El ecumenismo según el Concilio Vaticano II
Han transcurrido ya más de 40 años desde la clausura del Concilio Vaticano II, esa gran obra del Espíritu Santo para nuestra época. Los documentos conciliares, recibidos al principio con mucho entusiasmo, han ido cayendo paulatinamente en el olvido para la mayoría de los fieles católicos, incluyendo a muchos que tienen una mayor formación doctrinal. En el período post-conciliar, en los sectores eclesiales auto-denominados “progresistas” se ha apelado con frecuencia a un supuesto “espíritu del Concilio”, descuidándose la atención a la letra del Concilio, encarnación de su verdadero espíritu. Hoy son poco citados y poco conocidos algunos textos esenciales del Concilio que contradicen frontalmente a corrientes de pensamiento muy arraigadas en nuestra cultura, como por ejemplo el relativismo.
El propósito de este capítulo es recordar algunos de los textos semi-olvidados del último Concilio referidos al ecumenismo, un tema de importancia fundamental en el cual se pueden apreciar hoy no pocas desviaciones con respecto a la auténtica doctrina conciliar. Citaré pues algunos textos del Concilio, precedidos por un título y seguidos por un comentario, ambos de mi autoría.
1. La Iglesia de Cristo es la Iglesia católica
“Ésta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos como una, santa, católica y apostólica, y que nuestro Salvador, después de su resurrección, encomendó a Pedro para que la apacentara (cf. Juan 21,17), confiándole a él y a los demás Apóstoles su difusión y gobierno (cf. Mateo 28,18ss), y erigió perpetuamente como “columna y fundamento de la verdad” (1 Timoteo 3,15). Esta Iglesia, establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él, si bien fuera de su estructura se encuentran muchos elementos de santidad y verdad que, como bienes propios de la Iglesia de Cristo, impelen hacia la unidad católica.” (Concilio Vaticano II, constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 8).
La Iglesia de Cristo es una y única; no está ni puede estar dividida.
La Iglesia de Cristo subsiste en (o sea, es) la Iglesia católica, puesto que la substancia de la Iglesia de Cristo permanece en la Iglesia católica. No se dice ni podría decirse otro tanto de ninguna otra Iglesia o Comunidad eclesial.
La Iglesia de Cristo es una realidad actual, presente en la historia, visible en el mundo, no un mero proyecto, ideal o entelequia abstracta. Se trata concretamente de la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de San Pedro (el Papa) y los Obispos en comunión con él (los Obispos católicos), de acuerdo con la voluntad de su Divino Fundador.
Los elementos de santidad y verdad presentes en las Iglesias y Comunidades eclesiales no católicas son bienes propios de la Iglesia católica e impulsan a los cristianos no católicos hacia la unidad propia de la Iglesia católica.
2. La Iglesia católica y los cristianos no católicos
“La Iglesia se reconoce unida por muchas razones con quienes, estando bautizados, se honran con el nombre de cristianos, pero no profesan la fe en su totalidad o no guardan la unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro… De esta forma, el Espíritu suscita en todos los discípulos de Cristo el deseo y la actividad para que todos estén pacíficamente unidos, del modo determinado por Cristo, en una grey y bajo un único Pastor. Para conseguir esto, la Iglesia madre no cesa de orar, esperar y trabajar, y exhorta a sus hijos a la purificación y renovación, a fin de que la señal de Cristo resplandezca con más claridad sobre la faz de la Iglesia.” (Concilio Vaticano II, constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 15).
La Iglesia católica reconoce que los cristianos no católicos (en sentido sociológico o jurídico) son verdaderos cristianos, es decir católicos (en sentido teológico), siempre y cuando hayan recibido válidamente el sacramento del bautismo y profesen los dogmas principales de la fe cristiana (expresados por ejemplo en el Credo Apostólico).
Los cristianos no católicos pertenecen a la Iglesia católica de una forma imperfecta. Esa imperfección no se refiere directamente a la condición moral de esas personas, sino a una profesión de fe incompleta o a una comunión incompleta con la Iglesia universal.
