrina que no es mía, sino la doctrina enseñada por el actual Magisterio de la Iglesia Católica. No obstante, si en algún punto no he logrado cumplir exactamente este propósito, manifiesto mi disposición a aceptar las puntualizaciones del caso.
Espero poder responder mañana a los mensajes que aún están sin respuesta.
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