El Espíritu de Dios suscita en los cristianos el deseo de la unidad perfecta en el modo determinado por Cristo, es decir, en el seno de la Iglesia católica fundada por Él y guiada por el Papa, Pastor supremo a quien Él encomendó el cuidado de su grey.
La unidad perfecta de todos los cristianos hará que la Iglesia sea más claramente señal de Cristo, sacramento de Cristo.
3. El objetivo del movimiento ecuménico
“Promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos es uno de los principales propósitos del Concilio ecuménico Vaticano II. Porque una sola es la Iglesia fundada por Cristo Señor; muchas son, sin embargo, las Comuniones cristianas que a sí mismas se presentan ante los hombres como la verdadera herencia de Jesucristo; todos se confiesan discípulos del Señor, pero sienten de modo distinto y siguen caminos diferentes, como si Cristo mismo estuviera dividido. Esta división contradice abiertamente a la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y daña a la causa santísima de la predicación del Evangelio a todos los hombres.” (Concilio Vaticano II, decreto sobre el ecumenismo, Unitatis redintegratio, n. 1).
El objetivo del movimiento ecuménico es la restauración de la unidad entre todos los cristianos en la Iglesia de Cristo, no la restauración de la unidad de la Iglesia, puesto que la Iglesia nunca ha perdido la unidad, esa característica esencial suya.
Muchas Comuniones cristianas se presentan a sí mismas como la verdadera herencia de Jesucristo, pero no todas pueden serlo en lo que tienen de peculiar y específico (lo que las distingue de las demás y las contrapone a ellas), ya que la verdad es sólo una; la verdad no puede contradecir a la verdad. Todos los discípulos de Cristo deben tener un mismo sentir y un mismo obrar en lo referente a la voluntad de Dios, tal como ésta ha sido revelada por Cristo y transmitida por la Iglesia.
4. La incorporación plena de los cristianos no católicos a la Iglesia católica
“Sin embargo, los hermanos separados de nosotros, ya individualmente, ya sus Comunidades e Iglesias, no disfrutan de aquella unidad que Jesucristo quiso dar a todos aquellos que regeneró y convivificó para un solo cuerpo y una vida nueva, y que la Sagrada Escritura y la venerable Tradición de la Iglesia confiesan. Porque únicamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es el auxilio general de salvación, puede alcanzarse la total plenitud de los medios de salvación. Creemos que el Señor encomendó todos los bienes de la Nueva Alianza a un único Colegio apostólico, al que Pedro preside, para constituir el único Cuerpo de Cristo en la tierra, al cual es necesario que se incorporen plenamente todos los que de algún modo pertenecen ya al Pueblo de Dios. Este pueblo, durante su peregrinación terrena, aunque permanezca sometido al pecado en sus miembros, crece en Cristo y es guiado suavemente por Dios, según sus secretos designios, hasta que llegue gozoso a la entera plenitud de la gloria eterna en la Jerusalén celestial.” (Concilio Vaticano II, decreto sobre el ecumenismo, Unitatis redintegratio, n. 3).
Los cristianos no católicos no disfrutan de la unidad de la Iglesia.
Por voluntad de Dios, sólo por medio de la Iglesia católica, sacramento universal de salvación, se puede alcanzar la plenitud de los medios de salvación. Por eso es justo, conveniente y necesario que se incorporen a ella todos los cristianos no católicos.
La Iglesia católica es la verdadera Iglesia de Cristo, aunque permanezca sometida al pecado en sus miembros y no haya alcanzado aún, en su porción terrenal (la Iglesia militante), la entera plenitud de la gloria eterna, que sin embargo pertenece ya a su porción celestial (la Iglesia triunfante).
5. El diálogo ecuménico y las conversiones individuales
“Todas estas cosas, cuando son realizadas prudente y pacientemente por los fieles de la Iglesia católica bajo la vigilancia de los pastores, contribuyen al bien de la justicia y de la verdad, de la concordia y de la colaboración, del espíritu fraterno y de la unión; para que por este camino, poco a poco, superados los obstáculos que impiden la perfecta comunión eclesiástica, todos los cristianos se congreguen en la única celebración de la Eucaristía, para aquella unidad de una y única Iglesia que Cristo concedió desde el principio a su Iglesia y que creemos que subsiste indefectible en la Iglesia católica y esperamos que crezca cada día hasta la consumación de los siglos.
Es evidente que la labor de preparación y reconciliación de cuantos desean la plena comunión católica se diferencia por su naturaleza de la labor ecuménica; no hay, sin embargo, oposición alguna, puesto que ambas proceden del admirable designio de Dios.” (Concilio Vaticano II, decreto sobre el ecumenismo, Unitatis redintegratio, n. 4).
La Iglesia de Cristo, vale decir la Iglesia católica, siempre ha sido, es y será una. La unidad y la indefectibilidad son dones que Cristo concedió desde el principio a Su Iglesia.
No obstante, la unidad de la Iglesia puede “crecer” en el tiempo, en la medida en que se realice y manifieste de un modo cada vez más perfecto la unidad y la comunión de todos los cristianos en la única Iglesia y la única Eucaristía.
Es evidente que el diálogo ecuménico no puede oponerse a la labor orientada hacia las conversiones individuales de cristianos no católicos al catolicismo, labor que también procede del admirable designio de Dios. Lamentablemente hoy se tiende a oponer falsamente ambos aspectos de la misma tarea evangelizadora, dejándose de lado la búsqueda de conversiones individuales por temor a ofender a nuestros socios en el diálogo ecuménico y a recibir de ellos la acusación de “proselitismo”. Este último es ciertamente condenable cuando se busca obtener conversiones por motivos puramente mundanos (aumento de poder, de prestigio, etc.). Pero no corresponde descartar, junto a ese falso “proselitismo”, también el justo empeño por atraer a todos los cristianos hacia la perfecta comunión con la verdadera Iglesia de Cristo (la Iglesia católica), para mayor gloria de Dios y bien de las almas.
6. El ecumenismo de la verdad y la caridad
“La manera y el sistema de exponer la fe católica no debe convertirse, en modo alguno, en obstáculo para el diálogo con los hermanos. Es de todo punto necesario que se exponga claramente toda la doctrina. Nada es tan ajeno al ecumenismo como ese falso irenismo, que daña a la pureza de la doctrina católica y oscurece su genuino y definido sentido.” (Concilio Vaticano II, decreto sobre el ecumenismo, Unitatis redintegratio, n. 11).
El “ecumenismo de la caridad” y el “ecumenismo de la verdad” no deben ser dos esfuerzos yuxtapuestos o independientes entre sí, ni menos aún dos tendencias contrarias. El verdadero ecumenismo debe estar fundado tanto en la caridad como en la verdad. Promover y defender la verdad es en sí mismo un acto de caridad de fundamental importancia.
Existe hoy entre los católicos una tendencia a no discutir con nuestros hermanos separados acerca de los aspectos de la fe cristiana que siguen siendo controvertidos. Si bien es cierto que es más importante lo que nos une que lo que nos separa, sería un grave error subestimar las diferencias que subsisten entre ambas partes. La división de los cristianos no se debe a simples malentendidos, que podrían superarse con un poco de buena voluntad, diplomacia y política eclesiástica. Los cismas y herejías que están en el origen de esas divisiones proceden de graves pecados y serios errores que han tenido enormes consecuencias históricas y que no se desvanecerán por sí mismos ni por medio de decretos arbitrarios. Hace falta dialogar sobre las diferencias de fondo con humildad, caridad, sabiduría, fortaleza y perseverancia, sin ceder a la tentación de construir precipitadamente una falsa unidad basada en un máximo común denominador de nuestras creencias respectivas.
La apertura al diálogo sólo resulta fecunda cuando implica a la vez un respeto firme y total de la identidad de cada una de las partes. No sería conducente un diálogo en el que una de las partes ocultase aspectos esenciales de su identidad por temor a una reacción negativa de las demás partes.
Que el Espíritu Santo haga arder en nuestros corazones el deseo de la comunión plena de todos los cristianos en la única Iglesia de Cristo y nos guíe día tras día hasta alcanzar esa unidad completa. Amén.
(Daniel Iglesias Grèzes, Razones para nuestra esperanza. Escritos de apologética católica, Centro Cultural Católico “Fe y Razón”, Montevideo 2009, Capítulo 17).
El libro en cuestión está disponible en: http://stores.lulu.com/feyrazon
19 comentarios
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DIG: Gracias, José Miguel.
Por supuesto puedes reutilizar cualquier material mío en tu blog o tu sitio. ¡Feliz Domingo!
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DIG: Gracias, Luis Fernando. ¡Feliz Domingo!
-Terminemos con el futuro. ¿Qué es lo que nos viene?
-Una persecución a la Iglesia Católica o a los restos de quienes permanezcan fieles a la doctrina de la Iglesia. Para el Nuevo Orden, la desaparición de la Iglesia Católica es un imperativo.
-¿Cree que la Iglesia está preparada para esa batalla?
-Humanamente creo que una gran parte de la Iglesia no está preparada para esa batalla. Pero la Iglesia es antes que nada Esposa de Cristo y una realidad sobrenatural. Por eso el número de fieles o de jerarcas preparados para la batalla importa poco. Lo que sí sabemos es que a la larga vamos a ganar porque el triunfo está prometido.
LOS QUE NO conserven la sana doctrina y la Tradición de la Iglesia, se perderán. Por son cosas no-negociables.
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DIG: Conservemos la fe y también la esperanza de la salvación, para nosotros y para los demás.
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DIG: La declaración Nostra Aetate no se refiere al ecumenismo, sino a las religiones no cristianas, un asunto totalmente distinto.
No puedes negar que la doctrina del Concilio Vaticano II sobre el ecumenismo es la que presenté en mi artículo, con citas muy claras y explicadas.
http://www.conocereislaverdad.org/escandalobesocoran.htm
Que yo sepa, las disposiciones de los concilios de Nicea, Laodicea, Elvira, de los de Toledo, de Trento... del Vaticano I, no tuvieron ningún problema, ni hubo confusión sobre su interpretación ni nada parecido. De hecho, todos los concilios, hasta el V-II, se hicieron para afirmar verdades de la Fe, y esas afirmaciones se hicieron de forma clara, rotunda e inequívoca. ¿Qué pasa entonces con el V-II? ¿Por qué 50 años después estamos en plena lucha para decidir cual es la interpretación?
Mire Daniel, miren todos: el CV-II es el arma más poderosa que han tenido nunca en sus manos los enemigos de la Iglesia. Y lo es porque fue forjada precisamente por los enemigos de la Iglesia: los que estaban dentro. Aquellos que denunció Pío X con total claridad en Pascendi. ¿A que nadie tiene dudas de qué es lo que quiso decir este Papa?
Hay quienes miran y remiran los documentos del concilio y se reafirman una y otra vez en su ortodoxia. Mientras, los enemigos siguen con el proceso de disolución... apoyándose precisamente en esos mismos documentos. Ya hay que estar ciego para no darse cuenta.
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DIG: Estimado Marcial: Repasa la historia de la Iglesia. Lo que dices no tiene ningún fundamento. Todos los Concilios Ecuménicos fueron seguidos de nuevas discusiones y a todos se les dieron distintas interpretaciones. Nicea no terminó la crisis producida por Arrio; Trento no liquidó el problema de la reforma protestante; el Vaticano I catalizó el cisma de los "viejo-católicos", etc., etc.
La existencia de diferentes interpretaciones es en principio legítima, pero sólo hasta cierto punto. Hay un pluralismo legítimo en teología, que termina cuando se niega la doctrina católica oficial.
El Vaticano II es un Concilio Ecuménico aprobado por el Papa. Su doctrina es pues doctrina católica. Todo católico debe adherirse a ella. Es propio de los enemigos de la Iglesia negar la doctrina católica. Es falso (y hasta calumnioso) decir que los documentos del Vaticano II hayan sido redactados o inspirados por enemigos de la Iglesia.
Se ve que no sigues muy de cerca a los teólogos "progresistas". Ellos ya no saben qué hacer con el Vaticano II. A esta altura sus textos les molestan, porque son obviamente ortodoxos. Ya que no pueden apelar a la letra del Concilio, siguen apelando a un vago y supuesto "espíritu del Concilio". Pero esa trampa tiene los días contados...
Y ese es el problema.
Puntualmente hay cuatro o cinco pasajes del texto del v-II que pueden ser ambiguos, pero incluso dentro del contexto del V-II completo son claros y no admiten interpretaciones erróneas.
El problema es que el texto ya puede decir "la nieve es blanca", que si el ambiente afirma que es amarilla, pues amarilla será.
¿Es preciso una declaración específica, como la Dominus Iesus, sobre cada uno de los puntos conflictivos?
Yo creo que sí, para anular el ambiente o para demarcar bien clarito el terreno.
Desde la Dominus Iesus, por ejemplo, el "subsistit" no implica duda alguna.
Hacen falta declaraciones específicas análogas, clarificando la libertad religiosa, el ecumenismo, la coelgialidad y sobre todo, la reforma litúrgica.
Hacen falta, pero no para aclarar el texto del V-II, sino para aniquilar el "espíritu" del V-II.
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DIG: Un reciente documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe (distinto de la Dominus Iesus) plantea la cuestión del "subsistit": Antes del Vaticano II se enseñaba que la Iglesia de Cristo es la Iglesia Católica. El Vaticano II enseña que la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia Católica. ¿Cambió la doctrina católica sobre la Iglesia? La CDF responde solemnemente: No. La doctrina católica sobre la Iglesia no cambió. El Vaticano II dijo "subsiste" en vez de "es" para subrayar que también fuera de los límites visibles de la Iglesia Católica existen elementos de verdad y santidad que en sí pertenecen a la unidad católica e impulsan hacia ella. Por lo tanto "subsiste" equivale a "es", significa "es".
No hay que aniquilar el verdadero espíritu del Concilio Vaticano II, el que se manifiesta en su letra, sino determinadas desviaciones posteriores, que utilizaron el Vaticano II como pretexto para tantos abusos y errores...
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DIG: También la doctrina del Concilio Vaticano II es doctrina sana y segura. ¿O crees que un Concilio aprobado por el Papa ha enseñado herejías? ¿No crees acaso en la indefectibilidad de la Iglesia?
El Vaticano II es perfectible, como lo fue Efeso, Calcedonia, Trento, el Vaticano I, etc. Eso no quita que su doctrina sea la doctrina católica.
En todos los Concilios han habido discusiones, mayorías y minorías; y ha habido siempre algún Padre conciliar hereje o errado. El Espíritu Santo se vale también de estas discusiones y conflictos para guiar a la Iglesia hacia la verdad completa, mientras asiste a Pedro para que su fe no desfallezca y confirme en la fe a sus hermanos.
El Espíritu es la Tradición.
Del V-II sólo se salva, y con apuros, la letra. No me siento orgulloso ni de los que lo promovieron, ni de sus más conspicuas personalidades, ni del ambiente en el que se coció, ni sus consecuencias inmediatas... sólo sus docuementos son digeribles,y eso sí, bajo la hermenéutica de la continuidad.
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DIG:
1) El Concilio Vaticano II es parte del Magisterio de la Iglesia; y es el Magisterio de la Iglesia el que juzga acerca de la validez de tu teología, y no a la inversa.
2) Todo fiel católico debe aceptar los documentos del Vaticano II con espíritu religioso, y no a regañadientes.
3) Ya cansa tener que reiterar que los abusos del post-concilio no pueden ser considerados, con justicia, como "consecuencias" del mismo Concilio.
4) Por otra parte, deberías sentirte "orgulloso" (feliz) por el máximo promotor del Vaticano II (quien lo convocó), pues ha sido beatificado.
Por lo tanto, en conciencia, para estar en comunión, deben de aceptar todos los artículos de fé y la primaciía de Pedro y volverse católicos. Porque muchos descarada y veladamente, manejan las iglesias protestantes como empresas privadas y viven la vida de los ejecutivos. Lo primordial no es lo espiritual, sino la ganancia monetaria. Si se hicieran católicos, perderían su negocio y no lo van a hacer. Y POR NINGUN MOTIVO DEBEMOS CONCELEBRAR CON ESTAS SECTAS, bajo pena de pecado mortal. Algunos amigos conversos del protestantismo afirman que la nuestra es la religión verdadera y que la antigua protestante, era una religión falsa. Un converso reconoce mejor las herejías cuando las ve.
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DIG: Estimado Semper Fidelis:
1) Reconocer que en otras religiones hay elementos de verdad y santidad no equivale de ninguna manera a decir que todas las religiones son buenas. Evitar el fanatismo no implica en absoluto caer en el indiferentismo.
2) En mi artículo se recuerda que el Vaticano II enseña que hay elementos de verdad y santidad en las confesiones cristianas no católicas. Aquí no me he referido para nada al tema de las religiones no cristianas.
Y esperemos que aún falten años (y no siglos, claro) para el Concilio Vaticano III porque parece que para algunos de los comentaristas de este blog el CVII todavía es un plato difícil de digerir con o sin espíritu del Concilio.
viejos "teólogos", como el alemán Zeheler, están que rabian contra esto, diciendo que la Iglesia se convertirá en una secta ultraconservadora, amargados porque la labor de su vida de esfuma y vislumbran su fracaso estrepitoso. "La solución para esto, es acabar con el celibato y autorizar el sacerdocio femenino", dice Zeheler, "teólogo" alemán donde los haya. Pero no prevalecerán. Gracias por su amable respuesta.
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DIG: Estimado Semper Fidelis: No tergiverses mis palabras. De lo que escribí resulta muy claro que califico como fanatismo al rechazo de la siguiente proposición: "en otras religiones hay elementos de verdad y de santidad". No califico de fanáticos a los que se apegan a la Tradición eclesial, los que, por otra parte, son todos los católicos coherentes. Los "tradicionalistas", en cambio, no aceptan toda la Tradición de la Iglesia, porque no comprenden su carácter vivo. Como un organismo vivo, la Tradición crece permaneciendo idéntica a sí misma.
¿Me podría usted decir qué doctrina nueva enseña el concilio a la que haya que adherirse?
Gracias.
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DIG: Estimado Josete:
Todo fiel católico debe adherirse a toda expresión auténtica de la doctrina católica, no importa si esa expresión es "nueva" o "vieja". Este deber atañe pues a toda la doctrina del Vaticano II, es decir a todos sus documentos, en todas sus partes.
En cuanto a doctrinas "relativamente nuevas" (sólo relativamente, porque todo auténtico desarrollo de la doctrina cristiana proviene en el fondo del evangelio de Cristo) podemos mencionar, a modo de ejemplo:
1) La posibilidad de salvación de los no cristianos (ya enseñada por ejemplo por Pío XII; pero fue un tema no tratado en los anteriores Concilios).
2) La sacramentalidad del episcopado (hasta el Vaticano II se discutía si en su esencia el episcopado era una cuestión jurídica o sacramental. El Vaticano II resolvió esta cuestión discutida y ya nadie volvió a ponerla en cuestión).
3) La colegialidad episcopal (complementando la eclesiología del Vaticano I, que debido a su fin abrupto sólo pudo tratar la cuestión del primado papal).
4) La solución de la "cuestión bíblica" (asumiendo en la Dei Verbum la solución dada por Pío XII en la Divino afflante Spiritu).
Y la lista podría extenderse fácilmente.
Por cierto, parece que se olvida, pero el Concilio Vaticano II NO es dogmático, sino pastroal, como explícitamente dijeron el Papa que lo convocaba y el que lo clausuró.
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DIG: Hay muchas cosas en la teología católica que "parecen" contradictorias. Por ejemplo: Dios es a la vez justo y misericordioso; la Iglesia es a la vez divina y humana; somos justificados por la fe y sin embargo la fe sin obras es una fe muerta, etc. etc.
Lo que hay que hacer cuando dos afirmaciones de la doctrina católica parecen contradictorias es hacer teología. Y a veces, cuando llegamos a tocar aspectos profundos del misterio de salvación, tendremos que contentarnos con sostener los dos extremos de la cadena, aunque no veamos cómo se unen entre sí; porque somos creyentes y no racionalistas, y nuestra razón no es el árbitro supremo de todo lo que existe.
Obviamente cuando el Papa Juan XXIII calificó al Vaticano II de "concilio pastoral" no pretendió restarle valor doctrinal. De hecho hay muchísima doctrina en sus documentos: por ejemplo, contiene dos constituciones dogmáticas (Lumen Gentium y Dei Verbum); y también hay mucha doctrina en los demás documentos. Por ejemplo, la doctrina de la constitución Gaudium et Spes sobre el matrimonio y la familia; la del decreto Unitatis Redintegratio sobre el ecumenismo (objeto de este artículo); la del decreto Christus Dominus sobre el episcopado; etc. Toda esa doctrina es doctrina católica y ha sido recogida copiosamente por el Magisterio posterior (pontificio o no). Muchos de los textos del Vaticano II figuran en las versiones más recientes del Denzinger (compendio de textos del Magisterio de alto valor doctrinal, de todas las épocas de la historia de la Iglesia).
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DIG: Si hubiera contradicción, el deber del católico es adherirse al Magisterio actual, no al pasado. Es el Magisterio vivo de la Iglesia el que tiene autoridad para interpretar la Tradición y el Magisterio pasado. Convertir a tu razón en juez del Magisterio actual es racionalismo, no catolicismo.
Por cierto, el Concilio fue pastoral y EXPLÍCITAMENTE no dogmático. Lo dejó muy claro Juan XXIII en su inauguración. Querer elevar de rango ciertos textos del CVII -y más simples declaraciones como la DH- es querer forzar la inteligencia y la fe de los fieles, que no tienen porqué tener que ser sometidos a pruebas por la propia Iglesia.
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DIG:
1) En efecto, el principio de no contradicción dice que algo no puede ser y no ser a la vez y en el mismo sentido. Pero habría que ver si los textos aparentemente contradictorios del Magisterio actual y del Magisterio anterior se refieren exactamente a lo mismo y en el mismo sentido. Eso no puede simplemente presumirse; habría que demostrarlo.
2) ¿Las constituciones dogmáticas del Vaticano II no tienen valor dogmático? Aplicando el principio de no contradicción, ése no parece ser el caso. No es necesario que un Concilio defina nuevos dogmas para que tenga valor dogmático ni para requerir la adhesión de todo fiel católico. No puedes eludir este simple silogismo:
a) Todo fiel católico debe adherirse a toda la doctrina católica.
b) La libertad religiosa según la entiende la declaración Dignitatis Humanae es doctrina católica.
c) Todo fiel católico debe adherirse a la doctrina de la DH sobre la libertad religiosa.
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¿Y si antes la Iglesia decía lo contrario? Puede mudar la doctrina católica? ¿Cómo resuleve usted el dilema?
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DIG: La interpretación auténtica de la Sagrada Tradición y del Magisterio pasado corresponde al Magisterio vivo (actual) de la Iglesia, no al libre examen de cada creyente. Según el Magisterio de la Iglesia, no hay contradicción ni dilema, sino desarrollo armónico de la Tradición.
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Esto, sencillamente, es mentira y es una bomba de relojería para toda tradición, incluso las meramente humanas. Jamás la Iglesia dijo que lo nuevo ante la duda prevalezca sobre lo anterior.
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DIG: Los protestantes, basándose en el principio de sola Escritura, practican el libre examen. Los tradicionalistas parecen basarse en un principio similar: sólo la Tradición pasada (incluyendo la Escritura, obviamente). Ambos cometen el error de ignorar o despreciar el Magisterio vivo de la Iglesia. La fidelidad al Magisterio actual es un elemento esencial intrínseco de la teología católica, no una imposición extrínseca.
Para un teólogo que en el fondo es racionalista es muy cómodo admitir sólo el Magisterio pasado según su personal interpretación. Los Papas fallecidos no pueden condenar ningún nuevo error.
Desde el paisito (y desde la Fing) te envío un fraterno saludo en Cristo Jesús.
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DIG: Muchas gracias, Paulie. Que el Dios te bendiga.
Tambien en esta web se han publicado artículos interesantísimos sobre el tema de la salvación fuera de la Iglesia. Los recomiendo.
J.
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